Cennect with us

Opiniones

Migración a los ojos de todos; el muro fronterizo fortalece la seguridad

Publicado

en

Por Carlos Rojas (*)

«[…] como las sociedades se modernizan, se hacen más complejas y desordenadas…por tanto, si el proceso de modernización social que produce este trastorno no se corresponde con un proceso de modernización política e institucional, el proceso que produce las instituciones políticas capaces de gestionar el estrés de la modernización tendrá como resultado la violencia[…]»

El orden político en las sociedades en transformación (Samuel Huntington, 1968)

Nuestro patricio Juan Pablo Duarte y Díez, señaló con bastante precisión «[…]Nuestra Patria ha de ser libre… o se hunde la Isla[. ..]»en franca alusión a los años en que estuvo subyugada por Haití la República Dominicana.

Es una realidad que el aseguramiento de su geografía constituye uno de los principios esenciales de cualquier nación que se repute de ser independiente. Nadie está autorizado a determinar quién entra y quién sale de una nación, a no ser de manera exclusiva el propio país que recibe a los migrantes. Naciones como Estados Unidos de Norteamérica, que comparte frontera terrestre común con México, poseen leyes migratorias a las que hay que observar irrestrictamente, so pena de enfrentar un proceso de deportación irrevocable.

Esta poderosa nación, por cientos de años es la que siempre ha determinado quién entra a su territorio, cómo lo hace y por dónde lo hace. En el caso específico de los mexicanos, se han sucedido hasta muertes de estos nacionales que diariamente intentan cruzar la frontera en puntos, muchas veces protegidos por vallas electrificadas y otras veces quedando bien distantes de las localidades norteamericanas y mueren por deshidratación, falta de alimentación o simplemente por la intervención criminal de los propios “coyotes” o los grupos parapoliciales ultranacionalistas, que pululan en la zona.

En el caso de la República Dominicana y su vecino Haití, hay que señalar que a esta nación le asisten sus propias leyes y su Constitución para controlar la entrada, salida y permanencia de los nacionales haitianos que diariamente atraviesan la frontera común sin presentar NINGÚN TIPO DE DOCUMENTACIÓN. ¿Cómo controlar esta anómala situación? ¿Cómo determinar quién entra o sale por cualquiera de los límites fronterizos, con drogas y armas y no necesariamente con alimentos y otros productos? ¿Cómo controlar quiénes entraron a las 6:00 a.m., y quiénes salieron de República Dominicana al finalizar el día por la frontera común entre Haití y nosotros? ¿Cómo determinar si los que entran sin NINGÚN TIPO DE DOCUMENTACIÓN, son haitianos y no cubanos, italianos, colombianos, centroamericanos, israelíes, o simplemente delincuentes internacionales, perseguidos por las autoridades de sus respectivas naciones?.

La República Dominicana, en un serio intento por frenar esta irregular y peligrosa situación de inmigración ilegal de nacionales haitianos y otras nacionalidades, creó la Ley No. 285-04 y su “dilatado” Reglamento de Aplicación.

Algunos sectores de la vida nacional se manifestado oportunamente en contra de ambas piezas legales, defendiendo abiertamente tanto el tránsito, así como la permanencia ilegal de nacionales haitianos sin documentación alguna, o por lo menos sin la documentación requerida para su estadía en suelo nacional. Otros se muestran a favor de que a los hijos nacidos de padres haitianos –ilegales- no se les inscriba en el Libro de Extranjería, sino que se les dote de su respectiva “partida de nacimiento” dominicana, desconociendo incluso que la propia constitución haitiana establece que son sus nacionales “los nacidos en cualquier parte del Planeta”.

El caso más reciente y que cada diciembre-enero se repite, es el que observamos a través de algunos medios de comunicación. Se trata de nacionales haitianos –que cada fin año salen de territorio dominicano, con la intención de “celebrar las navidades” junto a sus familiares en Haití, regresando a principios de enero- que de manera consuetudinaria cuentan con el apoyo de religiosos de la Orden de Jesús y otras organizaciones no gubernamentales, los que han llegado a poner ante todo, más que el interés nacional, su voluntad propia y en consecuencia y a sabiendas de que siempre los que regresan duplican y hasta triplican la cantidad de los que salieron en diciembre, pretenden en un gesto de “humanidad”, que las autoridades migratorias dominicanas les “hagan el favor” de dejarlos pasar hasta este lado, todo ello en franca violación a lo estatuido en la Ley No. 285-04 sobre Migración y su Reglamento de aplicación.

La construcción de un muro a lo largo de los 388 kilómetros que separan la República Dominicana de la República de Haití, más que una necesidad, es un derecho que nos asiste constitucionalmente, puesto que el artículo 9, numeral 1) de la Constitución dominicana establece que nuestros “límites terrestres son irreductibles y están fijados en el Tratado Fronterizo de 1929 y su Protocolo de Revisión de 1936”, lo que significa que “las autoridades nacionales velan por el cuidado, protección y mantenimiento de los bornes que identifican el trazado de la línea de demarcación fronteriza, de conformidad con lo dispuesto en el tratado fronterizo y en las normas de Derecho Internacional”. A

l momento de la firma de dicho tratado, manejar la territorialidad a través de bornes o “mojones”, era una fácil tarea; sin embargo, los constantes vaivenes de la sociedad haitiana, las convulsiones políticas y económicas, así como los sucesivos golpes de estado, con el paso del tiempo han demandado que nuestra nación atienda esas complejidades y amenazas a la seguridad.

Enhorabuena la iniciativa del presidente dominicano al dejar formalizados los trabajos para la construcción de un muro inteligente; es decir, una edificación cuyas características se enmarcan en lo práctico y la modernidad. Una obra que contendrá, en primer orden, sensores térmicos, torretas de vigía, así como dispositivos para la captura de datos biométricos y visión nocturna, entre otros.

Todo ello con la finalidad de mantener un registro efectivo y dinámico, el cual deberá mantener conexión directa con las diferentes agencias de seguridad e inteligencia que operan en la zona fronteriza, logrando con dicha acción evitar oportunamente el trasiego de sustancias psicotrópicas, el contrabando de armas de fuego, de mercancías, la trata de personas, el tráfico ilícito de dinero procedente del narcotráfico y actividades conexas, y, sobre todo, la posesión de documentos falsificados.

La construcción del muro en la frontera entre República Dominicana y Haití es un gran esfuerzo que se está realizando; estamos practicando con esta acción el respeto, al lazo de amistad al vecino país, pues este paso nos aleja de las grandes amenazas que se cuelan con fronteras débiles. Esta obra viene a fortalecer la seguridad, el comercio legal y mantener vigiladas las amenazas transnacionales que tanto daño le han hecho durante siglos a las dos naciones; el comercio y la inmigración ilegal sólo traen riquezas a un grupo y pobreza a la gran mayoría.

Finalizada la construcción de dicho muro, la Dirección General de Migración, el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Relaciones Exteriores, y el Ministerio Público, deberán jugar papeles estelares en el orden de ofrecer todo el apoyo logístico, necesario y requerido por el componente humano destacado en cada punto estratégico a lo largo de los límites fronterizos, ya formalmente delimitados.

Estimamos que la contraparte del muro son la Ley General de Migración No. 285-04 y su Reglamento de Aplicación, piezas que deberán aplicarse con toda la rigurosidad y transparencia posible, a los fines de determinar quiénes podrán transitar por nuestro territorio, quiénes serán beneficiados previo cumplimiento procedimental por un permiso de trabajo, una residencia temporal o permanente, o tal vez obtener la nacionalidad dominicana.

(*) El autor es abogado con Máster en Seguridad y Defensa.

Publicidad