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Opiniones

Recuperar las ideologías

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ivelissePOR IVELISSE PRÁTS RAMÍREZ.-

En medio del pragmatismo rampante que campea por sus fueros, ha llegado la hora de retomar el tema: Ideología.

El tiempo pasa. Gobiernos van y vienen, pretenden quedarse, presidentes y legisladores incluidos, partidos que se deforman, otros que se forman, vientos neoliberales dispersan los antiguos, valiosos, exigentes paradigmas.

Antes de que Aarón, Shills, Lipsets, se alinearan con Francis Fukuyama, para decretar que la historia concluyó, que las ideologías murieron, los partidos y movimientos tenían el pudor de enarbolar algunos estandartes principistas que tangenciaban por lo menos con el ínsito fin que procuraba, y con la composición social de sus miembros.

El que lee la historia de los partidos políticos latinoamericanos, desde la fundación de la República, encuentra que en la carta de presentación de varios se descubren la pista de su orientación ideológica; al denominarse conservadores o liberales, asumían posiciones doctrinarias; a favor del “status quo” de los privilegios, los primeros, los liberales, defendiendo las libertades de todos, procurando la igualdad a través de los cambios.

Esa segmentación-oposición se insertaba en la diada derecha-izquierda, que desde la Asamblea Revolucionaria de 1879 marcó diferencia entre “Jacobinos y Girondinos”, al principio para perdurar luego como marca de fuego que culminó en aquello de “burgueses y proletarios”.

Interpretada de diferentes maneras, la ideología perdura, explícita o tácita, entendida como imagen falsa de la conciencia, en versión “fuerte” como espina dorsal principista de valores y fines, como se identifica más comúnmente.

Nadie, nunca, se había atrevido a negar su existencia; naciones y partidos asumían una doctrina y trataban de construirla en la práctica nazista, fascista, socialista, demócratas puros, “verdes” no eran solo conjuntos de personas, sino representantes de IDEAS.

Pero el viento llegó, similar al que convoca Leonel, avasallante, destructor, con el neoliberalismo incubado en el supuesto asesinato de la historia, que por cierto sigue “vivita y coleando”.

Como los seres humanos necesitamos propósitos que guíen las acciones, al sacarle la alfombra doctrinaria, principista coherente, falta de esos “por qué” y “para qué” nos detuvo en una anomia en la que proliferaron confusiones y abjuraciones de creencias. Pero ese limbo de ausencia de certezas, generó un clima propicio para que la más mala de las ideologías, la que las niega a todas para quedarse con la hegemonía, sentara su imperio nihilista: el Mercado, sustituyó las controversias fecundas, las aspiraciones de la equidad que deberían crecer con el auspicio del ‘Estado de Bienestar’ que cedió a la ley de la selva en la que el fuerte devora al débil, sin escrúpulos.

En el fondo, porque la extrema derecha es astuta, en la negación de la existencia de las ideologías, porque la historia tocó fondo, se produce un truco de prestidigitador, “las ideologías” así en plural, con su diversidad estimulante se subsumen en una sola, la más totalitaria: el deshumanizado, impiadoso neoliberalismo, que reina en forma absoluta en el terreno abonado del dominio creciente de los “fuertes”.

Aquí, en el país, hablar de ideología es exponerse a que lo califiquen a uno de “nerd”. La cultura atropellada de las informaciones triviales mantiene a muchos alienados. Otros, buscando inevitablemente el sustento, no tienen tiempo, ni ánimo para reflexionar sobre el “porqué” de su miseria y a quienes enriquece.

Los intelectuales, que deberían retomar el vanguardismo que en América produjo partidos de izquierda, se reúnen en Asambleas para endiosar a un individuo.

En las campañas electorales se disputan rostros y ambiciones, no se indagan por cuáles ideas, qué ideales, cuál historia trae consigo esa fabricada sonrisa.

¿Ha muerto en nuestro país la ideología? Obvio que no. Aletargada, oculta, maltratada después de años de luchas perdidas, sé que germinará en su semilla si el riego fecundo de la educación política la saque a la superficie.

Como Sartori, creo en “el valor de la verdad, y el valor funcional de la ideología”.

Hay que encontrar, por supuesto, la que apunta con más certeza nuestros problemas, habrá una en la que coexista la verdad con la eficiencia. Es simple: con las estadísticas de la ONU sobre clase media y pobreza, en nuestro país, la ideología que asumamos, será dentro del abanico democrático de izquierda, la que propugna por los cambios, la que devuelva a la mayoría la oportunidad de ejercer sus derechos.

Retomar el tema de ideología, creer de nuevo en ella, exigir que la abracen nuestros políticos, que la confiesen nuestros empresarios, que se difunda en educación política y ciudadana, es una buena consigna.

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