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Respuesta a Tony Raful
POR JOAQUIN RICARDO
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En lo referente a las condiciones humanas del presidente Balaguer, el escritor y poeta Cándido Gerón, en su libro de reciente publicación acerca del polémico ciudadano rumano Sacha Volman, refiere que de acuerdo a sus apuntes biográficos, el referido personaje viajó a Londres en el año 1967, por iniciativa del presidente Balaguer, para convencer al coronel Caamaño de que regresara al país y se involucrara en la política doméstica.
Realizado el encuentro y formulada la propuesta, la misma fue rechazada por Caamaño. Este hecho desconcertó al señor Volman, pues el presidente Balaguer le había expresado que tenía informes de que el coronel Caamaño se proponía regresar al país al frente de una guerrilla y el doctor Balaguer deseaba evitar un enfrentamiento con él, puesto que sabía de antemano que éste caería en combate.
Añade, además, el señor Volman, que el doctor Balaguer lamentó el rechazo y le dijo que su intención era sincera. Para mayor información, ver la obra ¿Fue Sacha Volman un agente de la CIA?, (Cándido Gerón, primera edición, marzo 2013, págs 140-142). Creemos que el testimonio resulta harto elocuente acerca de las buenas intenciones del doctor Joaquín Balaguer.
Finalmente, ante los frecuentes ataques de que es objeto la figura política del doctor Balaguer, cada día es más evidente que nos encontramos frente a una sociedad que padece una seria inversión de valores. Nuestras vidas parecen regidas por los consejos que el criminal Vautrin le dio a Rastignac en “Papá Goriot”, la célebre novela de Balzac, de vivir con un pragmatismo en el que no se necesita principios, sino cuentas bancarias; en el que no se persigue buscar la verdad, sino amigos influyentes; donde no se necesita musas inspiradoras, sino aburridas consortes de acaudalados señores a las que seducir para entrar al “gran mundo” a través de la alcoba. En el mundo de esa novela como en la actualidad, los principios no ennoblecen sino que son más bien un lastre en la carrera hacia el dinero y la posición elevada.
Vivimos, al parecer, al igual que Rastignac, en el reino de la mediocridad satisfecha, la de la mediocridad envidiosa, celosa del talento. De ahí las agresiones innecesarias al hombre superior. Gustave Flaubert, en su prefacio a las poesías de Louis Bouilhet, escribe: “¡Mirad cómo el desierto se extiende! Un aliento de estupidez, una tromba de vulgaridad, nos envuelven, prestos a recubrir cualquier elevación, cualquier delicadeza. Se sienten felices de no respetar a los grandes hombres…”.
(Tomado de Listín Diario, 10 de mayo de 2013)