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Opiniones

Sin mirar atrás

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Ivelisse-prats-de-perezPOR IVELISSE PRATS RAMÍREZ.-

Los diagnósticos son indispensables. Sin conocer los problemas no se puede plantear los cambios.

Pero el tiempo incierto y la situación nacional enigmática nos impele a atender al pensador Ramón Flecha: “Hay que desarrollar propuestas en base al análisis prospectivo de las nuevas realidades”.

No debemos seguir, como el burro aquel del panadero, adiestrados solamente en detenernos en las puertas conocidas de nociones manidas y de clásicos clichés para parir soluciones probadas como inefectivas, cuando no pérfidas.

Por ejemplo, ahora que se realiza aunque con sordina la Consulta para un Pacto por la Reforma Educativa, hay que embridar al burrito de la fábula aquella, desviándolo del sendero trillado para explorar nuevos rumbos.

Los que están opinando y los que deciden hacia dónde irá la educación dominicana, no deben encerrarse en nostalgias de un pasado que no volverá, ni caer en la trampa de señalar como culpables a las víctimas; acusar a los profesores por su preparación deficiente es dar una vuelta a la noria que solo nos conduce a confrontar las instituciones del nivel superior que los forman: despotricar contra los estudiantes, sus pocos hábitos de estudios, su violencia; es transitar otro círculo vicioso que nos llevará en cada giro de condenas a nuestras propias culpas, a las de todos los dominicanos que permitimos, sufrimos o nos beneficiamos de un modelo perverso, no solo en lo educativo, sino en lo social, lo económico y lo cultural.

La reflexión y la acción educativas han de inscribirse hoy dentro de los flujos informáticos que traen visiones a futuro, que muestran de nuevo las utopías que caracterizan la modernidad, atemperadas y aclimatadas por algunos salvables aportes de esta posmodernidad que hay que tomar con pinzas. Pasadismo, nunca. Pero sí rescate a las buenas tradiciones.

En el punto de INFLEXI”N en que estamos, situados, “no en el mismo trayecto del sol”, como decía el poeta, sino en la sombra vergonzosa de los lugares últimos en que colocan a nuestra educación las evaluaciones internacionales, no hay tiempo para pequeños ineficaces parchecitos. El edificio entero de nuestra educación ha colapsado; hay que construirlo desde sus cimientos con un diseño modular que permite ampliarlo, elevándose hacia el cielo de esas utopías que no pueden faltar cuando de futuro se trate.

Las reformas educativas que se han intentado en el país, desde Hostos hasta acá, algunas, mejores que otras, fracasaron. Las ideas hostosianas solo fueron patrimonios de pocos; la cosecha, como bien dice Bosch, no pudo recogerla el Sembrador Antillano ni la generación que formó, exigua y perteneciente a una sola clase social. Las demás, o fueron dañadas por la asfixiante tiranía, porque sin libertad la educación es esclavizante, o no pudieron en soledad cambiar nada, porque la educación necesita para crecer, y hacerse fecunda, estar acompañada por las otras transformaciones sociales.

El Pacto que se reclama fue, podría serlo aún si se entiende sus caracteres y sus puntos de partida y de llegada, un comienzo, una puerta distinta para depositar un pan educativo recién horneado, que no huela a rancio sino que arome en esencias de futuro y que estimule a saborearlo.

Ese pan, esa Reforma Educativa, ese salto cualitativo, también cuantitativo, porque todavía hay demasiada exclusión que nos obliga a adjetivar la calidad con la equidad, no lo pueden amasar unos por unos pocos. Alimento para el pueblo, debe ser instrumento para que la equidad se practique en las aulas y se expanda por la sociedad entera.

Como la Independencia, como la Restauración, sobre todo, esta Reforma Educativa requiere la participación de todos. Por eso el Pacto, por eso MINERD, no puede continuar por su cuenta anunciando cambios que parecen sacarnos la lengua a los que participamos de buena fe en las Consultas.

Que no fracase, de nuevo, la esperanza: no es bueno, ni para el pueblo ni para el gobierno. Por esta vez, que puede ser decisiva, no miremos atrás, no forjemos en el mismo molde autoritario, impositivo de antes el currículo, la formación de maestros, la gestión, los métodos. ¡Abajo los que se creen, sin credenciales, chamanes!

Futurizar es un verbo que aporto, neologismo por delante para hacer esta reforma. Significa entender y asumir que las recetas caducaron, que los diagnósticos están requete hechos, que ahora no hay el pretexto del 4% y que la tecnología no es mágica sino cuando a ella pueden acceder los que más necesitan esa magia, no exclusivamente los que la tienen a sus costosos alcances.

Avanzar, no mirar hacia atrás. Del pasado, sí, recuperar la profética frase de Simón Rodríguez, maestro de Bolívar: “Innovar, o perecer”.

Buen lema para la educación dominicana.

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