Opiniones
A rajatabla: La porqueriza

Por Orión Mejía.-
Pernoctar dentro o cerca de una porqueriza representa un gran riesgo para la salud, aunque muchos se acostumbran los malos olores y a la anárquica canalización de aguas putrefactas, porque al fin y al cabo la porcicultura es negocio rentable, sin importar el peligro de que se desate un brote de fiebre porcina.
El símil congenia con las redes sociales, por donde se vierte mucho excremento envuelto en injurias, expresiones afrentosas, rumores maliciosos, manipulación de sucesos u opiniones y otro detritus evacuados con la intención de dañar el honor y buena fama de personas, físicas o jurídicas con motivo de extorsión o de causar perjuicio políticos y económicos.
El problema mayor radica en que el hedor de ese chiquero parece adictivo a los sistemas respiratorios de multitudes que literalmente se agolpan ante sus equipos electrónicos o aparatos receptores para ver, escuchar o dar “viu” a las maledicencias que se vierten o pregonan casi siempre en mismas direcciones.
Esa pocilga lleva mucho tiempo asentada sobre las redes y otras canaletas mediáticas y han sido muchas las veces que sus aguas negras se desbordan e inundan a inmaculados jardines o a potreros con propios hedores, pero el peligro mayor lo representa que mansos y cimarrones se acostumbren a la pestilencia.
Parcelas de poder político, económico o mediático que ayer contribuyeron a canalizar esos líquidos putrefactos de injurias y afrentas para dañar o inhabilitar otros predios hoy no soportan el hedor que inunda propios feudos, que obliga a levantar enaguas.
Gente de buenos sentimientos proponen levantar una presa mediática que contenga ese caudal de inmundicias ante de que contamine por completo al agredido rio que suple agua limpia de diversidad y pluralidad a la democracia, pero prevalece el temor de que esa presa de cola contamine toda la pradera.
Los dueños de cochitriles emplean programas automatizados o “bots” que multiplican las heces generadas con el malicioso propositivo de manipular a la opinión pública a través del insoportable olor mediático que hasta llega a crear la percepción de que un jefe del narcotráfico es un héroe nacional, con calidad para ofrecer lecciones éticas.
Las compuertas de ese retrete fitosanitario se abren a conveniencia para propagar fétidos mensajes o temas mediáticos con la finalidad de alejar la atención colectiva de los temas esenciales de la agenda nacional, aunque al irradiar tanta vulgaridad, el hedor llega hasta los mismos altares.
Gobierno, medios de comunicación, Ministerio Publico, Orden Judicial, sector productivo y academia están compelidos luchar contra las porquerizas mediáticas operadas y manipuladas por mercenarios de la moral ajena, antes de que esa cola de excrementos se desparrame y nos ahogue en m**erda.
