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MINISTRO DIEGO BORDAS ACORRALADO EN GOBIERNO DE BOSCH

Por Sebastián del Pilar Sánchez.-

La noche del domingo 7 de abril de 1963, en una espectacular comparecencia televisada, el presidente del partido Vanguardia Revolucionaria Dominicana (VRD), Horacio Julio Ornes Coiscou, denunció que el ministro Diego Emilio Bordas Hernández había hecho uso de su autoridad pública para obtener del ayuntamiento municipal de Barahona, a favor de una empresa suya, un contrato de participación en la explotación de la sal marina de Puerto Alejandro, además de la autorización para distribuir  de manera exclusiva toda su producción en el país y el extranjero.

Bordas era el secretario de Estado de Industria y Comercio del gobierno del presidente Juan Bosch, y según la denuncia había cometido corrupción administrativa, contradiciendo el empeño moralista del jefe del Estado, quien al tomar posesión de su cargo el 27 de febrero pasado, se había comprometido a realizar una gestión democrática con “oídos abiertos para oír la verdad, ojos activos para ver lo mal hecho antes de que se realice, mente vigilante para que nada ponga en peligro la libertad de cada ciudadano, y un corazón libre de odios, dedicado día y noche solo al servicio del pueblo”.

Ornes Coiscou reveló -de igual modo- que en su condición de presidente ex-oficio del comité investigador de las empresas estatales, el citado ministro había dispuesto la cancelación de otro contrato perteneciente a una compañía puertorriqueña llamada “Imbert Corporation”, exportadora del cemento dominicano que se vendía en las Islas Vírgenes, y que lo hizo para adjudicárselo a una firma suya que desde el año 1957 se dedicaba a ese mismo negocio, aunque confrontaba serios inconvenientes en su operación comercial, al ser acusada por la oficina de Aduanas de los Estados Unidos de violar la legislación tarifaria internacional que prohibía la comisión de dumping, o acaparamiento de un producto que luego, en competencia desleal con otras empresas, se vendía en el mercado a un precio inferior al concertado.

Esa acusación por su gravedad causó un gran revuelo público al estar dirigida contra un ministro de un gobierno que sólo tenía cuarenta días en el poder, y por proceder del líder de Vanguardia Revolucionaria Dominicana, un antiguo aliado del presidente Bosch que contribuyó a su triunfo en las elecciones del 20 de diciembre de 1962, aunque no participaba en su gobierno por su inconformidad con la composición de su gabinete; sobre todo, por su obstinado reparo a la escogencia de Bordas como su ministro de Industria y Comercio, bajo la creencia de que era un empresario corrupto, a quien en los Estados Unidos se le imputaba violación a la Ley Antidumping y una sospechosa relación con la firma de abogados de Robert G. Baker, su fervoroso defensor en el litigio que había obstaculizado las exportaciones de cemento de su empresa a varios países del hemisferio.

Debido al peso de la denuncia, Bordas renunció a su cargo el lunes 8 de abril de 1963 en carta dirigida al presidente Bosch, que fue reproducida por los diarios nacionales, donde elogiaba las metas de progreso del gobierno y le expresaba su fe en el éxito, así como su lealtad y amistad inquebrantables, además de anunciarle su decisión de someter a la acción de la justicia a su detractor, por haber sembrado la duda sobre su honestidad y causar con su acusación temeraria un severo daño a su imagen pública.

El ministro renunciante comunicó también que a través de sus abogados, doctores Ramón Pina Acevedo y Martínez y Quirico Elpidio Pérez, estaba formulando una demanda por daños y perjuicios a su detractor, quien al injuriar y difamar su persona había infringido la Ley No. 6132 del año 1962, sobre expresión y difusión del pensamiento, en sus artículos 23, 29, 30 y 31.

Al día siguiente, el presidente de la República aceptó la renuncia, “para dejarlo en libertad de que actúe como ciudadano, sin ninguna vinculación oficial», y con palabras emotivas y llenas de elogios manifestaba su agradecimiento por los servicios que había prestado a su gobierno este individuo que había conocido en el exilio y que se hizo entonces su amigo, adquiriendo luego la condición de  hombre de su absoluta confianza, su colaborador leal, a quien le permitiera obrar desde el poder como un superministro al frente de la cartera de Industria y Comercio y en otras funciones conexas, como la presidencia del Consejo de Administración de la Fábrica Dominicana de Cemento y de la Comisión de Defensa del Azúcar, que era el organismo encargado de velar por todo cuanto se refería a la producción del edulcorante de la caña en el país.

Según manifestó el jefe del Estado, se sentía personalmente complacido de que Bordas lo llamara “su amigo”, y plenamente satisfecho con su trabajo; pues creía que nadie podía decir que mientras fue ministro de Industria y Comercio medró los intereses del pueblo, porque su mejor galardón había sido “la venta de 35 millones de galones de miel a 21 centavos el galón en puerto dominicano, precio record en la historia de las negociaciones de azúcar y melazas”.

Bosch concluyó su misiva invitando a quien deseara asegurar lo contrario a su creencia, “que no rehúya a la justicia; que presente pruebas ante los jueces” y exponga la razón de su insatisfacción precipitada.

Bordas se concentró en la tarea de argumentar jurídicamente la querella, examinando junto a sus abogados todos los argumentos y cada detalle sobre el tema de la difamación, pero sacaba tiempo para visitar a uno de sus grandes amigos en la casa de Gobierno, que ocupaba el puesto de consultor jurídico del Poder Ejecutivo; este era el abogado francomacorisano don Luis Moreno Martínez, hermano del excandidato presidencial y presidente del Partido Revolucionario Social Cristiano, doctor Alfonso Moreno. Estando un día allí fue abordado por la prensa sobre el juicio en marcha, y contestó que saldría victorioso de ese percance para regresar al gabinete, aunque le  confesó al reportero del diario La Prensa, el periodista José Jiménez Belén, que estaba preparado para aceptar cualquier designación, ya que «si el gobierno del presidente Bosch me nombra barrendero de las calles de Santo Domingo yo seré barrendero de las calles de Santo Domingo».

Historia

El doctor Bordas era un joven empresario puertoplateño de unos 40 años de edad que había sido nombrado ministro por su vieja amistad con el profesor Bosch y en reconocimiento a su contribución con la causa democrática durante sus 18 años de exilio antitrujillista, tomando parte activa  -junto con Bosch- en la fracasada invasión contra Trujillo, efectuada en Cayo Confites, en 1948; aunque por los conflictos y enemistades que se suscitaron entre los líderes participantes, decidió entonces retirarse de la vida política militante, sin dejar de ser un colaborador efectivo Bosch y de los exiliados en diferentes países donde le tocó residir en esa época.

Mientras estuvo en el exilio, su empresa “Bordas Corporation” fue manejada en el país por su hermano Luis Manuel Bordas Hernández (Manolo), quien en los días finales de la dictadura de Trujillo, entró en sociedad con Francisco Martínez Alba, el acaudalado cuñado del dictador que regenteaba la Fábrica Dominicana de Cemento, C. por A, pactando con éste un acuerdo en diciembre de 1960, mediante el cual su compañía cargó con la responsabilidad de administrar en el exterior el negocio del cemento.

Ese compromiso tan importante mostraba sin duda que los hermanos Bordas eran empresarios acaudalados y reconocidos industriales dominicanos en el momento en que ocurrió el ajusticiamiento de Trujillo en 1961; pues para esa fecha, su compañía negociadora de cemento, además de estar firmemente establecida en el extranjero, ya había logrado salir airosa del conflicto judicial en que estuvo envuelta por la imputación sobre dumping.

Su incriminación en esa disputa procesal se convirtió finalmente en una gran victoria, tras la resolución dictada por la Comisión de Arancel de los Estados Unidos, de fecha 18 de abril de 1962, permitiéndole vender el cemento en ese mercado, pese a la fuerte oposición de sus competidores. Aunque eso tuvo un costo bien alto, por el pago previo de 2 mil dólares en honorarios a su defensora jurídica, que era la firma de abogados Tucker & Baker, dirigida Robert G. Baker y su socio Ernesto C. Tucker.

Después de eso, la firma “Bordas Corporation” volvió, sin embargo, a afrontar un nuevo problema, ya que de modo inesperado, a sólo 36 horas de que su propietario regresara del exilio, comenzó a ser perseguido por sectores económicos muy activos dentro del gobierno del Consejo de Estado, los cuales maquinaban apoderarse de su negocio, aduciendo que debía ser confiscado por su anterior  relación con la Fábrica Dominicana de Cemento, una empresa que había pertenecido a la familia Trujillo y que -como ya hemos dicho- la dirigía el cuñado del tirano, el comerciante español Panchito Martínez Alba.

El nuevo peligro afloró durante la noche del martes 20 de febrero de 1962, mientras Bordas se encontraba  en el hotel Hamaca de Boca Chica, despidiéndose de su compueblano y amigo César Reyes Kundhart, tras una larga jornada de trabajo y sintiéndose visiblemente agotado. Entonces llegaron al lugar dos oficiales de la Policía, un coronel y un capitán de apellido Morillo, que se le acercaron, y tras una cortés, pero intimidante, salutación, se le invitó a acompañarles al Palacio Nacional, al despacho del general vitalicio Antonio Imbert Barrera, miembro del Consejo de Estado, quien deseaba conversar con él sobre asuntos de interés recíproco.

Les respondió que había tenido un día de mucha faena, sumamente agotador, y se disponía irse a descansar; asegurándoles que al día siguiente, bien temprano, visitaría el despacho del general Imbert en la casa de Gobierno. Pero los oficiales fueron insistentes y Bordas procedió a llamar por teléfono al poderoso consejero, a su oficina en el Palacio Nacional, aunque fue imposible localizarlo, pues ya se había marchado y a esa alta hora de la noche, las oficinas estaban cerradas y no había un solo funcionario en el lugar.

Entonces, a sugerencia de los dos oficiales llamó al jefe de la Policía, general Belisario Peguero Guerrero, quien le invitó a pasar de inmediato por  su despacho, indicándole que era un asunto urgente, pero de rápida solución, y correspondió a la convocatoria activándose con presteza. Y aunque estaba exhausto, en compañía de los dos oficiales y de su amigo Reyes Kundhart, partieron hacia la   ciudad de Santo Domingo, advirtiendo al llegar al palacio policial que había ido sido engañado, pues supo enseguida que estaba arbitrariamente preso, junto a reconocidos profesionales universitarios vinculados con grupos de izquierda, que iban a ser deportados por presunta asociación con actividades subversivas contra el gobierno. Estaban allí los doctores Hugo Tolentino Dipp,  Francisco Alberto Henríquez Vásquez (Chito), José Vinicio Calventi Gaviño, Marcio Antonio Mejía-Ricart Guzmán, José Ricardo Feris Iglesias y Fausto Martínez.

Bordas pasaría diez meses de angustia al ser enviado de  nuevo al exilio, pudiendo regresar a su país sólo dos días después del triunfo del  profesor Bosch en las elecciones del 20 de diciembre, batiendo así la trama política que perseguía despojarle de sus bienes. A seguidas asumió el control de su negocio de cemento, aunque dejó en manos de su hermano Luis Manuel la rienda de la Agencia Marítima Nacional, C. por A., que para esa fecha comenzaba a explorar cómo vincularse con el ayuntamiento municipal de Barahona, que había obtenido -mediante la Ley No. 5225, de fecha 21 de diciembre de 1961- la concesión para la explotación de la cantera de sal en Puerto Alejandro, que no tenía nada que ver con las minas de sal y yeso de Las Salinas.

Su hermano Luis Manuel, en calidad de presidente de la citada compañía, hizo contacto con los regidores del cabildo de Barahona; especialmente con el doctor Carlos A. Castillo, estableciendo una relación de apariencia diáfana, ya que éste viajaba con cierta frecuencia a la capital a sostener intercambios de impresiones con los hermanos Bordas, convirtiéndose en una especie de enlace con la dirección de esa corporación edilicia, que les ayudaría a concertar un contrato de sal a gran escala, sobre la base de ofertar al cabildo la suma de cuarenta mil pesos y obtener el derecho de compra y venta de toda la producción  de sal del proyecto de Puerto Alejandro.

Con ese dinero el ayuntamiento de Barahona estaría en condiciones de encarar y resolver las urgencias de empleos de decenas de personas sin trabajo.

Esa intención estaba contenida en la carta de fecha 29 de marzo de 1963, que el presidente de la Agencia Marítima Nacional, C. por A., Luis Manuel Bordas, le dirigiera al regidor Castillo autorizándolo a gestionar con los miembros de la sala capitular el referido contrato, y poniéndole al tanto de las diligencias que había hecho en Alemania para comprobar mediante análisis químico la calidad de la sal, y así poder anunciarla y promoverla en Europa.

El juicio a Ornes y absolución

Diego Bordas sometió a Ornes a la justicia por difamación e injuria, siguiendo el consejo de sus abogados y creyendo que éste no poseía -ni conseguiría- una prueba fehaciente para demostrar que fuese realmente un funcionario corrupto, que se había valido de su alta posición en el gobierno de Bosch para monopolizar el negocio del cemento y la sal.

Pero el “zar de la sal”, como fue bautizado por sus adversarios, no calculó que Ornes  desataría una vigorosa ofensiva por los medios de comunicación, con el  auxilio de su hermano Germán Emilio, propietario del periódico El Caribe, un medio sumamente influyente en los sectores de clase alta y media de la sociedad dominicana de la época; ni que recibiría el respaldo militante de los principales líderes de la oposición, encabezados por los doctores Mario Read Vittini, Juan Isidro Jimenes-Grullón y el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara.

Con ese respaldo, Ornes proseguiría liderando la tribuna pública, yendo a mítines políticos y a  programas de radio y  televisión, a ratificar sus argumentos sobre corrupción administrativa, para mantener a Bordas a la defensiva, respondiendo sus ataques con polémicos agravios, como decir que en la provincia de La Vega Ornes estaría promoviendo desalojos de campesinos de los  predios pertenecientes a su esposa, la señora María Mercedes Rodríguez Vásquez, hija y heredera del general Juancito Rodríguez.

A Ornes le era muy difícil probar la veracidad de sus denuncias, pero con el apoyo señalado, se concentró en la realización de una investigación profunda del negocio de la sal, buscando testimonios  fehacientes para demostrar que sí había corrupción administrativa y tráfico de influencia en las operaciones del ministro renunciante.

Al respecto, el doctor Manuel Ramón Morel Cerda, procurador fiscal del Distrito Nacional en ese juicio, nos dice en su obra en su reciente obra “Testimonios desclasificados, retazos narrativos de hechos verídicos”, que Ornes se prevalió de un recurso jurídico de defensa conocido por el nombre de la “excepción de la verdad”, “al que tiene derecho una persona acusada de difamación, durante el juicio conocido en la Tercera Cámara Penal, presidida por el magistrado Bruno Rodríguez Gonell, y de esa manera pudo librarse de una condena.”

Ilustró el reputado jurista que la defensa de Ornes “presentó pruebas documentales que daban cuenta de que en algunos casos aparecía claramente las  operaciones realizadas, de dudosa aceptación para un funcionario público, y en cambio, la parte civil constituida, a cargo de los abogados del señor Bordas, se limitó a negar la ocurrencia de los mismos”

Agregó que Bordas negó rotundamente la comisión de los hechos, pero que los documentos aportados por el imputado probaban su ocurrencia, que los mismos se habían producido y se erigían en la “excepción de la verdad” planteada, viéndose el fiscal en la obligación de hacer una solicitud de descargo de la acusación de difamación ante el juez referido, quien en la última audiencia celebrada el 19 de septiembre de 1963, y tras una deliberación que se prolongó por doce horas, acogió en todas sus partes el dictamen del Ministerio Público, que libraba de toda responsabilidad penal a Horacio Julio Ornes Coiscou, por no haber cometido los delitos que se le imputaban sobre violación de la Ley de Expresión y Difusión del Pensamiento, ni ser tampoco culpable del delito de ultraje en perjuicio del doctor Diego Bordas.

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LA TRAGEDIA DE SEVERO CABRAL EN CIUDAD NUEVA

Por Sebastián del Pilar Sánchez.-

¡Severo golpista, peor que Bonillita!”, coreaba sin cesar un grupo de manifestantes que se dirigía hacia la intersección de las calles Palo Hincado y Padre Billini del sector de Ciudad Nueva, excitados por la presencia del doctor Ángel Severo Cabral y Ortiz, quien residía en esa área pero había desaparecido del lugar, en compañía de su esposa y sus hijos, al desatarse la Revolución de Abril, temeroso de ser maltratado y humillado por los llamados revolucionarios que habían establecido la sede de su gobierno en la emblemática y cercana calle El Conde y sus principales comandos en la zona constitucionalista.

El doctor Severo Cabral era un dirigente político de derecha y se le reprochaba su protagonismo en los incidentes públicos que generaron el conflicto cívico-militar y la subsiguiente intervención de tropas de los Estados Unidos en el país; por lo cual era una sorpresa, aunque inesperada y desagradable, su regreso al hogar la tarde del sábado 18 de diciembre de 1965, teniendo las calles aún mucha gente armada.

Se supo que deseaba mudar definitivamente a su familia desde Ciudad Nueva a un sitio realmente tranquilo dentro del Distrito Nacional, como venían haciendo otros líderes y la mayoría de los industriales, comerciantes y profesionales de clase media alta, quienes optaron por asentarse en zonas suburbanas cercanas, que eran entonces los ensanches Naco, Arroyo Hondo y Piantini, previendo que se repitiese una situación de angustia similar a la que habían padecido durante la acción bélica.

Él estaba consciente de que su familia no tendría paz viviendo en el centro de la ciudad de Santo Domingo, puesto que aún estaba latente en los barrios capitalinos el fantasma de la guerra, al no haber descendido lo suficiente el tono beligerante de la disputa que habían sostenido los grupos civiles y militares que rivalizaron en dicha contienda.

Pues había trascurrido muy poco tiempo  desde el 2 de septiembre de 1965, que fue la fecha en que por iniciativa de los negociadores de la OEA, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, presidente constitucional en armas, rubricara el documento jurídico conocido por el nombre de “Acta de Reconciliación» que normaría la actuación del gobierno provisional instalado un día después, presidido por el doctor Héctor Rafael García-Godoy Cáceres, para conducir el país por el camino de regreso al sistema democrático con la celebración de elecciones el 1ro. de junio de 1966.

Severo Cabral había sido secretario general de la poderosa organización de centroderecha “Unión Cívica Nacional” y se destacó en la campaña electoral de 1962 impulsando la candidatura presidencial del doctor Viriato Alberto Fiallo Rodríguez; y más adelante, tras la victoria del profesor Juan Bosch en las elecciones del 20 de diciembre, situándose como  adversario del nuevo gobierno y propiciando -junto a otros líderes políticos- su derrocamiento en la madrugada del 25 de septiembre de 1963.

En el régimen de facto surgido de aquel fatídico golpe de Estado, Severo Cabral ocupó el importante cargo de ministro de Interior y Policía, aunque lo abandonó dos meses y medio después, pues dimitió el 11 de diciembre de 1963 denunciando que el gobierno no le había permitido a su ministerio disponer una rendición de cuentas en el Servicio Nacional de Seguridad.

En su carta de renuncia, el exministro explicó que la causa residía en la obstinación del Triunvirato “en mantener vicios que nos indujeron a combatir el desafortunado régimen derrocado el 25 de septiembre pasado, y convencido de que es inútil esperar de los hombres en el Gobierno las necesarias rectificaciones».

Severo Cabral era un prominente miembro del sector conservador, sumamente preparado y con convicciones ideológicas muy firmes, pero poseía un fuerte carácter y era obsesivo defendiendo a rajatabla -sin vacilación y sin miedo- sus posiciones de derecha.

Eso hizo la tarde del 18 de diciembre de 1965, cuando se enfrentó con duros términos a la multitud que rodeó su casa con intenciones de impedir que su familia concretase la mudanza de sus ajuares en un camión parqueado sobre la orilla de la acera de su residencia.

Esta discusión habría sido una imprudencia del veterano dirigente político, pues aunque la Guerra de Abril había concluido, seguían los resabios, las bajas pasiones, los odios… y existía una realidad que se estaba nutriendo de sucesos vandálicos y sangrientos que acaecían a diario en cualquier esquina de la ciudad, a causa de la ausencia de una real voluntad de respeto a la ley, tendente a aplacar las aversiones entre coterráneos y permitir que la gente pudiese vivir al margen de rencores y de toda venganza e iniquidad.

Este hecho había ocurrido frente a su casa, marcada con el número 99 de la calle Padre Billini, donde se había estacionado la muchedumbre integrada por jóvenes que -en su mayoría- eran sindicalistas que acababan de participar en una manifestación de obreros de la Sociedad Industrial Dominicana -Manicera-, celebrada en la periferia del parque Independencia, en la que se exigía la intervención del gobierno para preservar sus puestos de trabajo y sus logros laborales en esa empresa.

Los manifestantes desde que llegaron a la calle Padre Billini coreaban sin cesar: “¡Severo golpista, peor que Bonillita!«; y también: “¡Severo, asesino de Manolo!”, ignorando que cuando aconteció la muerte del líder guerrillero de Las Manaclas, ya el dirigente cívico había renunciado a su cargo de ministro de Interior y Policía en el gobierno del Triunvirato y que su ruptura política con el régimen era concluyente y definitiva.

Aunque como bien nos recordaba un amigo en estos días, cuando se anunció la presencia de Manolo Tavarez Justo en las montañas, en su calidad de Ministro de Interior y Policía, Severo Cabral ofreció unas declaraciones desafortunadas asegurando que las Fuerzas Armadas exterminarían las guerrillas. 

Por ello la dirección de propaganda del Movimiento Revolucionario del 14 de Junio llegó a compararlo con Josef Mengele, el médico nazi alemán que dirigió la masacre de los judíos durante la segunda guerra mundial, al ponerle el sobrenombre de «Ángel de la muerte».

De este modo, los catorcistas, particularmente el director del periódico Patria, Ramón – El Chino Ferreras, aludian con sazón despectivo al nombre de pila del ministro y dirigente político.

Pero aquella multitud había olvidado que este individuo tenía en su historial político algunas virtudes; pues él había sido el primer funcionario después de la Era de Trujillo que tuvo la decencia de dejar un alto cargo público, por estar en desacuerdo con la actitud del Triunvirato presidido por don Emilio de los Santos, que se negó a transparentar los gastos en la estratégica área de inteligencia y seguridad nacional.

Esa línea moralizante la mantendría con mucho ahínco, erigiéndose en un crítico tenaz de ese mismo gobierno que pasó a ser conducido por su primo hermano, el doctor Donald Joseph Reid Cabral, a quien enfrentó de modo desafiante y con inigualable firmeza en su alocución de 2 mil 574 palabras, expuestas el 26 de enero de 1965, a través de una cadena radial encabezada por la emisora «La Voz del Trópico».

En la ocasión acusó a Reíd Cabral de llevar el país al borde del desastre por su afán de mantenerse en el poder a cualquier precio. Le exigió renunciar y lo responsabilizó ante la opinión pública internacional por los males que pudieran sobrevenirle a la sociedad dominicana como consecuencia de su ambición desmedida.

En esa pieza discursiva de seis páginas, publicada de manera íntegra por el diario El Caribe un día después, el destacado político -en rol de opositor- acusó a Reid Cabral de pretender perpetuarse en el poder sostenido por poderosas autoridades implicadas en los contrabandos que estaban arruinando al sector comercial, en alusión al jugoso negocio de las cantinas militares y policiales.

El sábado 29 de noviembre de 1964 Severo Cabral fue electo presidente de Unión Cívica Nacional en una convención nacional efectuada en la ciudad de Santo Domingo, en la que participaron delegados de 16 provincias de 24 que tenía el país; pero el poderoso triunviro Reid Cabral, como no había podido doblegar su firmeza ni menguar la contundencia de su línea política opositora, apoyándose en la natural influencia del doctor Viriato Fiallo, líder histórico de la organización, contrarrestó su elección ese mismo día, auspiciando el montaje de una asamblea paralela que se llevó a efecto en una finca de Bonao. 

En esta reunión se suprimió la presidencia de la UCN y se constituyó un triunvirato partidario, integrado por los doctores Tomás Alcibíades Espinosa, Pedro Juan Brugal y Ramón González Hardy, y este organismo denominado «Directorio Ejecutivo Central», con el visto bueno del  doctor Fiallo concretó la división del partido, imponiendo la autoridad de un tribunal disciplinario que tuvo como único objetivo sancionar al doctor Severo Cabral.

Así,  el 27 de diciembre de 1964,  este juzgado partidario expulsó a Severo Cabral de las filas de la UCN, acusándolo de divisionista y sin dejarle otra opción que endurecer sus críticas al gobierno por medio de una nueva organización que paradójicamente denominó «Acción Revolucionaria”.La resolución de expulsión estaba firmada por los señores Juan Aquiles Díaz, Jesús María Camilo, licenciada Amparo Franco de Bisonó y licenciada Rosana Ortiz de Álvarez.

El relato de capitán Brens y la tragedia de los Cabral

La mayoría de los jóvenes que se aglomeraron frente al hogar de la familia Cabral, para repudiar al exdirigente cívico y presidente de la entidad denominada  “Acción Revolucionaria”, sólo sabía que el doctor Severo Cabral era uno de los líderes civiles que participó en el derrocamiento de Bosch y que en las primeras horas de la Revolución de Abril, durante el efímero gobierno  del doctor José Rafael Molina Ureña, había sido apresado y recluido en una habitación de la casa de gobierno, junto al expresidente Rafael Filiberto Bonnelly Fondeur y el extriunviro doctor Ramón Tapia Espinal, por el dirigente perredeísta doctor Jorge Emilio Yeara Nasser. Los tres fueron liberados casi de inmediato.

En este acto hostil se ignoraba plenamente su accionar moral durante el gobierno del Triunvirato, y sus servicios a la patria actuando frente al régimen de Trujillo, como participante de la conjura del 30 de Mayo que culminó en la muerte violenta del tirano.

Ahora se le estaba repudiando de mala manera por sustentar opiniones políticas de ultraderecha que no estaban en armonía con los anhelos de los jóvenes presentes, pero esta acción no era la manera correcta en que debía encararse la disidencia ideológica en una democracia, donde a nadie se le puede negar el derecho a creer y pensar como le venga en gana, dentro de los límites de la moral y de la ley.

Era muy lamentable que entre los presentes no hubiera una sola persona con ilustración y don de mando que hiciera un esfuerzo por detener la provocación a la familia Cabral, que apuntaba a derivar en tragedia, como se vería  un poco más tarde con el ataque salvaje a la vivienda en el momento en que Severo Cabral, su esposa y sus dos hijas, se disponían a desocuparla y se les impidió sacar sus ajuares, devastando los enseres domésticos e incendiando su automóvil Mercedes Benz, estacionado en un espacio de la vía.

La única persona que apareció allí tratando de evitar una desgracia fue el capitán de la Marina Raúl Brens, vecino de la familia Cabral, quien -en compañía de un amigo suyo de apellido Santana y de dos de sus hijos-, se apersonó al lugar y trató inútilmente de calmar los ánimos  caldeados y evitar que la multitud violara la casa.

En una declaración pública que ofreció a la prensa ese mismo día, el capitán Brens relató que esa tarde él se encontraba enfermo con una lesión en una pierna y un testículo inflamado, recluido en su casa, la número 72 de la calle Padre Billini, cuando fue avisado por uno de sus hijos sobre la presencia de una turba en el vecindario  que amenazaba con agredir la casa de la familia Cabral.

Agregó que pese a su problema de salud, se incorporó de la cama y se dirigió rápidamente a la residencia de los Cabral, donde vio a “la turba tratando de introducirse en la casa”, y en ese momento llegó el coronel Jorge Gerardo Marte Hernández, de la Policía y el oficial Vargas Luna, de la Marina de Guerra, quienes junto a él “intervinieron para contener a la turba”.

Indicó que la mayor parte de los ajuares ya habían sido subidos a un camión y el doctor Severo Cabral, su esposa, sus hijas, una señora mayor y dos hermanos del dirigente político habían abandonado la casa con la ayuda que les prestaron sus hijos, utilizando un bastidor de cama para que se pudieran movilizar desde la azotea de su hogar  hasta el tejado de la vivienda contigua.

Mientras los integrantes de la familia Cabral salían de allí de modo subrepticio por la azotea, la turba “con pistolas sobadas en mano” se trasladó a la casa del capitán Brens, bajo el convencimiento de que estaba ocultando al dirigente político. Unos minutos después, la familia Cabral fue atacada con una ráfaga disparada por una persona desconocida desde una azotea vecina.

En la embestida criminal fue herido de gravedad el doctor Ángel Severo Cabral, quien murió al ser rematado por un disparo que le hicieron estando su cuerpo ya dentro de la ambulancia que lo trasportaba al hospital Lithgow Ceara, junto a su esposa Ada Gil y su hija Ada Cabral Gil, quienes también fueron alcanzadas por las balas.

Este hecho criminal fue investigado durante la gestión del doctor Manuel Ramón Morel Cerda como procurador General de la República, pero, aunque dispuso el apresamiento de varios políticos y militares, a su salida del cargo la investigación fue totalmente olvidada y el crimen quedó impune.

Severo Cabral fue el primer dirigente político asesinado en su hogar luego de la muerte de Trujillo.

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LEONES EN LICEO DE IMBERT

Sebastián del Pilar Sánchez.- 

Durante la década de 1960 el pueblo de Imbert logró un notable avance sociocultural que se apreciaba en el auge de su comercio y sus clubes. También en la calidad de su liceo de educación secundaria, fundado en el año 1963 por iniciativa del profesor Israel Brito Bruno, un pastor evangélico metodista, oriundo de la provincia de Samaná, que estableció la primera academia de mecanografía, taquigrafía e inglés en Bajabonico, la cual operaba dentro de una casona de madera (de dos niveles), situada en la intersección de las calles Sánchez y Valerio.

No hace tanto tiempo que hice referencia en este espacio a las bondades del club Activo 20-30 Internacional, asentado en Imbert el 14 de enero de 1964 por un puñado de jóvenes unidos en la intención de mejorar las condiciones de existencia de la población y en especial de la niñez desvalida.

En esta ocasión rememoro los inicios del referido liceo y los aportes posteriores en defensa de sus alumnos realizados por el club de Leones surgido en 1965 por inspiración y contagio de la trascendente labor social ejecutada por los jóvenes 20-30.

Esos dirigentes demostraron ser emprendedores exitosos por el resultado de su entrevista en el Palacio Nacional con el triunviro Manuel Enrique Tavares Espaillat, a quien lograron convencer para que su gobierno ordenara al ministerio de Obras Públicas construir en el tiempo más breve posible el hospital del pueblo, inaugurado poco más tarde. 

El club de Leones de Imbert nació el 28 de marzo de 1965, tres meses después de la entronización en el país de la familia leonística, traída desde Puerto Rico por el empresario Alfredo C. Leschorn, quien se había compenetrado en la vecina isla con su filosofía de trabajo y la consideró beneficiosa para fortalecer el liderazgo empresarial dominicano.

Leschorn fue electo presidente de esta entidad en Santo Domingo el 18 de diciembre de 1964, durante una asamblea celebrada en el hotel Embajador donde participaron 66 socios que más tarde serían los pioneros de la propagación del leonismo en el país.

De mano de estos individuos, a principios de 1965 el club de Leones llegaría a las ciudades de Santiago, La Vega, Barahona, San Pedro de Macorís, Moca y Puerto Plata; siendo instalado en Imbert a finales de marzo, para  convertir a este municipio en uno de  los primeros dieciséis en tener la organización, pudiendo participar así en la creación del primer distrito leonístico de la República Dominicana, conformado por unos 90 socios que escogieron como su gobernador al ingeniero Manuel Mena Blonda.

Al igual que en Santo Domingo, los empresarios de Imbert se sumaron al club de Leones, formando una directiva de hacendados y dueños de tiendas que tenía de excepción al doctor Juan Enrique Adams Jesurum, un médico de Samaná que estaba dirigiendo el hospital municipal y fue seleccionado como presidente del club para aprovechar su vasta cultura, su facilidad de comunicación, su desenvoltura y destreza en el trato social.

Junto al doctor Adams tomaron el mando leonístico los señores José María González, primer vicepresidente;  Alberto Canahuate Resek, segundo vicepresidente; Bernardo Almonte, tercer vicepresidente; Pedro Puig,  secretario, y Arcadio Luciano, tesorero.

También José Encarnación Cabrera Vásquez (don Picho), director de la carta constitutiva; Rafael A. Reyes -Bravo, domador;  Ivo Cabrera, tuercerrabos; y como vocales,  Carlos Reyes Martínez, Pastor González, Ramón Emilio Lendof y Plácido Parra.

Otros socios fundadores del club imberteño eran don Lorenzo Silverio, Ignacio Mariotti, Fabio Lara y Miguel Ángel Puig.

Esta institución fue constituida durante un acto efectuado en el ayuntamiento municipal, orientado por los señores Servando R. Ovies y Plinio Maceo, delegados internacionales, quienes estuvieron acompañados de Rafael Isla y Eduardo Canahuate, presidente y tesorero del club de Leones de Puerto Plata, que fungió de padrino.

El club y la educación

Durante el año 1964 se constituyó una comisión pro mejoramiento de los planteles escolares del municipio, integrada por el síndico Bernardo Almonte, el profesor José Antonio Fernández Martínez, inspector de educación; las profesoras Marina Santos de Suazo, Teresa Gómez García, Mireya Altagracia Cabrera Santos y Altagracia Mercedes Puig González (Tatin).

Esta comisión recibió una animada asistencia del club de Leones, tan pronto fue formado en marzo de 1965; pues éste no perdió tiempo en contribuir con la mejoría de las operaciones de la biblioteca municipal y el liceo secundario que aún no estaba oficializado.

Este centro educativo operaba dentro de una vieja casa de madera, situada frente a la clínica Doctor Hart, en la calle Duarte esquina Hermanas Mirabal y era dirigido por un profesor respetado y estimado por su trato amable y su caballerosidad, llamado don Andrés Brito,  quien era pastor metodista igual que su hermano Israel, el fundador de la institución docente que el ministerio de Educación trasladó a Santo Domingo para que dirigiera el liceo Juan Pablo Duarte, el más antiguo del país.

Don Andrés conducía un modesto personal de seis educadores y dos auxiliares administrativos, constituido por los profesores Elsa Cabrera Francisco, Alfonso Martínez, Carmen Julia BournigalLoinaz, Angiola Luciano Mena, Carmen Rosa Liranzo Tamayo, Tatin Puig González; y los empleados, Lila Cabral de Tejada, secretaria y Carmela Polanco de Díaz, conserje.

El principal problema del liceo consistía en que allí sólo se podía cursar los tres primeros grados del bachillerato y sus alumnos para poder graduarse tenían que inscribirse como estudiantes libres en el liceo secundario José Dubeau del municipio de Puerto Plata, teniendo que viajar hasta ese lugar a tomar clases y exámenes.

En 1965 esa travesía era realizada por los estudiantes Aura Reyes Cabrera, Miguel Ángel Parra Mezquita, Violeta Luciano Mena, José Francisco Alcántara Rodríguez, Ivonne Lara, los hermanos Iván y Carlitos Reyes Levy, las mellizas Luisa y Josefina Bonilla Parra, Adriano Rivera (Papi el lento) y Sunilda Mena.

Ellos hacían el recorrido de 18 kilómetros por la carretera vieja, cruzando el puente metálico de Barrabas y la sección de Hojas Anchas a bordo de un carro Opel, modelo Capitan, conducido por su propietario Rafael Guzmán Recio, un taxista que compartía esa ruta con Güicho Santos, quien hacía este servicio en un automóvil Austin. 

Los estudiantes llegaban muchas veces a su destino transportados en el carro blanco de la familia Alcántara, un Volkswagen del tipo cepillo que manejaba el estudiante y futuro médico, Fafán Alcántara.

Para superar esa situación se llevó a cabo una prolongada y efectiva campaña por la prensa escrita y la radio de Puerto Plata y Santiago, en la que se denunciaba las vicisitudes que pasaban esos jóvenes para poder obtener su título de bachiller.

En esta campaña jugó un rol importante un joven imberteño que era oficinista y contable en la próspera empresa ferretera del hacendado don Félix Henríquez Silverio y quien también ejercía la función de comunicador social, como corresponsal del diario El Caribe en Imbert y otros pueblos de la región norte.

Este era Alcides Silverio, quien por medio de ese periódico matutino difundía todas las noticias posibles sobre la situación educativa de Imbert, resaltando las diversas diligencias realizadas por las instituciones representativas de la comunidad, para lograr que el gobierno del presidente Héctor Rafael García-Godoy Cáceres ordenara la creación del cuarto grado de bachillerato y el reconocimiento oficial del liceo 

El 21 de diciembre de 1965 el diario El Caribe trajo en una de sus páginas una noticia calzada con la firma de su corresponsal Alcides Silverio, en la que se anunciaba la solución del problema y la oficialización del liceo que desde el 7 de enero llevaría el nombre de un historiador y educador de Saint Thomas que había hecho valiosos aportes a la educación en Puerto Plata, llamado Enrique EnmanuelAshton.

La noticia servida por este comunicador, quien ya era miembro del club de Leones y lo presidiría años más tarde, produjo mucha alegría en el pueblo que la apreciaba como el regalo de navidad o de reyes del ministerio de Educación.

Ese día la gente jubilosa improvisó un desfile por las calles principales de la comunidad, que culminó con una manifestación de profesores y estudiantes en la inmediación del plantel, donde el director Andrés Brito pronunció algunas palabras dando las gracias a las autoridades por materializar su anhelada petición. 

Los imberteños no olvidarán jamás el visto bueno que diera a este proyecto el ministro de Educación del gobierno de García-Godoy, licenciado Carlos María Hernández, quien conocía muy bien la problemática educativa de la provincia por haberse desempeñado hasta el mes de octubre de 1965 como director del liceo secundario José Dubeau.

La oficialización del liceo Enrique EnmanuelAshton el 7 de enero de 1966, significó la creación inmediata del cuarto curso del bachillerato y la ampliación del cuerpo docente por el alto número de alumnos que cursarían nuevas asignaturas en ese año.

Los profesores contratados en el período 1966-1968, mediante concurso de referencia, fueron los jóvenes Milagros Peralta Pichardo, Fabio Alejandro Lara Espaillat,  Mélida Brito, Olga BournigalLoinaz, Ivonne Lara, Deysi Ulloa y Mario Sally García, quienes se estrenarían en el magisterio en este anticuado plantel.

Los estudiantes eran, entre otros, Aura Reyes Cabrera, Miguel Ángel Parra Mezquita, los hermanos Iván y Carlos Reyes Levy, Yoyolito Cabrera Balaguer, Nelson Puig González, Juan Luis Peralta Beco, Miguel Antonio Cabrera, Melania Meléndez, Ramón Francisco Martínez (Monchi), Arsenia Díaz, Chijin Valera, Tito Rafael Cabrera, Pusito Cabrera, Darío Victoria Castillo, Fifi Cabrera, Marisol Cabrera Francisco, Froila Vargas Díaz, Mélida Brito, Maritza Ureña, Rafael Sánchez Consuegra, Yolanda Cabrera, Alberto Simón y las hermanas Carmen Corina y Ana Virginia Vargas Oliver (Michia).

 La fiesta de San Antonio

En los días 13 de junio, durante la década de los años 60, estuvo bien arraigado en Imbert el culto a San Antonio de Padua, un sacerdote franciscano de origen portugués al que la feligresía católica le atribuía el poder de entenderse con los peces y hacer milagros a favor de las chicas enamoradas que aspiraban a lograr un buen partido.     

La devoción por San Antonio era bien firme en la parte urbana de la comunidad, porque se realizaba entonces una extensa celebración en la pequeña hacienda de la señora Antonia Acosta que colindaba con la finca de Ernesto Heinsen, donde se concentraba medio pueblo a rendir tributo al santo prodigioso.

Con asombroso regocijo la gente participaba en los rezos y ofrendas que se realizaban allí, pero ese culto disminuiría con la venta de esa hacienda a su vecino y copropietario de la fábrica de quesos Geo, tras la desaparición física de esta dama, mejor conocida por el sobrenombre de «Doña Toña».

Aun así, el culto seguiría siendo fuerte en la sección de Bajabonico Arriba y en la zona rural, robustecido con el respaldo que le diera el hacendado Félix Henríquez Silverio, quien contribuyó decididamente a su permanencia en la comunidad con la construcción de un templo católico con el nombre del virtuoso religioso.

Cada 13 de junio, la veneración se destacaría por su carácter multitudinario con el arribo al lugar de decenas de personas montadas en camiones, camionetas y todo tipo de vehículos, que iban a participar en los actos religiosos y recreativos, en aquel jolgorio caracterizado por el consumo exagerado de alimentos y bebidas.

Seguro por eso, el comerciante Plácido Parra, al hacer la comparación de dichas fiestas, dijo una vez que la gente iba donde “doña Toña atraída por la televisión, y donde don Félix a montar en camión”.

 La celebración del Día de Las Mercedes

Esta fiesta del 24 de septiembre, en honor a la virgen de las Mercedes, es la más suntuosa, prolongada y concurrida que se realiza en el pueblo de Imbert y tiene un carácter religioso, cultural y recreativo, porque resalta y  reverencia la imagen de la santa patrona de la República Dominicana.

En Imbert se lleva a cabo una celebración de toda una semana, al igual que en los municipios de Hato Mayor, Sabana Grande de Palenque, Pimentel,  Cabrera y Constanza, donde se le rinde culto a la virgen con procesiones de feligreses, múltiples bautizos y actos de primera comunión y confirmación.

En los años 60, la actividad en Imbert era coordinada por un comité organizador encabezado por el padre Benito Taveras, contando con el concurso de los clubes de Leones y Activo 20-30, quienes participaban en la programación de diversas actividades, como el palo encebado y los juegos populares.

El momento culminante de esta celebración correspondía -como en la actualidad- a la coronación de la reina de las fiestas patronales, en un acto bien concurrido que finalizaba con un hermoso baile donde participaban reconocidos artistas nacionales.

La generación de los años 60 evoca con nostalgia las imágenes de la reñidísima competencia de 1964 entre las bellas jóvenes Miriam Morales Collado y Violeta Luciano Mena, reina y virreina de aquel certamen.

La atractiva y arrogante hija de Antonio Morales y Luisa Collado, sorprendió superando en votación cerrada a la señorita Luciano, la favorita en distintos lugares de la comunidad, donde se le profesaba vehemente admiración por su personalidad y carisma, inteligencia y aplicación en la actividad cultural y académica. 

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HISTORIA DEL MOVIMIENTO RENOVADOR UNIVERSITARIO

Por Sebastián del Pilar Sánchez.-

El día 21 de septiembre de 1965 fue escogido como rector provisional de la Universidad Autónoma de Santo Domingo el profesor Andrés María Aybar Nicolás, durante una asamblea celebrada en el aula magna, donde estuvieron presentes unos 70 profesores y más de 2 mil estudiantes que militaban en los tres grupos estudiantiles organizados entonces.

El destacado ingeniero civil y catedrático universitario era la figura principal de un proyecto político y académico que se gestó durante la Guerra de Abril, con el fin de desplazar  de la dirección de ese alto centro de estudios a  las autoridades conservadoras, tildadas de sumisas y pusilánimes por su actitud contemplativa frente al desembarco de soldados extranjeros en suelo dominicano el miércoles 28 de abril.

El referido acto era la continuidad de una denominada “Asamblea de la familia universitaria”, celebrada durante la mañana del martes 14 de septiembre en el paraninfo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, que destituyó al rector ingeniero José Ramón Báez López-Penha y a los demás miembros del Consejo Universitario.

Se trató de una jornada unitaria dirigida por una mesa ejecutiva formada por los jóvenes economistas Bolívar Batista del Villar, Marcio Antonio Mejía-Ricart Guzmán, y el novel profesor  de medicina Bernardo Augusto Defilló Martínez.

También por los estudiantes Narciso González Medina y Alexis Licairac Díaz, delegados del grupo Fragua; Romeo Llinás, del Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC), y Francisco José -Franklin- Almeyda Rancier, del Frente Universitario Revolucionario Radical (FURR).

Al estudiante Narcisazo González le correspondió dar lectura a la declaración de la Asamblea, explicando las razones que motivaron el increíble derrocamiento del rector y el Consejo Universitario, aunque sin poder despejar de inmediato la suspicacia engendrada por la presunta naturaleza golpista del abrupto relevo.

Según su exposición, las autoridades sustituidas habían incurrido en numerosas violaciones  al estatuto orgánico, además de la grave falta de mostrar un silencio cómplice ante la grosera incursión de tropas extranjeras en el país.

Narcisazo criticó con aspereza al rector destituido por haber exhibido una postura complaciente durante la jefatura del Triunvirato, permitiendo sin el menor rubor que ese gobierno de facto despojara a la Universidad de su fuero, en franca violación a la Ley 5778, promulgada por el presidente Joaquín Balaguer el 31 de diciembre de 1961.

También deploró su intento de resucitar la vieja guardia trujillista, al conseguir que el Consejo Universitario le aprobara, durante una reunión celebrada en la primera semana de enero de 1965, la creación de un cuerpo de Policía escolar que -según su denuncia- utilizaría como un instrumento represivo de contención de la creciente repulsa al examen de admisión que por obligación debían tomar los nuevos estudiantes para poder ingresar al Centro Universitario de Estudios Generales (CUEG).

Cuando Narcisazo concluyó, algunos asambleístas rememoraron con breves y esporádicos murmullos la dramática huelga de hambre que se hizo en el perímetro universitario en el año 1964 en repudio de aquel examen de admisión y también la osada determinación de boicotearlo, por parte de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED); generando la desafortunada cancelación de la matrícula universitaria del brillante estudiante de ingeniería civil, Amín Abel Hasbún, secretario general del gremio proscrito, dispuesta por el referido Consejo.

Ese irreflexivo y dictatorial dictamen afectó por igual a 32 miembros de su comité ejecutivo central y varios dirigentes estudiantiles de las facultades de Derecho y Farmacia.

Por ello era nuevamente objeto de debate en esta “Asamblea de la familia universitaria” donde agotaban turnos los profesores Julio César Castaños Espaillat, Antonio Ballester Hernández, Francisco Antonio Avelino, Luis Almanzor González Canahuate, y los estudiantes Amín Abel Hasbún, por la FED; Narciso Isa Conde, por Fragua, y Romeo Llinás, por el BRUC.

También, el estudiante y representante de los empleados, Teobaldo Rodríguez y los moderadores mencionados, Mejía-Ricart, Batista del Villar y Defilló Martínez,

Cinco días más tarde, el 19 de septiembre de 1965, el doctor Hugo Tolentino Dipp -quien fuera junto a los doctores Rafael Kasse Acta, Jottin Cury y Castaños Espaillat, uno de los ideólogos del movimiento renovador en ciernes- publicó un artículo en uno de los diarios nacionales, titulado “El gobierno provisional y la crisis universitaria”, donde esclarecía con razonado rigor los motivos de la destitución de las autoridades universitarias.

El reconocido académico señaló que aquel cuerpo directivo estaba “totalmente desacreditado, moribundo”, por el ejercicio de una autoridad donde primaba el despotismo, la incultura, la dilapidación económica, el amiguismo y la traición a la patria, entre otros rasgos negativos que mostraban a sus miembros como desconocedores de “las verdaderas aspiraciones y necesidades que surgen de la misión  cultural  y humanista que tiene la Universidad Autónoma de Santo Domingo frente a nuestro pueblo, frente a la cultura nacional”.

Tolentino Dipp negó tajantemente que dicha remoción se asemejara a una asonada golpista, porque -según indicó- sus gestores estaban propiciando “la formación de la debida conciencia democrática que determine en el futuro el respeto a toda  otra autoridad legítima y que no se repita el funesto mal ejemplo que frustró la  voluntad popular expresada el 20 de diciembre de 1962”.

Según el ilustre historiador, la llamada “Asamblea de la familia universitaria” había sido el vehículo pacífico y democrático escogido por la mayoría de la UASD para elegir un Consejo Universitario provisional, cuya misión sería impulsar la reforma y transformar las instituciones universitarias de modo que su sustancia fuese realmente democrática.

Este organismo estaba integrado por Aybar Nicolás, como rector; los profesores Rubén Suro García-Godoy y Fernando Morbán Laucer, vicerrectores; además de los académicos Hugo Tolentino Dipp y Antonio Ballester Hernández; más los estudiantes Virgilio Bello Rosa y Alexis Licairac, del grupo Fragua; Romeo Llinás, del BRUC, y Francisco José -Franklin-  Almeyda Rancier, del FURR.

La “Asamblea de la familia universitaria” aprobó nuevos reglamentos, como resultado de un estudio sobre las necesidades de reformas y para organizar la institución sobre principios de democracia y de eficiencia científica. En los mismos se indicaba que la tarea principal del Consejo provisional era defender la soberanía nacional y la autonomía de la UASD.

Esa labor estaba enlazada con la firme voluntad de elaborar un nuevo estatuto orgánico, impulsar la reforma y derogar las diversas resoluciones tomadas por el Consejo depuesto que vulneraban los principios de democracia; es decir, la libertad de cátedra, la libre expresión de las ideas, el derecho de asociación y la libertad de reunión en la UASD.

Una aspiración colectiva era conseguir que todos los profesores formaran parte del Claustro Universitario –máxima autoridad interna-, y que la representación estudiantil fuese el 40 por ciento del total de miembros de este organismo.

Los nuevos funcionarios  se instalaron en sus respectivos puestos el  miércoles 22 de septiembre, luego de la ceremonia notariada efectuada en el salón de sesiones del Consejo Universitario, en la que recibieron formalmente las llaves de la rectoría y de todas las oficinas administrativas, de manos del licenciado Teobaldo Rodríguez, representante de la Asociación de Empleados Universitarios. El abogado y profesor Francisco Antonio Avelino, instrumentó el acta notarial para legalizar la toma de posesión.

Desde ese momento, el ingeniero Aybar Nicolás,  actuando como rector inició una campaña pública sobre  la orientación científica de la reforma universitaria y su implementación en consonancia con los cambios democráticos reclamados por el país luego de la Guerra de Abril.

Pero la situación se tornaría de nuevo confusa tres días más tarde, con la publicación de un aviso en los diarios nacionales firmado por el ingeniero José Ramón Báez López-Penha, en calidad de rector y en nombre del Consejo Universitario institucional, advirtiendo al comercio y al público en general que la UASD no reconocería acreencia a su cargo si su comprobante no estaba expresamente autorizado con su rúbrica.

También Báez López-Penha anunciaba la convocatoria del Claustro universitario para el sábado 2 de octubre, con el fin de restaurar el orden y la disciplina dentro de la UASD y reveló que había sometido a la justicia al ingeniero Andrés María Aybar Nicolás, acusado de usurpación de funciones.

Igualmente indicó que serían procesados por ante la Primera Cámara Penal del Distrito Nacional otros veinte profesores y estudiantes que  colaboraron con la acción de despojo de su cargo, y citó entre ellos a los miembros del llamado Consejo Universitario Provisional (CUP), a los profesores Bolívar Batista del Villar, Andrés Avelino hijo, Orlando Haza del Castillo, Elsa Vallejo de Saint Amand, Antonio Zaglul,  Gustavo A. de León M., Jesús María Álvarez Vicioso, Luis Sosa Baudré, Idelisa Bonnelly de Calventi, Pedro Hernández Fernández, Almanzor González Canahuate, y a los estudiantes Romeo Llinás, Alexis Licairac, Virgilio Bello Rosa y Franklin Almeyda.

Cinco dias más tarde, 30 de septiembre, Báez Lopez-Penha publicó un nuevo aviso, comunicando a los profesores que el Ministerio de Finanzas le habia hecho entrega del subsidio correspondiente al mes de agosto para pagar la mensualidad al personal docente, e indicando que los profesores debian procurar sus cheques en las residencias de los  señores decanos.

Luego se supo que para conseguir que les pagaran sus salarios, los profesores tuvieron que firmar un documento reconociendo al ingeniero Báez Lopez-Penha como auténtico rector; lo que fue razón para que una buena parte de los educadores universitarios prefiriera no cobrar en esas condiciones y denunciaran ese acto de coacción como una retranca que impediría la reintegración del profesorado a las labores docentes y el regreso de la armonía a la UASD.

Esa medida fue -sin duda- un grave error que suscitó un gran descontento en el profesorado e incrementò el nivel de rechazo al antiguo rector; ya que -por falta de quórum- fracasaría en su intento de reunir el Claustro el sábado 2 de octubre y también el sábado siguiente, aun contando con el amparo de la fuerza pública solicitada al gobierno.

Sin embargo, Báez López-Penha continuaría batallando frente a un adversario con mayor respaldo y de una ideología totalmente opuesta a la suya, aunque era casi imposible que  lograse el reconocimiento del gobierno provisional de García-Godoy, no obstante invocar una y otra vez el origen legal de su gestión universitaria.

Por ello, consciente de su debilitamiento en el interior de la UASD, trasladó su acción a los medios de comunicación y al Palacio Nacional, vendiendo la idea de que convenía a la academia y al país que el gobierno impusiera una solución.  

La mañana del 2 de noviembre de 1965 el presidente Héctor Rafael García-Godoy Cáceres hizo un intento de mediación durante la reunión que por más de dos horas sostuvo en su residencia con una comisión del Consejo Universitario Provisional, integrada por el rector Aybar Nicolás, los vicerrectores Rubén Suro García-Godoy y Fernando Morbán Laucer, y los profesores Hugo Tolentino Dipp y Antonio Ballester Hernández.

Más tarde, García-Godoy Cáceres también se reunió  con Báez López-Penha, Miguel Ángel Piantini, Bernardo Fernández Pichardo y J.A. Froilán Tavares, integrantes del Consejo depuesto.

El presidente García-Godoy era en principio partidario de la búsqueda de un acuerdo sin la intervención del gobierno; pues entendía que el problema universitario debía ser resuelto entre los propios miembros de la familia uasdiana, de una manera democrática y sin presiones políticas o ideológicas. Pero había mucha tensión generada por  las fuerzas que se disputaban el control de la Universidad, y esta institución fue colocada en el vórtice de una tormenta, pues su problema interno se estaba debatiendo con fervor en las calles, en la plaza pública, realizándose una serie de movilizaciones que finalmente provocaron varias muertes en las inmediaciones del Palacio Nacional.

El primero en caer asesinado fue un estudiante de 17 años, llamado Pedro Tirado Calcaño, durante la mañana del lunes 27 de septiembre de 1965, en la misma puerta de la Casa Gobierno.

Ese joven  recibió un tiro de un fusil máuser por la espalda, disparado por un guardia que custodiaba el Palacio Nacional, en el curso de una manifestación de estudiantes de la escuela secundaria, que pedían al gobierno reconocer a las nuevas autoridades de la UASD y la desocupación de los liceos públicos que habían sido tomados por las tropas invasoras durante la Guerra de Abril.

Luego, en otra movilización similar, realizada  el 9 de febrero de 1966, fueron abatidos en el mismo lugar los estudiantes Miguel Tolentino, Antonio Santos Méndez, Luis Jiménez Mella y Altagracia Amelia Ricart Calventi.

Esos hechos sellaron la victoria del movimiento renovador universitario, de manera que el ingeniero Andrés María Aybar Nicolás conduciría la transición hasta el 28 de febrero de 1966 cuando es electo rector, por tercera vez, el doctor Julio César Castaños Espaillat; en esta ocasión acompañado por los doctores Fernando Morbán Laucer y José de Jesús Álvarez Vicioso, vicerrectores, con la misión de democratizar la UASD y abrir  sus puertas a los humildes hijos del pueblo.

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EL PATRIARCA INJURIADO

Por Sebastián del Pilar Sánchez.-  

El  domingo 28 de noviembre de 1965 el consejo nacional de disciplina del partido blanco decidió expulsar de sus filas al veterano dirigente perredeísta Ángel Emilio Miolán Reynoso, acusado de haber violado la línea política de la organización durante la Guerra de Abril de ese año.

La decisión causó revuelo, pues era un dirigente excepcional que en numerosas ocasiones había puesto en peligro su vida, luchando por la libertad, la democracia y el bienestar del pueblo dominicano.

Para el ciudadano común resultaba difícil comprender la conversión de héroe a villano de este dirigente que había sido el vocero de la conocida “Comisión de la Libertad” que llegó al país desde el exilio el 5 de julio de 1961 a organizar el partido blanco, aprovechando  el ambiente de libertad restringida que él contribuyó a crear después de la muerte de Trujillo.

Era totalmente inexplicable su separación del PRD, donde se había desempeñado como su presidente elegido en su primera convención nacional, efectuada el 21 de octubre de 1961 en el cine-teatro Ozama de la ciudad capital.

Pues en este partido…no sólo había sido su principal organizador, sino que se le consideraba -por su inagotable capacidad de trabajo- como el estratega del triunfo alcanzado por sus candidatos en las elecciones del 20 de diciembre de 1962, incluido Juan Bosch.

Miolán estuvo en la presidencia del PRD hasta el 25 de octubre del año 1964, cuando fue sustituido por Bosch en la tercera convención nacional ordinaria que hizo  esta entidad en su casa nacional, en el sector de Gascue, estando ambos exiliados en Puerto Rico.

En ese evento su nombre no fue presentado a ningún cargo directivo, se le marginó totalmente de la dirección política, con lo cual quedaba en evidencia su pésima relación con el líder del partido.

Su camaradería con Bosch se había resquebrajado. El deterioro de esa antigua amistad, de manera discreta comenzó  a manifestarse con la inauguración del gobierno perredeísta que no le confirió puesto ejecutivo, ni asesoría en una sola de las tantas oficinas del Estado, como es costumbre en quienes dirigen el partido oficialista en la República Dominicana. 

Se puede decir sin exagerar que en ese gobierno fue tratado con cierta indiferencia, y que el partido bajo su mando fue ignorado, disminuido y conducido a la inactividad; hasta el punto que cuando Bosch fue derrocado, los locales partidarios -por orden suyas- operaban sólo como escuelas.

 Las contradicciones internas

El juicio contra el antiguo dirigente perredeísta se llevó a cabo durante la mañana del 28 de noviembre de 1965 en su local de la avenida Independencia esquina Cervantes; exactamente, donde funciona la sede principal del Partido de la Liberación Dominicana.

En ese lugar estaban presentes unas 150 personas, entre dirigentes, militantes, periodistas y unos cuantos curiosos, pero el inculpado inexplicablemente brillaba por su ausencia; aunque más tarde explicaría -en declaración pública- que no asistió a dicho juicio porque no fue notificado, negándosele el sagrado derecho a la defensa.

Miolán calificó de “vagas e inconsistentes las imputaciones falaces  en su contra, fruto -según su apreciación-  de la calumnia y la mentira de sus acusadores», quienes habrían apelado al uso de armas indecorosas para atacarle, en “muestra típica del canibalismo político con que algunos estaban prostituyendo las normas de altura y dignidad del partido del pueblo”.

Ante su ausencia del juicio, y en señal aparente de respeto a sus derechos, el consejo de disciplina del PRD designó como abogado de oficio a Juan Onofre Holguín, quien más que su defensor, parecía ser el auxiliar del fiscal y presidente del comité del distrito del PRD, doctor Máximo Lovatón Pittaluga, pues había sido comisionado por la alta dirección del partido para airear las faltas a la disciplina interna que atribuían al veterano dirigente político.

El plan contra el expresidente del PRD se hizo público mucho antes de la convención de 1964, pero la intención en realidad no era tanto expulsarlo, sino aplacar su resistencia a ser relevado de modo provisional por el viejo luchador antitrujillista  Máximo Ares García (don Pasito), cuando Miolán alegaba que su mandato como principal ejecutivo del partido culminaba el 21 de octubre de 1966.

La rebeldía de este dirigente aumentó con la celebración de dicha convención  y su sustitución por el profesor Bosch en la presidencia del PRD, provocando  que el comité  del distrito volviera a considerar el apremio de someterlo al consejo disciplinario.

Pero lo que rebosó la copa, o colmó la paciencia de Bosch y los altos mandos del PRD fue un documento publicado el 11 de noviembre de 1965 en los diarios nacionales, firmado por el influyente comité provincial de Santiago, presidido por el distinguido empresario farmacéutico Germán Polanco, que llamaba a la unidad interna y a la reedición del binomio Bosch-Miolán, considerando el éxito que obtuvo en la dirección de  la campaña electoral de 1962.

El documento abogaba por la celebración de una convención en un plazo de 90 días para sustituir a los miembros del comité ejecutivo nacional, por ser supuestamente sectarios e incompetentes, además de un plan de trabajo que sacara al partido de la postración en que  se encontraba.

Este manifiesto conmovió a Bosch y a la élite partidaria, ya que no esperaban tal desafío, acompañado de una crítica severa a su inactividad política, al decir que el perredeísmo no estaba hecho para el letargo y  era necesario movilizarlo y prepararlo a todo vapor, a fin de  obtener la mayor de  las victorias en las elecciones de 1966.

Este documento advertía además que mientras los perredeístas estaban con los brazos cruzados, Balaguer no perdía su  tiempo y organizaba sus tropas para la lucha comicial; subrayando que el PRD tenía derecho a enorgullecerse con sus hazañas, pero le estaba prohibido dormirse en sus laureles. 

El manifiesto de Santiago estaba además firmado por dirigentes emblemáticos como José Saúl Petitón, secretario general del comité provincial;  Félix María Santos, secretario de actas y correspondencias; Ramón Evangelista Jorge, secretario de asuntos electorales; y Rigoberto Núñez, secretario de asistencia social.

También Miguel Antonio Rodríguez, secretario de asuntos  campesinos; José Apolinar Polanco, secretario de relaciones públicas; Evelio Pérez Molina, secretario de cultura y propaganda, y Antonio Jiménez, secretario de organización.

A esa posición se sumaron de inmediato los dirigentes de los subcomités de los ensanches Libertad y Román, y de los barrios Pueblo Nuevo, El Congo, El Egido, España, Los Pepines, Villa Belén, Hoyo de Lima, Baracoa y La Otra Banda.

Igualmente, los comités municipales de San José de las Matas, Mao, Castañuelas, Villa Vásquez, Navarrete, Jánico, Guayubín, Esperanza, San Pedro de Macorís, Puerto Plata, Luperón, Sosúa, Pimentel, Castillo y Salcedo.

Para evitar que la euforia miolanista se extendiera por todo el país, obligando a variar sus planes, la alta dirección del partido aplicó medidas represivas a varios de los firmantes, obligándolos a retractarse,  evitando ser sancionados y expulsados de su organización.

Asimismo, el comité del distrito decidió apresurar el juicio contra Miolán, agregando a su expediente la imputación de haber observado una conducta desleal a los principios del partido durante la guerra civil de 1965, al solicitar la intervención de la  Organización de Estados Americanos (OEA), mediante una acción multilateral en el plano diplomático (no militar) que detuviese -por la abrumadora cantidad de civiles muertos- el genocidio producido por las tropas del general Antonio Imbert  con su “operación limpieza» en la zona norte de la capital, a mediados de mayo de 1965.

Miolán estaba en Puerto Rico en ese momento y la visión que tenía era que se estaba produciendo una verdadera masacre en suelo dominicano; por lo cual se trasladó a Venezuela, visitando allí al presidente Raúl Leoni y a su ministro de relaciones exteriores y futuro jefe de Estado, Jaime Lusinchi, quienes eran sus amigos personales y con quienes conversó en torno a los acontecimientos de Santo Domingo, resaltando ante ellos la hegemonía de las fuerzas democráticas en las filas constitucionalistas y convenciéndolos  de hacer algo que pusiera fin a la referida matanza.

Miolán conocía muy bien a Venezuela, porque su vida en el exilio discurrió entre ese país y México, acumulando en ambos lugares muchos afectos y relaciones políticas de alto nivel, que contribuyeron a incrementar la solidaridad con la causa constitucionalista, ya que por iniciativa suya se formó un comité coordinador de los partidos de la izquierda democrática que hizo un vigoroso pronunciamiento en apoyo a la Revolución de Abril.

De acuerdo a Miolán, Bosch estaba detrás del comité del distrito en esta acusación, pues sostenía que “un asunto  de ese calibre sólo podía caminar dentro de las estructuras vigentes del perredeísmo, contando con el visto bueno del profesor”.

Decía también Miolán que “ningún dominicano consciente puede creer que el compañero Bosch esté desvinculado de la iniciativa del comité  del distrito”, advirtiendo “que éste cargaría con la mayor parte de la grave responsabilidad histórica del deterioro que pudiera producir en la unidad del PRD”. 

Otras imputaciones

 A Miolán se le cuestionaba por fomentar el grupismo en la relación de su partido con la Federación Nacional de Hermandades Campesinas (FENHERCA), una organización muy poderosa que contaba con unos 3 mil dirigentes en todo el territorio nacional y que representaba a un millón doscientos mil personas.

Esa entidad era un brazo político del partido blanco, al igual que la central sindical de trabajadores dominicanos FOUPSA-CESITRADO, y era dirigida por el exdiputado César A. Roque Taveras y el licenciado Eduardo Stormy Reynoso Sicard, que ocupaban los puestos de presidente y secretario general, respectivamente.

Otros dirigentes eran, Julio Landrón Melo, secretario de organización; Juan Cosme Penzo, secretario de bienestar social; Jesús María Mella, secretario de asuntos económicos; Pedro Encarnación Cáceres, secretario de finanzas; y Sally Macdonia Acosta, secretaria de actas y correspondencias. 

A Miolán también se le acusaba de apadrinar en el exilio una organización de seccionales perredeístas que había objetado el “Pacto de Río Piedras” que el 30 de enero de 1965 firmaran el profesor Juan Bosch y el doctor Antonio Rosario, en representación del PRD y el Partido Revolucionario Social Cristiano, para  luchar por la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones.

En ese grupo miolanista participaban el expresidente del Senado, doctor Juan Casasnovas Garrido; la exsenadora Thelma Frías; Virgilio Gell, exjefe del cuerpo de ayudantes del presidente Bosch; Nicolás Garrido, Luis Lezcano, Roberto Farías y Julio Mejía

Según el referido expediente, Miolán habría violado los estatutos de su partido, incurriendo en supuesta delación y sustentando opiniones que iban en contra de sus intereses morales, políticos y materiales.

La pieza acusatoria estaba apoyada por diversos documentos que fueron presentados en el juicio; entre ellos, recortes del diario El Mundo, de Puerto Rico, de la revista Bohemia y el diario The New York Journal. 

Los acusadores de Miolán también presentaron una cinta magnetofónica contentiva de declaraciones suyas, enjuiciando  la relación de Bosch y los dirigentes de izquierda durante la guerra civil.

Los principales críticos de Miolán eran el distinguido médico imberteño Segundo Armando González Tamayo, quien había desempeñado el puesto de vicepresidente de la República en el gobierno de Bosch y Jacobo Majluta Azar, su ministro de Finanzas.

También figuraba, el jefe del buró sindical del partido blanco, Manuel -Chichí Eusebio Puello, quien no compareció al juicio, pero envió su excusa.

González Tamayo y Majluta conocían muy bien a Miolán, ya que a su llegada al país el 5 de julio de 1961, tras 25 años de exilio, ambos le presentaron sus saludos a su entrada al hotel Comercial -frente al parque Independencia- donde se hospedó en sus primeros días en Santo Domingo.

48 horas más tarde, Miolán en compañía de Ramón A. Castillo, secretario de organización del PRD, formalizó el ingreso de estos dos jóvenes a su partido, para pasar -casi de inmediato- a formar parte del comité ejecutivo nacional, presidido por Miolán, en su calidad de secretario general, cargo que era entonces el más alto del partido.

En ese organismo González Tamayo ocupó el puesto de presidente del consejo nacional de disciplina, para saltar desde ahí a la encumbrada posición de vicepresidente; mientras Majluta se encargaba de la secretaría de organización, de donde pasó a ser ministro de Finanzas del gobierno de Bosch.

Otro dato que no se debe perder de vista es que el 31 de septiembre de 1963, seis días después del golpe de Estado, Miolán, González Tamayo y Majluta, quienes tenían varios días detenidos, fueron deportados en el mismo avión rumbo a Puerto Rico y no se puede descartar que durante ese amargo viaje hicieran referencia a las causas que provocaron el golpe de Estado, diciendo Miolán algo que lo indispusiera con sus compañeros de infortunio.

Aunque Miolán decía no sentirse apenado por tener entre sus críticos a estos hombres que fueron sus grandes amigos, en una entrevista que concedió al diario El Caribe dos días después del juicio, lamentó el daño que se le hacía a los anhelos de unidad dentro del PRD en un momento en que el pueblo necesitaba estar unido para afrontar las grandes tareas del país.

También manifestó que el único crimen que había cometido dentro del partido era “no bajar la cabeza obedientemente y atreverse a discrepar de las opiniones del profesor Bosch”.

Pero indicó que el PRD era su casa y de ahí no lo sacaría nadie; por lo cual seguiría en esa entidad como “un simple ciudadano, un simple soldado del perredeísmo, trabajando por la unidad del partido y  por los intereses del pueblo”.

Agregó que continuaría luchando desde el litoral perredeísta para que las libertades públicas fueran efectivas. También,  por la seguridad ciudadana, la justicia social y el  desarrollo de la economía nacional, para acabar el hambre, la miseria, la ignorancia y las enfermedades, y por el rescate de la soberanía nacional, mancillada por la presencia de tropas extranjeras en el suelo patrio.

Miolán prometió no hacer nada que pudiera dividir a su partido y luchar por  el cumplimiento de su misión histórica como fuerza rectora del destino del pueblo dominicano.

Incluso rechazó los rumores que lo situaban cerca del doctor Joaquín Balaguer, entonces candidato presidencial del Partido Reformista para las elecciones que se iban a celebrar el 1ro. de junio de 1966, aunque indicó que era innegable el aumento de sus posibilidades de triunfo en esos comicios.

Dijo también que no podía evitar que se rumorara que era el jefe de campaña política de éste, como tampoco que se le sindicara como un individuo de pensamiento marxista.

Esa observación la hizo para que se recordara que no sólo era un luchador democrático que a los 22 años de edad estaba complotando para matar a Trujillo, en el año 1934; sino que también,  quince años más tarde, el 21 de enero de 1939 estaba participando junto a Bosch, Enrique Cotubanamá Henríquez y otros dirigentes antitrujillistas en la formación  del PRD en la casa del doctor Virgilio Mainardi Reyna, en el distrito de Marianao, La Habana, Cuba.

También quería recordar entonces que en 1942 se le confió la responsabilidad de dirigir la secretaría de asuntos obreros del PRD, donde se mantuvo hasta el año 1950, cuando pasó a ocupar  la secretaría general, cargo superior de la organización.

Miolán era un individuo tan avanzado dentro del PRD, que a causa de sus planteamientos, poco después de su llegada al país en 1961, observó desde su despacho en la casa nacional el embate ideológico contra su persona de la  esposa de su antiguo aliado Nicolás Silfa; pues doña Lucy, junto a varios seguidores de su marido, escenificó una violenta protesta frente a la casa nacional, en la cual acusaba a Miolán de ser comunista, sacando a colación que en la década del 50 había sido colaborador cercano de Vicente Lombardo Toledano, candidato presidencial del Partido Popular Socialista, de México.

Claro que ese expediente no fue incorporado por los acusadores de Miolán en los aspectos negativos que salieron a flote en el juicio realizado, porque no era conveniente referirse a su vínculo con hombres de izquierda.

Por último se debe subrayar la posición de Miolán sobre la Revolución de Abril, pues estimaba que había sido un triunfo moral del pueblo, aunque fracasara -desde su punto de vista- la tesis de la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones.  

Miolán entendía que el “movimiento revolucionario no fue organizado por nadie, pues estos fenómenos no son hechuras ni de políticos ni de grupos ni de partidos, sino que nacían de las contradicciones políticas, económicas y sociales que quebrantaban violentamente el cuerpo social”.

También creía que en el desenlace de  la Guerra Abril habían sido determinantes los factores de «la deshonestidad, la inmoralidad y la arbitrariedad del gobierno de facto», para generar el descontento popular que devino en la sublevación militar y la lucha armada.

Consideró que “lógicamente el golpe de Estado del 24 de abril si obedeció a un planeamiento y a una organización, pero una cosa fue ese hecho y otra bien distinta, aunque ligada a la primera, la guerra revolucionaria que se inició el 24 de abril del mismo mes”.

De acuerdo a Miolán, el profesor Juan Bosch había sido el inductor del golpe del 24 de Abril; pero creía que no le cuadraba el «título de líder de la guerra, ni de ideólogo de la misma, en razón de que estuvo ausente del teatro de los acontecimientos”

Manifestó que “Caamaño como otros, si fueron héroes militares, así como JottinCury y otros sí fueron ideólogos y pudieron serlos por una razón de presencia física en el escenario de los hechos”.

Esta tesis de Miolán  sobre la Guerra de Abril era considerada por Bosch como contraria a los principios de su partido, por lo cual perjudicó durante largos años la imagen del patriarca nativo de la provincia de Dajabón.

Miolán  estuvo retirado de la vida pública hasta la noche del 30 de enero de 1967, cuando el presidente Balaguer, en virtud del decreto No.  927, expedido el día 27anterior, lo juramentó en su gabinete como secretario de Estado sin cartera y titular  de la Dirección General de Turismo.

En esa posición demostró que era un gerente exitoso, logrando instalar la primera escuela turística en el país y contribuyendo  a que aprobaran varias leyes de regulación, incentivo y financiamiento del Turismo, y venciendo la incredulidad de muchos dominicanos que aún viendo el crecimiento de la hotelería y la industria turística en diversos puntos del país, llegamos alguna vez a corear: “¿Y los turistas dónde están? ¡En la cabeza de Miolán!”.

Este hombre tuvo dos largos períodos de exilado, y durante el gobierno del Triunvirato vivió la pesadilla de ver desde su exilio en Puerto Rico cómo se le negaba la entrada al país a su esposa, doña Carmen Palacios, quien vino a ver a don Rafael Miolán, su padre, gravemente enfermo en su casa en la calle Marcos Adón esquina 26 del sector de Villa Juana.

Por suerte se le reconoció en vida como el “Padre del Turismo Dominicano” y el PRD de manos del doctor José Francisco Peña Gómez, lo atrajo de nuevo a sus filas, para restaurar plenamente su imagen y venerar su figura, logrando que se le eligiera en 1986 como senador por la provincia de Dajabón y luego como presidente ad-vitam del partido blanco.

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AMIN ABEL EN LA FED

Sebastián del Pilar Sánchez.-

La expulsión de la directiva completa de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) fue decidida en fecha 17 de noviembre de 1964 por la autoridad superior de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que los acusaba de ser los responsables del boicot al examen de admisión que debieron tomar unos mil 450 estudiantes para ingresar al recién instaurado Centro Universitario de Estudios Generales (CUEG).
Los principales afectados fueron el secretario general de la FED, Amín Abel Hasbún, cuya matrícula fue suspendida durante tres años, y Luis -Pin Montás, secretario de relaciones obreras, expulsado con carácter definitivo, por reincidente, ya que había sido anteriormente inhabilitado con una pena similar, dictada por el Consejo Universitario en la primera gestión del rector Julio César Castaños Espaillat.

Los demás sancionados -por un periodo de dos años- eran los bachilleres Emma Tavárez Justo, subsecretaria general; Narciso Isa Conde, secretario de asuntos culturales; Carlos Dore Cabral, secretario de prensa; Margarita Peralta, subsecretaria; Narciso González, subsecretario; Teobaldo Rodríguez, secretario de finanzas; Emma Alburquerque, subsecretaria; Emilio Herasme Peña, subsecretario; Romeo Holguín Veras, secretario de asuntos internacionales; Carlos Amiama, subsecretario; Dulce Ramírez, vocal, y Juan -Johnny Gil Batlle, vocal.

También Arismendi Díaz Santana, subsecretario; Rafael Reyes Prida, subsecretario; Belén Vargas, secretaria de actas y archivos; Franklin Leroux, subsecretario; Hipólito Martínez, secretario de coordinación; Virgilio Moya, secretario de relaciones campesinas; Rafael de la Rosa, subsecretario; Eva María Rivera, subsecretaria, y José Sosa, subsecretario.

Igualmente, Adolman Fermín, subsecretaria; Gerardo Taveras, secretario de asuntos internos; Migna Montás, subsecretaria; Nicolás Pichardo, secretario de propaganda; Emma Gutiérrez, vocal; Diego Pimentel, subsecretario; Virgilio Moya, secretario de relaciones campesinas; Melba Aponte, vocal; Bernardo Fernández, vocal; Marcos Aristy, vocal; y Luis Pariens, vocal.

Todos habían sido escogidos durante un congreso efectuado el 27 de enero en el paraninfo de la facultad de Ciencias Médicas, donde participaron los delegados surgidos de las elecciones celebradas el día 20 anterior.

Amín Abel tenía entonces 22 años, finalizaba su carrera de ingeniería civil y estaba vinculado al movimiento estudiantil desde su creación en 1961 como dirigente del grupo Fragua, un conglomerado universitario con una historia escrita con sangre; pues habían sido sus miembros los fieros combatientes Tony Barreiro y Luis Ibarra Ríos, mártires de las guerrillas catorcistas de diciembre de 1963, capitaneadas por Manolo Tavárez Justo.

Fragua desbordaba entusiasmo y fervor entre sus seguidores, inspirados en el ejemplo y sacrificio de los citados jóvenes y en el profundo mensaje ideológico contenido en su penetrante lema: «Pensamiento y acción fundidos en armas contra la injusticia».

Desde la creación de Fragua, Amín Abel era uno de sus representantes en la FED y su delegado en el Consejo Universitario, dos ambientes distintos donde defendía dignamente los intereses de los estudiantes humildes.
Sin embargo, hasta el año 1964 su labor en la FED se apreciaba en bajo perfil, porque la amplia presencia de su grupo en los medios de comunicación se manifestaba por medio de la figura carismática de Asdrúbal Domínguez Guerrero, principal dirigente estudiantil universitario.

También por vía del periódico que conducían Luis Ibarra Ríos, José Israel Cuello Hernández y Juan Bosco Guerrero; así como por las frecuentes declaraciones que ofrecían sus dirigentes Cayetano Armando Rodríguez del Prado, Antonio Locward Artiles y los hermanos Antonio y Narciso Isa Conde.

Esos jóvenes descollaron en la vida pública al desplegar una inolvidable jornada de lucha por la conquista de la autonomía y fuero universitarios y por la instauración de un régimen de derecho durante el tormentoso proceso de democratización del país que precedió a la caída de la dictadura de Trujillo.Julio

También se destacaron por su apasionada y encendida rivalidad frente a los estudiantes representantes de la corriente socialcristiana, José Joaquín Puello Herrera, Bernardo Augusto Defilló Martínez, Fernando Mangual Navarro, José Antinoe Fiallo Billini, Julio Samuel Sierra Gomez (Jimmy) y Carlitos Fernández Rivera, en un escenario donde incursionaban además, con igual ahínco y deseo de triunfo, los jóvenes perredeístas Rafael Francisco Alburquerque de Castro, Armando Antonio Hoepelman Ripley y Francisco José Almeyda Rancier, quienes lideraban el minoritario Frente Universitario Revolucionario Radical (FURR).

La llegada de Amín Abel a la secretaría general de la FED, en enero de 1964, facilitaría su frecuente aparición en los medios de prensa; especialmente luego de un congreso efectuado en el paraninfo de la facultad de Ciencias Médicas, donde el nuevo líder estudiantil se comprometió a luchar con firmeza por la libertad de cátedras y la masificación de la enseñanza.
Aunque estaba claro, sin embargo, que había escogido un camino espinoso, pues ese objetivo era inalcanzable a menos que decidiese enfrentarse con energía al Consejo Universitario y a los grupos ocultos que querían la vigencia del examen de admisión como prerrequisito para entrar al CUEG, debido a que así se propiciaba con más facilidad su proyecto de retrotraer la UASD a la época superada, de dictadura y elitismo, en que se dificultaba el ingreso a sus aulas de los estudiante de escasos recursos.

La posición de Amín Abel se radicalizaría luego de las drásticas medidas disciplinarias fijadas por el Consejo Universitario y de una declaración ofrecida por el rector de la UASD, ingeniero José Ramón Báez López Penha, en la que descartaba discutir el tema, alegando que “el examen de admisión no es una novedad ni aquí en ninguna parte del mundo”, mientras advertía que sin dicha prueba era imposible realizar los cursos básicos durante el año 1965.
Hasta entonces, el joven estudiante de último año de ingeniería civil había exhibido una actitud ecuánime y conciliatoria en relación a sus antiguos compañeros del Consejo Universitario, a la que hicimos referencia en una publicación anterior, titulada: “Cayetano Rodríguez y la expulsión de profesores en la UASD”.
Decíamos ahí que siendo rector el medico psicólogo Salvador Amable Iglesias Baehr, permitió que el delegado del grupo Fragua, Amín Abel, introdujera el debate sobre la necesidad de destrujillizar el cuerpo profesoral de la institución a principios del mes de febrero de 1963.

Pero nadie recuerda haber visto a este dirigente accionando en las tumultuosas movilizaciones que realizó su grupo, liderado en ese momento por el joven estudiante de arquitectura Cayetano Armando Rodríguez del Prado, las cuales pudieron generar una desgracia por el afán de sus participantes en sacar de la UASD a los profesores trujillistas durante la mañana del 1ro. de febrero de 1963.

Una de las víctimas de aquel famoso “Plan Cayetano” fue precisamente el ingeniero Báez López Penha, a la sazón decano de la facultad de Ingeniería y Arquitectura, quien figuraba –tal vez injustificadamente- en la famosa lista de supuestos trujillistas elaborada por el grupo Fragua y por la cual fue desconsiderado por miembros de esa organización que coreaban la consigna: ¡Fuera los trujillistas de la UASD!

Ese funcionario fue sacado de su oficina a empellones y luego, bajo la triste mirada de muchos de sus alumnos, se le paseó de mala manera por la explanada de la facultad de Ingeniería y por la calle Juan Sánchez Ramírez, dentro del perímetro universitario, hasta llevarlo al Alma Máter, donde lucía aterrorizado, dando lugar a que se le permitiera abandonar la Universidad, escuchando a sus espaldas aquella muchedumbre que no cedía en gritarle: ¡Fuera, fuera de la UASD!.

Por ese acto de fuerza fue cancelada, aunque por breve tiempo, la matrícula universitaria del autor del “Plan Cayetano”, y por el boicot al examen de admisión, el rector Báez López Penha recomendó al Consejo Universitario sancionar a todos los dirigentes estudiantiles.

No obstante el drástico castigo, Amín Abel continuó laborando en el gremio estudiantil, por lo cual en fecha 5 de abril de 1965 el Consejo Universitario decidió desconocer el estatus legal de la FED, en un esfuerzo infructuoso por detener el creciente malestar que se sentía dentro de la UASD por la actitud complaciente de su alto mando con el gobierno de facto llamado Triunvirato, en momentos en que se percibía contra éste, en todo el territorio nacional, el repudio de amplios sectores que demandaban la reposición del gobierno constitucional de Juan Bosch.

El rector Báez López Penha en un acto desesperado dispuso paralizar la entrega de la subvención mensual a los directivos de la FED, y ordenó que se les despojara también de su local en el antiguo edificio principal del Alma Máter, y de una máquina de impresión, tipo mimeógrafo, que les servía para reproducir en papel esténcil numerosas copias de las notas de prensa y resoluciones del gremio.

El Consejo Universitario justificó esta última medida indicando públicamente que esa era su respuesta al uso indebido de los bienes de la FED en actividades de propaganda del Partido Socialista Popular contra el gobierno del Triunvirato.
Se recuerda que a ese partido pertenecían los hermanos Tony y Narciso Isa Conde, Emma Tavárez Justo, Carlos Dore Cabral, Diómedes Mercedes y otros dirigentes del grupo Fragua.

La represión del rector contra los dirigentes estudiantiles se incrementó durante la semana santa de 1965, al instalarse en su local una puerta de acero que les impedía penetrar a su interior. Eso generó la crítica de estudiantes, profesores y empleados, incrementó la repulsa al examen de admisión y amplió la solidaridad de sectores externos con los directivos de la FED.
También, esa medida arbitraria y antidemocrática produjo una huelga de hambre que duró toda una semana, y que fue necesario suspender por los estragos del hambre en varios estudiantes internados de gravedad en el hospital Padre Ballina y en la clínica Dr. Abel González.

Esa huelga de hambre por poco le cuesta la vida a Carlos Amiama, directivo de la FED y afectó severamente la salud de sus compañeros Orlando Martínez, Luis –Pin Montás, Catalina Pumarol, Narciso Isa Conde, Magda Acosta, Diómedes Mercedes, Julián Parahoy, Osvaldo Domínguez y Antonio Camilo.
Esa huelga de hambre contribuyó a acercar a todos los grupos estudiantiles, disminuyendo la tensión entre Fragua y el BRUC; de tal manera que los socialcristianos sorprendieron a la opinión pública al retirar del Consejo Universitario a su delegado estudiantil Bienvenido Brito, debido a las reiteradas torpezas en que incurría ese organismo.

El BRUC reclamó a las autoridades detener la represión y reconocer el derecho de los estudiantes a participar en la reforma universitaria, y pidió también que revocaran las disposiciones injustas y arbitrarias que afectaban a los dirigentes sancionados desde el 17 de noviembre de 1964.

Poco más tarde el grupo socialcristiano realizó una asamblea estudiantil donde orientó a sus seguidores para que participaran en todos los actos dirigidos a denunciar y rechazar el examen de admisión, considerado como un elemento negativo que utilizaba el Consejo Universitario para obstruir el libre ingreso de estudiantes a la UASD.

Con esa posición del BRUC se despejaba el panorama universitario y se sepultaba el debate sobre la legitimidad de la reelección de Amín Abel en la secretaría general de la FED en las elecciones del 20 de enero de 1965, introducido por el bachiller Defilló Martínez, quien sostenía que esos comicios estaban viciados debido al presunto descubrimiento de listas impresas de votantes que estaban repetidas, cosa que calificó de fallas graves en el mecanismo electoral que determinaban la anulación del proceso.
En esos comicios el grupo Fragua había salido vencedor al obtener mil 559 votos y 25 representantes al congreso de la FED, contra mil 185 del BRUC, quien logró nueve. Y también Fragua consiguió dos delegados al Consejo Universitario, Amín Abel y Héctor Florentino, mientras el BRUC retuvo en ese organismo a Bienvenido Brito.

Con la incorporación del BRUC y del FURR a los reclamos de reforma, y luego de la Guerra de Abril, el 25 de septiembre de 1965 finalmente surge en la UASD un movimiento crítico y renovador que depone a las autoridades universitarias y establece un nuevo estatuto orgánico y la restitución de los dirigentes estudiantiles con Amín Abel a la cabeza.

Este líder juvenil tuvo una digna participación en esa contienda bélica, al participar como soldado en un comando del 14 del Junio y asumir el rol de instructor de la Academia Político-Militar «24 de Abril». Y como bien relata magistralmente en estos días ese inmejorable narrador de historias llamado Jimmy Sierra, en un artículo ampliamente difundido por las redes sociales, Amín Abel se cubrió de gloria el 19 de diciembre de 1965, al denunciar a través de la potente emisora Radio Guarachita, tomada por sorpresa, el peligro que corría el coronel Caamaño y varios de sus acompañantes que ese día estaban recibiendo el sostenido bombardeo -en el hotel Matum de Santiago- de tropas del ejército que recibían órdenes del ministro de las Fuerzas Armadas, contralmirante Francisco Javier Rivera Caminero, en franca violación a los acuerdos paz firmados entre el ejército constitucionalista y la Organización de Estados Americanos (OEA), para ponerle fin a la guerra civil.

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LA  CONFIDENTE QUE SEDUCE A GALÍNDEZ

Por Sebastián del Pilar Sánchez.-  

 En el curso del año 1955, la entonces Dirección Nacional de Seguridad del Gobierno dominicano incorporó a sus filas a la señorita Gloria Estebanía Viera Marte, una campesina de 21 años de edad, oriunda del pequeño pueblito «El Mamey», de Puerto Plata, asignándole -dentro del servicio de inteligencia- la misión especial de seguir y monitorear en la ciudad de Nueva York las actividades que realizaba allí el refugiado español Jesús de Galíndez Suárez, quien se había declarado enemigo de Trujillo y estaba encabezando –con el apoyo de intelectuales y profesionales dominicanos, residentes en esa urbe- una campaña de denuncia sobre los robos y crímenes que se les atribuían al dictador en sus 25 años en el poder. 

Jesús de Galíndez

La chica se encontraba entonces en Santo Domingo, de paso por el ensanche Luperón, donde residía una tía suya que estaba casada con un mayor de la Policía de apellidos Cruz y Féliz, y con su respaldo optimista había iniciado los preparativos para su viaje a la ciudad de los rascacielos y un proyecto de inversión de su primer salario en el alquiler o compra a largo plazo de una vivienda -cómoda y barata-, en el sector de Villa Mella, para mudarse allí junto a sus padres, según se pudo saber a través de su amigo José de Arco María González, de 50 años, residente en la calle Otilio Meléndez (Tunti Cáceres), en el Distrito Nacional. 

Galíndez había llegado a la Gran Manzana el 31 de enero de 1946, instalándose en la célebre Quinta Avenida, en un área residencial denominada «Greenwich Village», en el lado oeste del distrito de Manhattan, y sorprendió a la opinión pública -tan pronto pudo- con su ácido rechazo al régimen dictatorial trujillista, expuesto en conferencias en universidades y centros culturales, y en artículos periodísticos publicados en diarios locales y en las revistas Bohemia, Alderdi, Élite y Life, como el titulado “La opereta bufa de Trujillolandia”, que puso al descubierto las atrocidades de la dictadura. 

Galíndez había formado parte de esa legión de refugiados que pisó suelo dominicano el 29 de noviembre de ese año, teniendo él la buena fortuna de recibir un trato acogedor en la esfera pública, siendo enseguida invitado a incorporarse al personal docente de la escuela diplomática y consular de la Cancillería.  

Allí contó entre sus alumnos al joven Ramfis Trujillo, el hijo mayor del dictador, y obtuvo el apoyo oficial para  llevar su experiencia profesional a la cuatricentenaria Universidad de Santo Domingo y al Ministerio de Trabajo, donde se le asignó el puesto de asesor legal que desempeñó hasta el día final de su estadía en tierra quisqueyana. 

Esa inquietante noticia llevó al gobierno de Héctor Bienvenido Trujillo a enviarle un emisario con una oferta metálica tentadora, a cambio de que entregara el documento elaborado y renunciase a su publicación en el futuro; pero para su sorpresa, éste rehusó aceptar el ofrecimiento y ratificó su voluntad de continuar su obra, que presentaría como tesis doctoral en la Universidad de Columbia,  donde -desde 1951- había sido contratado como profesor de las cátedras de Historia de la Civilización Iberoamericana y Derecho Público Hispanoamericano, a las cuales asistían numerosos alumnos que apreciaban sus dotes de intelectual y académico. 

Ramfis Trujillo

Luego de ese fracaso es que entra en acción la joven Gloria Estebanía Viera Marte, mejor conocida como “La Gogui”, a quien la inteligencia trujillista le encomendó la tarea de acercarse a Galíndez y procurar cautivarlo con su magia femenina. Era una chica de encendido pelo rojizo y bastante pequeña, pero poseía una personalidad singular  capaz de neutralizar el efecto visual negativo de su baja estatura. Su selección como confidente exclusiva para el caso Galíndez, se hizo motivando su notable sagacidad y su increíble parecido con una novia que tuvo el  español en la época en que fue profesor en la escuela diplomática y consular de la Cancillería, llamada Rosa Báez López Penha. 

Antes de  viajar a Nueva York, La Gogui fue instalada durante mes y medio en una bonita suite del hotel Paz (Hispaniola) en la capital, donde casi siempre recibía de noche una llamada telefónica -de seguro orientadora- que le hacía el general Arturo Rafael Espaillat Rodríguez, un experto en seguridad que conocía mejor que nadie la ciudad de Nueva York, por haberse criado en ella, dominando a plenitud sus lugares más recónditos. Este oficial era hijo de un médico vegano amigo de Trujillo, que estuvo durante varios años al frente del consulado dominicano, posibilitando con autoridad y logística que sus familiares conocieran bien esa gran metrópoli y asistieran a los mejores colegios neoyorquinos. El general pudo educarse en la afamada Academia de West Point, la mejor escuela militar del mundo, de la que egresó en 1945, convertido en el primer -y único dominicano en exhibir un título de ese centro de formación de cadetes. 

Algún detalle extra sobre la estadía de La Gogui en el referido hotel podría encontrarse en la lectura de una crónica del diario El Caribe, de fecha 24 de marzo de 1964,  calzada con la firma del periodista Julio C. Bodden, que recrea bastante lo expresado en las primeras tres líneas del párrafo anterior y que, además, atribuye a este militar  la responsabilidad del costoso alquiler de la suite indicada, aunque sobra decir que esa instalación hotelera era propiedad de la familia Trujillo.  

La preparación de La Gogui corrió a cuenta de un español que conocía muy bien a Galíndez llamado Félix Hernández Márquez -El Cojo, quien la escoltó durante su viaje a la ciudad costera de Mayagüez, Puerto Rico, donde cambió su identidad por Ana Gloria Viera y fue dotada de un pasaporte americano en su nueva condición de nativa de la isla borinqueña. Allí conoció las directrices finales sobre cómo debía tratar a Galíndez y moverse en la ciudad de Nueva York; además de que tuvo que modificar algunos términos recurrentes en su habitual lenguaje y aprenderse de memoria los nombres de las principales calles y atractivos turísticos de Mayagüez para realizar con cierta presteza y rigor su papel -ocasional- de puertorriqueña y de recién casada  y amorosa esposa de su acompañante. 

Félix Hernández Márquez era un antiguo estudiante de medicina, amigo de Galíndez, que había participado junto a él en la guerra civil española…combatiendo en apariencia a favor de los republicanos, porque en realidad era un leal compromisario de los objetivos del ejército de Franco y al concluir la contienda, seguiría siendo confidente del dictador español y a veces sicario por encargo de su gobierno; aunque ya su servicio no era tan necesario dentro de su país, sino en el extranjero; especialmente en territorio estadounidense por haberse constituido en refugio principal de los exiliados defensores de la República, quienes con ardor y pasión seguían promoviendo la insurrección armada en España. 

En el mes de febrero de 1955, Hernández Márquez había volado a Nueva York a cumplir el encargo de deshacerse de algunos enemigos de Franco y de su amigo Trujillo, pero esa orden fue  cambiada el día 1ro. de  marzo, al recibir un cablegrama que decía lo siguiente: “Deje la misión en suspenso, regrese inmediatamente”. 

Fue poco después que viajó a la República Dominicana a buscar a la  señorita Viera para llevarla a Nueva York, vía Puerto Rico, y presentársela a Galíndez, quien al conocerla se había impresionado tanto, por su energía corporal en abundancia, su tierna sonrisa y su evidente audacia, que a Hernández Marquez le pareció ver en sus ojos un asomo de lujuria y una mirada codiciosa surgida del deleite visual sin freno que lo haría prisionero de sus encantos.  

Al profesor le había llegado de prisa el deseo de conocerla y adorarla, provocado por el vaivén sensual calculado de su estupenda figura. La miraba atónito, pero con mucha ansiedad, como queriendo apresurar una relación marital intensa y absorbente; pues sentía que llegaba a su vida a ocupar un sitio principal en su corazón, ya que estaba logrando en cuestión de unos segundos conmover su pensamiento y desatar en su mente un excitante entusiasmo que culminaría con  la gestación súbita  de su  único hijo; al que su madre pondría por nombre  Manuel, quien sería criado por su abuela Confesora Marte en su casa de Villa Mella y sería un joven inquieto, sumamente conocido, al igual que su hermano de crianza Hipias, en la urbanización El Portal del Distrito Nacional, ambos residiendo al lado de la vivienda donde nació y se crió el inmenso baloncestista Hugo Cabrera. 

Pero aún en esta circunstancia familiar, Galíndez no  modificaría su rol de crítico incorruptible frente a la dictadura de Trujillo; resurgiría en el medio social como un combatiente sin retroceso, siguiendo firme en su posición antitrujillista como si al ser alcanzado por un flechazo de amor, su espíritu estuviese acumulando mayor rebeldía, fortaleza y resistencia para eludir sin temor el asedio, el soborno y el chantaje de sus oponentes, quienes por medio de Hernández Márquez se empecinaban en convencerlo de que no presentara al público su escrito sobre la Era de Trujillo; pero Galíndez era un hombre muy testarudo y estaría exponiendo su tesis doctoral en la Universidad de Columbia en fecha 21 de noviembre de 1955, provocando la ira del tirano y dos visitas consecutivas del  referido amigo, quien llegó desesperado a su apartamento de Greenwich Village los días 8 de enero y 16 de febrero de 1956, para advertirle que su proceder era una provocación peligrosa a los trujillistas de Nueva York y que no intervendría en el caso de que se gestara una agresión en su contra. 

Galíndez rechazó su amenaza y le pidió que se fuera de su casa, porque era inaceptable que le estuviese gritando en su propio domicilio, perturbando la paz interior de los hogares vecinos. Lo estaba reprendiendo de igual manera, por su insistencia en  acorralarle y le dijo que llamaría a la policía, acarreando que saliera de modo precipitado, seguido por la mirada curiosa de muchas personas que situadas en el parqueo del edificio, daban seguimiento solidario a la discusión de su vecino, quien con mucha brega había podido librarse  de la presencia indeseada de aquel extraño que ya se marchaba. 

El 27 de febrero de 1956 la Universidad aceptó la tesis de Galíndez, pero dos semanas más tarde ocurriría el acto criminal de su desaparición provocado por la mano tenebrosa del dictador Trujillo, quien se atrevió a implementar un secuestro en plena vía pública de la ciudad de Nueva York…una increíble extradición forzada que se llevaría de encuentro a dos extranjeros y  varios dominicanos. 

La noche del secuestro 

Todo comenzó la noche del 12 de marzo de 1956. Galíndez era profesor de la cátedra de Derecho Internacional en la Universidad de Columbia y concluyó el horario de clases a las 8:45 p.m., abandonando el salón número 307 del edificio Hamilton, en la Facultad de Estudios Generales, junto a su alumna Evelyn Lang, quien le acompañó a tomar el metro en la Octava Avenida esquina calle 57,  para retornar a su apartamento de Greenwich Village. 

Esa alumna sería la última persona en verlo con vida, aparte de sus secuestradores, que eran Félix Hernández Márquez (El Cojo), un agente de la CIA llamado John Frank y el coronel Salvador Cobian Parra, del servicio de inteligencia trujillista, quienes lo esperaban dentro de su casa, junto a su amante Gloria Viera, vestida de enfermera y un médico llamado Miguel Rivera, que le suministraría los sedantes necesarios para que tuviera la apariencia de un enfermo terminal de cáncer.

Galíndez fue transportado sedado hasta el aeropuerto de Linden, en Nueva Jersey, siendo introducido en un avión Beechcraft, piloteado por el estadounidense Gerald Lester Murphy, un joven de 21 años, nativo de Eugene, Oregón, quien conduciría la nave hasta el aeropuerto de Zahn’s, en Amityville, Long Island, donde fue reabastecido de combustible, para partir a seguidas con rumbo a Montecristi, en la costa noroeste de la República Dominicana, donde le esperaba una avioneta piloteada por el capitán Octavio de la Maza y una ambulancia donde fue alojado hasta       que lo llevaron a la Hacienda Fundación, a poca distancia de la ciudad de San Cristóbal, donde lo  esperaba Trujillo, quien de acuerdo con la versión del capitán Alicinio Peña Rivera, encabezó la tortura para que se retractara de lo que había escrito sobre la ilegitimidad de su hijo Ramfis. De ahí fue llevado a una cárcel solitaria en la Penitenciaría Nacional La Victoria, donde presuntamente murió ahorcado. 

Después de eso, se produjo el supuesto suicidio del médico Miguel Rivera, quien habría ingerido una pastilla de cianuro; la muerte a tiros, dentro de su despacho, del coronel Salvador Cobian Parra, del servicio de inteligencia; el supuesto accidente automovilístico de Hernández Márquez (El Cojo); el asesinato de Murphy; el suicidio de De la Maza y el simulacro de accidente automovilístico de Gloria Viera, ocurrido en la cercanía de Villa Altagracia, doce días después de haber dado a luz a su hijo Jesús Manuel. 

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LA CONFLICTIVA ERA DE BELISARIO EN LA POLICÍA

Por Sebastián del Pilar Sánchez.- 
El 16 de marzo de 1962, el Consejo de Estado, presidido por el licenciado Rafael Filiberto Bonnelly, anunció la designación de Belisario Peguero Guerrero como jefe de la Policía Nacional, suscitando amplia expectativa en la opinión pública que había sido sorprendida por el ascenso de este coronel policial, habiendo sido una costumbre de la era de Trujillo que sus incumbentes -con excepción del coronel Ramón A. Soto Echavarría y más tarde José Caonabo Fernández González-, fueran oficiales de alta graduación  del ejército o de otra entidad castrense, que se manejaban de acuerdo a la conveniencia y orientación despótica del dictador, reprimiendo y atropellando a sus adversarios, como una manera efectiva de mostrar su lealtad y lograr que se les confiriera mayor jerarquía en sus operaciones y una serie de privilegios que aseguraban su bienestar económico y su vertiginoso remonte en el escalafón social.
El nuevo líder de la Policía había llegado al cargo en un momento en que la institución estaba siendo severamente cuestionada por su pésima actuación en los sucesos sangrientos de la calle Espaillat y el parque Independencia, ocurridos los días 20 de octubre de 1961 y 16 de enero de 1962, mientras intentaba desarticular las manifestaciones públicas de repudio a la familia Trujillo y al presidente Joaquín Balaguer, guiadas por jóvenes que habían tomado las calles gritando delirantes: ¡libertad! ¡Libertad!
Poco más tarde, la imagen de la Policía sufriría un nuevo agrietamiento, al ocurrir un suceso inaudito el 18 de febrero de 1962, dentro de su propia sede central, en la avenida Leopoldo Navarro con México, del Distrito Nacional, donde la mayoría de sus miembros fue vista escenificando una dramática protesta en rechazo a la designación del coronel del ejército Manuel Secundino Pérez Peña como jefe policial, bajo el argumento de que ese oficial era tan represivo que maltrataba y desconsideraba a sus subalternos.
Los policías amotinados allí impidieron su juramentación, viéndose el presidente Bonnelly en la necesidad de sustituirlo por el coronel Rafael Bienvenido De Castro Ortiz, quien apenas permanecería un mes en el cargo.
Belisario Peguero inició su gestión teniendo el reto de apartar la Policía de las funciones militares, ya que -luego de 31 años de dictadura- el país se abocaba a vivir una etapa de transición hacia a la democracia y sus agentes tenían que garantizar un clima de paz en el torneo electoral fijado para el mes de diciembre, que implicaba desenvolverse con un grado de tolerancia mucho mayor que de costumbre en la custodia del orden público, evitando por todos los medios posibles que ocurriesen desórdenes durante la campaña electoral que iba a desarrollarse.
El gobierno del Consejo de Estado se esforzaba en demostrar que era sincera su actividad para construir un estado de derecho y que la Policía, además de proteger el orden público podía ser garante de la libertad de organización de los ciudadanos y sus dirigentes, siendo prueba de ello la limitación de la práctica de las detenciones selectivas por motivos políticos, incrementada en los días finales de la dictadura y la clausura de la cámara de tortura conocida con el nombre de “La Cuarenta”, junto a otras cárceles que habían estado bajo la dirección del aborrecido Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Esta gestión conseguiría un gran impulso a sus propósitos con la promulgación de la Ley No. 6141, de fecha 28 de diciembre de 1962, que  había convertido la entidad en una institución adscrita al Ministerio de Interior y Policía, permitiéndole al general Belisario Peguero actuar con autonomía de los organismos castrenses y trabajar de manera directa con el jefe de Estado.
El progreso de la entidad policial se vería con mayor claridad en el gobierno democrático del profesor Juan Bosch por el mejoramiento de su vínculo con la comunidad, al fraternizar con los civiles y disminuir su acción represiva; contribuyendo a ese propósito el funcionamiento de varias escuelas de formación de sus agentes y el desarrollo de un proceso de modernización y tecnificación que adquirió vigor con la constitución de las divisiones de investigación, transporte, caballería y el escuadrón contra homicidios, enclavado en Radio Patrulla, cuyos miembros eran conocidos como los «cascos blancos». 
También aportaron a ese desarrollo la creación de la intendencia de material bélico y la Junta Investigadora que se ocupaba de servir y proteger a los ciudadanos, atendiendo las quejas de las personas que eran atropelladas por miembros de la Policía.
Sin embargo, esa realidad cambiaría dramáticamente con el golpe de Estado a Bosch la madrugada del 25 de septiembre de 1963, pues reapareció la ley anticomunista y hubo un resurgimiento de los odiosos métodos represivos de la dictadura, forzando a la Policía a estar más activa y excedida en la aplicación de la ley contra los opositores al nuevo régimen, incluyendo a muchos adolescentes y jóvenes que ni siquiera eran militantes de partidos, ni pertenecían a los grupos sindicados como de izquierda, pero que fueron apresados y golpeados con macanas de goma y bastones eléctricos; contándose entre ellos algunos chicos que habían sido detenidos por atreverse a exhibir su pelo largo al estilo hippie, o por lucir una copiosa barba, o sus ropas con los colores rojo y negro – o verdinegro- de las agrupaciones políticas Movimiento Popular Dominicano y 14 de Junio.
Esa situación generó vibrantes protestas que se extendieron por toda la capital y fue el pretexto empleado por el Triunvirato para dictar, en fecha 22 de octubre de 1963, una dura ley que declaraba el estado de sitio en todo el territorio del Distrito Nacional; a la que se le agregó más tarde la estricta aplicación de otra legislación prohibiendo la celebración de asambleas, desfiles, piquetes y demás manifestaciones que se hicieran  sin el permiso del Ministerio de Interior y Policía.
La indignación social se incrementaría también por la controversia pública que se suscitara con el tema de las cantinas militares y policiales, que habían sido instaladas en el gobierno de Bosch para que operaran como cooperativas en beneficio de todos los militares y policías, pero que -alegando que debían pagar impuestos- el Triunvirato había transformado en jugosos negocios de  los oficiales más encumbrados que pasaron a administrarlas usando criterios empresariales y al amparo de actos de contrabando perpetrados en vehículos oficiales, en detrimento del comercio local.
Estas tiendas en sus inicios se nutrían de artículos despachados por una compañía intermediaria de nombre “Negociadora Santo Domingo, C. por A.”, propiedad del empresario Antonio -Papía- Najri, a quien el gobierno perredeísta había otorgado permiso de importar  mercancías exoneradas de impuestos. Sin embargo, las reglas de juego cambiaron a la llegada del doctor Donald Reid Cabral a la presidencia del Triunvirato, al establecer una carga impositiva obligatoria que forzaría a la empresa de Najri a plantearse la rescisión del contrato, al amparo de una de sus cláusulas.
Luego del pago de una deuda millonaria a la citada empresa, los altos jefes militares y policiales se adjudicaron el control del nuevo negocio, pasando el general Belisario Peguero a presidir una empresa que tenía  por nombre: “Cantina Policía Nacional, C. por A”., con un capital autorizado de medio millón de pesos de la época, teniendo su sede en la avenida Independencia esquina Abraham Lincoln, con el encargo primario de almacenar y manejar comestibles, productos farmacéuticos, cigarrillos, cajas con licores, efectos eléctricos, refrigeradores y otros artículos que estaban en aduanas.  
 Los socios del jefe de la Policía en ese proyecto eran los coroneles Apolinar Alfredo Montás Guerrero, vicepresidente-secretario; Gaspar Salvador Morató Pimentel, tesorero-administrador; Herman Despradel Brache, vocal; Rubén Darío González Núñez, vocal; José de Jesús Morillo López, vocal; y Manuel Antonio de los Santos Almarante, comisario.
Se había constituido sin duda una fabulosa tienda, aunque sus autores subestimaron la magnitud del rechazo que produciría en la sociedad, y sobre todo, entre los líderes de las principales organizaciones comerciales, quienes dejarían sentir su voz, con comunicados, notas de prensa y una potente campaña de denuncia sobre competencia desleal de funcionarios públicos, que además exigía la intervención del gobierno ordenando cesar toda actividad comercial de militares y policías.
 
Esa campaña caló con ímpetu en el ánimo de muchos oficiales superiores de las Fuerzas Armadas y se reflejaría en los cuarteles y en las calles, visualizándose una actitud de recelo en torno al poder económico atribuido al general Belisario Peguero, que generaría intensas críticas y animosidades, hasta provocar lamentables enfrentamientos entre efectivos militares y agentes del orden público, como el ocurrido en la madrugada del sábado 8 de agosto de 1964, en una  fiesta que se celebraba en el club de oficiales de la Policía, donde un oficial superior de esa institución golpeó salvajemente a otro de la Marina y le provocó un aborto a su bella pareja.
El oficial agraviado era el teniente de navío Víctor Manuel Barjam Mufdy, de 26 años de edad, y estaba allí desde la nueve de la noche, acompañado de su esposa, la  joven Rosario Calderón y de una señorita de nombre Gladys de la Rosa.
Su presencia en ese lugar era por pura casualidad, ya que venían de estar en la ceremonia nupcial de un oficial de la Marina que se había casado esa noche en una residencia del ensanche Luperón, y antes de llegar al club de oficiales hubieron de pasar por los hoteles Hispaniola y El Embajador, donde no encontraron mesa disponible y ni un solo asiento donde sentarse a disfrutar aquellas fiestas que se iniciaban con mucho entusiasmo.
La diversión de la pareja en el club de oficiales fue interrumpida a las dos de la madrugada…hora en que la joven señora Calderón de Barjam se vio precisada a ir al baño, siendo seguida por una persona vestida de civil que la abordó en el pasillo diciéndole que era muy hermosa y quería presentársela al jefe de la Policía, aunque esa noche no estaba en el club.
Ella le dijo que estaba allí con su esposo y que no le interesaba conocer a nadie más, desatando la furia del sujeto, quien muy molesto se fue a la cantina e inició desde allí un encendido ataque verbal contra la dama, y luego -en compañía de otros individuos- se aproximó a su mesa, y cambió la mira de su ataque contra el joven oficial de la Marina, a quien con un tono imperativo le dio “dos minutos para abandonar el club”.
El teniente de navío Barjam Mufdy estaba asombrado, pero guardó la compostura. Se disponía a salir de aquel sitio hostil cuando fue sorprendido por seis personas vestidas de civil que lo sujetaron por el cuello y los brazos, lo despojaron de su pistola de reglamento y lo inmovilizaron para que fuera atacado por el indicado oficial de la Policía, quien procedió a propinarle una patada en el estómago, lanzándolo a seguidas por la escalera, sin tomar en consideración que aferrado a él estaba su esposa, quien sufrió diversos golpes en la caída que les provocaron un aborto.  
Debemos ahora agregar que ese joven teniente de navío se convertiría unos años más tarde en jefe de la Marina de Guerra, durante el gobierno de Jorge Blanco, y en ministro de las Fuerzas Armadas, con el rango de Almirante en el año 1986, en el inicio de una nueva gestión presidencial del doctor Balaguer,  luego de ocho años de gobierno perredeísta.  
También hay que decir que aquel oficial de la Policía que hizo el papel de agresor, era Simón Tadeo Guerrero González, quien tenía entonces el rango de mayor y se desempeñaba como  administrador del club de oficiales, aunque tres años más tarde, siendo teniente coronel y comandante del Departamento Sureste de la Policía, con asiento en La Romana, se estaría destacando dirigiendo la violenta represión para destruir el poderoso Sindicato Unido de la empresa azucarera Gulf And Western. Su nombre ha quedado para  la historia asociado a la desaparición del abogado y asesor sindical Guido Gil Díaz.
Luego de ese suceso, en la madrugada del sábado 12 de septiembre de 1964 fue asesinado el capitán de corbeta Valeriano Brito Santana, tras sostener una discusión con el segundo teniente policial Miguel A. Castillo Peña, quien le disparó con su pistola de reglamento dentro de un bar situado en la casa No. 156 A de la avenida Teniente Amado García Guerrero, en la ciudad capital, donde ambos consumían bebidas alcohólicas junto a una joven empleada del lugar.
También, el sábado 21 de noviembre ocurriría otro hecho sangriento, que le costó la vida  al mayor de la Policía José Rodolfo Urrutia Portes, de 32 años, quien fue ultimado por el primer teniente de la Fuerza Aérea Dominicana, Luis Pascual Arroyo Rosario, quien le habría disparado por la espalda, luego de una discusión  en la “Casa Estela”,  un bar popular, situado en  la casa No. 18 de la calle José de Jesús Ravelo del sector Villa Consuelo del Distrito Nacional.
La muerte de Urrutia Portes fue muy lamentada, ya que era un joven deportista que estaba allí celebrando el triunfo obtenido por un equipo de softball de la Policía en el estadio del municipio de San Luis.
Al lugar del suceso se presentó una camioneta de la Fuerza Aérea con una ametralladora emplazada y permaneció en el lugar  hasta que el cadáver de Urrutia fue trasladado al hospital Doctor Lithgow Ceara.
Urrutia estaba casado con la señora Dominicana Sangiovanni, con quien tuvo tres hijos menores con los nombres de Nereyda, Rolando y Ruth. Esta familia residía en en el ensanche Luperón, en la calle 18 Norte esquina 37.
Estos episodios sangrientos contribuyeron sin duda a ahondar las diferencias existentes entre guardias y policías y llevaron al gobierno del Triunvirato a plantearse seriamente la remoción de Belisario Peguero de la jefatura de la Policía; sobre luego de su controversia pública con  los coroneles José de Jesús Morillo López y Francisco Alberto Caamaño Deñó, que había generado que el domingo 17 de enero de 1965 un grupo de oficiales subalternos de la Policía buscara refugio en la base de San Isidro, como una forma de llamar y presionar por la cancelación del controvertido general.
En ese grupo estaban el capitán Manuel Antonio Sánchez y los  tenientes Segundo Sánchez, Claudio Caamaño Grullón, Caonabo Rosario y Jesús Núñez Carela, del escuadrón contra homicidios de la Policía, destacado en Radio Patrulla;  además del sargento Juan Antonio Arias Monné y el raso Lopín Ramón Cordero.
Luego de este acontecimiento y para evitar una crisis mayor, Belisario Peguero presentó su renuncia al cargo de jefe de la Policía, en carta enviada a los triunviros doctores Donald Reid Cabral y Ramón Cáceres Troncoso, en la cual  señalaba que después de largos años al servicio de una institución a la que había dedicado todo su entusiasmo y todas sus energías, realizando un servicio policial idóneo a favor de la ciudadanía, había llegado la hora de retirarse, para dar paso a una oficialidad formada en una escuela y con una experiencia que la hacían acreedora del reconocimiento que los altos ascensos representaban.
Recordaba que sobre sus hombros tuvo que llevar graves responsabilidades, y que actuó sin titubear y fue útil a la sociedad cuando estaba amenazada de debilitamiento por la inseguridad y el irrespeto que imperaba en el país a principios del año 1962.

Belisario Peguero Guerrero se retiró confiado en que, más temprano que tarde, su labor policial sería juzgadapor hombres serenos que sabrían apreciar las circunstancias en que se había manejado, colocando sobre el platillo de la balanza y sin pasiones todo lo que había hecho por el fortalecimiento de la Policía durante casi tres años de afanes y desvelos como su rector.

El día 19 de enero de 1965 fue nombrado como nuevo jefe policial el coronel Herman Despradel Brache, ostentando transitoriamente el grado de general de brigada.

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LA FÓRMULA CASASNOVAS PARA SUSTITUIR EL TRIUNVIRATO

Por Sebastián del Pilar Sánchez.- 

¡Casasnovas: a la buena o con sangre!”, era una de las consignas que coreaba con persistencia la multitud reunida, durante la mañana del domingo 27 de octubre de 1963 en la periferia del parque Independencia de Santo Domingo, donde se celebraba un mitin convocado por la dirigencia del partido blanco en repudio al golpe de Estado que derribó del poder el gobierno de su fundador y líder, profesor Juan Bosch.

También se oía a una excitada muchedumbre que gritaba sin cansarse: “¡Constitución!” “¡Constitución!”, mientras aplaudía delirantemente a los oradores que desfilaban por la tribuna improvisada frente al Altar de la Patria, exigiendo con energía el fin del Triunvirato y la reposición del gobierno democrático y constitucional surgido de las urnas el 20 de diciembre del año anterior.

Estos eran los diputados Ramón Gabriel Ledesma Pérez y César Roque Taveras; el senador Pablo Rafael Casimiro Castro, representante de la provincia de Pedernales; la joven (recién casada), doctora Milagros María Ortiz Bosch de Basanta, y el joven y fogoso secretario general perredeísta José Francisco Peña Gómez.

Estaban allí en calidad de dirigentes del partido blanco, para orientar al público en torno al deterioro político que se había producido, debido a las medidas tomadas por el gobierno de facto, proscribiendo las manifestaciones de izquierda y restringiendo de modo peligroso el libre tránsito y la libertad de asociación en el territorio dominicano.

El objetivo era crear una conciencia colectiva contra la violación a los derechos humanos y la intolerancia reinante, y se deseaba que los miembros del partido, que habían permanecido demasiado tiempo dispersos y desorientados, por los efectos del golpe de Estado, pudieran orientarse en torno al plan trazado por su dirigencia para reorganizar la maquinaria orgánica y transformarla en un instrumento de resistencia frente a los golpistas, que pudiese también coordinar con éxito una gran cruzada social por el retorno a la democracia.

Estos dirigentes se habían hecho sentir en este concurrido mitin, impactando allí con sus discursos floridos; pues algunos de ellos poseían una persuasiva y electrizante oratoria que había despertado la fe y la confianza en la victoria, induciendo a los presentes a portar carteles y banderas y exponer sin miedo sus ideas políticas.

Era evidente el esfuerzo colectivo por ofrecer una imagen de unidad y cohesión política, aunque ese empeño chocaba con la acción anarquista de algunos jóvenes de izquierda que intentaban imponer sus consignas: “¡Libertad o muerte!”, “¡La insurrección es el único camino!”, distrayendo por momentos la perseverancia en el retorno a la democracia, ya fuera con Bosch o aplicando la  denominada “fórmula Casasnovas”, acogida por la Asamblea Nacional durante una reunión clandestina efectuada el lunes 7 de octubre en San Pedro de Macorís, donde se proclamó al presidente del Senado, doctor Juan Casasnovas Garrido, como presidente provisional, para cubrir la falta temporal de Bosch y de su vicepresidente, doctor Segundo Armando González Tamayo, quienes se encontraban exiliados en Puerto Rico.

La proclama de esa sesión histórica estaba firmada por Casasnovas Garrido, en su calidad de presidente de ese cuerpo legislativo y senador de la referida provincia, y también por el presidente de la Cámara de Diputados, doctor José Rafael Molina Ureña y los secretarios de la asamblea, Antonio J. Tatem Mejía, Tomás Bobadilla y Manuel Emilio Ledesma Pérez.

Esa decisión, considerada como una maniobra publicitaria para proyectar la imagen de Casasnovas Garrido, y que miembros del Triunvirato tildaban de “absolutamente ridícula”, fue acogida con simpatía por la Agrupación Política 14 de Junio, que lideraba el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, al emitir casi de inmediato un comunicado firmado por su comité ejecutivo central, reconociendo la validez de la decisión tomada por el Congreso y ofreciendo su apoyo a los esfuerzos que se hacían para restablecer en el poder al partido blanco.  .

En dicho documento el 14 de Junio reiteraba su planteamiento sobre la formación de un frente patriótico junto a los perredeístas y los socialcristianos, tras considerar que una alianza de esa naturaleza podría afianzar la resistencia contra el Triunvirato.

Recordaba que esa organización política pese haber sido la más tenaz opositora de la fórmula electoral del 20 de diciembre, por razones doctrinales y de principios, acataba respetuosamente la decisión del pueblo y los resultados de su elección, luchando desde entonces «con la entereza que había caracterizado su ejecutoria, por preservar y mantener el régimen de derecho que el pueblo instauró”. Y agregaba, que “en esa lucha contra los golpistas, civiles y militares” -que todo el pueblo conocía- esa agrupación política había mostrado más tesón que el propio partido de gobierno; pues mientras ellos -día tras día y noche tras noche- denunciaban la trama golpista, sus autores y cómplices, el PRD mantenía un silencio injustificado y censurable, negándose a aceptar la invitación que se le formulara para integrar un amplio frente nacional de defensa de la Constitución y contra el golpe de Estado militar, aceptando en cambio la mediación propuesta por el Partido Revolucionario Social Cristiano que –a su juicio- resultó ineficaz y perjudicial a los intereses nacionales, ya que imposibilitó la unidad combativa del pueblo contra sus eternos enemigos, facilitando indirectamente el desencadenamiento del cuartelazo militar.

La fórmula Casasnovas apuntaba a ser realidad al sumarse el respaldo del partido del machete verde y otras organizaciones democráticas; además de conocerse el aliento transmitido por la embajada de los Estados Unidos en el país, cuyo encargado de negocios, el señor Spencer King, se había erigido en su principal promotor, al planteársela al triunviro ingeniero  Manuel Enrique Tavares Espaillat y al ministro de las Fuerzas Armadas, mayor general Víctor Elby Viñas Román, sugiriéndoles ponderar la conveniencia de su aceptación.

Pero el Triunvirato rechazó lo que era -a su juicio- una “insólita interferencia” del diplomático norteamericano en los asuntos internos del país y manifestó que “es absurdo y contrario a todos los principios del derecho internacional público, que se pretenda que a un gobierno que mantiene el control absoluto y pacífico de la maquinaria estatal y que ha dado demostraciones de innegable capacidad para asegurar el orden público, se le sugiera que deponga el Poder en favor de una persona que está oculta y que no tiene el dominio de ninguno de los órganos del Estado”.

Una posición similar, que reforzaba la actitud del Triunvirato, fue expuesta por su aliado, el exgeneral y senador Miguel Ángel Ramírez Alcántara, al considerar que la fórmula Casasnovas era pura ficción, porque quienes la postulaban no tenían el control del territorio nacional, ni de sus habitantes, ni de los órganos de la administración pública y de la justicia; ni tampoco estaban en capacidad de mantener el orden público, la paz, la tranquilidad  ciudadana y la seguridad de los habitantes.

Ramírez Alcántara apreciaba que el gobierno de Casasnovas era imaginario en términos jurídicos, y no pasaba de ser una “entelequia” afiliada a “la insólita injerencia del señor Spencer King, ministro consejero y encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos en el país, quien condujera un acto audaz de intromisión del gobierno norteamericano en la vida política interna de otra nación soberana.

“Yo entiendo que el gobierno de los Estados Unidos de América está dirigido por hombres de notable inteligencia, y que igualmente están informados a cabalidad de los sucesos mundiales, especialmente de los de esta República Dominicana nuestra, que por más de un siglo ha estado ligada a los planes políticos, estratégicos y económicos de Norteamérica”. Y a seguidas agregó, que bajo ninguna circunstancia -por  excepcional que fuere- sería restituido el gobierno de Bosch y de sus fantásticos sucesores, ya que era inadmisible que una persona sensata pensara en restaurar la constitucionalidad sin cumplir con el plazo de 20 meses que ellos se fijaron para llevar a cabo un nuevo torneo electoral.

Casasnovas Garrido ripostó la posición de sus adversarios diciendo que eso de “control absoluto y pacífico”  podía ser verdad, salvo que los señores triunviros -para desgracia suya y de sus hijos- se habían establecido mediante un régimen de fuerza y un estado de sitio bochornoso, de persecuciones y allanamientos,  que era una amenaza constante para la tranquilidad de la familia dominicana.

Indicó que el país deseaba retornar a la constitucionalidad, al estado de derecho, porque ansiaba un gobierno que diese cabida a todos  los  hombres honestos y de capacidad, para propiciar un ambiente de justicia social; y deploró que los miembros del Triunvirato hubieran preferido dirigir un gobierno cuya base social eran “las ametralladoras, la violación y el ultraje”, obviando los fundamentos del derecho, la justicia y la Constitución del pueblo.

Se refirió también a la posición de la embajada de los Estados Unidos externada por el señor King, negando que hubiese injerencia en la actitud del diplomático, ya que éste se había limitado a exponer la línea del gobierno del Kennedy en cuanto a no reconocer los regímenes surgidos de actos fuerza, como el Triunvirato, que era fruto de un golpe asestado a los principios democráticos dominicanos. Y señaló que su pedido de renuncia a los triunviros era “el primer paso dado por esa nación para reconocer nuestro régimen”.

De su lado, el triunviro doctor Ramón Tapia Espinal afirmó que su gobierno tenía una base social amplia y estaría por ello en el poder hasta el término de la misión que se había impuesto…para instaurar en el país lo que llamó “una estructura democrática basada en la justicia y oportunidades económicas para todas las clases sociales”, mientras sus aliados de Vanguardia Revolucionaria Dominicana, Alianza Social Demócrata, Partido Nacionalista Revolucionario Democrático y Unión Cívica Nacional, lanzaron un fuerte ataque contra la “fórmula Casasnovas”, advirtiendo que sus diferencias con los dirigentes del partido blanco eran irreconciliables y que sólo mediante una cruenta guerra civil esa entidad política tendría oportunidad de volver al poder.

Pese a la situación descrita, Casasnovas Garrido, proseguía  actuando en la clandestinidad, insistiendo en la legalidad de su gestión, ofreciendo declaraciones de prensa a las agencias internacionales y en contacto continuo con jefes de Estado y líderes políticos internacionales, a quienes mantenía informado sobre su labor clandestina; persistiendo en señalar que “el Congreso no había sido disuelto porque sencillamente no ha cumplido su mandato de cuatro años”.

El dirigente político fue apresado el día 2 de noviembre de 1963  en la residencia de la familia Garrido-Medina en el ensanche Luperón, donde se encontraba desde hacía un par de días, protegido por su prima Digna Garrido, quien le habría organizado varias reuniones clandestinas con los defensores de su proyecto político. En esa residencia vivía un joven oficial de la Fuerza Aérea Dominicana, de nombre Pablo Israel Garrido Medina, quien con el correr de los años…en un gobierno del Partido Revolucionario Dominicano, llegaría a ser jefe de esa institución.

Casasnovas Garrido estuvo preso e incomunicado en la fortaleza Ozama, pese a los esfuerzos realizados por varios abogados para liberarlo mediante un recurso de habeas corpus. Se dijo entonces que se trataba de convencerlo de que desistiera de su empeño en convertirse en presidente provisional de la República y que se le habría ofrecido una negociación, mediante la cual el Triunvirato cesaría en sus funciones, poniendo en su lugar al académico de 70 años, doctor Max Henríquez Ureña, hijo del expresidente Francisco Henríquez y Carvajal y de la educadora Salomé Ureña.

El doctor Alfonso Moreno Martínez, presidente del PRSC dijo entonces que “el doctor Casasnovas Garrido era el Presidente de la República, de acuerdo a la Constitución y deploró que los hombres elegidos por el pueblo fuesen perseguidos y tratados como delincuentes en los regímenes implantados por la fuerza”.

Finalmente Casasnovas fue deportado hacia Puerto Rico la noche del domingo 10 de noviembre, pero se fue dejando el rancho ardiendo, ya que el Triunvirato le acusaba de dirigir una conspiración para subvertir el orden establecido y reinstalar en el poder a los líderes del partido blanco.

De acuerdo a lo revelado por el ministro de las Fuerzas Armadas, general Viñas Román, Casasnovas Garrrido era la cabeza de un complot para reponer el gobierno constitucional del PRD, que a su juicio era de supuesta inspiración trujillista, teniendo de apoyo militar a un antiguo jefe de la base aérea de Santiago, el exgeneral Pedro Rafael Santiago Rodríguez Echavarría, quien era hermano del exministro de las Fuerzas Armadas Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría.

Varias personas fueron detenidas por estar involucrados en ese accionar conspirativo, contándose entre ellos, los coroneles Guarién Cabrera Ariza y Danilo Ramón Simó Canó, los tenientes Ramón Valentín Gómez Santana y Floricel Vásquez Polanco, el cabo Fabio Jiménez, el industrial santiaguero Segundo Manuel Bermúdez (Soto) y el abogado perredeísta doctor Ambiorix Díaz Estrella.

También se mencionaron los nombres del doctor Marino Vinicio Castillo (Vincho) y José Oscar Bonnelly.

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GONZÁLEZ TAMAYO, EL JOVEN Y LEAL VICE DE JUAN BOSCH

Por Sebastián del Pilar Sánchez.- 

En un acto multitudinario celebrado el 27 de febrero de 1963 en la primera planta del Congreso Nacional, y en presencia de varios estadistas extranjeros y decenas de seguidores, se juramentaron como presidente y vicepresidente constitucional de la República,  el profesor Juan Bosch y el doctor Segundo Armando González Tamayo, ganadores de las primeras elecciones democráticas celebradas en el país después del ajusticiamiento del dictador Trujillo.

Bosch era el líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), fundado en el exilio el 21 de enero de 1939, y había triunfado en el certamen electoral del 20 de diciembre de 1962 siendo su candidato presidencial, luego de que fuera escogido como tal en su primera convención nacional celebrada los días 19, 20 y 21 de octubre en el cine-teatro Ozama, del ensanche Ozama, antiguo Distrito Nacional.

Por su gran liderazgo político, sumado a su prestigio internacional como escritor, él era el dirigente ideal para enfrentarse en dichos comicios al doctor Viriato Alberto Fiallo Rodríguez, médico y antiguo combatiente antitrujillista que comandaba la entidad patriótica “Unión Cívica Nacional” y quien en los días iniciales de la construcción de la democracia, planteaba la liquidación total del régimen trujillista, sacando a latigazos de los departamentos oficiales a connotados colaboradores de la dictadura y a toda persona que hubiera cooperado con el sostenimiento del largo reinado de terror impuesto por Trujillo en sus 31 años en el poder.

Bosch venció a Fiallo obteniendo 628 mil 44 votos, de un total de un millón 54 mil 944 sufragios emitidos en los centros electorales que operaron en todo el territorio nacional, brindándole a su partido una amplia victoria que se aproximaba al 60 por ciento de la votación nacional, para que tuviese el control del congreso y los ayuntamientos con 22 senadores, 49 diputados, 266 regidores y 66 síndicos con sus suplentes.

Por su parte, el doctor Segundo Armando González Tamayo era un joven médico de apenas 34 años de edad que había llegado casual e inesperadamente a la carrera política; pues tan sólo tres meses atrás no pasaba por su mente acompañar a Bosch en la boleta presidencial del partido blanco; ni que competiría por ese puesto frente a una figura emblemática de la sociedad puertoplateña, como era el indomable luchador antitrujillista, doctor José Augusto Puig Ortiz, candidato vicepresidencial de la Unión Cívica Nacional, quien poseía una historia larga y admirable de oposición a la dictadura de Trujillo, que le tildada de enemigo peligroso cuyo destino permanente pasaría a ser la cárcel, siendo confinado en el manicomio de Nigua, a merced de verdugos carceleros con órdenes precisas de castigar su disidencia y doblegar su valentía y entereza frente a los crueles tormentos que le aplicaron en las ergástulas del régimen.

El doctor Puig Ortiz -como González Tamayo- era médico puertoplateño, casado con la distinguida profesora del liceo secundario José Dubeau, doña Elvia Iluminación Miller Martínez y padre de los reconocidos profesionales Maximiliano Rabelais, Sulamita, Fernando Mayobanex y María Isabel Puig Miller; pero a diferencia de su contendiente, su vida social se había desarrollado en el municipio cabecera; mientras que el compañero de Bosch procedía del campo, pues era oriundo de la sección Los Arroyos de Navas, entonces adscrita al municipio de Imbert, donde nació el 27 de septiembre del año 1929 en el seno del matrimonio formado por los señores Juan Segundo Armando González y Candita Tamayo.

El doctor Puig Ortiz tenía cierta ventaja sobre su joven oponente, en términos de experiencia y por sus atributos de patriota y luchador antitrujillista, que la Unión Cívica insistía en recordar en su programa radial; pero González Tamayo tenía a su favor ser compañero de boleta de Juan Bosch y que los votantes veían en su figura a un profesional joven con mucho futuro, que  se abría paso en la sociedad dominicana ejerciendo su profesión de médico en la popular clínica del doctor Ángel Chan Aquino, ubicada en la avenida 27 de Febrero, entre la calle Barahona y la avenida 30 de Marzo de la ciudad capital; fungiendo de gineco-obstetra y cardiólogo internista y compartiendo consultas con reputados y competentes galenos  como el doctor Chan Aquino, su director, y el traumatólogo ortopeda doctor Rafael Camasta Isa.

El joven médico González Tamayo estaba casado desde el año 1955 con la señora Penélope Peña, madre de sus hijos: Marcos Antonio, Reynaldo, Leonardo, Manuel, Luis, Patria, Oscar y Penélope Ivelisse, y participaba en la actividad política desde el 5 de julio de 1961, cuando en la ciudad intramuros de Santo Domingo se sumó a la legión juvenil que acudió a la casa No. 13 de la calle El Conde, frente al parque Colón, a manifestar su solidaridad con la “Comisión de la Libertad”, integrada por don Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, que llegaba al país en esa fecha desde el exilio a organizar el partido de la bandera blanca y luchar por la instauración de un régimen democrático.

Él logró poco más tarde -por su correcta actuación y  seriedad-, ser designado secretario nacional de Disciplina del comité ejecutivo nacional de su partido; pero su nombre no sería considerado para ocupar ningún cargo público sino hasta el mes de noviembre de 1962, cuando se le mencionó para la candidatura vicepresidencial, a raíz de la crisis momentánea suscitada dentro de la organización por la elección irregular para esa posición del profesor Buenaventura Sánchez Féliz, en la primera convención nacional que culminó la noche del 21 de octubre en el cine-teatro Ozama, donde por amplia mayoría de votos se escogió primero al profesor Bosch como candidato presidencial; a don Ángel Emilio Miolán Reynoso como presidente del partido y al joven médico Washington Aníbal de Peña Rincón como secretario general.

En esa jornada partidaria, Bosch obtuvo más del 80 por ciento de los sufragios emitidos, al computar 465 votos de un total de 485; pero más tarde, en la elección de su compañero de boleta se produjo una súbita abstención; de tal manera que cuando se hizo el conteo definitivo, el aspirante Sánchez Féliz había logrado superar por estrecho margen al doctor Juan Casasnovas Garrido, su adversario principal; pero apenas había conseguido un total de 155 votos, y pese a esa baja votación se le proclamó oficialmente como candidato vicepresidencial, sin que nadie advirtiese entonces que se estaba violando con ello la ley electoral.

Ese resultado demostraba que la mayor parte de los asambleístas desaprobaba ambas candidaturas y habían preferido inhibirse de participar en la contienda electiva, aun conociendo que uno de los aspirantes -Sánchez Féliz- era el secretario de estudios económicos y sociales del partido y fungía en ese evento como secretario general interino, además de su condición de líder perredeísta forjado en el exilio antitrujillista y de supuesto representante de los militantes del sur, por ser barahonero.

Sería unos días más tarde que aflorarían las críticas sobre las deficiencias jurídicas de la candidatura obtenida por Sánchez Féliz, originando preocupación entre los abogados de esa entidad política que se reunieron de prisa, inducidos por el  murmullo público que se estaba incrementando; determinando que se debía recomendar la convocatoria del comité ejecutivo nacional, para evaluar el daño inferido a la buena imagen del partido, a su acción electoral y a la propia nominación presidencial de Juan Bosch; así como la celebración, en el tiempo más breve posible, de una nueva convención para elegir por segunda vez el candidato vicepresidencial.

Es ahí donde surge la propuesta unitaria del doctor González Tamayo para acompañar a Bosch como segundo a bordo en la nave política del partido blanco, porque no era conveniente exhibir de nuevo los aspirantes controversiales, aunque Sánchez Féliz resistiría ese cambio y el reclamo de dimisión formulado por el más alto organismo de dirección partidista, optando por presentar un recurso de impugnación en la Junta Central Electoral.

Pese a esa inútil tentativa de boicot, a las 11:00 de la mañana del 8 de noviembre de 1962 se reunió la segunda convención, en la recién adquirida casa nacional de la avenida Independencia esquina calle Cervantes, donde once años más tarde, fruto de una división en el seno del PRD, nacería el Partido de la Liberación Dominicana. En este acto se proclamó por amplia mayoría de votos la candidatura vicepresidencial del doctor González Tamayo,

Desde ese momento el médico imberteño acompañaría a Bosch en casi todas las actividades de campaña, para proyectar su figura, vender las bondades del programa de gobierno y ganar los comicios del 20 de diciembre.

Igualmente, con cierta frecuencia asistiría al programa radial “Tribuna Democrática”, órgano de difusión del partido blanco, dirigido por su secretario nacional de prensa y propaganda, José Francisco Peña Gómez. Este programa tenía en su staff de locutores a Miguel Emmanuel Espinal Hernández “Manny”, presidente de la Juventud Revolucionaria Dominicana y amigo personal de González Tamayo.

La práctica de utilizar ese espacio de radio, la seguiría implementando González Tamayo después de su elección como vicepresidente; planteando por ese canal asuntos de interés público, como lo hizo la noche del 20 de febrero de 1963,  afirmando allí que el país tendría en el gobierno de Bosch su primera oportunidad de encauzarse por los senderos de bienestar y progreso, y que cada dominicano amante de su pueblo estaba por eso en el deber de contribuir a que esa oportunidad no se perdiera.

Allí también externaría su inquietud por la errática política exterior del gobierno de los Estados Unidos, dirigida exclusivamente a extender y aumentar su gran poderío económico, situando a los pueblos de América Latina en condiciones de dependencia de ese país norteamericano, sin reparar en que se estaba creando “un terreno propicio para la implantación y rápido crecimiento de doctrinas que aprovechan el descontento de las grandes masas, porque no ven satisfechas sus justas aspiraciones y alimentan el odio hacia los Estados Unidos”.

Esa severa crítica del vicepresidente estuvo acompañada de un reconocimiento a la viabilidad de la ayuda económica que destinaba dicho gobierno para América Latina, dentro del programa conocido como  “Alianza para el Progreso”, ensayado en la gestión de John F. Kennedy; un proyecto de asistencia social que “era digno de encomio y debía ser respaldado por todos los gobiernos democráticos de Latinoamérica”.

González Tamayo emitió encendidos elogios hacia  las obras de gobierno de los presidentes de Venezuela y Costa Rica, don Rómulo Ernesto Betancourt Bello y José María Hipólito -don Pepe- Figueres Ferrer, dos reconocidos demócratas amigos del profesor Bosch, destacando que estaban ofreciendo valiosos aportes al desarrollo de la democracia en América Latina,  al  asegurar las libertades políticas en sus respectivos países, manteniéndose en lucha permanente por la democracia económica, incrementando la producción, elevando el nivel de vida de los trabajadores y efectuando una justa distribución de las riquezas de sus pueblos a favor de los campesinos y de las masas desposeídas.

Indicó que el primer objetivo del gobierno de Bosch era restaurar la fe democrática del pueblo; una obra que exigía “grandes sacrificios, esfuerzos, desprendimiento, comprensión y una fiel interpretación de la doctrina cristiana”.

Y aseguró que para conseguir ese propósito el gobierno se proponía implementar un plan de desarrollo integral, que contemplaba aprovechar las buenas condiciones en que estaba la economía nacional, pese a los trastornos generados por la ambición de la familia Trujillo y la incapacidad del Consejo de Estado, ya que para ese tiempo el país tenía muy pocas deudas y poseía grandes riquezas inexplotadas; siendo únicamente necesario una buena administración que pusiese en auge la industria agropecuaria, utilizando los modernos recursos técnicos y estableciendo una reforma agraria bien dirigida y cuidadosamente planificada.

También valoró el gran potencial turístico de la nación dominicana, al señalar que podía ser convertida “sin mucho esfuerzo en el mayor centro de atracción turística de América”, porque operaba en su favor el hecho de tener una gran parte de sus riquezas en manos del Estado, tras la expropiación de los bienes de la familia Trujillo realizada durante el gobierno del licenciado Rafael F. Bonnelly.

Con esas ideas, González Tamayo se juramentó como segundo mandatario de la nación el 27 de febrero de 1963, siendo visualizado de inmediato por la opinión pública como un acompañante leal, serio, respetuoso, solidario y perseverante en la tarea de edificar el sistema democrático dominicano.

Desde entonces fue el auxiliar ideal del jefe de Estado, participando con entusiasmo en la aplicación del programa de gobierno y en todas las actividades oficiales que les fueron encomendadas; sobresaliendo como un verdadero relacionista que recibía en su despacho a empresarios extranjeros, como los ejecutivos de la General Electric, con quienes discutía a menudo la estrategia para hacer realidad los planes definitivos de la construcción de las presas de Valdesia y Tavera, conviniendo con ellos reclutar personal técnico dominicano, con la esperanza de que ambas obras fueran finalizadas antes de que concluyera el período gubernamental.

El doctor González Tamayo tenía también reuniones casi a diario con directivos de distintas organizaciones nacionales y extranjeras, recordándose ahora una que hizo en su despacho, el jueves 4 de abril de 1963, con una comisión del sindicato de trabajadores de la Industria Nacional del Vidrio, presidida por su portavoz, Diógenes Camilo, quien en nombre de esa organización expuso su protesta por la aprobación de una iniciativa legislativa lesiva a los intereses de esa empresa y del pueblo de San Cristóbal, sobre el uso de botellas usadas para envase.

Se recuerda asimismo que el miércoles 22 de mayo, a las 10:00 de la mañana, recibió a los ejecutivos de  la recién fundada Publicitaria Oro, una nueva agencia de divulgación de anuncios que promovía el folklore nacional, presidida por el cantante Guarionex Aquino, el locutor Jahr Ferreira y el publicista Bienvenido Bobadilla;  y que de igual manera, la noche del sábado 1 de junio realizó en el Estadio Quisqueya el lanzamiento de la primera bola en la inauguración del clásico del campeonato de béisbol de aficionados de 1963, correspondiente al Distrito Nacional, entre los equipos de la UASD y Espaguetis Ricos.

También, el domingo 30 de junio viajó a Roma, encabezando la misión diplomática nombrada por el presidente Bosch, en el decreto 324, para participar en la coronación de Su Santidad Paulo VI, acompañado del licenciado Ulises Bonnelly, embajador ante la Santa Sede; el arquitecto Mario Lluberes, embajador en Roma; y el señor Atilano Vicini, ministro consejero de la embajada en la Santa Sede.

No hay que olvidar tampoco que el  sábado14 de septiembre el presidente Bosch salió del país rumbo a México, para asistir durante 15 días a los festejos conmemorativos de la Independencia de ese país, invitado por el presidente mexicano Adolfo López Mateos, quedando el vicepresidente González Tamayo a cargo del Poder Ejecutivo -desde el día anterior-, llegando a tomar decisiones importantes como designar en el cuerpo diplomático a estudiantes sobresalientes becados por el gobierno para realizar estudios de postgrado o maestría en el exterior; estando entre ellos, los bachilleres Luis Fernando Espinal Ruiz, nombrado auxiliar de la embajada de la República en Madrid; Julio Manuel Martínez Báez, en la embajada de Madrid; Nelson Alexander Castillo Domínguez, auxiliar en la embajada de Madrid; Sergio Hilario Saint-Hilaire Zapata, auxiliar de la embajada; Rhadamés Leonidas Mejía Tejeda, auxiliar de la embajada en Brasil; Otto Isidro Guerrero Germán, auxiliar de la embajada en Colombia; Fidencio Alberto Vásquez Caamaño, auxiliar de la embajada de Honduras; Lil Emilia Rafaelina Despradel Stefani, auxiliar en la embajada de Bélgica; Ricardo Ramón Almánzar Cabrera, auxiliar del consulado general en Montreal, Canadá; y Rafael Emilio Medina Peña, auxiliar en el consulado de Mayagüez, Puerto Rico.

Durante la prolongada ausencia de Bosch en México, González Tamayo tuvo que confrontar fuertes rumores de golpe de Estado que circularon en la capital en esos días, calificándolos de “rumores telefónicos” esparcidos por grupos empeñados en crear alarma y confusión. “No ha habido nada de eso” –afirmó-, tras lamentar el clima de desorientación social que se estaba creando.

Sin embargo, la conspiración estaba en pie, era un propósito definido, que se convertiría en golpe de Estado contra el gobierno electo durante la madrugada del 25 de septiembre de 1963.

En un artículo del doctor Ángel Chan Aquino, de fecha 6 de septiembre de 2004, publicado en el periódico HOY, éste refiere que la misma noche del golpe…el presidente Bosch llamó a su vicepresidente para que se hiciera cargo del gobierno, porque él se proponía renunciar ya que no sería  “juguete de los militares”. Y su respuesta entonces fue pedirle al presidente que renunciara también en su nombre, porque él tampoco se prestaría a ser marioneta de los líderes golpistas.

Esa misma noche -en la madrugada- el doctor González Tamayo fue apresado en compañía del ministro de Finanzas, licenciado Jacobo Majluta, siendo ambos confinados durante una semana en un espacio de la tercera planta del Palacio Nacional, para ser deportados el 31 septiembre hacia Puerto Rico, junto al presidente del PRD, don Ángel Miolán y sus respectivas familias.

El exvicepresidente residió un buen tiempo en la vecina isla, donde ejerció su profesión; regresando al país luego de la Guerra de Abril de 1965, para nunca jamás participar en actividades políticas; pues consideró más provechoso para su familia reintegrarse  a su consultorio en la clínica Dr. Chan Aquino y dedicarse en cuerpo y alma a sus pacientes. En esa línea se mantuvo hasta la hora de su retiro involuntario, para concentrarse en afrontar con devoción la salud quebrantada de su amada esposa.

El autor de estas letras conoció a su madre, doña Candita Tamayo, quien residía en la calle Benigno del Castillo, cerca de la avenida 30 de marzo, en el barrio de Carlos, pudiendo palpar la vivencia tranquila y trasparente de su familia. Aquel hogar era muy visitado por los estudiantes universitarios del municipio de Imbert, algunos de los cuales llegaron a vivir allí  en la condición de pensionistas. Era el caso de una joven estudiante  de la escuela de Odontología de la UASD, hija de una  hermana de doña Candita, llamada doña Rosa Tamayo.

Las visitas se efectuaron en los años 1968 y 1970, acompañado de los estudiantes de Medicina y Arquitectura, Leo González y Carlos Rafael Tamayo Ureña. Siempre nos llega el recuerdo de un empresario bastante emprendedor, hermano del exvicepresidente, que había montado una fábrica de esquimalitos en la calle Abreu cerca de la Álvaro Garabito, donde era notorio un gran movimiento comercial que se sentía en toda la ciudad capital, debido a la gran cantidad de comerciantes que acudían allí a buscar el producto para revenderlo en los colmados y quioscos de Santo Domingo y en el interior del país.

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LLEGADA DE LA COMISIÓN DE LA LIBERTAD A SANTO DOMINGO

Por Sebastián del Pilar Sánchez.- 
El 5 de julio de 1961 arribó al país en un vuelo de Pan American, una comisión del comité político del Partido Revolucionario Dominicano, proveniente de Puerto Rico, acogiéndose a las garantías ofrecidas a sus miembros por el presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, de crear un orden democrático donde se pudiesen desarrollar actividades políticas que culminaren en la celebración de elecciones libres y pulcras en el año 1962. 
Esa comisión estaba presidida por don Ángel Miolán, secretario general de la entidad; un hombre de color trigueño, de baja estatura y 46 años de edad, natural de la provincia de Dajabón, quien tenía 26 años en el exilio, compartiendo con el profesor Juan Bosch y otros desterrados la tarea de organizar el partido que fundaron el 21 de enero de 1939 en la casa del exiliado doctor Virgilio Mainardi Reyna, en el municipio de Marianao, La Habana, Cuba
Los demás miembros de dicha comisión eran el señor Nicolás Silfa, también de 46 años de edad, natural de Azua de Compostela, quien tenía 25 años refugiado en la ciudad de Nueva York, y Ramón A. Castillo, de 40 años, natural de San Pedro de Macorís, quien llevaba once residiendo en el exterior.
La prensa nacional y extranjera habían acudido al Aeropuerto de Punta Caucedo a recibir a los comisionados, lo mismo que la representación del gobierno, en la persona del secretario de Estado de Educación, licenciado Emilio Rodríguez Demorizi, quien estaba allí testimoniando la voluntad oficialista de iniciar la democratización prometida al PRD, que había pedido la libertad necesaria para organizarse.
En nombre del Gobierno, el licenciado Demorizi recibió a los exiliados, y les expresó que podían confiar de manera absoluta en la promesa oficial para su libre actuación en el país; agregando que desde ese mismo momento les correspondía a ellos actuar a la altura cívica de la leal y franca actitud del Gobierno dominicano.
Los periodistas aún se mantenían en la escalerilla del avión cuando recibieron de Miolán una declaración de prensa y una cinta magnetofónica con una alocución grabada del profesor Juan a Bosch. Entre éstos estaban los corresponsales de la prensa internacional, Sam Harper, de la revista Time, y Bienvenido Ortiz Otero, de El Mundo, de San Juan Puerto Rico, quienes habían llegado en el mismo vuelo de los comisionados del perredeísmo, para estar presentes en ese sencillo acto de prensa.
La alocución de Bosch indicaba, que después de largos años de ausencia, Miolán, Silfa y Castillo retornaban «a la Patria para discutir con el Gobierno una serie de medidas cuya aplicación resulta indispensable para que Santo Domingo pueda integrarse en el orden legal del Hemisferio. Si esas medidas se adoptan y se aplican lealmente, el Partido Revolucionario Dominicano participará en la lucha política nacional, con la voluntad de llevar a la victoria sus principios de libertad para todos nuestros compatriotas, y de justicia social para las grandes mayorías necesitadas».
Y afirmaba, a seguidas, que los comisionados llegaban a su patria «con una emoción que no puede describirse con palabras, después de tantos años de ausencia», y que lo hacían «sin odios ni rencores», para tratar de contribuir al nacimiento de la democracia en la República Dominicana, contando con el auxilio del pueblo.
«Estamos plenamente conscientes de que América toda y hasta la opinión pública del mundo, tienen los ojos puestos en este momento crucial de nuestra historia y creemos que la única manera de aliviar los dolores de la Patria y de incorporarla a plenitud a una convivencia normal en el plano internacional, es con una conducta patriótica y altamente responsable de todos los dominicanos, sin excepción  alguna, a tono con la grave responsabilidad histórica que en estos momentos pesa sobre nosotros. Quisiéramos decir muchas cosas, pero no es hora de palabras sino de hechos concretos y cuestiones concretas».
La declaración finalizaba diciendo que «por conducto de la prensa, tanto dominicana como internacional, de la cual esperamos una responsable y entusiasta cooperación, queremos enviar nuestro más atento saludo para el Presidente Joaquín Balaguer y el Gobierno en pleno; y un emocionado abrazo para todo el pueblo dominicano”.
Bosch afirmaba que Miolán, Silfa y Castillo “habían dedicado su vida a la tarea de crear para el pueblo de Quisqueya un orden de libertades públicas que le permita a cada ciudadano vivir satisfecho de sí mismo y que sitúe al país en una altura digna dentro del sistema de la democracia americana». Y aseguraba también que éstos no se hallaban en la República Dominicana «solicitando cargos ni favores», sino como representantes autorizados de un partido que no luchaba para beneficio de sus líderes, sino por el bien de todo el pueblo dominicano.
«Pido para ellos el respeto de los adversarios, la amistad de los que han soñado alguna vez con la democracia dominicana y la fe de los que desean verla establecida en nuestro país».
La alocución de Bosch terminaba diciendo que “en prenda de la honradez y el patriotismo de Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A Castillo, empeño el nombre que he ganado en América con mi obra, y el prestigio que ha conquistado en el Hemisferio el Partido Revolucionario Dominicano en veintidós años de lucha por la libertad».
Miolán concluyó aquel primer contacto con la prensa indicando que trabajarían no sólo para su partido, «sino para que la democracia dominicana tome el sendero que le corresponde; agregando que el PRD deseaba actuar con la mayor independencia posible, valerse de sus propios medios, pero que no quería que el presidente Balaguer viera en ello una descortesía de su parte. Luego le pidió a Rodríguez Demorizi que le expresara al presidente Balaguer que «hemos confiado plenamente en la sinceridad de él y de su Gobierno para discutir las condiciones del retorno de todos mis compañeros y de todos los que están en el exilio”.
Miolán, Silfa y Castillo abandonaron el Aeropuerto, en dirección a la Capital, y casi llegando a la cabeza del puente Juan Pablo Duarte observaron a un grupo de personas que aplaudían el paso del automóvil que los transportaba, lo que volvería a ocurrir poco después en los alrededores del parque Independencia, cuando se desmontaban frente al hotel Comercial que les serviría de hospedaje. Allí un grupo de simpatizantes les esperaba, para darles la bienvenida, portando una bandera nacional.
Desde ese momento los miembros de la Comisión de la Libertad se emplearon a fondo en los asuntos de la organización del partido blanco, estableciendo a seguidas su sede en la casa No. 13 de la calle El Conde, donde desde el primer día se presentaría una gran cantidad de personas que deseaban saludarles y solicitarles inscripción en las filas del nuevo partido de oposición, hasta entonces desconocido porque había operado sólo en el exilio y ahora se organizaba en el país con la intención de participar en el proceso de democratización que acababa de iniciarse.
Pero no pasaría mucho tiempo sin que Miolán y sus compañeros tuvieran que dar el frente a un brote de anarquía y caos en plena ciudad capital, que amenazaba la apertura democrática; pues en la mañana del viernes 7 de julio, en el sector de Gascue, varios desconocidos les pegaron fuego a una estación radial llamada Radio Caribe, cuya propiedad se atribuía al general Ramfis Trujillo, jefe militar del país y que estaba administrada por un íntimo suyo de nombre Salomón Sanz. Los adeptos de Ramfis, a la cabeza de un ebanista llamado José A. Jiménez, mejor conocido por el sobrenombre de “Balá”, creyeron que ese acto de terror había sido provocado por el Movimiento Popular Dominicano (MPD), un partido político de izquierda que tenía como figura central a Máximo López Molina, un antiguo enemigo del dictador Trujillo que desde el año 1960 se había acogido a las garantías ofrecidas por el régimen para operar en el país, asentando su organización en la avenida Duarte, que en la época llevaba el nombre de José Trujillo Valdez, en honor al padre del dictador. Y Culpando sin una razón convincente al MPD por la quema de Radio Caribe, Balá convocó a su grupo parapolicial a una reunión que se efectuó en la tarde de ese mismo viernes frente a su casa, que era la número 33 de la calle Caracas del sector Villa Francisca, y desde allí constituidos en turba, subieron a la avenida Duarte, llegando hasta el local emepedeísta que fue asaltado y quemado, pero con la firme resistencia de los militantes de esa organización que enfrentaron a los “Paleros de Balá”, quienes tuvieron que retroceder para evitar ser linchados como ocurriría más tarde con los informantes trujillistas. 
La Policía intervino salvando a Balá de un merecido castigo, pero los 25 agentes enviados por la jefatura policial no fueron capaces de controlar a los manifestantes que cercaron la vivienda de Balá y también la quemaron, pese a los esfuerzos que hizo López Molina con un altoparlante a mano, para que eso no ocurriese.     
El incendio de Radio Caribe, además de las muertes de los señores Víctor Manuel Pérez, de 30 años y Ramona Espinosa, de 34, y de la violencia descrita, produjo muchas lamentaciones y preocupaciones por ese nubarrón que de una u otra forma afectaba la paz y el clima de convivencia que el gobierno quería imponer para superar el bloqueo a las actividades comerciales y diplomáticas del país, impuesto por la Organización de Estados Americanos a raíz de la tentativa de asesinato del presidente de Venezuela, don Rómulo Betancourt, llevado a cabo por sicarios del recién ajusticiado dictador Trujillo.
La dirección de Radio Caribe publicó un mensaje el 8 de julio, exponiendo la situación de sus instalaciones físicas y atribuyendo la quema «a pequeños sectores cargados de pasiones, que anhelan el hecho sensacional para dar cauce al torrente de odio que ahoga sus almas»;  y ofrecían en el mismo, de manera gratuita, sus micrófonos a los recién llegados dirigentes del PRD, para que expusieran al pueblo dominicano y al mundo, cuáles eran sus opiniones acerca de aquel alevoso atentado contra ese órgano informativo.
El PRD manifestó su repulsa contra cualquier situación de violencia que pudiera afectar la democracia y lamentaba la reacción de los “Paleros de Balá”, cuyas tropelías alcanzaron a muchos jóvenes simpatizantes de ese partido que pasaron por la zona de conflictos.  
El lunes 10 de julio, la comisión del partido blanco se reunió con Balaguer en su despacho del Palacio Nacional, teniendo con éste un provechoso diálogo de alrededor de una hora; del que quedaron conformes todos sus miembros, porque el jefe del Estado los convenció de su disposición para que los partidos de oposición pudieran desarrollar libremente sus actividades en todo el territorio nacional, siempre y cuando éstas «se desarrollen dentro de las leyes, condición indispensable para que el proceso de democratización iniciado en el país se realice en forma pacífica y ordenada”.
Miolán, como portavoz de la comisión, le dijo a la prensa que los tres de sentían muy felices por haber regresado a la patria después de varios años de ausencia, y aprovechó la ocasión para elogiar la belleza y el crecimiento de la ciudad de Santo Domingo, que en ese momento tenía el nombre de Ciudad Trujillo
Balaguer dijo entonces a la prensa que aunque su gobierno garantizaba el libre tránsito y la seguridad física de los dirigentes del partido blanco, sin embargo, «todos estamos expuestos a morir». Y Miolán compartió esa respuesta del presidente señalando que éste «dice la verdad, toda vez que todos los hombres que actuamos en la lucha política corremos el riesgo de ser agredidos físicamente».
Miolán también explicó que la entrevista que acababan de sostener con el presidente Balaguer se circunscribió a un primer encuentro para hacerle entrega de las credenciales del partido y para ponerse de acuerdo sobre la forma de cómo se iban a desarrollar las futuras conversaciones. Recalcando que contaban con la ratificación de todas las garantías ofrecidas por el gobierno y con su empeño en seguir adelante con la acción para iniciar y consolidar la democracia en la República Dominicana. 
Señaló igualmente que la comisión del PRD le expresó al gobernante «su esperanza de que estos esfuerzos para encauzar la vida futura del país por el camino de la legalidad, la libertad y la democracia no encuentren tropiezos de ninguna clase para bien de todos y salvación de la patria».
Miolán indicó que en ese conversatorio se habló de Ramfis Trujillo, quien en su calidad de jefe del Estado Mayor General Conjunto de las Fuerzas Armadas, había ratificado las garantías que el gobierno había ofrecido, y señaló que la comisión estaba dispuesta a visitarlo “cuando él lo lleve a gusto para escuchar esa ratificación de garantías de sus propios labios».
Dos días más tarde, la comisión del partido blanco visitó al general Ramfis Trujillo, celebrando una breve reunión de apenas 10 minutos en su despacho de la base aérea de San Isidro; que se hizo en presencia de su amigo personal, el secretario de Estado de Educación, licenciado Emilio Rodríguez Demorizi;  así como de su joven hermano, el capitán Leónidas Rhadamés Trujillo Martínez, de la Aviación Militar Dominicana; del licenciado Luis R. Mercado y de su ayudante militar, coronel Gilberto Sánchez Rubirosa.
Miolán expresó que el general Ramfis Trujillo «nos recibió con gran amabilidad y repitió varias veces que las Fuerzas Armadas a su mando respaldarían, como lo han venido haciendo hasta ahora, de una manera total, las garantías que el gobierno del presidente Balaguer nos ha ofrecido».
«Si hay alguien interesado en velar por la seguridad de ustedes, esa persona soy yo», le aseguró el general Trujillo, a los miembros de la comisión perredeísta,  que por medio de su vocero Miolán les dio las gracias, al tiempo en que manifestaron su plena confianza en que esas declaraciones tan rotundas del militar fuesen muy provechosas para conservar y ampliar las conquistas democráticas que se habían logrado.
El general Trujillo hijo agregó que en caso de que esa seguridad corriera peligro «pueden dirigirse directamente a mi oficina» a fin de resolverles cualquier problema que afronten. Y también les dijo que las Fuerzas Armadas se mantendrían alejadas de la política «mientras yo sea Jefe de las Fuerzas Armadas”.
Miolán volvió a agradecer las palabras del general Trujillo y manifestó que, al regresar a la patria, «tuvimos confianza en que las garantías del presidente Balaguer eran buenas y confiábamos en que usted respaldaría esas garantías y que cumplirán los compromisos contraídos con nosotros. Nosotros, por nuestra parte, nos pusimos a tono con esos compromisos».
Después de esta entrevista con el general Trujillo, la comisión del PRD se entregó en cuerpo y alma a la labor de organizar el partido, comenzando por el Distrito Nacional, donde millares de personas continuaban acudiendo al local de la calle El Conde con el deseo de ser inscritos; estando entre ellos José Francisco Peña Gómez, Washington Aníbal de Peña, el periodista Nelson Sánchez, Milagros Ortiz Bosch, Rafael Ángeles Suarez y el doctor Plutarco Sención, quien tuvo el privilegio de organizar y constituir el primer comité municipal de ese partido en San José de Ocoa, la noche del viernes 7 de julio, junto a los señores Miguel Domínguez Guerra, profesor Juan Bautista Castillo (Blanco), Vinicio Antonio Soto, Juan Darío Soto Mella, Luis Concepción, Miguel Ángel Mascaró (Pucho), José Miguel Mascaró Martínez, Virgilio Martínez, Teófilo Juan Read Daka y Rafael Emilio Casado.
Con el apoyo de esos jóvenes, Miolán constituyó los equipos de Organización y de Propaganda y confió su dirección a Mon Castillo y a Peña Gómez, los cuales pasaron a ser los principales responsables del crecimiento orgánico y de la organización de un gran mitin en el parque Colón para calibrar el impacto de su misión en el pueblo dominicano.
Pero no todo era color de rosa, ya que mientras organizaban el mitin llegó desde La Habana, Cuba, una acusación del Partido Socialista Popular Dominicano, que afirmaba que el PRD era un agente del Departamento de Estado de Estados Unidos que «gestiona un simulacro electoral en este país».
Esa falsa imputación, contenida en un despacho de prensa de la Associated Press, publicado en la primera página del periódico El Caribe, fue respondida con energía por la comisión presidida por Miolán, a través de un comunicado que decía que «demasiado habían tardado los comunistas en comenzar sus ataques contra la delegación del PRD»; pues ellos se habían acostumbrado  a recibir el «fuego graneado de los camaradas”, debido a que poseían “concepciones y posiciones diametralmente opuestas frente a la problemática de nuestro país».
El PRD negó categóricamente la acusación del PSP que los señalaba como agentes del presidente John F. Kennedy y del imperialismo yanqui, y aseguró que «la verdad es que mientras el Partido Revolucionario Dominicano no ha dejado de criticar nunca, con toda severidad todo lo malo que ha podido sufrir el pueblo dominicano de parte de los Estados Unidos de América, ellos jamás han pronunciado una sola palabra de condenación para los monstruosos crímenes que ha cometido y sigue cometiendo el comunismo internacional, tanto dentro de la esfera soviética como de la esfera de los demás países sometidos, y en muchas otras partes del mundo».
Luego de ese affaire con el PSP Miolán y sus compañeros se concentraron en la realización del mitin del 16 de julio, pero no sin antes ofrecer la primicia sobre el propósito en invertir un millón de dólares en la compra de una imprenta, para sacar a luz pública el periódico partidario “Democracia” y una estación de radio que tendría por nombre “La Voz de la Libertad”. Aunque cuando la prensa preguntó sobre el origen del dinero para realizar esa gran inversión, se limitó a decir que este “vendrá del pueblo y de todas las fuerzas democráticas que ven con simpat1a nuestro trabajo en la República Dominicana».
Finalmente, se realizó un mitin de masas grandioso en el parque Colón de la Capital, donde hablaron 14 personas ante centenares de simpatizantes que coreaban de manera persistente: «!Libertad!…!libertad!…!libertad!»
En el transcurso del acto fue leído un cable firmado por el presidente del PRD, Juan Bosch, en el que enviaba saludos a los hombres y mujeres que se habían afiliado a la institución por él presidida.
Los oradores hablaron a la multitud desde los balcones del edificio sede del perredeísmo, que estaba adornado con banderas nacionales; siendo el primero en tomar la palabra el ingeniero Ignacio Agramonte,  quien fue seguido por el secretario de organización del PRD, Ramón A Castillo, y los señores Julio de Peña Santos, César A. Roque, Thelma Frías Montalvo, Pedro Martínez Ajesta, Carlos Manuel Céspedes, José del Carmen Rodríguez, Octavio Cabrera hijo, José Francisco Peña Gómez, doctor José Francisco Peynado Velásquez, Francisco Gómez Estrella, Agustín Estévez y Ángel Miolán, quien manifestó que las campañas de solicitudes de inscripción continuarían al día siguiente y que estaban asombrados por  la gran cantidad de dominicanos que diariamente iban al local o escribían para sumarse a la militancia partidaria.
Miolán también destacó la esencia democrática del perredeísmo y dijo que era un partido esencialmente democrático que enarbolaba la bandera de la libertad y proclamaba la democracia y reclamaba que no sea la democracia una palabra hueca;  y aseguró que el PRD quería que los pobres fueran menos pobres y los ricos menos ricos y quería darle al campesino dominicano la tierra para que la trabaje y viva de ella.
Pocos días después del mitin se constituyó de manera oficial la rama femenina del partido blanco, durante una reunión celebrada en su local, a la que asistieron Miolán, Castillo y  la señora Thelma Frías Montalvo, quien fue designada asesora de este novedoso equipo que se formaba con el propósito de incrementar la participación de las mujeres en la actividad política.
La comisión femenina quedó formada por Margarita Vidal, presidenta; Altagracia Jiménez, vicepresidenta; Julia Celeste Ulloa, segunda vicepresidenta; Miladys Sánchez, secretaria de correspondencia; Carmita Guerra de De Peña, subsecretaria de correspondencia; Lourdes Altagracia Hidalgo, secretaria de actas; y Alicia Dolores Fermín, tesorera.
La comisión de finanzas quedó formada por Isabel López de Záiter, Ofelia Ruiz de López, Aurora Herrera, Amanda Castillo, Socorro Almánzar, y María Úrsula Alvarado. Y la comisión de actos: Juana Ramona Castillo y Ana Dolores Tamayo.
 En la comisión de publicidad fueron incorporadas las señoras Leda Vidal, Ama Tapia e Isa de Peña Santos. En la condición de vocales especiales fueron juramentadas las señoras Celeste Liranzo del Orbe, Luz Inocencia Lugo, Zenaida Lajara, Martina Guerrero y Rosa Elena Lajara, Y como vocales, María de Erickson, Juana Santana Castillo, María Castillo de Fornia, María Antigua Portorreal, Esther Calderón, Altagracia Aurora Herrera, Epifanía Infante, Juana de los Santos, Idalia Román de Escoto, Rosa Pérez de Euseta, Aurora Peralta, Consuelo Custodio, Francisca Berroa viuda Ives, Aida Estela P. de Rivera y Milagros Ortiz Bosch.
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LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN DE THELMA FRÍAS

Sebastián Del Pilar Sánchez.-

El 1ro. de octubre de 1971 corrió como pólvora en Santo Domingo la noticia de la extraña desaparición en Caracas de la profesora petromacorisana Thelma Frías Montalvo de Rodríguez, de 56 años, conocida en el medio político por su laborantismo controversial cuando fue senadora de la capital por el partido blanco, en 1963, durante el breve mandato constitucional del profesor Juan Bosch.

De acuerdo a las agencias internacionales de prensa, la señora Frías, cónsul dominicana en la capital venezolana, habría sido secuestrada en la mañana del día anterior al salir de su apartamento en el barrio caraqueño El Paraíso, al centro de la ciudad, por la denominada “Unidad Técnica de Combate Rudas Mezones”, un comando guerrillero de Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) que en 1963 raptó con éxito al futbolista argentino Alfredo Di Stefano, integrante del conjunto español «Real Madrid», considerado el mejor jugador de su tiempo.

La primera persona en notar la ausencia forzada de la cónsul dominicana, fue una empleada del área de limpieza de la oficina consular, de nombre Argentina Ramos, quien observó en el piso -mientras barría- una hoja de papel que había sido filtrada por debajo de la puerta, con un escrito que afirmaba que dicho comando había puesto en marcha una operación de secuestro contra la dama y anunciaba que en las próximas horas se comunicarían con su familia para exponer sus reclamos.

Thelma Frías Montalvo de Rodríguez

La conserje le pasó el papel a Ángel Castellanos, un estudiante dominicano de 24 años que laboraba en el consulado y pertenecía al círculo íntimo de la señora Frías, por estar hospedado desde hacía cuatro meses en su apartamento, y éste procedió enseguida a telefonear a su sobrino, el vicecónsul Fausto Fabián Frías, quien llevaba dos días en Santo Domingo, para que diera a conocer la alarmante novedad en la capital dominicana primero que en Venezuela.

El funcionario consular se comunicó en la Cancillería con el vicepresidente de la República, licenciado Carlos Rafael Goico Morales, quien ocupaba transitoriamente las funciones de ministro, en ausencia de su titular, el doctor Jaime Manuel Fernández González, y éste conversó telefónicamente con el presidente Joaquín Balaguer sobre el hecho desafortunado, de manera que poco después, el embajador dominicano en Venezuela, periodista Rafael Bonilla Aybar, recibía instrucciones claras y precisas para que colaborara con las autoridades de esa nación en el esclarecimiento de  ese penoso episodio.

La primera declaración pública de la familia de la señora Frías la hizo su hermano Dhimas, durante una visita a la sede de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, donde manifestó que no tenían dinero para pagar el millón de dólares que exigía el grupo subversivo para liberarla; por lo cual pidió al gobierno interceder ante las autoridades venezolanas para que salvaran la vida de la cónsul aparentemente raptada.

Esa misma noche, Dhimas Frías viajó a Venezuela, para participar en la mañana del día siguiente en una rueda de prensa convocada por el embajador Rafael Bonilla Aybar, donde pudo percibir una variación en la posición inicial de cautela que había mostrado el diplomático al hablar de “misteriosa desaparición”; pues dijo, en esta ocasión, que si se comprobaba que había secuestro había que relacionarlo con el surgimiento en Santo Domingo de un movimiento político empeñado en desprestigiar la obra de gobierno del presidente Balaguer,  que estaría dirigido por partidarios del profesor Juan Bosch.

Thelma Frías ofrece declaraciones al periodista Miguel Hernández, del periódico El Nacional.

Este planteamiento político alarmó a Dimas Frías y su familia, al ver reanimada la antigua animosidad de Bonilla Aybar y Thelma Frías, matizada por la pasión y el odio desmesurado que primó en la época en que el famoso periodista, representando a las fuerzas conservadoras del país, era el principal crítico del gobierno de Bosch y la legisladora perredeísta era su principal colaboradora que encabezó como vicepresidenta del Senado el operativo de las cancelaciones impopulares, conocido por el nombre de “La aplanadora”, para  sacar de las oficinas públicas a notables servidores del régimen trujillista y poner en su lugar a los militantes y simpatizantes de su partido.

En sus peroratas diarias por la emisora «La Voz del Trópico» y en su periódico “Prensa Libre”, Bonilla Aybar fijó su puntería verbal en el jefe de Estado y la senadora del Distrito Nacional, que a su juicio era el lado débil y problemático del régimen perredeísta, ya que, además de dirigir la aplanadora, defendía a capa y espada el proyecto de reforma constitucional para establecer la sociedad democrática de 1963 que, en uno de sus artículos, originalmente contemplaba excluir el concordado firmado el 16 de junio de 1954 por el gobierno de Trujillo y la iglesia católica.

Rafael Bonilla Aybar

La senadora Thelma Frías realizó entonces la antipática tarea de confrontar a la alta jerarquía eclesiástica desde el Senado, siendo tildada de atea por el presidente del Partido Unión Cívica Nacional, doctor Viriato Alberto Fiallo Rodríguez, quien le imputó haber ordenado a sus seguidores que descolgaran un cuadro de la Virgen de la Altagracia que estaba colocado en una de las paredes del salón donde se celebró la primera convención nacional de su partido, los días 19, 20 y 21 de octubre de 1962, en el ensanche Ozama,  del antiguo Distrito Nacional.

A la controversial legisladora también se le atacó por su adhesión vehemente a la filosofía hostosiana, pues promovía en el Congreso una reforma educativa para establecer la escuela laica que limitaría el predominio de los colegios católicos en la administración de la enseñanza básica. Esa iniciativa originó que con el apoyo de la iglesia y el visto bueno de la embajada estadounidense, la Unión Cívica Nacional organizara las contundentes manifestaciones de reafirmación cristiana que contribuyeron al golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.

Declaración de Bonilla suscita polémica

El desconcertante ataque del embajador Bonilla Aybar a parciales de Bosch que supuestamente dirigían una campaña de descrédito contra el gobierno de Balaguer, relacionada con el caso de Thelma Frías, provocó un editorial del periódico Última Hora,  el 2 de octubre de 1971, lamentando que la desaparición de la cónsul dominicana estuviese envuelta en la nebulosa de la confusión luego de sus desafortunadas declaraciones, que estarían generando mucho escepticismo y desconfianza en el interior del país y en el extranjero.

Juan Bosch escoltado por el jefe de la Policia, Belisario Peguero y el general Antonio Imbert Barrera.

El profesor Juan Bosch, en su condición de líder y presidente del partido blanco, rebatió con energía a Bonilla Aybar y calificó su ofensiva de “calumnia asquerosa”. Lo hizo con las siguientes palabras: “Como no puedo rebajarme a pedirle una rectificación a un sujeto de la calaña de Bonillita, se la pido al gobernante que le ha dado categoría de embajador o al que representa a ese gobernante en la Secretaría de Relaciones Exteriores” (que era ese momento el vicepresidente Goico Morales, en ausencia del canciller Jaime Manuel Fernández).

La posición del líder político fue expuesta en una alocución dirigida al país por el programa radial “Tribuna Democrática”, órgano oficial de su partido, donde dijo que si él fuera presidente de la República o secretario de Relaciones Exteriores y un subalterno suyo hubiera dicho del doctor Balaguer lo que Bonilla Aybar decía de él, en ese mismo momento hubiese desautorizado esa infamia antes de que Balaguer se lo pidiera.

Bosch recordó que “según han dicho los familiares de la señora Cónsul del gobierno dominicano en Venezuela y las autoridades de aquel país y los propios secuestradores, en las notas escritas que les han enviado a los familiares de la cónsul, ésta fue secuestrada por un comando de esa organización, es decir, de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional o FALN”.

Llegada de Thelma Frías a República Dominicana después de lo ocurrido en Venezuela.

También censuró a Balaguer por haber nombrado como embajador en Venezuela al periodista Bonilla Aybar, señalando que un presidente que respeta a su país no nombra nunca como embajador ante un gobierno amigo a personas moralmente descalificadas, y  recordaba que un embajador no sólo representaba al pueblo dominicano en Caracas, sino que también era el representante personal del presidente de la República Dominicana ante el presidente de Venezuela.

Bosch agregó que estaba enterado de buena fuente que la declaración hecha en su contra por Bonilla Aybar, acusándolo de dirigir una campaña para desprestigiar al doctor Balaguer, respondía a “órdenes del gobierno dominicano”. “Debo decir, además, que ayer, antes de que se conociera aquí lo que dijo el tal Bonillita, en un barrio de la Capital donde viven muchos militares estaba diciéndose que yo fui quien ordenó el secuestro de la señora cónsul”, indicó.

La verdad era que el profesor Bosch tenía mucho tiempo desvinculado de la señora Thelma Frías Montalvo de Rodríguez, quien colaboró con el triunfo de Balaguer sobre Bosch, en las elecciones del primero de junio de 1966, y aunque no militaba en el Partido Reformista, era una figura sobresaliente en el grupo de experredeístas que se integró al nuevo gobierno, obteniendo para ella una designación consular en Aruba (Antillas Neerlandesas), para luego lograr que el presidente Balaguer la nombrara cónsul en Curazao y finalmente en Caracas.

 Historia de Thelma Frías

Para que se conozca la historia de Thelma Frías, diremos que esta mujer nació en Santo Domingo el 22 de febrero de 1915, en el seno del matrimonio formado por los señores Dhimas Frías y Consuelo Montalvo  de Frías, y que siendo muy joven se dedicó al magisterio, laborando por muchos años en una escuela de San Pedro de Macorís, estando casada con el señor Ramón E. Rodríguez.

En el año 1941 incursionó en la vida política, en el apogeo de la dictadura de Trujillo, destacándose por ser la primera mujer en integrarse a un movimiento clandestino antitrujillista conocido con el nombre del educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos; y en 1948 pasó a formar parte de una agrupación que tomó el nombre de “Alfa y Omega”, que abogaba por la revolución intelectual mediante la educación de los núcleos juveniles en los centros urbanos.

La señora Frías,10 años tarde, sobresaldría en la actividad clandestina, al dar albergue a varios de los jóvenes seguidores de los héroes y mártires del 14 de Junio; siendo por esa razón apresada y torturada, y luego -el 8 de agosto de 1959- obligada a firmar un manifiesto anticomunista de adhesión a la causa trujillista, que fue denominado “Diez razones de mi anticomunismo”, dirigido al presidente de la Cámara de Diputados de entonces, que era el licenciado José Ramón Rodríguez, donde se confesaba enemiga del socialismo soviético, duartiana, nacionalista y seguidora de Trujillo, alegando que su gobierno fomentaba “el trabajo, la industria, la cultura y la paz; y que patrocinaba “la previsión social”, al tiempo que  resguardaba la salud pública, elevaba el nivel de vida de los obreros y reivindicaba su condición ciudadana.

La historia de Thelma Frías dentro del antiguo partido blanco es harto conocida, pues estuvo presente en importantes eventos de esa organización política desde el 5 de julio de 1961, cuando se produjo la llegada al país desde el exilio de don Ángel Miolán y los demás integrantes de la denominada «Comisión de la Libertad».

Ella asistió a la instalación de Miolán y sus compañeros Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo en el segundo piso de la casa No. 13 de la calle El Conde, en la zona colonial de la Capital, y sobresalió como la primera secretaria de asuntos femeninos del partido blanco, como su primera senadora de la capital y la primera subdirectora de la Escuela de Formación Política “Simón Bolívar”, un centro de adiestramiento ideológico sumamente dinámico,  dirigido de manera personal por el profesor Bosch, que sirvió para instruir a los primeros cuadros políticos que tuvo la organización en materia de teoría política sobre la izquierda democrática y en la ideología del nacionalismo revolucionario, que fue el fundamento doctrinario del programa de gobierno perredeísta en 1963.

La señora Frías abandonó su partido en 1964, estando en el exilio, tras sostener marcadas divergencias ideológicas con Bosch. Se unió a un grupo de perredeístas disidentes, orientado por Miolán, que se dedicó a combatir las ideas boschistas. Su alejamiento de la actividad partidaria fue tan hondo, que en julio de 1967 declaró a la prensa que aunque se sentía aún perredeísta, no volvería a su partido mientras estuviese dirigido por Bosch, o por José Francisco Peña Gómez, quien lo encabezaba en ese momento, en razón de que Bosch se encontraba en el exilio dorado de Benidorm, España, escribiendo la Tesis de la Dictadura con Respaldo Popular y otros ensayos de literatura e historia, y ella entendía que ambos habían desviado al perredeísmo de su línea democrática original.

Investigación de la desaparición de Thelma Frías

Al transcurrir setenta y dos horas de la desaparición de la cónsul de la República Dominicana en Caracas, la Policía continuaba despistada en cuanto a su localización, aunque la seguían buscando de manera afanosa, disponiendo un claro control en los distintos puntos de acceso a la ciudad de Caracas, y en toda Venezuela se ponía en marcha un gran movimiento investigativo, que envolvía a más de siete mil policías que laboraban “ojo avizor” buscando dar con su paradero, siguiendo las instrucciones del presidente Rafael Caldera, quien dispuso que todo el gobierno colaborara con los servicios de investigación para desvelar este misterioso hecho.

De su lado, el presidente Balaguer, en Santo Domingo,  se mantenía debidamente informado de todo cuanto ocurría en Venezuela; y el encargado interino de la Cancillería, el  vicepresidente Goico Morales, mantenía contacto permanente con el embajador Bonilla Aybar y con las autoridades venezolanas, siguiendo cada detalle de la investigación policial, aunque no se percibía ningún rayo de luz que desvaneciese las brumas sobre la ubicación de Thelma Frías, quien había desaparecido el miércoles 30 de septiembre en el barrio de Bella Vista de Caracas, cuando se dirigía hacia el consulado, en el centro de la ciudad.

La familia de la exsenadora y cónsul dominicana en Caracas estaba muy preocupada porque las cosas seguían iguales, y a las 72 horas del acontecimiento no se sabía nada de su destino. Su sobrino Fremy Frías, ofreció unas declaraciones en su casa de Santo Domingo, para descartar que los presuntos secuestradores fuesen dominicanos, ya que estuvieran enterados que su familia no tenía dinero para pagar el millón de dólares que exigían de rescate.

El joven Frías pidió al gobierno de Venezuela suspender la persecución contra los secuestradores, por temor a que si se producía un encuentro a tiros, su pariente resultase lesionada; y responsabilizó a las autoridades caraqueñas de cualquier cosa mala que le sucediera a su tía si continuaban la intensa actividad desplegada en su búsqueda. Agregó, que su familia prefería negociar con sus captores y producir un rescate sin inconvenientes.

El día 3 de septiembre se filtró una información en los medios de prensa de Venezuela que indicaba que la Policía tenía varias personas presas por el caso Thelma Frías,  y que en las próximas horas darían un informe contundente de la evolución de las indagatorias; mencionándose entre los posibles interrogados a un antiguo oficial de la Fuerza Aérea Dominicana, llamado John Ávila, quien se había constituido en una especie de intermediario con los presuntos captores, según dijo para producir una liberación negociada de la señora cónsul.

Un poco más tarde trascendió que la Policía de Caracas  tenía una pista segura del lugar del secuestro, y al respecto se dijo que se había producido un intercambio de informaciones entre las autoridades venezolanas y las dominicanas, lo cual adquirió el sello de la veracidad al anunciarse horas después que la oficina de prensa del Palacio Nacional estaba convocando a una rueda de prensa, en la que se anunciaría, como en efecto ocurrió, la destitución de la señora Thelma Frías de Rodríguez y el nombramiento del doctor Manuel Álvarez Valverde, como el nuevo cónsul general en Caracas, mediante el decreto No. 3133, expedido por el Poder Ejecutivo, que le adicionaba funciones de ministro consejero de la embajada dominicana en Venezuela.

Ese decreto destituyó también al joven Fausto Frías, sobrino de la desaparecida, del puesto de vicecónsul.

El día 4 de octubre el mundo entero se enteraría que en horas de la madrugada había sido localizada la cónsul que se creía secuestrada, en un barrio situado a unos 10 kilómetros de Caracas. La Policía había entrado de manera forzada a un apartamento propiedad de la pintora venezolana Ángela Zago de Bustillo, quien dos días antes se había marchado a México, y tras romper la puerta de una de las habitaciones, se encontró con la sorpresiva visión de que allí estaba profundamente dormida, sobre una cama portátil, la señora Frías de Rodríguez,  vistiendo una ropa distinta a la que llevaba cuando salió de su hogar en la mañana del miércoles 30 de septiembre.

El anuncio sobre su localización, sana y salva, en una barrio al sur de Caracas, se hizo público inmediatamente el gobierno Venezuela supo que su homólogo dominicano la había destituido de su cargo consular, y en ese momento la palabra «secuestro» fue borrada del caso, sustituyéndose por la frase: «estuvo en reclusión voluntaria».

Luego de ser interrogada por los organismos de inteligencia en Caracas, la excónsul fue extrañada de Venezuela la tarde del 4 de octubre, viajando rumbo a Santo Domingo en compañía de sobrino y del estudiante dominicano Ángel Castellanos. A su llegada al Aeropuerto Internacional de las Américas, afirmó que había sido víctima de una conspiración internacional de las extremas izquierda y derecha, y acusó al embajador Bonilla Aybar de dañar su imagen; insistiendo en que fue secuestrada por la FALN, y que la propietaria del apartamento donde fue hallada formaba parte de la conspiración.

En la ocasión se defendió con el mismo ímpetu y la fogosidad que manifestaba en apoyo de sus ideas políticas, reiterando que Bonilla Aybar le había tendido una trampa. Luego entró en una nueva etapa de reclusión voluntaria y se apartó para siempre de  la acción política.

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FRUSTRACIÓN Y DESENGAÑO CON GOBIERNO PROVISIONAL DE GARCÌA GODOY

Con la firma del Acta Institucional el 31 de agosto de 1965, entre el coronel Francisco Caamaño y el doctor Héctor Rafael García-Godoy y Cáceres, se concretó el Acta de Reconciliación, suscrito el día anterior por las partes envueltas en la guerra civil de 1965, instalándose un gobierno provisional encabezado por este último, que en los primeros días representó un alivio y una esperanza para los diversos sectores de la sociedad, tras varios meses de cruentas batallas por el poder con pérdidas enormes de vidas y haciendas.
Sin embargo, cuando el presidente García-Godoy anunció la composición de su gabinete, hubo sorpresa y desencanto en los círculos de opinión, de clase media, debido a que los nuevos funcionarios eran en su mayoría personas apolíticas y conservadoras, sin ningún compromiso con la lucha librada para el retorno a la constitucionalidad.

Los nuevos ministros eran: Jaime Manuel Fernández González, Administrativo de la Presidencia; Manuel Joaquín Castillo y Castillo, de Interior y Policía; Julio Espaillat Rodríguez, de Salud Pública; Miguel Ángel Brito Mata, de Trabajo; Silvestre Alba de Moya, de Agricultura; José Ramón Rodríguez, de Relaciones Exteriores; ingeniero Salvador Sturla, de Obras Públicas y Comunicaciones; Fidel Méndez, de Finanzas, y el contralmirante Francisco Javier Rivera Caminero, de las Fuerzas Armadas.
También Freddy Prestol Castillo, consultor jurídico del Poder Ejecutivo; Armando D’Alessandro Tavárez, presidente de la Corporación de Fomento Industrial (Industria y Comercio), y el joven Manuel Ramón Morel Cerda, procurador general de la República.
Sólo Prestol y Morel tuvieron algún tipo de desempeño en las actividades del gobierno en Armas; pues al autor de la novela “El Masacre se pasa a pie” y del cuento “La tragedia de Juan Marte, se le vio muchas veces entrar y salir del edificio Copello, donde operaba dicho gobierno; siendo para los que allí concurrían, una especie de asistente del canciller Jottin Cury.

De su lado Morel, pese a lo joven que era, se había desempeñado como Procurador de la Corte de Apelación de Santo Domingo, con el aval del eficiente servicio realizado en el puesto de Fiscal del Distrito Nacional durante el gobierno del profesor Bosch, en el que se vio obligado a enfrentar con fiera osadía a los golpistas que comenzaban a manifestarse en público, sometiendo a la acción de la justicia a Federico Díaz Andújar, Fernando Muñiz y Francisco Valiente, además de apresar a Enrique Alfau y a otros complotados que publicaron en los diarios de prensa un extenso comunicado, a nombre de la denominada Acción Dominicana Independiente (ADI), exhortando a la sublevación de las Fuerzas Armadas contra el gobierno constitucional.
Esos nombramientos generaron una gran desilusión que fue ganando espacio en los grupos de opinión, por la sensación de que fueron vanos los esfuerzos del pueblo en darse un régimen progresista, democrático y constitucional, ya que de aquellos ministros, sólo el joven jurista santiagués y expresidente de la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA), había inspirado un poco de confianza, por su fuerte carácter y manifiesta disposición en realizar una gestión auspiciosa en el ámbito de la justicia. Sin embargo, la esperanza se fue rápidamente desvaneciendo al percibirse la gran contradicción de puntos de vista entre éste y el ministro de las Fuerzas Armadas, que era Rivera Caminero; un hombre de mentalidad recalcitrante, que había sido el jefe de la Marina de Guerra que ordenó el bombardeo al Palacio Nacional el 26 de abril de 1965, para mostrar por la vía de sus bombazos y metrallas, su rivalidad constante a la reinstalación del gobierno de Bosch y a la Revolución Constitucionalista en marcha.

Esas divergencias son explicadas por Morel Cerda en su libro “Testimonios Desclasificados”, donde señala (citamos): “Nuestra relación con todos los ministros era muy buena, salvo con el de las Fuerzas Armadas, el contralmirante Rivera Caminero, con quien tuve un encontronazo en un Consejo de Gobierno por la interpretación que le daba cada uno a la Ley de Amnistía. El alto oficial entendía que cualquier persona que hubiese cometido crimen en la contienda bélica resultaba favorecida por dicha ley y nosotros entendíamos que sólo abarcaba a hechos sangrientos ocurridos en el fragor de la batalla. Nuestro punto de vista partía de las circunstancias de que un sector de las fuerzas que adversaron a los constitucionalistas había cometido crímenes horrorosos acompañados de torturas inimaginables. Esta discusión se produjo de manera acalorada y en un tono que distaba mucho de ser cordial”.
El ex procurador general de la República y ex presidente de la Junta Central Electoral habla más adelante del terror imperante en el país en esos días, señalando que “nadie podía salir de sus casas”, “se ponían bombas en varios sitios”; y puso de ejemplo “la explosión de la Revista Ahora”, propiedad del doctor Rafael Molina Morillo, quemada en “represalia por la posición que había mantenido dicha revista en defensa de la constitucionalidad”.
Sobre el comportamiento criminal de Rivera Caminero, un destacado columnista del periódico HOY, el periodista Lipe Collado, en un análisis noticioso publicado en ese diario, en fecha 24 de septiembre de 2015, señala que el Ministro de las Fuerzas Armadas, comodoro Francisco Rivera Caminero y otros altos oficiales se reunieron el 23 de septiembre de 1965 con el presidente Héctor García Godoy en su despacho del Palacio Nacional para advertirle que si el profesor Juan Bosch retornaba al país el día 25, “sería hombre muerto en el mismo aeropuerto”.
Agrega Collado que García-Godoy estaba impresionado con la posición de sus jefes militares y que trató de disuadirlos y convencerlos de que la FIP jamás permitirían algo tan atroz.
También señala que Rivera Caminero habría convocado a su despacho al coronel de la Policía José de Jesús Morillo López, comandante de la dotación militar del Aeropuerto Internacional de Las Américas José Francisco Peña Gómez, para ordenarle la colocación de un francotirador en la azotea del edificio principal para que le disparase al profesor Juan Bosch tan pronto se hiciera visible su cuerpo al descender del avión en que llegaría de su exilio en Puerto Rico; pero que éste asombrado, tanto como lo estuvo antes el presidente García-Godoy, le ripostó: “General, ¿pero es que usted se ha vuelto loco? ¿Usted no ha pensado en las consecuencias que se derivarían de un hecho de esta naturaleza?” (…) “se produciría un baño de sangre en toda la república y nadie podría contener la ira del pueblo”.
Morel Cerda en su libro de memorias hace alusión a ese atentado, pero sin precisar responsabilidades, con la siguiente descripción:
“Tres ex oficiales de las Fuerzas Armadas acudieron a nuestro despacho para informarnos de la existencia de los planes que había para atentar contra la vida del ex mandatario. Nos tomamos en serio la denuncia porque aportaba datos precisos y nombres de militares implicados. Por tanto, lo primero que hicimos fue anunciarle una visita oficial al distinguido político y una vez en el lugar escogido, quisimos obtener, guardando las consideraciones de lugar, la reacción del ex presidente. Su respuesta fue que no le interesaba que se hiciera ninguna investigación al respecto y, además expresándose en forma adversa en contra del presidente García Godoy”.
En diciembre de 1965 Morel Cerda fue removido de su cargo de Procurador General, siendo enviado al servicio exterior como embajador en Uruguay, lo que fue una gran victoria para el alto oficial de la Marina, quien estimaba que con su derribo aumentaría su poder, pudiendo usarlo incluso contra el propio presidente García Godoy. Al parecer, Rivera Caminero no se daba cuenta que con su actitud se había convertido en un obstáculo para el gobierno, que estaba esperando el momento oportuno para relevarlo del cargo, como ya lo había hecho con el general Wessin y Wessin. Ese momento se presentó luego de la masacre estudiantil en el perímetro palaciego, ocurrida el 9 de febrero de 1966, con un saldo de cuatro muertos y quince heridos; un hecho que consternó la nación, generando fuertes protestas callejeras y una huelga nacional.
En el reinado de Rivera Caminero se originaron hechos perturbadores como el ametrallamiento a la residencia del nuevo ministro de Agricultura, Silvestre Alba de Moya; el horrendo crimen del doctor Ángel Severo Cabral, secretario general de Unión Cívica Nacional, el 16 de octubre de 1975, mientras se dirigía a su vivienda de la calle Padre Billini de la Capital. También los asesinados de Miled Haddad, gobernador de Mao y padre del coreógrafo Chiqui Haddad; así como del mayor constitucionalista Luis Arias Collado. Y en medio de esa situación de terror, el acontecimiento más sobresaliente fue la memorable batalla del hotel Matúm, en Santiago, el 19 de diciembre de 1965, entre los constitucionalistas y las tropas enviadas por Rivera Caminero con la misión de liquidarlos.
La designación de Morel Cerda en el servicio diplomático, truncó un intento serio por dignificar la justicia y tecnificar el Ministerio Público con la recién creada Policía Técnica Judicial, bajo las órdenes del doctor Manuel Antonio Camino Rivera y del licenciado Rafael Estrada Santamaría, quienes llevaron a cabo una buena labor para que ésta fuese un buen soporte del Poder Judicial, reclutando doscientos jóvenes combatientes constitucionalistas, algunos de ellos ex policías preparados, profesionales del Derecho y médicos, a fin de profesionalizar el organismo, en una tarea dirigida a lograr un funcionamiento tecnificado de la función policial.
El desencanto con el gobierno de García-Godoy se fue incrementando considerablemente; pues poco después ocurrió la batalla del Matúm; una batalla desigual, en la cual el ejército y la Fuerza Aérea se combinaron en un ataque por sorpresa contra los constitucionalistas que fueron obligados a concentrar sus esfuerzos en defender sus vidas, teniendo que enfrentar la superioridad numérica de los adversarios, que contaban además con armas pesadas, ametralladoras, tres tanques de guerra y varios aviones con la orden de masacrarlos.
Después de esa batalla estaba claro que el gobierno de García-Godoy no tenía fuerza para protegerlos, teniendo Caamaño que acceder a negociar con el cónsul estadounidense en Santiago, Lister Scott para escapar con su gente a esa encerrona, y lo hizo haciendo uso de los helicópteros aportados por el ejército invasor, aunque no pudo evitar que murieran varios de sus compañeros; entre ellos, el coronel Juan Lora Fernández.
Por esa situación el coronel Caamaño decidió aceptar cargos diplomáticos, junto a Montes Arache, Lachapelle y otros militares constitucionalistas que marcharon hacia países europeos, y con ello la gente comprendió que había sido un fracaso el acuerdo de la reincorporación de oficiales constitucionalistas a los cuarteles; pues estos tenían una amenaza permanente de muerte y eran vejados y cancelados, sin reparar en la alta inversión que hizo el Estado para que tuvieran una carrera militar.
Muchos de esos militares, con una extraordinaria calidad académica, tuvieron que desplazarse a la docencia universitaria, y a otros oficios, ya que le impidieron ingresar a los cuarteles, tal como ilustró el ex vicerrector académico de la UASD, maestro Jesús de la Rosa, en una entrevista con la periodista Rosa Alcántara, del periódico HOY, publicada el pasado 16 de junio; donde el excapitán de Navío de la Marina y principal autoridad policial durante el gobierno de Caamaño, dijo que “llegó a la docencia por necesidad, pues su vocación y pasión era la carrera militar. Por esa razón cursó estudios en la Academia Naval de la Armada Dominicana y militares en la Batalla de las Carreras”.
Con el exilio involuntario de Caamaño se demostró al país que el gobierno de García-Godoy iba en continuo retroceso, y con ello se iba aposentado la derrota en la mente de algunos individuos, aunque otros que frecuentaban las peñas literarias y políticas, en los discretos rincones de las cafeterías y bares de la ciudad, introducían la falsa ilusión del triunfo de la revolución en la recién concluida guerra patria, idealizando batallas, imaginando éxitos y glorificando nuevos héroes ignorados por los contadores de historia.
Pero los avasallantes paladines de la palabra, en las referidas tertulias, tuvieron tiempo para tejer muchas de las hazañas y de los figurados combates de la guerra, surgiendo una inmensidad de ídolos barriales que dijeron ser soldados victoriosos de la heroica contienda del puente, o de la fiera resistencia contra la soldadesca extranjera los días 15 y 16 de junio, y luego en la repentina batalla del 19 de noviembre en el hotel Matúm de Santiago.
Esta frustración alcanzó a comunicadores, artistas e intelectuales, que donde quiera que iban se lamentaban de la invasión extranjera, culpando a Washington y a la CIA de la nueva situación, recalcando que fue con la llegada al país de los soldados norteamericanos, el 28 de abril de 1965, se evitó el triunfo de la Revolución y que fue esa invasión la culpable de los doce años de represión vividos en el gobierno de Joaquín Balaguer.
El único lugar donde se creería en el triunfo revolucionario, en el curso del gobierno de transición de García-Godoy, fue la Universidad, debido a que el reconocimiento del Movimiento Renovador y de las autoridades, encabezadas por el rector Aybar Nicolás, posibilitó el desarrollo de una visión crítica y de un espacio para reorganizar las ideas democráticas; amén de que la UASD se convirtió en el refugio natural de los grupos de izquierda, aprovechando su espíritu crítico y su dirección democrática.
El timorato Dr. Héctor García-Godoy, en su gestión de gobierno provisional, asumió una postura de permisividad y complicidad ante la desarticulación de los constitucionalistas (civiles y militares) encabezados por el Coronel Caamaño; labor esta ejecutada por quienes fueren sus rabiosos opositores durante toda la guerra patria, claro que con el apoyo, respaldo y colaboración de los asesores militares norteamericanos en el país.
Por la postura descrita en su gestión de gobierno provisional, el timorato Dr. Héctor García-Godoy, fue premiado por el Presidente de la República, Dr. Joaquín Balaguer, quien al tomar posesión del poder, el 1º de Julio de 1966, lo nombró Embajador ante EEUUU, cargo que ejerciere desde 1966 hasta 1969.

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