Cennect with us

Opiniones

VISIÓN GLOBAL

Publicado

en

Neslon Encarnacion POR NELSON ENCARNACIÓN.-

HAITÍ NOS DIVIDE

La discusión por el problema de la inmigración irregular haitiana ha provocado una división de la sociedad dominicana como pocos temas la habían causado en el pasado. Ni siquiera el político.

El apasionamiento con el que quienes los bandos han tomado el debate, transciende inclusive la efervescencia con la que se discuten asuntos que aumentan los niveles de adrenalina.

Sabemos que el tema haitiano es una de las cuestiones fundamentales a las que tiene que hacer el Estado dominicano, no dándole de lado como hasta ahora, sino la seriedad que el caso amerita.

No se equivocan quienes sostienen que la República Dominicana es probablemente el único país que maneja sus asuntos fronterizos con unos niveles de irresponsabilidad que espantan.

Las discusiones de ahora mismo, luego de la sentencia del Tribunal Constitucional relativa a definir la nacionalidad, no tuvieran lugar si 25 años atrás se le hubiera dado el frente al problema, como aconsejaron personalidades de la talla de Luis Julián Pérez, Heriberto de Castro, Virgilio Álvarez Saviñón, Leopoldo Espaillat Nanita, Marino Vinicio Castillo y otros de igual prestancia.

Sin embargo, los agentes del Estado, en lugar de enfrentar el problema con responsabilidad y patriotismo, se confabularon con personeros del gobierno haitiano para negociar con el tráfico de trabajadores ilegales en acciones típicas de la trata de personas.

Producto de aquella irresponsabilidad estatal nuestro país ha sido-y lo será por mucho tiempo-, sometido al asedio internacional cada vez que quiera ordenar la cuestión migratoria, pues para algunas naciones la soberanía es un asunto privativo de las grandes potencias o de los países “de alguna importancia”.

Es penoso que ni aun en temas tan cruciales como la nacionalidad y el derecho del país a regular las migraciones, hayamos podido construir un consenso nacional, y por el contrario, se produzca una fragmentación tan lamentable de la opinión pública.

Este aspecto no debería estar sujeto a la discusión de si quienes apoyan la regulación migratoria son racistas, xenófobos y anti haitianos, y, por consiguiente, merecedores de todas esas descalificaciones, o si los que se ubican en una posición contraria son los dueños de la razón y la justicia. Pero tristemente es así.

Es evidente que algunos defensores de otorgar la nacionalidad sin requisitos o permitir la inmigración sin control, les importa poco el hecho de que las principales arterias de las ciudades dominicanas están copadas ya por oleadas de mendigos haitianos sin costumbres urbanas que afectan el desenvolvimiento normal de esos lugares.

Si decir estas cosas es desempolvar prejuicios, es mejor recibir esos calificativos que permitir la disolución de nuestras costumbres.

Y conste-para evitar disparatadas-que muchos de los que nos ubicamos en el lado de la Nación, de ninguna manera podemos ser racistas.

[email protected]

Publicidad