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LOS DINÁMICOS DE IMBERT SE INSCRIBEN EN LA NUEVA OLA

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Por Sebastián del Pilar Sánchez.-
“¡Nivín, creo que ya es tiempo de marchar!”, dijo el chico en tono imperativo, sacando la cabeza sobre la copiosa vegetación que servía de ornamento al manso río Obispo, en el punto de confluencia con el caudaloso Bajabonico, para que lo viese con claridad el otro adolescente de su misma edad, que no muy lejos de él, estaba tendido en la arena, mirando con inusitado placer a las chicas que se divertían a su alrededor, ejercitando sus piernas y sus cuerpos en febril ajetreo recreativo. Algunas buceando o manoteando el agua, en constante pugna con la fuerte corriente que las zarandeaba; y otras, interviniendo en un inocente juego de pelota, mientras un grupo menos numeroso se aferraba a la orilla, en el área donde estaban las madres entregadas a la dificultosa operación de lavar todas las ropas de su familia.

El chico con prisa…se llamaba Antonio, un estudiante en la tanda matutina de la escuela primaria del municipio de Imbert, quien acostumbraba ir de tarde -junto a su compañero de aula Nivín- al club recreativo Baraguana, situado próximo al antiguo puente sobre el río Bajabonico, donde la mayoría de los muchachos del pueblo se entretenían participando, aún como simples espectadores, en los juegos de volibol, básquet y beisbol que casi a diario allí se realizaban.
Esa tarde, aunque estaban cerquita del club, se habían desentendido de la actividad deportiva, generando con su inasistencia a la cancha toda clase de conjeturas entre sus amigos y asiduos competidores, los jovencitos Carlos (Papi) Reyes, Nelson (Natilla) López Cabrera, Tomás Martínez, Bulilo Vargas Oliver, Miguelito la Boa, , Sócrates Luciano, Martín Rodríguez (Papi Quicio), Carlos Heinsen Loinaz, Juan Tomás Díaz Polanco, Tony Morales, Johnny Reyes, Chito Guzmán Souffront y los primos hermanos Héctor Canahuate Reyes y Luis Alberto Canahuate Rodríguez.

Nivín y Antonio irían a los ensayos del conjunto musical “Los Dinámicos” en el cine-teatro Amarilis, a partir de las 4:30 de la tarde, pues sentían mucha admiración por ese grupo que con insospechado fervor tocaba música moderna y contagiaba con su cadencia y estilo a los jóvenes que escuchaban y cantaban sus electrizantes temas musicales, interpretados en su mayoría por la voz melosa y sugerente del joven Rafuche Guzmán Souffront, a quien se le reconocía brillantez en la ejecución del repertorio romántico del baladista argentino Leo Dan.
Ir al río fue una sugerencia de Nivín para estar cerca de su hermana Clarita y su prima Yuyi, las cuales les habían acompañado durante aproximadamente media hora en aquella área de la playa y se marcharon con destino al Hoyo Haitiano, donde estarían visitando a unas amigas que residían en ese suburbio colindante con el cementerio municipal, quienes les darían información en torno al calendario de los exámenes escolares a efectuarse en el mes de septiembre, porque su familia iba a mudarse a la Capital y ellas no querían marcharse con asignaturas escolares pendientes que dificultaran su reingreso a las aulas, tras el cambio de domicilio.

-¿Decía algo, Antonio? –preguntó Nivín-. ¡Excúsame, no te estaba escuchando! ¡Si quieres, dime de nuevo!
Nivín quería oír al amigo y lo miró con persistencia a los ojos, sorprendiéndose de sentirlo fatigado como si hubiese hecho mucho ejercicio en el río esa tarde, lo que no era cierto, ya que apenas había estado un rato nadando. Por eso, le dejó perplejo su repentino agotamiento.
-¡Tenemos que irnos, Nivín! -exclamó contundente Antonio-: “¡Vámonos!”
Su tono era ahora enérgico y Nivín se extrañó del inesperado enclaustramiento de su carácter conciliatorio habitual, pues ahora casi le gritaba para imponer su posición.

“¡El ambiente de hoy es muy bueno, hermano!”, apuntó sonriente el joven Nivín, mostrando su satisfacción y regocijo por aquel lugar donde deseaba estar un rato más disfrutando la natación, para continuar mirando con malicia y placer a las bellas adolescentes que descansaban a la orilla de la playa; en particular a una flaca morena, de unos 15 años de edad, que veía por primera vez en el río.
-Esa morena graciosa se llama Milagros –le dijo Antonio-: “Ella es la sobrina de María Gara y está viviendo transitoriamente en su casa. Ya es hora de irnos, será otro día que te le acercarás para conocerla”.
La mencionada Milagros era oriunda del pueblo de Manzanillo, en la línea Noroeste y recientemente se había mudado en la casa de su tía María Reyes, la esposa de Edgar -Gara- Canahuate Resek; y en el tiempo que llevaba en el pueblo había demostrado ser una chica sumamente agradable, que contestaba los saludos de la gente común con una sonrisa fija en sus labios, y que sostenía con sus amigos largos diálogos fluidos y entretenidos que marcaban de intimidad y alegría su trato social exquisito. Su nombre de pila era Luz Rodríguez.
-No quiero marcharme ahora. Déjame contemplarla un rato más y nos vamos -ripostó Nivín.
-Bueno, te quedarás aquí -dijo Antonio-. “Yo voy a ver el ensayo del conjunto musical Los Dinámicos, pues hoy es viernes y deseo escuchar los temas que van a tocar en los conciertos de fin de semana en el Tennis Club de Puerto Plata y en otros centros recreativos de los municipios de La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís y Mao.

– Okey, ya casi nos vamos. Espérame sólo un par de minutos –suplicó Nivín.
Mientras Nivín se ponía sus ropas, Antonio -apuntando con el índice de su mano derecha- le mostraba desde la playa la morada de María y Gara, al final de la calle Ezequiel Gallardo, donde estaba residiendo la agradable y siempre sonriente chiquilla. Luego, ambos se dispusieron a dejar el río, nadando hacia el área del viejo puente de Bajabonico, en las proximidades del sector “El Hoyo Haitiano”, situándose en la zona del cementerio municipal, donde Nivín invitó a Antonio a hacer una última parada en el colmado de Ciano, instalado al inicio de la calle Duarte (entonces la vía principal), para que él pudiese buscar rápidamente a Clarita y a Yuyi en la casa cercana donde presuntamente estaban resolviendo sus urgencias escolares.
Nivín, Yuyi y Clarita eran los nietos del sombrerero del pueblo, un señor de apellido Gil de poco hablar y mucha amabilidad que tenía su negocio en su residencia -en una vieja casa de madera de dos pisos-, situada en la calle Mella casi esquina Hermanas Mirabal, al lado del hotel de doña Teté Luciano, a unos pocos metros de la fábrica de Quesos Geo, propiedad de la familia Heinsen y Loinaz.
El negocio del abuelo de Nivín en los últimos tiempos había empezado a declinar producto de la avanzada edad de su dueño y por el desinterés mostrado por los otros miembros de su familia en capacitarse y conocer los secretos de la confección de sombreros de fina textura y variados estilos y colores, que comercializaba en toda la región. Por eso, no había ninguna perspectiva de mejoría comercial, ni se visualizaba otra opción potencialmente productiva, que no fuese trasladarse con su prole completa a la ciudad de Santo Domingo, donde vivirían a expensas de los recursos que les proporcionaran otros de sus hijos.
-¡Vete, pero ven rápido! ¡Quiera Dios que no se nos haga tarde! -exclamó Antonio.
Nivín partió rumbo al lugar donde estaban las chicas, mientras que Antonio entraba al colmado de Ciano, saludando en la entrada a Mateo, el hijo mayor del comerciante imberteño, quien salía de su casa muy contento, vistiendo un uniforme reluciente de pelotero y ostentando con orgullo su bate de bateo preciso y su guante de fildeo seguro. Se dirigía posiblemente hacia el club Baraguana, o con destino al estadio de beisbol del ingenio Amistad, situado en la vecindad de la residencia de sus amiguitos Carlos y Eddy, hijos del recién fallecido bodeguero don Charlie Heinsen, en la sección de Pérez.
Nivín se acercó a la puerta del negocio, pero antes de entrar se quedó observando la discusión airada que en la parte exterior de la tienda sostenía uno de los hermanos de Mateo, de apodo Macho, con otro chico del vecindario. Ambos se percataron enseguida de su presencia, y Macho dejó de golpe la dura polémica para acercársele con mucho afecto, procurando estrecharle sus dos manos.
Luego Antonio entró a la pulpería que estaba llena de clientes; observando, en el extremo derecho, al señor Ciano en el momento en que daba instrucciones a uno de los nietos de su principal suplidor de mercancías, que era el señor Rogelio Collado, para que utilizara adecuadamente el espacio de almacenamiento de los huacales de refrescos y las cajas de cervezas recién adquiridas, alcanzando a ver también al niño, intentando llevar hasta el camión de su abuelo los recipientes con las botellas vacías.
Detrás de un mostrador limpio y pulido estaba la señora Nena, la esposa de Ciano, recibiendo a los parroquianos y atenta a sus pedidos. “¡Hola, Antonio! ¿Qué quieres llevar?”, le preguntó.
Este miró la vitrina del negocio y señaló lo que quería. Era una rica masa de hojaldre, hecha de una pasta especial de harina y mantequilla, que sólo se podía conseguir donde Ciano; y enseguida la señora Nena le pidió a su hija Griselda que sirviera lo pedido junto a un refresco de uva. Pero fue su otra hija, de nombre Mayía, quien le pasó al chico el encargo, acompañado de unos panecillos de ñapa, que éste comenzó a engullir con placer.
En ese ejercicio estomacal se encontraba, cuando le llegó a su oído la voz de Clarita; dándose cuenta que efectivamente era la hermana de su compañero de natación quien se acercaba, y se quedó quietecito oyendo con curiosidad la conversación que sostenía con un joven llamado Papi Dorrejo, hijo de la señora Brígida Rumaldo y del hacendado Marín Dorrejo, quien posiblemente se estuviese despidiendo de la chica, en virtud de su partida inmediata hacia la Capital, donde iniciaría su primer semestre académico en el colegio universitario.
-¡Aquí estamos! –dijo Clarita.
– Por fin! –respondió Antonio.
Los muchachos comenzaron a subir la cuesta de la calle Duarte, en el tramo donde se aglutinaban las residencias del doctor Papito Rodríguez Santos, Pelvis Portes Martínez y doña Flora Resek, casi llegando a la farmacia Flora, atendida por el siempre amable y afectuoso Rafaelito Canahuate Disla, un destacado miembro del Club Activo 20-30, que fungía como el principal despachador de ese negocio, propiedad de un empresario de Bajabonico, de origen sirio y farmacéutico de profesión, llamado doctor Gabriel Canahute Resek, quien era su tío y clubista, pero inscrito en el selecto club de Rotarios, en el municipio de Puerto Plata.
Al llegar a la esquina de la calle Duarte con Fernando Valerio, se toparon con un grupo de jóvenes que se dirigía a la única academia de contabilidad, mecanografía e inglés que allí existía; la cual estaba dirigida por la esposa y los hijos del profesor Andrés Brito Bruno, el admirado director del liceo secundario Enrique Ashton (bautizado posteriormente con el nombre de Israel Brito, en honor a su fundador); y saludaron afectivamente a esos chicos sin detenerse, aunque hubiesen querido hacerlo para disfrutar un momento de una exquisita melodía que les llegaba desde la residencia de enfrente, tocada de manera exquisita en el piano de la señora Chila Loinaz; o para saludar también, con mucha fraternidad, a sus amigos Johnny Medina y José Orlando Sánchez, que conversaban entretenidamente en la acera con un dependiente de la tienda de ropas y variedades de Placido Parra, a quien apodaban Parrita.
Los muchachos prosiguieron su camino hacia el cine, pero se detuvieron en la calle Hermanas Mirabal con Duarte, para despedir allí a las chicas, que ya estaban a una esquina de la casa de los sombreros. En eso pasó a su lado, manejando un carro color azul el joven Chepito Guzmán (el hijo de don Biencito), quien le hizo señas para que subieran a la acera, pues deseaba parquearse frente a la casa de sus padres, tras un largo viaje desde Santo Domingo, donde tenía unos años residiendo y desenvolviéndose como exitoso vendedor de la compañía Colgate Palmolive.
A iniciativa de Antonio, los chicos acordaron entrar de inmediato en la tienda de Aglí González, donde con un estilo oriental, propio de la repostería china, confeccionaban unos dulces deliciosos y la mejor boruga de la región norte, conocida por el nombre de “Cortada”. El negocio estaba en una esquina de su residencia y frente al liceo secundario, donde era profesora una sobrina suya, que vivía en su casa, llamada Carmen Rosa Liranzo Tamayo, quien a su vez era prima hermana del doctor Segundo Armando González Tamayo, exvicepresidente de la República en el gobierno del profesor Juan Bosch, y novia de uno de los héroes de la recién finalizada Revolución de Abril, el capitán constitucionalista Lorenzo Sención.
Aquí Nivín se comió dos trozos de bizcocho y bebió el jugo apetecido, mientras que su amigo Antonio, quien sólo pensaba tomar un vaso de agua, tras haber merendado bastante en la parada anterior; al observar a otros clientes devorando unos quesitos de hoja tipo Geo, no pudo eludir la ansiedad de probarlos y pidió un par de ellos para compartirlos con unos chicos llamados Pusito Cabrera y Carlitos Reyes (Cañón), quienes se habían detenido a saludarles y compartir las novedades del día, que incluían un par de chistes para ruborizarse que acababa de divulgar en el parque su amigo, el profesor rural Mamerto Cruz.
Finalmente, llegaron al cine-teatro Amarilis y accedieron a su interior por la puerta del Josie Bar, pudiendo estar a tiempo en la prueba de sonido y brindando su colaboración en la tarea de situar correctamente los amplificadores y en comprobar la efectividad de la música que surgía del balde de aluminio que fungía como bajo; que había sido preparado por el director y bajista del conjunto, odontólogo Juan José Collado, para ponerlo en equilibrio y armonía con la batería tocada por su hermano Tony Collado.
Juan José era el líder de la organización y se ocupaba de la selección de los temas musicales, así como de todo lo relacionado con su imagen. Era un joven que estaba muy actualizado sobre la moda musical, por su empeño en visitar con frecuencia a su abuela materna que vivía en Santo Domingo, en la calle Peña Batlle No. 174, en el ensanche La Fe; y ese contacto continuo con la Capital influyó en que advirtiera temprano la emersión de la mayor leyenda musical de los años 60, que fue el grupo de rock inglés llamado The Beatles, quienes iniciaron su carrera a la fama el jueves 9 de febrero de1961 en un modesto club de jazz conocido con el nombre de “La Caverna”, en su pueblo natal de Liverpool, Inglaterra.
Ese contacto continuo con la Capital, también le permitió dar seguimiento a la evolución del rock, pudiendo presenciar a través de la radio y otros medios informativos, el inicio de un novedoso estilo musical conocido como “Nueva Ola”, representado por una serie de artistas latinoamericanos que se consagraron en la acción de imponer esa música en el idioma español, adaptándola a la realidad musical latina, por medio de carismáticos intérpretes como Leopoldo Dante Tévez (Leo Dan), el argentino Palito Ortega, los mexicanos Enrique Guzmán y Alberto Vásquez, así como a través de conjuntos musicales como “Los Johnny Jets” y algunos temas que fueron reales éxitos: “Enamorada de un amigo mío”, “Por fin”, “Bule Bu” y “Es Lupe”.
Los Dinámicos eran un equipo de ocho personas; a saber, los hermanos Juan José y Tony Collado, en el bajo y la batería; Franklin Mercado, tocando la armónica y un acordeón; Cucho Díaz, primera guitarra; Víctor Ulises Hernández (Vitilla), segunda guitarra, y un joven utility conocido por el sobrenombre de “Chuendy”, desenvolviéndose como un entusiasta y fervoroso bailador de rock.
Cucho Díaz y Vitilla Hernández eran guitarristas con muy buena cultura musical, muy talentosos en las combinaciones rítmicas y eficaces instrumentistas que lograban darle un sonido inconfundible a la música de la agrupación; pero los vocalistas Rafuche Guzmán Souffront y Leonardo Mercado (Ñoña), tenían estilos distintos que se esforzaron en conciliar para lograr buena acogida en el público, como ocurrió con su presentación en el cine-teatro Roma de la calle Beller, en la ciudad de Puerto Plata, donde según le narró uno de los asistentes -años después- al arquitecto Miguelito Parra, las chicas adolescentes de la época reaccionaron con frenesí; poniéndose histéricas, cuando se dejó sentir la voz dulce y melodiosa de Rafuche Guzmán Souffront, entonando las canciones emblemáticas que hicieron famoso a Leo Dan. Eran éstas, “Celia”, “Como te extraño mi amor” y “Marisa”; esta última dedicada a una chica gravemente enferma en un hospital de Filadelfia, Estados Unidos, llamada Marisela Souffront, quien había encantado con su belleza y ternura al joven director del conjunto, Juan José Collado.
Los imberteños cantaron esa canción con energía y pasión, como si fuese un himno, en solidaridad con la chica que había conquistado el corazón de Los Dinámicos, y esa melodía se reprodujo insistentemente en la radio de Puerto Plata, y los jóvenes en las calles la recitaban en cualquier lugar y a cualquier hora del día:
“Marisa, arrivederchi/Marisa, adiós mi amor/Te vas, se va mi vida/¿Por qué? la llevas tú/Adios ….adiós amor/Adios …. mi dulce amor/Adios ….adiós amor/adiós ….mi dulce amor..”
Rafuche Guzmán era la cara de la ternura del conjunto, con su tono intimista y su canto romántico, suave y pausado; y luego entraba Noña en acción, que era la parte jocosa, el estilo frenético y gracioso, expresado a través de su peculiar vocalización, que tenía cierta similitud con el estilo posteriormente usado por ese “genio de la risa”, que fue Luisito Martí, en sus cotizadas interpretaciones de merengues, junto al Combo Show de Johnny Ventura, con quien cantaba “La muerte de Martín”, con un histrionismo incomparable que deleitaba al público de modo frenético.
Noña Mercado era un bromista natural, de impresionante carisma y sobresaliente talento para improvisar; sumando a esa cualidad su cultura musical, pues era hijo de don Dámaso Mercado, un gran maestro del saxo que dirigió la Banda Municipal de Música y que fue también artista de la fotografía, retratando a todos los residentes en el pueblo y compartiendo esa responsabilidad con el fotógrafo Mon Martínez.
Los Dinámicos recibieron el constante respaldo de la juventud imberteña, teniendo en cada presentación el apoyo solidario de Charo López, la hija de la enfermera Elena Collado; de su prima Ana Vania Sosa, la hija de Tago Collado; de Miguelito Parra, Charo Díaz, Chile Cabrera, Milady Reyes, Nelson López Natilla, Uchi Vargas, Anelsa Ruiz, Miguelito Cabrera, Nancy Silverio, Mika Disla, Arturo Lara, Humberto Cabrera, Sonia Portes Mena, Fafán Alcántara, Venilda Puig, Héctor y Rosín Canahuate, Juan Manuel y Ana María Alcántara, Tito Cabrera, Carmen Díaz, Máximo Hevia, Yuya Cabrera, Papi Dorrejo, Vilena kíngsley , Marisol Cabrera, Teo Lara, Marìa Elena Capellán, Monchi Martínez, Lacha y Tatica Lara, Ramona y Aristalco Dorrejo, Juanita y Leonor Mercado, Cristina y Luly Dorrejo, Antía Hernández, Iván Reyes Levy, Marisa Cabrera, Chichí González Loynaz, Gloria Mena y otros.
Los Dinámicos demostraron en su paso fugaz por el escenario artístico que valía la pena escucharles. Fue muy aplaudida y celebrada su presentación exitosa en el programa “Sábado de Ronda”, el 20 de diciembre de 1965, un día después del fatídico episodio sangriento del hotel Matum, donde las tropas de Wessin atacaron por sorpresa al coronel Francisco Caamaño y a decenas de constitucionalistas y personalidades de la ciudad de Santiago que se habían reunido en ese lugar, luego de haber asistido a una misa con motivo del sexto mes de la caída en combate del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez.
El joven Rafuche Guzmán se marchó hacia los Estados Unidos y Los Dinámicos pasaron a ser una banda musical estrictamente de rock, con el nombre de “Los Brahmins”, dirigida Juan José Collado, quien se había mudado para Santo Domingo, realizando sus estudios de doctor en Odontología en la UASD.
Los Brahmins interpretaron muchas canciones en inglés y se constituyeron en otra expresión de la nueva ola, obteniendo un relativo éxito en el mercado del disco, tras incorporar a su equipo al grandioso baladista Fausto Rey, quien comenzó con ellos su carrera artística, pasando poco después al Combo Show de Johnny de Ventura, hasta culminar como solista, desarrollando una exitosa carrera artística, en la que puso en alto el nombre del país en el extranjero.
Los imberteños se sintieron felices viendo a Fausto Rey en la localidad; y se le recuerda por su frecuente visita a la residencia de don Lorenzo Silverio, en la calle Duarte frente al parque Sánchez, donde solía sentarse en una mecedora, a conversar con entusiasmo y fe en el futuro con su amiga Nancy Silverio y su prima Nieves Silverio (Mamita). En ese tiempo tuvo una recordada presentación en el antiguo bar de Dominguito Mercado en las afueras del pueblo, y allí ya cantaba “Lisa” y “El amor es azul”, con los Brahmins.

Los Dinámicos recibieron el constante respaldo de la juventud imberteña, teniendo en cada presentación el apoyo solidario de Charo López, la hija de la enfermera Elena Collado; de su prima Ana Vania Sosa, la hija de Tago Collado; de Miguelito Parra, Maggy y Leo González, Charo Díaz, Chile Cabrera, Milady Reyes, Carlos (Sulfa) Tamayo, Nelson López Natilla, Uchi Vargas, Carlos (El Erizo) Tamayo, Anelsa Ruiz, Miguelito Cabrera, Nancy Silverio, Mika Disla, Arturo Lara, Humberto Cabrera, Sonia Portes Mena, Fafán Alcántara, Venilda Puig, Héctor y Rosín Canahuate, Juan Manuel y Ana María Alcántara, Tito Cabrera, Carmen Díaz, Máximo Hevia, Yuya Cabrera, Papi Dorrejo, Vilena kíngsley , Marisol Cabrera, Teo Lara, Marìa Elena Capellán, Monchi Martínez, Lacha y Tatica Lara, Ramona y Aristalco Dorrejo, Juanita y Leonor Mercado, Cristina y Luly Dorrejo, Antía Hernández, Iván Reyes Levy, Marisa Cabrera, Chichí González Loynaz, Gloria Mena y otros.

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