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Amar es alfabetizar

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Ivelisse-prats-de-perezIVELISSE PRATS RAMÍREZ.-

Fue un acto hermoso. Lo sé, porque yo estaba allí.

El entorno, hermoso: un jardín muy verde, pasillos en los que nos parece oler el incienso evangelizador de los apóstoles que se conocen y estudian en esa Escuela; y una capilla luminosa que convoca a la alegría de la paz.

Hermoso, también, el propósito del acto: firmar, después de la misa oficiada por nuestro Cardenal Nicolás López Rodríguez, el acuerdo-compromiso entre la Conferencia Episcopal Dominicana y el Programa Nacional de Alfabetización, “Quisqueya Aprende Contigo”.

Y hermoso, sobre todo, porque ese sábado en la Escuela, se reafirmó el sentimiento alto que es corazón del cristianismo: el amor.

Alfabetizar es un acto de amor. El donar, más aún, el donarse que es precepto cardinal de la doctrina cristiana, tiene que estar presente en la labor de quien alfabetiza, sobre todo a jóvenes y adultos, tendiendo un puente amable y solidario entre los que por culpa de las injusticias sociales fueron marginados de la cultura de las letras, y los que hemos tenido el privilegio de acceder a ella por razones de suerte o de clase.

Recíprocamente, nos lo recuerda el clásico cuadro de Aníbal Villalis, AMAR ES ALFABETIZAR.

Fue ese uno de nuestros lemas, y el cuadro uno de nuestros afiches en el Programa Especial de Educación Ciudadana (PEEC), que se emprendió en 1983, avalado por la UNESCO.

Si amar es alfabetizar, es evidente que para un cristiano se convierte en un deber de conciencia arribar el hombro, su lengua y sus competencias para disminuir esa dolorosa estadística de analfabetos que sobre todo en los continentes más pobres y con más desigualdad, revela una deuda social, estatal y ciudadana incumplida.

No basta rezar, nos advirtió la canción aquella, y lo dijo con autoridad suprema Jesucristo a los escribas sacerdotes fariseos. Ni golpes de pecho y cabezas cubiertas con cenizas hipócritas, ni limosnas tendidas en displicencia por la misma mano que niega imperiosamente las aspiraciones de igualdad. Amar a Dios es amar al prójimo, ninguna otra cosa vale para servirle y honrarle.

Y amar al prójimo es, debe entenderse así, asumirlo cercano, iguales sus derechos a los nuestros, pedazos entrañables que son, como seres humanos, de nuestro común origen divino.

Entender y comunicarse, propiciar que otros entiendan y se comuniquen, es un acto de amor decisivo que se plasma en un universo de palabras como alondras, de lecturas que son descubrimientos mágicos, de páginas garrapateadas con símbolos taumatúrgicos.

Porque el amor no existe cuando unos pocos poseen la sabiduría y la ejercen para el mando despótico, amar es democratizar instancias y estructuras, para que el conocimiento y la educación tengan el común denominador de la equidad.

Y como leer y escribir, pensar y disentir, criticar y participar son herramientas esenciales en la construcción de una sociedad donde crezcan seres humanos solidarios y ciudadanos plenos, no hay duda alguna; amar es alfabetizar. La iglesia, desde Vaticano II y sus ecos latinoamericanos de Puebla y Medellín reivindicó el amor que ahora se aviva en un twitter del Papa Francisco: “la iglesia nace del gesto supremo de amor de Jesús en la cruz, de su costado abierto. La iglesia es una familia donde se ama y se es amado”.

En nuestro país, desde hace mucho tiempo, la iglesia amó alfabetizando, ahí están las crónicas de los Buenos Hechos Católicos, las campañas en las que el Colegio Loyola ganó laureles; está aquí, extendida vibrante, la labor de Radio Santa María, tomada como modelo en nuestro continente.

En el acto hermoso del sábado 5, nuestra iglesia reitera lo que el Papa nos continúa diciendo, “Dios nos ama. No tengamos miedo de amarlo. La fe se profesa con la boca, con el corazón, con la palabra, y con el amor”.

Amor que alfabetiza y alfabetización que ama. La iglesia dominicana suma la fuerza de sus cientos de parroquias, sus miles de feligreses y la voluntad firme de sus dignatarios, al esfuerzo nacional que debe culminar en un pueblo, que como pide Freire, a través de su alfabetización, “lea su realidad y escriba su historia”

Yo, que leo con dolor la realidad, y escribo la historia con rebeldía, sentí en el acto hermoso, que aún puedo esperar, y confiar. Estoy en buena compañía, alfabetizando y amando.

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