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Conocerlo más para honrarlo

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ivelisse prats ramirez de perez, la educacion y eugenio maria de hostosPOR IVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PEREZ.-

Para mí, no es necesario un 11 de enero ni un 11 de agosto para recordar a Eugenio María de Hostos. Día a día lo releo, lo admiro y trato de contribuir en mi accionar educativo y político a mantenerlo vivo. Contextualizándolo.

Los que pretendemos inscribimos en la tradición hostosiana tenemos como deber insoslayable estudiar permanentemente sus obras y su obra, venerar su vida austera y ejemplar, pero también construir el nuevo paradigma de la ciudadanía y la educación dominicanas utilizando el material magnífico de las ideas Hostosianas.

Será un edificio diferente, en medio de un hábitat que llamamos indistintamente globalización o mundialización.

Los estados independientes por los que luchó el señor Hostos se van desdibujando en medio de la ola globalizante, y la tecnología impulsa la educación por nuevas rutas que abren horizontes muy amplios, que ofrecen peligros grandes pero también intensas posibilidades.

Han pasado muchos años desde que Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña abrieron contra viento y marea sus Escuelas e Institutos, en humildes locales alquilados, con escasos recursos y mucho corazón, supliendo con su enorme sapiencia y su visión mesiánica las limitaciones, los adversarios y las incomprensiones del medio y de la época.

¿Han cambiados las cosas? Hostos seguramente se habría asombrado, si pudiera ver las costosas instalaciones y equipos de algunos colegios privados, sus laboratorios, aires acondicionados y canchas de juego.

Pero frunciría el ceño venerable al constatar que a esos planteles educativos solo pueden entrar y permanecer los que puedan pagarlos, que son pocos, mientras que los demás niños/as y jóvenes dominicanos/as asisten aún, cuando no se quedan fuera, a unas aulas desprovistas incluso hasta de butacas.

Las computadoras van penetrando en las escuelas y hogares dominicanos, las cuales si se aprenden a usar como se debe, pueden revolucionar los sistemas y métodos educativos, atraerían seguramente la curiosidad científica de Hostos; pero con toda certeza puede afirmarse que señalaría severamente la brecha entre privilegiados que manejan el lenguaje informático para expandir su cultura y los marginados que no son sólo analfabetos digitales, ni siquiera funcionales, sino analfabetos de verdad, analfabetos absolutos.

Además, es en la entraña curricular que es su esencia, nuestra educación sigue siendo domesticadora y acrítica, no es aún el “acto moral que debería tocar la inteligencia, la voluntad, el libre albedrio, la responsabilidad, la filantropía, la fraternidad y el cosmopolitismo” como concibe Eugenio María de Hostos a la educación en su obra “Moral Social”.

El Maestro trazó desde sus cátedras, y sobre todo en la práctica de su Escuela Normal, líneas maestras de conciencia, de razón, de virtud y de ética, de patriotismo y de integración antillana que mantienen su vigencia todavía, puesto que apuntan a valores esenciales.

Esas líneas maestras podemos y debemos tenerlas presentes para interpretarlas en el nuevo contexto y frente a los nuevos desafíos de un siglo XXI trepidante.

No solo para cualquier reforma educativa hay que buscar a Hostos. Lo necesitamos también en las nuevas batallas que los viejos actores están librando, esta vez no por el derecho a una bandera y un himno, sino para preservar su identidad. Tenemos que evocar a Hostos y sentirlo a nuestro lado para saber negociar mejor frente a los grandes, para no arrodillarnos demasiado ante los organismos crediticios internacionales, para preservar nuestra lengua, tradiciones y raíces, enriqueciéndolas las culturas ajenas, pero sin suplantarlas ni avergonzarnos de nuestra “mismisidad”.

Como cada año, como en ese 1985 en que encabecé como Secretaría de Educación el traslado de los restos del señor Hostos al Panteón Nacional, donde podrán ir a llevarle las flores y el recuerdo sucesivas generaciones, me declaro hostosiana, en este nuevo aniversario de su muerte física.

Este año, asistí con emoción y orgullo a la misa que en el Panteón Nacional se ofició en memoria y homenaje al señor Hostos, auspiciado por la Liga Hostosiana. Además de mi presencia en ese acto, y de mis oraciones, quiero reiterar en honor al Maestro una iniciativa que hace tiempo hice pública.

Para que los/as dominicanos/as no solo LO RECONOZCAMOS sino que LO CONOZCAMOS, propongo que las obras de Hostos se declaren lecturas permanentes en las escuelas dominicanas.

Empecemos, en los Institutos, Departamentos y Facultades en los que se forman los/as maestros/ as.

Ninguna lección mejor para formar, como quería el Maestro Hostos, “adultos de razón y de conciencia” que leer y glosar esas páginas iluminadas. El MINERD y el MESCYT tienen la palabra. (LD, sábado 10 de agosto 2013).

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