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LEO-HERNANDEZ-POR LEO HERNANDEZ.-

Ingratitud

La ingratitud viene a ser algo así como consustancial en el quehacer cotidiano de los grandes liderazgos. Y no solamente en la política, sino también en las relaciones interpersonales de gente que brilla y, en consecuencia, la suerte y el futuro de otros está supeditada a su evaluación y decisión. A veces resulta incomprensible, eso sí, que ciertas figuras renieguen y hasta combatan –acreemente en ocasiones- a quienes han sido sus impulsores y gracias a los cuales han emergido a la palestra pública. “Pero en política no se agradece ni se guarda rencor”, me dijo en una oportunidad mi amigo ido a destiempo Manuel Paniagua. Y tenía mucha razón. La ingratitud de los suyos la han sentido todos los líderes políticos que han brillado en las últimas cinco décadas, y más atrás también. El presidente Joaquín Balaguer sí que supo asimilar muchas de esas ingratitudes y, paciente, esperó el retorno a su redil de muchos que le echaron maldiciones, abjuraron de sus lealtades y hasta le difamaron. En el litoral perredeísta, lo mismo ha ocurrido con José Francisco Peña Gómez y los presidentes Antonio Guzmán, Jacobo Majluta, Salvador Jorge Blanco, y Hipólito Mejía. Y ni qué decir de los que han exhibido igual actitud frente a Miguel Vargas Maldonado. Con el presidente Juan Bosch, desde antes que asumiera el poder en 1963 y más aún después, también ha habido ingratitudes. Escribo esto para que nadie se sienta sorprendido por los que hoy, tras haberse beneficiado del aura y las gestiones del presidente Leonel Fernández, gracias y en las cuales han podido construir sus figuras políticas, quieran hacerse los graciosos con pronunciamientos dizque institucionalistas pero en verdad antileonelistas, tan solo por el afán de alcanzar nichos que cada día se les alejan más en la ruta de exhibir aspiraciones que bien podrían ser legítimas y de pleno derecho, pero si no fuera una verdad como un templo aquello de que “líder se nace, no se hace”. A veces nos pronunciamos de forma que aunque querramos arrepentirnos, no hay manera de recoger las palabras. Así es…

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