Opiniones
Los Picazos de Dio y la Educación Social

Por Milton Olivo.-
Por las calles polvorientas de Cancino, Maquiteria, Los Frailes o Los Mina, de Costa del Faro, Santo Domingo Este, no solo se escuchan el Himno Nacional, los ecos de retroexcavadoras ni el bullicio de vecinos curiosos. También resuena una voz clara y firme que, pico en mano, no solo abre la tierra: abre conciencias.
Es el alcalde Dio Astacio, quien ha convertido cada acto de “primer picazo” -ese simbólico inicio de obras- en una especie de aula pública, donde el desarrollo de la comunidad empieza no con cemento, sino con palabras.
Más que obras: formación
Lejos del protocolo frío y repetitivo que suele acompañar este tipo de eventos, Astacio los ha transformado en encuentros vivos, donde se conversa sobre ciudadanía, se reflexiona sobre el barrio y se siembra algo más profundo que una columna de concreto: sentido de pertenencia.
Allí, frente a obreros, amas de casa, jóvenes y líderes comunitarios, se habla de deberes cívicos, del compromiso con el entorno, de la urgencia de pasar de la queja a la acción. No se trata solo de una acera nueva o una cancha remozada, sino de construir comunidad.
“Cada picazo no es solo el inicio de una obra física, es el momento perfecto para sembrar conciencia, para recordar que el verdadero cambio comienza en el corazón de cada ciudadano”, expresó el alcalde en uno de estos actos comunitarios, con casco en mano y rodeado de niños atentos.
Costa del Faro: una identidad en construcción
Con cada picazo, el alcalde insiste en algo que para muchos parecía una etiqueta lejana: Costa del Faro, Santo Domingo Este. No es solo un nombre bonito. Es un llamado a resignificar el municipio, a reconocer su valor, su historia y su potencial. “No somos la parte de atrás de la capital”, repite Astacio. “Somos una ciudad con luz propia”.
Así, bajo el sol del mediodía o el atardecer que tiñe de naranja los techos, se teje una narrativa de orgullo local. La gente no solo escucha: asiente, pregunta, participa. Se sienten parte.
Educar en medio del polvo
Entre sacos de cemento y varillas amontonadas, el alcalde habla de diálogo, de escuchar al otro, de resolver diferencias sin violencia. Habla de participación, de organizarse, de levantar la voz para exigir, pero también para proponer.
Cada picazo es entonces un acto pedagógico. Se mezcla la emoción de la obra que comienza con la semilla de una nueva ciudadanía. Una ciudadanía activa, crítica, empoderada.
El verdadero desarrollo
La escena se repite, barrio tras barrio: Dio Astacio, rodeado de regidores, funcionarios, niños, comunitarios y obreros, ejecutando el simbólico primer picazo. Pero lo que queda no es solo la imagen para las redes sociales, sino el mensaje que cala hondo: el desarrollo no empieza cuando llega el asfalto, sino cuando una comunidad se reconoce como tal y decide caminar unida.
En Santo Domingo Este, los picazos ya no son solo el inicio de una obra física. Son el inicio de algo mayor: una educación social que, con cada golpe de pico, va cambiando la cultura ciudadana desde sus cimientos.
(*) El autor es escritor y residente en Costa del Faro, SDE.
