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Opiniones

Excluidos por sus genes

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ivelissePOR IVELISSE PRATS RAMIREZ.-

“¿Qué les queda por probar a los jóvenes
En este mundo de paciencia y asco?
¿Vértigo, asalto, discotecas?
También les queda no decir amén,
Situarse en una historia que es la suya,
A pesar de los sabios granujas del presente”.

Mario Benedetti

Como una de las madres y abuelas de los perredeístas excluidos en el padrón achicado a la medida de Miguel Vargas, interrogo En Plural, con los fecundos versos de Benedetti, ¿Es eso, desconocerlos, afuereándolos, lo que pueden esperar nuestros jóvenes, dominicanos que se inscribieron en el PRD por vocación democrática y también, porque la tradición familiar, la sangre que tira, los llevó desde que gateaban a admirar y a querer el jacho prendío?

Les debo, a mis lectores, al Peña Gómez joven que conocí en el Parque Colón en aquel primer mitin inolvidable, y a la pregunta-respuesta del poeta este En Plural. Es el eco de las muchas mujeres perredeístas que la semana pasada, consultando el Padrón que Guido logró por fin desenterrar, sufrieron la misma indignante experiencia.

Todos mis nietos y nietas fueron excluidos de ese Padrón. Mis hijos, menos uno, también.

Huelga decir, lo saben bien quienes los excluyeron, que todos ellos estaban inscritos formalmente. Eran, son, pese a quien pese, perredeístas. Recibieron temprano las lecciones de las paredes de mi casa forradas de fotografías de Peña Gómez, de certificados avalando mi participación en las Convenciones del PRD, creo que he sido miembra de casi todas las Comisiones Organizadoras desde 1974 hasta el 2012; me vieron entrar y salir, con mi asmático aliento, en reuniones, cursos, asambleas y mítines.

Según crecían, hijos y nietos me acompañaron, con sus gorras blancas y su perredeísmo de biberón, tarareando el “¡Que viva, que viva!”, que alternaban con el grito ardoroso que identifica a las bases: ¡Peña Siempre!

Al escuchar en sus jóvenes voces, esos vítores, se podía augurar que habría PRD, con Socialismo Democrático y Gobierno Compartido incluidos, por mucho tiempo.

Al cumplir la mayoría de edad reglamentaria, mis muchachos y muchachas, dos generaciones seguidas, se inscribieron en el PRD, sumándose a los otros militantes ya inscritos. En los partidos políticos, los registros son para abrir, para sumar, no para restar, así se entendía siempre en el PRD. Todos los empadronados anteriores, vivos, no expulsados ni renunciantes, se mantenían registrados.

Para mis hijos y nietos esta inscripción era una segunda acta de nacimiento que acreditaba su identidad partidaria y confirmaba sus genes de pertenencia en la tradición familiar.

Esos genes se mantenían aunque la sangre de una nieta se mezclara por amor, casándose con un miembro de otro partido. Iban a votar juntos, sufragaban por sus respectivos candidatos y salían, riéndose, ofreciendo premiar a quien resultara ganador, y bromeando sobre de cuál de las abuelas habían heredado la coherencia.

Narro esta historia en primera persona, pero reitero que es lo que se llama en investigación, “un estudio de casos”: comprende el colectivo de compañeras que comparten conmigo el dolor y la ofensa.

En mi caso, sí, hay cierta singularidad, que hace a la acción más absurda, también, más perversa.

El ingeniero Maríñez afirma que la mayoría de los excluidos están entre “300 mil peledeístas y 60 mil reformistas que figuraban en el padrón”.

¿Se atreverán Maríñez, Carlos Gabriel, Peggy, Ana Obdalis, miembros todos de la Comisión Organizadora, a mirar de frente a mis hijos y nietos, negándoles su condición de perredeístas, y a calificarlos de peledeístas o reformistas?

¿No los han visto durante años, a mi lado, velando las armas de Peña Gómez conmigo, ejerciendo esa militancia perredeísta, que quizá sus propios hijos no practican?

¿Quién dio la orden, entonces, de eliminar mis genes en el padrón, y por qué? ¿Para castigarme o por qué sus nombres preocupan, asustan?

¿Por qué les temes, Miguel? ¿Es porque estás seguro de que vacunados por la abuela, y por Peña, quien les hablaba largamente sobre valores y principios, no votarían por ti, después de lo que has hecho?

Lo que me duele más, Miguel, no son exclusiones que cobran a mis hijos y nietos esos genes. Al fin y al cabo serán efímeras, bien dice Eclesiastés que todo pasa. ¡Hasta una dictadura y sus abusos!

Me hiere más que el PRD se está convirtiendo en un reducto sectario, alejado del pueblo, rompiendo hasta con los suyos.

Pero la historia Miguel, no está concluida, decidida de antemano, para que los tontos la rubriquen.

Los que van a escribirla, y a reescribirla, son esos hijos y nietos de perredeístas que has mandado a excluir. De ellos y de sus genes, Miguel, y no tuya, es la historia, “a pesar de los sabios granujas del presente”. (Fuente LD).

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