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Esta candidatura no es mía

Por Claudio Caamaño Vélez.- 

Esta candidatura que presento ante ustedes no es mía, ni de ningún partido, es del pueblo dominicano. Pues no voy al congreso a buscar beneficios particulares, ni a seguir líneas partidarias, voy al congreso a representar los mejores intereses de mi pueblo, a luchar por sus derechos y libertades, a ser un defensor de nuestra soberanía.” Así inicié la presentación de mi candidatura a diputado por la circunscripción 3 de la Provincia Santo Domingo (todo lo que está al Este de la Charles De Gaulle).

Una de las cosas que critico del PLD es el servilismo de sus congresistas, donde las leyes no se conocen en el Congreso sino en el Comité Político. Aprueban préstamos y proyectos sin leer; y qué decir de lo que hicieron con la Constitución.

Por un asunto de coherencia debo ser claro: no voy al Congreso para ser parte de esas prácticas que tanto combato.

Sin duda en algún momento tendré que vincularme a algún partido o bloque de partidos, pues las leyes que rigen el sistema electoral no permiten participar en elecciones de manera independiente. Más no quiero que me regalen una diputación, quiero ganar ese escaño voto a voto, pues ese es parte del precio de la independencia.

Voy a trabajar duro, a buscar votos como un “degraciao” (con eso es que se gana), y los defenderé con uñas y dientes (si no es así no te los cuentan). Al partido que me postule le garantizo votos en las urnas y un equipo que los defienda, pero no puedo ofrecerles un lacayo en el Congreso.

Velaré por los mejores intereses de mi país y mi comunidad, y cómo la unión hace la fuerza, seré un promotor de la unidad dentro de la Cámara de Diputados.

Más adelante tendré que vincularme a alguna organización, y pondré mi cara en su boleta, pero mi cabeza sigue siendo mía.

Seré agradecido con la organización que me postule, y con aquellas personas que luchemos juntos. Precisamente por eso debo empezar siendo sincero.

@ClaudioCaamano

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La vida no es para siempre

Por Claudio A. Caamaño Vélez.- 

La muerte es la cosa más segura que tenemos, sin embargo, es uno los temas más difíciles de abordar. No queremos pensar en la inevitable realidad de que algún día dejaremos de existir.

Pero pensar en la muerte nos ayuda a valorar la vida. Nos hace entender que nuestros días no son inagotables, y como principio básico de la economía: lo escaso se valora más.

Entristece cuando perdemos un ser querido. Algunas veces nos indigna la forma como alguien muere. Pero tener claro que nuestros seres queridos no estarán ahí para siempre, nos ayuda a apreciar el tiempo con ellos. Para cuando ocurra lo inevitable no cargar con la culpa de no haber hecho lo que ya no podemos hacer.

Creernos que somos eternos nos tranquiliza, pues son tantas las preguntas que surgen cuando pensamos en la muerte, que a veces preferimos no pensar en eso. No resistimos la incertidumbre de algo tan cierto.

Pensemos en la muerte, pero no para mortificarnos con ¿qué hay después? (lo cual es inútil),  sino para que esa realidad nos haga preguntarnos: ¿estoy haciendo que mi vida valga la pena? ¿estoy usando correctamente mis días?

Evitar pensar en la muerte para no mortificarnos, se parece mucho a una persona que va chocar y cierra los ojos para no ver el impacto.

Hay muchas teorías sobre lo que hay al final del túnel, y cada quien escoge la que más le guste y más tranquilidad le provea. Pero lo completamente cierto, lo indiscutible, es que vamos a morir. No podemos hacer nada para evitar eso; lo que sí podemos hacer es disfrutar nuestra vida mientras la tengamos, y hacer que nuestra existencia tenga algún sentido.

Con este escrito no pretendo preocuparles, la muerte nos llegará nos preocupemos o no. Lo que sí me gustaría es que reflexionemos sobre nuestra vida, que entendamos su naturaleza efímera, y la aprovechemos.

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Continuando la obra de Duarte en la Marcha del Millón

Por Claudio Caamaño Vélez.-

Escucho personas que decir que las luchas cívicas no van servir de nada, que al final el gobierno va hacer lo que le dé la gana. Es más fácil buscar excusas que buscar soluciones, y siempre estarán quienes buscan darle un sentido lógico a su cobardía o su falta de amor al prójimo.

Por suerte están los que toman el camino menos fácil (pero más satisfactorio), esos que no renuncian al sueño de vivir en un país mejor; esas personas que luchan por sus derechos, y por los derechos de aquellos que no se atreven a luchar. Esos son los que le han dado forma al mundo, los que han logrado las conquistas que hoy disfrutamos.

Este domingo 12 de agosto, ha sido convocada la Marcha del Millón. Una oportunidad para mostrar nuestra indignación, para salir del rincón de la indiferencia y enfrentar los males que nos afectan. Una lucha cívica y pacífica, pero firme y determinada.

Cambiemos la frase “esto se jodió”, por “esto lo vamos a arreglar”. Quitemos de nuestra mente la idea de que “esto no lo cambia nadie”, y asumamos que “esto hay que cambiarlo y yo soy parte de ese cambio”.

Como pueblo, tomémonos fuerte de las manos y caminemos juntos por aquellas cosas que nos unen. Dejemos nuestras diferencias guardadas para cuando tengamos la oportunidad de abordarlas. Ahora es el tiempo de la unidad.

Este domingo, estaré a las 9:00 a.m. en la 27 de Febrero con Tiradentes, y espero ver ahí los rostros de los dominicanos que estamos continuando la obra de Duarte, de Luperón y de Caamaño. Desde ahí avanzaremos hacia la Suprema Corte y la Procuraduría, como avanzaban los criollos en las luchas de independencia, como los patriotas restauradores, avanzaremos como aquel pueblo que en 1965 desafió los tanques y los aviones en la cabeza del Puente Duarte. Y así como decía el coronel Juan María Lora Fernández: “si grande es nuestro enemigo, mayor será nuestro arrojo y determinación”.

La lucha es ahora. ¡Allá no vemos!

@ClaudioCaamano

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Miedo la transparencia

Por Claudio Caamaño Vélez.- 

Tremendo reperpero ha armado la propuesta de Faride Raful de que se investigue el uso ilegal de fondos públicos en las campañas presidenciales de Danilo Medina.

Ha presentado pruebas que muestran grandes sumas de dinero desembolsadas por el Ministerio Administrativo de la Presidencia a empresas de Joao Santana y su esposa Mónica Moura, presos en Brasil desde febrero del 2016 por vínculos con la red internacional de corrupción ligada a Odebrecht.

Más de mil cuatrocientos millones de pesos del dinero del pueblo dominicano pagados a empresas de esos dos “santicos”… ¿Esos documentos se los inventó Faride? ¡No! Les fueron entregados por la Contraloría General de la República.

Por menos de ahí han caído presidentes y hay ex presidentes metidos en la chirola. Pero aquí el gobierno, cuya poca vergüenza es conocida, pretende reducir esas contundentes e irrefutables pruebas a un “chisme”.

Si José Ramón Peralta y Rodríguez Marchena entienden que todo está correcto, entonces dejen que una comisión investigue ¿Cuál es el miedo? ¿Por qué les pica tanto cada vez que tocan el sagrado nombre de Danilo Medina?

Dice el artículo 93 de la Constitución, sobre las funciones en materia de fiscalización del Congreso: “e) Nombrar comisiones permanentes y especiales, a instancia de sus miembros, para que investiguen cualquier asunto que resulte de interés público, y rindan el informe correspondiente”. Eso es lo que pide Faride; no entiendo el alboroto.

¿Será que tienen miedo al artículo 83 de la Constitución, que plantea que son atribuciones de la Cámara de Diputados: “Acusar ante el Senado a los funcionarios públicos elegidos por voto popular por la comisión de faltas graves en el ejercicio de sus funciones”? Quizás consideran que esa comisión investigadora puede encontrar “lo que no se ha perdido” y sentar las bases para un juicio político al “ungido” Danilo Medina. Claro, ese es “su” Congreso, pero haría lo evidente más evidente, y aumentarían los niveles de indignación.

Peralta, Marchena, Camacho, Maldonado, ustedes lucen muy guapos, dejen de hacerse pipi en los pantalones y no le teman a la transparencia. Después de todo, vivimos en una democracia ¿o no?

@ClaudioCaamano

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Unidad, unidad, unidad

Por Claudio A. Caamaño Vélez.- 

Ojalá podamos, así sea por un instante, colocar a un lado todas nuestras diferencias, poner en el centro aquellas cosas que nos unen, y trabajar unidos para hacerlas realidad.  Así todos estaremos ganando.

Después que resolvamos las cosas que nos unen, entonces podremos estar en condiciones de luchar por las que nos dividen. La diversidad también es importante, pero ahora es momento de unidad.

Hasta las fieras se ponen de acuerdo para ir a cazar. Después que atrapan la presa pelean para ver quien come primero, pero cazan unidas, pues de lo contrario no habrá comida para nadie.

Un gran pacto político-social es ya imprescindible para fortalecer nuestra democracia, y colocar a nuestro país en los rieles del desarrollo. No hay razón para que en un país rico como el nuestro exista tanta pobreza.

El agua y el aceite no se mezclan, sin embargo del coco se saca agua y también aceite. Así mismo, personas con grandes diferencias pueden trabajar por un fin en común, sin renunciar a sus posturas ni disminuir su dignidad.

Nadie ha dicho que sea fácil unirnos, pero es posible y, sobre todo, es necesario. Que el amor al prójimo nos lleve a renunciar a nuestros egos, y a poner la verdad colectiva por encima de nuestras verdades individuales. A veces nos trancamos a discutir si vamos a comer pollo, res o cerdo, mientras afuera hay un pueblo que carece de pan.

Este momento nos exige resultados, y para eso se requiere fuerza, y esa fuerza está en la unidad.

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¿Vale la pena luchar?

Por Claudio A. Caamaño Vélez.- 

“¿De qué vale la pena luchar?”… Esa es una pregunta más frecuente de lo que uno desearía. Aunque mucho peor es la afirmación: “por más que protesten todo va a seguir igual”. Ambas son hijas de un sentimiento fatalista, de una visión pesimista de la realidad, a la que recuren para no hacer nada. Para algunas personas rendirse es mejor que echar el pleito.

El pasado martes un grupo de dominicanos indignados por el abusivo aumento de los combustibles decidimos llevar a cabo una acción cívica. Miles de policías forraron las calles, pero ninguno de ellos nos puso un dedo encima, a pesar de lo duro que le gritamos ladrón a muchos funcionarios del gobierno. ¿Qué hubiese pasado si hubiésemos hecho lo mismo durante la dictadura de Trujillo o los 12 Años de Balaguer? De seguro no estaría yo escribiendo este artículo.

Es cierto que nos falta mucho por mejorar, pero sin duda tenemos más derechos y libertades; los cuales se los debemos a personas que si consideraron que valía la pena luchar, y lo hicieron. Antes, luchar requería salir con un fusil o una bomba dispuesto a matar y a morir; hoy protestar no cuesta tanto, incluso desde la comodidad de nuestra casa lo podemos hacer a través de las redes sociales.

Lo que no vale la pena es quedarnos callados cuando podemos gritar, o encerrarnos en nuestras casas cuando podemos salir a protestar de manera cívica pero contundente.

Les invito a que sigamos desafiando la indiferencia, y unamos nuestras voluntades para enfrentar los males nos atan al subdesarrollo. El país que soñamos no se va a construir solo, nosotros debemos hacerlo.

Un fuerte abrazo.

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Miedo

Por Claudio A. Caamaño Vélez.- 

Quiero compartirles un poema que escribí hace diez años, y que publico por primera vez. En él confieso mis miedos, pues si ser valiente es un merito, reconocer los temores también lo es. Estoy muy lejos de ser un poeta, espero que les guste. Pero antes, una pequeña reflexión.

Dos son los sentimientos que mueven al ser humano: el amor y el miedo. Puede ser el amor por uno mismo, por los demás o por un ser supremo. El Che decía que “el revolucionario verdadero está movido por un profundo sentimiento de amor”, amor por la vida, por la justicia, por la humanidad. Jesucristo también nos trajo en el mandato supremo de amar nuestro prójimo como a nosotros mismo (Mateo 22:39).

Son las acciones movidas por el amor las que nos acercan más a Dios y nos llevan a cumplir con el objeto de la vida. Es por eso que actuar por amor nos genera una satisfacción interna, pues es un alimento para nuestra alma y espíritu.

Pero a la vez es imposible no sentir miedo, hasta Cristo en el Monte de Los Olivos sudó sangre por el estrés que produce el miedo profundo. El miedo es un sentimiento humano, y la grandeza es hacer lo que nos manda el amor de nuestro espíritu, a pesar del temor de nuestro cuerpo; hacer lo que sabemos que es correcto, aunque nos de miedo hacerlo.

Ahora sí, aquí les comparto mi poema:

Miedo

Tengo miedo,
Miedo de vivir sin importar,
Miedo de pasar por el mundo,
Sin que el mundo sepa que pasé por él.

Miedo de olvidar lo que en verdad soy,
De Olvidar lo que en realidad quiero,
Miedo de ser lo que aborrezco,
Miedo de convertirme en lo que odio.

Tengo miedo de mirar hacia atrás algún día,
Y ver que no soy nada de lo que quise ser,
De mirar hacia atrás,
Y ver que ya es muy tarde para ser lo que no fui.

Tengo mucho miedo,
Miedo de equivocarme,
Miedo de ser inútil,
Miedo de olvidar las cosas que me dan miedo.

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