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Opiniones

Dos semanas intensas

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Ivelisse-prats-de-perez1Ivelisse Prats Ramírez.-

Salimos de la Semana de Pasión que a los cristianos nos sacude con emociones fuertes, desde la angustia culposa acompañando a Jesús en su Vía Crucis hasta el éxtasis de una Resurrección que nos devuelve esperanza, convidándonos a revivir en fe.

Atropelladamente, después, esta semana nos llegó con pérdidas muy tristes, se nos fue Gabo entre una lluvia de sus florecillas amarillas a contar sus historias deslumbradas a los arcángeles; y nuestra Sonia partió al encuentro con los poetas de la patria para cantarles su apego al amor.

Partieron casi juntos, se encontrarán, en el camino inexorable, y compartirán las palabras que fueron instrumentos de sus oficios magníficos.

A su alrededor se agruparán guachimanes que despiertan al reclamo vibrante del “quiero andar” de Sonia, y los habitantes de Macondo con los ojos desmesurado de asombro ante el primer bloque de hielo que llegó al lugar místico como relata Cien Años de Soledad.

Entre libros, añoranzas y lágrimas empezamos la semana, y en medio de ella nos sacude, otro temblor.

El jueves 24 se cumplieron 49 años del inicio de la Revolución de Abril de 1965. Esa fecha nos interpela para demandar a la generación que sobrevive una rendición de cuentas de la cual no salimos bien parados. Recordemos: el pueblo se sublevó contra los excesos y abusos del Triunvirato.

Convocado por la voz clamorosa de José Francisco Peña Gómez, nos lanzamos a reclamar una vuelta a la constitucionalidad sin elecciones para recuperar la libertad y la justicia social del gobierno de Bosch y la Constitución de 1963, modelo de constitucionalismo social cuyas líneas maestras nadie ha osado emular en las sucesivas reformas de la Carta Magna, hechas para favorecer intereses a la medida.

Esa rebelión de las masas contra un gobierno de facto abusivo y altanero, eclosionó con la fuerza avasallante que la ira los gobernados acumula cuando los gobernantes traicionan su misión de servidores y se sirven de los beneficios del poder con gula y desparpajos.

Ya luego, frente a los invasores que por segunda vez en ese siglo pisaban groseramente el suelo dominicano, esa revuelta interna justiciera creció alas para transmutarse en guerra de liberación nacional: fue tan heroica que colocó de golpe a nuestro pueblo como protagonista y modelo de las luchas emancipadoras del continente (las “sardinas” de Arévalo, contra los “tiburones”).

En ambas etapas, por encima de casos y personas singulares, sobresale el rasgo colectivo, magnifico, del coraje oceánico, de la gente de a pie, hombres y mujeres del pueblo que llegaban a la ciudad heroica de todos los lugares de la patria, organizándose en Comandos, peleando con fiereza indetenible, con absoluta fe, rubricando con sangre su compromiso con el ideal.

¿Qué podemos nosotros, los que sobrevivimos, mostrar como prueba de que ese sacrificio, ese valor, esa terca resistencia a declararse vencidos, aun estando vencidos no fueron inmolaciones vanas?

¿Dónde está ahora escondido, domado, ¡ay! ojalá no extinguido, el valor de los hombres y mujeres de Abril?, ¿por qué ahora la gente no protesta y actúa ante la corrupción impúdica extendida que supera con mucho los desafueros del Triunvirato?

¿Qué les pasa a los jóvenes que cuando les hablamos de la Revolución de Abril y su grandeza, nos miran extrañados, perdidos en el tiempo, parece que confunden la batalla del Puente Duarte con alguna de las guerras del Peloponeso?

¿Quiénes tienen la culpa que en los libros de texto la Revolución de Abril ocupa menos páginas que el sobado “descubrimiento” de Colón, si debería ser eje transversal en la historia y en la formación ciudadana, para nutrir de dignidad y sentido de pertenencia a nuestros estudiantes?

Todos somos viejos, dice una amiga inteligente, cuando comentamos la vejez de los demás. Esa vejez no solo se ensaña en nuestra piel, sino que entumece la memoria histórica, y el arrojo que antes era nuestro signo distintivo.

Esa vejez, porque es de cuerpo y de espíritu, nos hace displicentes y permisivos ante las abjuraciones que muchos de nosotros nacemos desbaratando o permitiendo que otros destrozaran lo que pudo ser la mejor herencia del Abril de 1965: el modelo anhelado de una República Dominicana con valores incluidos.

El tránsito por estas dos semanas intensas ha sido duro. Gabo y Sonia me aconsejan que, como ellos lo hicieron, y lo harán para siempre, comunique a los demás lo que pienso, lo que echo en falta, lo que ansío.

Eso hago En Plural. Evoco una Revolución que tuvo su coronel al que nadie parece escribirle, pongo a Sonia a cantarle, a las Tres Mariposas, y aireo culpas propias y ajenas a ver si el viento nos las devuelve convertidas en decisiones y amores humanos y divinos.

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