Opiniones
Las Deportaciones de Trump y su Génesis Imperial

Por Milton Olivo (*)
Las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump, caracterizadas por deportaciones masivas y un discurso abiertamente hostil hacia los migrantes latinoamericanos, no son un fenómeno aislado. Por el contrario, representan la culminación de una larga historia de intervencionismo y dominación imperial en América Latina. Para entender el origen del oleaje migratorio que hoy llega a las fronteras de Estados Unidos, es necesario remontarse a las raíces de un sistema que ha perpetuado la desigualdad, la corrupción y la exclusión en nuestra región.
El flujo masivo de migrantes latinoamericanos hacia Estados Unidos no es casualidad. Es el resultado directo de décadas de políticas intervencionistas que han frustrado y abortado los procesos sociopolíticos de nuestros pueblos. Desde golpes de Estado apoyados por la CIA hasta la imposición de dictaduras militares, Estados Unidos ha sido un actor clave en la consolidación de regímenes que priorizan los intereses de las oligarquías locales y extranjeras sobre las necesidades de la población.
Estas oligarquías, defendidas y respaldadas por Washington, han impuesto un sistema basado en la concentración de la riqueza, la exclusión masiva y la corrupción institucionalizada. La riqueza de nuestros países ha sido saqueada, mientras que las mayorías han sido condenadas a la pobreza y la marginación. Cuando los pueblos han intentado rebelarse contra este sistema, Estados Unidos ha respondido con intervenciones militares, sanciones económicas y apoyo a gobiernos represivos.
Además de su papel en la consolidación de regímenes opresivos, Estados Unidos ha implementado políticas diseñadas para mantener a América Latina en un estado de subdesarrollo crónico. Mediante tratados comerciales asimétricos, la imposición de modelos económicos neoliberales y el bloqueo al desarrollo tecnológico e industrial, ha impedido que nuestros países construyan economías autónomas y sostenibles.
Este sometimiento económico ha generado miseria masiva, desempleo y falta de oportunidades, obligando a millones de latinoamericanos a emigrar en busca de un futuro mejor. La migración no es un capricho, sino una respuesta desesperada a un sistema que les ha negado el derecho a una vida digna en sus propios países.
Frente a esta realidad, la respuesta del gobierno de Trump ha sido la criminalización de los migrantes. En lugar de reconocer su responsabilidad histórica en la creación de las condiciones que impulsan la migración, Estados Unidos ha optado por tratar a los migrantes como delincuentes. Las deportaciones masivas, la separación de familias y la construcción de muros no son solo actos de crueldad, sino también una negación de la complicidad estadounidense en la crisis migratoria.
Este enfoque no solo es moralmente reprobable, sino también estratégicamente miope. El peor error que Estados Unidos puede cometer con América Latina es repetir el mismo error que cometió con Rusia: crear las condiciones para lanzar a nuestros países a los brazos de China. Al tratar a los migrantes como enemigos y persistir en políticas intervencionistas, Estados Unidos está empujando a América Latina hacia alianzas alternativas que podrían redefinir el equilibrio de poder en la región.
La solución a la crisis migratoria no pasa por más muros ni deportaciones, sino por un cambio radical en la relación entre Estados Unidos y América Latina. Es hora de que Washington reconozca su responsabilidad histórica y adopte políticas basadas en la cooperación, el respeto a la soberanía y el apoyo al desarrollo autónomo de nuestros países.
América Latina no necesita caridad ni intervenciones, sino oportunidades reales para construir sociedades más justas y equitativas. Solo así podremos detener el flujo migratorio y garantizar que nuestros pueblos tengan la posibilidad de prosperar en sus propias tierras.
Las deportaciones de Trump son un síntoma de un problema mucho más profundo: la histórica dominación imperial de Estados Unidos sobre América Latina. Para resolver la crisis migratoria, es necesario abordar las causas estructurales que la generan, comenzando por el fin del intervencionismo y la construcción de una relación basada en la igualdad y el respeto mutuo. De lo contrario, Estados Unidos no solo perderá a sus vecinos del sur, sino también su influencia en una región que está cada vez más dispuesta a buscar alternativas.
(*) El autor es escritor y activista por una Quisqueya potencia.
