En un mensaje colgado en su página de la red social Facebook, Sarkozy, de 59 años, justificó este giro por amor a su país.
«Quiero a Francia demasiado; estoy demasiado apasionado por el debate público y por el futuro de mis compatriotas como para verlos condenados a elegir entre el espectáculo desesperante del presente y la perspectiva de un aislamiento sin salida», señaló el político conservador.
Una alusión, sin citarlos, a la impopularidad de su sucesor, el socialista François Hollande, y a la fuerza emergente de la política francesa, la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen.
El que fuera jefe del Estado entre 2007 y su derrota en las elecciones de mayo de 2012 señaló que su retorno responde a «la marea de desesperanza» y al «enfado» que ha visto crecer «contra el poder y su mayoría, pero más ampliamente contra todo lo que toca de cerca y de lejos a la política».
Insistió en que ha «sentido en muchos franceses la tentación de no creer en nada ni en nadie».