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MIU hace duras críticas al senador estatal de Nueva York, Adriano Espaillat

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adriano espaillatLa Comisión Politica del Movimiento de Izquierda Unida (MIU) que lidera Miguel Mejía emitió este lunes un documento en el que hace duras críticas al senador estatal de Nueva York, Adriano Espaillat, quien se encuentra de visita en el país y se viene reuniendo con diferentes personalidades de la vida política nacional.

A continuación el documento inextenso del MIU:

Con pose y sonrisa estudiadas, el inefable senador estatal por New York, Adriano Espaillat no ha tardado en buscar la ocasión de figurar en la foto junto al Presidente dominicano Danilo Medina, al concluir una “visita de cortesía a Palacio”.

Nadie crea que la solicitud de entrevista se debió al deseo del Senador Espaillat de fortalecer los nexos económicos, culturales o educativos entre la gran urbe del norte y la capital del país que lo vio nacer. Tampoco para prestar su ayuda desinteresada y llevar por el mundo la verdad acerca de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional. Mucho menos para ponerse a disposición de sus compatriotas en la ardua labor de eliminar o reducir la pobreza, el analfabetismo, las desigualdades y otros azotes que lastran el futuro de una nación, de siempre luchadora.

Aunque alguien aún pueda asombrarse ante las volteretas políticas de que es capaz este hábil simulador, lo cierto es que el flamante Senador Espaillat ha ido a Palacio, simple, llana y olímpicamente…para felicitar al Presidente Medina por la Ley de Regularización, que acaba de entrar en vigor y por la implantación del Sistema de Atención a Emergencias y Seguridad (911). En el primer caso, afirmó que su felicitación se basaba en que, al fin, “… se había puesto rostro humano a la ley”.

¿Es que acaso el senador Espaillat se considera a sí mismo, en el mejor estilo de los procónsules, ungido del sacro derecho de evaluar las decisiones de un Jefe de Estado y dispensar benévolas palmaditas a su espalda, cuando considera que ha acertado en sus decisiones?

Por supuesto que hasta el derecho a felicitar hay que ganárselo honradamente y quienes manejan la agenda del Presidente Medina le han hecho un flaco favor al permitirle a alguien como Adriano Espaillat, ganar puntos de manera obviamente oportunista y sin sudar la camiseta.

Cuando un coro de críticos enconados se alzaba desde diversos rincones del mundo, condenando a República Dominicana por su soberana decisión de poner orden en la inmigración ilegal llegada al país desde cualquier parte, no solo desde Haití, se hubiese agradecido la visita a Palacio del Senador Espaillat, no ahora cuando los hechos y la información brindada a los desinformados de ayer, se han trocado en público reconocimiento y justo apoyo a las decisiones del gobierno y la nación. Lejos de eso, cuando se produjo la valiente visita del ex senador norteamericano Charles Rangel a nuestro país y se dieron a conocer sus declaraciones de apoyo a nuestra decisión libérrima, descalificando moralmente, de paso, las poses injerencistas de su propio gobierno, el senado Espaillat no solo hizo mutis por el foro, hurtando su cuerpo al compromiso y la toma de partido, sino que se dedicó en New York a denigrar y atacar a Charles Rangel, por mezquinos y estrechos intereses politiqueros y algo de envidia e impotencia ante el relieve de una figura como Charles B. Rangel.

Una figurilla menor, como el senador Espaillat, con un abultado expediente de fomento de la división entre los dominicanos residentes en New York y de promotor de cacerías de brujas y represalias contra todo el que no piense como él, y peor aún, contra todo el que no le otorgue su voto, en el mejor estilo del trujillato, no tiene calidad moral para figurar, en una foto y haciendo declaraciones de postín, junto a un hombre como el presidente Danilo Medina, que si ha echado pie a tierra junto a sus compatriotas, en las verdes y en las maduras.

Adriano Espaillat, que hoy se abroga el derecho de calificar las actuaciones del gobierno dominicano y descender desde su Olimpo para dispensarle sonrisitas y estrechones de mano paternales, es el mismo que también se lo ha abrogado para decidir qué es la dominicanidad y quién es traidor a ella. Su método es infalible: si el ciudadano, en el silencio recogido de las urnas, vota por él o su candidato, entonces es un dechado de buen patriota que merece, al igual que nuestro Presidente, un estrechón de mano, unas palmaditas condescendientes y una sonrisa. De no hacerlo, es ipso facto declarado traidor a la Patria, excomulgado del seno de la dominicanidad y condenado al triste destino de los parias.

Pero, he aquí que este autoproclamado paradigma de la dominicanidad ha promovido, apoyado y hecho triunfar candidaturas de políticos no dominicanos de New York, que se enfrentaban a aspirantes dominicanos. Eso ocurrió en 1992, al apoyar al puertorriqueño Bill Alicia contra el dominicano Julio Hernández , por un puesto en la Asamblea de New York, lo que dividió los votos y permitió la reelección de Brian Mortawg; en el 2009, al negar su apoyo a su compatriota Manny Lantigua, quien aspiraba a concejal por el Distrito 7; en el 2010, al apoyar al puertorriqueño Gustavo Rivera contra las aspiraciones del dominicano Manny Taveras a un puesto en el Senado Estatal; en ese mismo año, al acompañar la nominación de la boricua Jenny Rivera contra el dominicano Rolando Acosta, por la nominación de Juez del Tribunal de Apelaciones del Estado y finalmente, en el 2013, al no respaldar a sus compatriotas Manny Lantigua y Luis Tejada por un puesto en el Concejo Municipal y hacerlo con el judío Mark Levin.

Tampoco ha temblado su recia fibra nacionalista cuando calla ante el desplazamiento de los dominicanos del Alto Manhattan o no mueve ni un dedo de sus manos, tan regalonas de aplausos cortesanos que le reporten ventajas, para lograr que servicios tan elementales como la calefacción o el acceso a una educación pública de calidad, les sea garantizado a sus conciudadanos emigrantes.

En vez de dispensar bulas papales y absoluciones, el senador Adriano Espaillat debería ocuparse en promover iniciativas y políticas que propendan a la creación de empleos, el apoyo a las pequeñas empresas y a defender y garantizar la felicidad de nuestros compatriotas emigrados. En ello debería tomar el ejemplo de ese hombre, junto al cual aparece en la foto y al que mancha con la sombra viscosa de su oportunismo descarado.

No sería ocioso recordarle que la dominicanidad, en primer lugar, es decencia y sentir en mejilla propia el dolor de hasta el más ínfimo de nuestros hermanos.

La dominicanidad tiene rostro humano, el de los independentistas, restauradores, constitucionalistas, en fin, el de nuestro abnegado pueblo, resida donde resida.

Lo que tienen los politicastros como Adriano Espaillat es una careta. Y ni ella los salva de mostrar sus llagas morales.

COMISIÓN POLÍTICA

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