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Opiniones

Rendición de cuentas

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Ivelisse-prats-de-perezIVELISSE PRATS RAMÍREZ.-

Como todos los fines de año, miro en esta semana hacia el que se va. Esta vez sin nostalgia, no ha sido bueno para mí ni para mucho de cuanto amo, incluso, a mi partido.

Trato de espantar como mosca imprudente la pena, y me esfuerzo por afincarme en la dulzura de algunos regalos que sí me dio la vida en los pasados 12 meses: tanto respeto en los saludos de la gente en los pasillos de los supermercados, los besos de los nietos y bisnietos, la compañía fidelísima de los que no abandonan, los ratos sosegados de lectura, el orgullo en las graduaciones de los diplomados que dirigimos en el Instituto Peña Gómez, y sobre todo, los tiempos de paz que refrescaron mi alma en la oración.

La rendición de cuentas que me hace la vida este año, revela más arrugas en la piel; debajo de ella, como decía Osvaldo Bazil:

“Deja también enterradas
tantas cruces,
cavadas muchas tumbas…”.

Amigos y amigas que mueren; ilusiones que se desvanecen y un quebranto profundo de mi sempiterno entusiasmo.

Eso, en el DEBE. En la columna del HABER, esos doce meses pasados depositaron considerables y valiosos aprendizajes. Todos provechosos, aunque la adquisición de esos saberes fue un duro ejercicio para quien como yo viene de un siglo de certidumbres ingenuas y de sueños encampanados.

Sé ahora, por ejemplo, que no es solo en una emisora criolla “donde todo comienza y todo termina”.

En la amistad, en la política, en el amor, en la lealtad; todo comienza en el deslumbramiento que descubre virtudes y bellezas en una causa, una idea, un encuentro de sentimientos. Pero todo termina, c’est finí, como cantaba en el siglo XX Charles Aznavour, lo describe el poeta Luis Cernuda mucho mejor que yo:

“Para morir, basta un ruidillo
el sonido de un corazón
al cerrarse”.

No solo uno, muchos corazones se han cerrado en este año que pasó, en mi país, y en todo el mundo.

La soberbia, la violencia, la ambición, la xenofobia, la horrorosa creencia de que el otro no es prójimo sino enemigo, y la falta de fe, son tapias de cal y canto que custodian, no el cementerio, sino un infierno de guerritas enconadas y sórdidas que sustituyen a las antiguas heroicas guerras mundiales. El mercado ordena un todo contra todos, obedecemos, nos exterminamos.

Aquí en nuestro país, emerge de esta rendición de cuentas, la misma cerrazón del corazón metáfora, ese espacio central del amor, de la bondad, de la solidaridad.

Las estadísticas demuestran sin dudas que hay más pobres y más desigualdades. Se manifiestan en las tristes escenas de un reparto de cajas que denigra a quien las arroja y a quienes las reciben. En la algarabía de los empujones, el “ruidillo” se transforma en estrépito que convoca la muerte.

Es la política ejercida en la peor visión de clientelismo crudo y duro, por parte del partido en el gobierno. En la otra cara de la moneda, el PRD que amo, prisionero de una minoría que pactó con el adversario: inmunidad en la acción e impunidad para el delito, se desangra por dentro.

En la garata interna, el corazón noble del PRD que latía en democracia y solidaridad, en la memoria de Peña Gómez, pareció cerrarse a los reclamos y a los sufrimientos del pueblo en el 2013.

Leyes injustas, propuestas indecentes, sentencias que nos cierran corazones amigos en el mundo, la pretensión de algunos empresarios de arrebatar la cesantía a los trabajadores mal pagados de nuestro país; aunque puede decirse, y debe decirse en justicia, que el 4% para la educación se logró este año como conquista popular, que hay más cercanía entre el Presidente y los de abajo, que el Plan Nacional de Alfabetización decidió ¡por fin! intentar devolver a los humildes la palabra.

La rendición de cuentas muestra aún números rojos, déficits en el equilibrio entre gobernabilidad y gobernanza, políticas públicas y sentido de pertenencia, las acciones aisladas y el estilo distinto son apenas parches en el manto viejo que no da más.

Dije que no siento nostalgia. Tampoco quiero cerrar el año con rabia, desencanto, abandono de la utopía que acuné.

Por eso, mi corazón se resiste a cerrarse aunque los otros se cierren. Me yergo, me reencuentro.

En apenas tres días el 2014 se inicia. De nosotros depende, de los que aún creemos en Dios y en la gente, como Peña Gómez, que sea un año en que los corazones cerrados, que producen muerte, RESUCITEN.

Disponemos de tiempo. El 2014 es un año bisiesto.

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