Opiniones
Redes sociales y visibilidad desbocada

POR J. LUIS ROJAS
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Érase una vez que la participación en los medios tradicionales de comunicación (radio, televisión, periódicos, revistas, cine, así como los denominados alternativos) era cuasi un privilegio. Es decir, no cualquier pelafustán tenía acceso a estos canales para expresar una determinada opinión, punto de vista, difundir una denuncia o enviar un aviso. En pocas palabras, durante el apogeo de los medios análogos de comunicación existían mecanismos y normas que restringían su uso. Pese a las restricciones, las audiencias recibían contenidos de mayor calidad y utilidad.
Es innegable, en la actualidad hay más libertad de expresión y participación de los ciudadanos en los medios de comunicación, lo que no siempre es vinculante con la calidad y pertinencia de los mensajes que cualquier gallo loco produce y difunde a través de los nuevos medios de comunicación (redes sociales, plataformas digitales, etcétera). Hoy, personas idiotas, estúpidas e imbéciles, que dicen llamarse comunicadores o influencers, alcanzan altos niveles de visibilidad haciendo, diciendo y compartiendo disparates que idiotizan y dañan a los carentes de capacidad crítica. Gestionar la visibilidad con fines perversos, sin importar el entorno en el que lleve a cabo, equivale a una mala práctica humana.
En República Dominicana, igual que en otros países del mundo, los medios de comunicación masiva monopolizaban la información pública y restringen de manera extrema la participación de los ciudadanos. Además, para permitir el acceso regular a estos medios se exigía como requisito tener un carnet que otorgaba la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR). Sin duda, los controles excesivos para acceder a las plataformas mediáticas de épocas pasadas, limitaban la visibilidad de muchas personas, empresas, agencias públicas y de marcas. En fin, fue el período de pocos emisores y muchos receptores.
Hoy, para bien o para mal, como resultado del auge que ha alcanzado la cultura de la digitalización, la incidencia de las redes sociales y la expansión de diversas plataformas digitales, cualquier ciudadano, sin importar su condición, estado y jerarquía social, tiene la facilidad de visibilizar sus acciones, opiniones, propuestas, puntos de vista, así como hasta de incidir en las decisiones y comportamiento de otros. Todos los extremos son malos. De muchas restricciones para garantizar el buen uso de los medios de comunicación, se ha pasado de manera brusca al desenfreno de la libertad de expresión y a la deshonra de la reputación y a la destrucción de la imagen pública, usando para ello, mayormente, el indiscutible alcance y efectividad de las redes sociales y plataformas digitales. El afán de visibilizar para dañar aspectos tangibles e intangibles de los demás, no es otra cosa que pura difamación e injería.
Como ha expresado la cantautora Mercedes Sosa, todo cambia: “cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…”. En este contexto, tanto la tercera como la cuarta revolución industrial, fenómenos globales de alto impacto e incidencia en todas las actividades humanas y productivas, han transformado de manera cualitativa y cuantitativa el rol de los medios de comunicación en la nueva realidad, caracterizada por el uso deliberado de la posverdad como medio para controlar la mente, las emociones y el pensamiento de importantes segmentos de audiencias, que cada segundo reciben enormes cantidades de mensajes, los que casi siempre carecen de profundidad, ética y objetividad.
El uso sin límites y al margen de valores y principios éticos de las nuevas plataformas mediáticas digitales, por parte de supuestos comunicadores que han decidido transformar la visibilidad en un medio para adquirir poder económico, social y político. La mayoría de los comunicadores digitales sin escrúpulos y compromiso social, no les importa el costo que tengan que pagar siempre y cuando logren llamar y captar la atención de las audiencias. Para nadie es un secreto que la mayoría de los que emplean indiscriminadamente el ecosistema comunicacional tecnológico, son individuos que irrespetan la privacidad de los demás y amparados en una extraña libertad de expresión, suelen usar las distintas redes sociales y plataformas digitales como armas mortíferas para visibilizar sus frustraciones, resentimiento y atacar sin compasión alguna la buena honra de ciudadanos ejemplares. Para los susodichos comunicadores de los nuevos medios, la reputación y la imagen pública de los que no piensan y actúan como ellos, tienen menos o igual valor que una bolita de chivo.
En RD, los comunicadores de redes sociales y plataformas digitales, de manera maliciosa, confunden el ejercicio de la libertad de expresión del pensamiento, con la vociferación de groserías y palabras obscenas. Ojalá que con el Anteproyecto de Ley Orgánica Sobre Libertad de Expresión y Medios Audiovisuales que cursa en el Congreso Nacional, los que emplean de manera irracional la visibilidad como recurso para dañar, ganar dinero y alcanzar poder social y político, se comporten como comunicadores útiles.
Los directivos del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), los directores de las Escuelas de Comunicación Social de las universidades, los CEO de los medios tradicionales de comunicación y los intelectuales de la sociedad dominicana, deberían de emprender acciones conjuntas y contundentes, con la finalidad de ponerles límites a los que tienen la osadía de usar el ecosistema mediático digital para mentir, chantajear, manipular, idiotizar, difamar y destruir la buena honra de los que actúan apegados a las leyes, normas, principios y valores. Visibilizar aspectos vinculados a la vida privada de los demás, buscando con ello notoriedad, poder y dinero, es, sin duda, una miseria humana deprimente y vandálica.
