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En memoria del patriota Olivorio Mateo

Por Milton Olivo (*)


Su historia- a su Memoria 1874-1922. Olivorio Mateo vino al mundo en la Maguana Arriba, al norte de San Juan de la Maguana, corazón del inolvidable Cacicazgo de la Maguana.

Creció entre el eco cruzado de las plegarias al eterno, las múltiples y heroicas historias del legendario Cacique Caonabo, de su esposa la hermosa Cacique Anacaona, el murmullo eterno de la exuberante naturaleza de la zona, los ímpetus libertarios de su pueblo.

Papa Livorio, fue un defensor de los humildes de su tierra –y como Sanchez-, nacionalista a carta cabal; era de baja estatura, mulato oscuro, pelo crespo, frente amplia y con barba larga y descuidada. De sus ancestros conoció las tradiciones medicinales tainas. Y heredo el amor a su pasado, a su tierra y a su gente.

Para 1908, un poderoso huracán que parecía que cientos de demonios con furia bajaban de la Cordillera Central, arrasando todo a su paso, azotó su comunidad por tres interminable días, en esa ocasión, Olivorio –ya adulto- desapareció del lugar.

Olivorio Mateo o Papá Livorio

Entre los gritos de dolor por las decenas de víctimas provocada por el huracán, al Olivorio no aparecer, su familia consideró que había sido otra víctima de la tormenta, procediendo a velarlo. Por lo que realizaron su «novenario», que es la tradición quisqueyana de rezarle a los muertos nueve días, por parte de los familiares y amigos en la casa del difunto.

Pero al noveno día, Olivorio, ante la sorpresa general de los presentes, se presentó sorpresivamente, con un cordón anudado en la frente, diciendo:
– «Vengo de muy lejos». «Y no estoy loco. Vengo enviado por Dios a una misión que durará 33 años. Todo el que crea en mí se salvará».

Explicando que un ángel montado en un magnífico caballo como de oro, lo había transportado al cielo durante el huracán, y allí, Dios, tras ungirlo con su sello divino, le había encomendado volver a la tierra, defender su pueblo, predicar su mensaje y curar a los enfermos.

«En poco tiempo La Maguana Arriba, se transformó en lugar de peregrinaje y asentamiento de gran cantidad de personas atraídas por la buena nueva, por su carisma y su deseo de progreso social, lo que comenzó a crear preocupación entre los que habían acaparado las tierras, y las autoridades, temerosos de que este organizara una revuelta y lo despojaran de sus haciendas para repartirla entre su gente. Su lema era: “solidaridad, hermandad, justicia”.

Olivorio creó su primer santuario o «ciudad santa» –donde hizo instalar tres grandes cruces y la bandera nacional- fue en la misma comunidad de donde era nativo: La Maguana Arriba. Y celebrada su fundación a ritmo de música de palo y salves.

Olivorio, informado de posible ataque de las autoridades, se trasladó con sus adeptos a El Palmar, un paraje situado en las estribaciones de la Cordillera Central, alejados de las autoridades. Los adeptos olivoristas formaban una Hermandad organizada con jerarquías perfectamente ordenadas. Olivorio ocupaba la posición cimera en su calidad de Ungido, e inmediatamente lo seguían discípulos o apóstoles.

Cuentan que los enfermos que se presentaban ante el Maestro Olivorio –como le llamaban sus seguidores- a procurar remedio para sus achaques; “este daba vueltas alrededor del enfermo, trazaba signos cabalísticos en el suelo, pronunciaba frases enigmáticas, recetaba medicinas tradicional en base hojas y yerba, y concluía con palabras como esta:

Salga el mal y entre el bien (Frase de enorme trascendencia política y religiosa en un momento que el país estaba invadido por el ejército norteamericano)
– Carajo, ven a tu Dios”.

A principios de 1910, el jefe comunal de San Juan, el general Juan de Dios Ramírez, ordenó el apresamiento de Olivorio, este se fugó en el camino propagándose aun más, la idea de que él tenía poderes divinos.

Luego fue capturado, fue llevado a la cárcel de Azua. Pero más tarde, Olivorio fue absuelto y más de mil personas a caballo le tributaron un entusiasta recibimiento. La «ciudad santa» vivió a partir de ese momento días de febril actividad, pues la afluencia de devotos era cada vez mayor.

Temiendo por su seguridad, Olivorio trasladó la sede de su movimiento al paraje El Naranjo, de la sección La Jagua, dentro de las estribaciones de la Cordillera Central, en las proximidades de la actual Presa de Sabaneta, procediendo a organizar sus adeptos militarmente, encabezando sus santuarios siempre con; tres cruces y la bandera nacional al frente.

Temeroso de su fortaleza, el gobierno de Ramón Cáceres ordenó en 1911, que se acabara con el movimiento liborista y se apresara a Olivorio. Trasladándose a El Cerrito de San Juan, un lugar abrupto de la cordillera, donde fue atacado por la Guardia Republicana el 21 de enero de 1911. Pudo burlar a las tropas que, en represalia, le quemaron sus ranchos y barracas. La persecución acalló un momento, pero no destruyó, la esencia del Olivorismo.

Luego del asesinato del presidente Cáceres, y los desórdenes internos que en el país esta caída produjo, hizo renacer el olivorismo. Con más fuerza y empuje», Olivorio volvió a El Naranjo y la Hermandad se reorganizó vigorosamente. Cuando el gobierno de Eladio Victoria –que sustituyó al presidente Cáceres- que no sólo lo toleró, sino que solicitó su ayuda para defenderse, cuando el Sur se levantó contra él.

También los jefes de la revolución sureña contemporizaron con el Olivorismo, lo mismo que el gobierno de Bordas y los que lo sucedieron hasta la ocupación militar norteamericana de 1916.

Fue con la intervención militar de Estados Unidos cuando se planificó su exterminio y se organiza una persecución sistemática contra Olivorio Mateo, ante la negativa de éste a acatar el desarme general y su rechazo a la invasión de la patria por fuerzas extranjeras. Cuentan que decía:

-¡Los extranjeros que manden en su casa. Que viva Quisqueya, carajo!
Entre 1916-1921 los «marines» en San Juan de la Maguana, desplegaron siete expediciones de cientos de efectivos norteamericanos contra olivorio, siendo todas y cada una derrotadas.

El primer choque ocurrió en la comunidad de Cercadillo, el Sábado Santo de 1917. La recia lucha duró todo el día, ambos bandos sufrieron múltiples bajas, pero los olivoritas lograron replegarse al corazón de la Cordillera Central, donde el movimiento prosiguió sus actividades.

La persecución norteamericana contra Olivorio al mando del coronel estadounidense Willians P.M. Rwey Jr. continúo cada vez más encarnizadamente. Hasta que, después de semanas de persecución, en un terrible combate que duro cuatro días, entre las fuerzas olivoristas y un batallón de marines del ejercito de los Estados Unidos, en un lugar denominado “Hoya del Infierno”, cerca de Bánica, el 27 de junio de 1922, Olivorio Mateo, murió.

Había muerto en combate un curandero y un patriótica quisqueyano, que había desafiado y enfrentado el imperio más poderoso de la tierra, defendiendo la dignidad y el honor de su pueblo.

Con sus tres cruces y la bandera nacional en cada uno de sus santuarios, -que luego colocaron en sus hogares sus seguidores-, había sido símbolo de la defensa de la patria, y la más poderosa fuerza patriótica que se había opuesto a la invasión militar norteamericana de 1916, en el sur del país.

Olivorio Mateo vive y manda en mi. Y manda ordenar a todos sus seguidores re-organizarse, hacer sonar sus toque de palos y que se escuchen sus valses, y luchar por su patria contra los traidores, internos o externos,  para vivir con la bendición de Dios, en paz, en justicia, prosperidad y libertad en su patria.

Dicen que Liborio ha muerto,
Liborio No ha muero ná
Lo que pasa con Liborio
Es que no come pendejá

(*) El autor es escritor y ciudadano nacionalista.

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