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Enrique Ramírez Paniagua: los sueños se logran con perseverancia, responsabilidad, disciplina, fe y amor

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El administrador general del Banco de Reservas, Enrique Ramírez Paniagua, exhortó a los nuevos profesionales egresados del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), cuyo acto de graduación se celebró este sábado en el Palacio de los Deportes, a salir al mundo convencidos de que el porvenir y las oportunidades están en todas partes «y que los sueños se logran con perseverancia, responsabilidad, disciplina, fe y amor por lo que uno es y por lo que uno hace».

Ramirez Paniagua sostuvo que además de la preparación y el conocimiento, han recibido también el mejor regalo que la vida proporciona a toda persona; «tres facultades de un valor inestimable, algo que nadie les podrá quitar nunca y que en ningún escenario se puede objetar, debatir o condenar. Tres cosas a las que nadie puede renunciar jamás. Recursos que siempre irán con ustedes dondequiera que vayan, porque es un derecho inherente, legítimo y natural en cada ser humano: Tienen ustedes la fe, la voluntad y la posibilidad de elegir».

A continuación el discurso íntegro del administrador general del Banreservas:

Señor Rector, Doctor Rolando Guzmán, señores integrantes de la Junta de Regentes. Señores Vicerrectores y miembros del Consejo Académico. Distinguidos señores Fundadores del Instituto Tecnológico de Santo Domingo.

Estimados abuelos, Padres, Madres, hijos, hermanos y amigos. Queridos profesores, y especialmente a los graduados.

Muchas gracias por el honor de esta invitación y por convocarme a esta hermosa mañana y a este momento tan importante para la vida de todos ustedes. Reciban mi más profundo sentimiento de gratitud y un cálido abrazo de felicitación por el extraordinario logro que hoy celebran. Gracias por el privilegio de acompañarlos y ser testigo directo de una etapa que termina, una nueva historia que comienza y un camino que se expande hacia nuevos horizontes.

Han pasado casi treinta años desde que estuve en la misma posición en la que ustedes se encuentran hoy; recuerdo la emoción de mis padres y el sincero afecto de mis hermanos. Las expectativas de mis compañeros de estudio impregnaban el ambiente de una efervescente sensación de alegría. El sentimiento de orgullo de los padres proporcionaba al salón un aire de solemnidad. Era un contraste muy especial y una experiencia significativa observar tres generaciones mirándose entre si. Desde mi posición podía percibir claramente la satisfacción por el deber cumplido en el rostro de mi madre; el amor filial, el orgullo y la emotividad que brillaba en su mirada.

Ha pasado el tiempo, cada uno de mis compañeros emprendió su propio rumbo y tomamos distintos caminos. De vez en cuando hemos coincidido, uno que otro en diversas circunstancias casuales. Algunos han tenido éxito y logrado cosas extraordinarias, otros han desaparecido en el anonimato y dos o tres todavía vacilan tratando de decidir qué camino tomar para encontrar su destino. Cada quien a su manera ha tratado de librar sus batallas en el complejo tránsito que representa ocupar un lugar digno en la sociedad, alcanzar una meta y materializar un sueño.

Hoy he regresado una vez más a ese ambiente, el cual recuerdo con tanto afecto, gratitud y respeto. Estar aquí de pie frente a este auditorio supone que he logrado hacer algo con mi vida.

Pararme aquí tres décadas más tarde; comprometido con el propósito de transmitir un mensaje de motivación y esperanza, representa un gran honor que distingue a mi familia, a mis hijos y a mi mismo de manera muy íntima y personal. Gracias a todos aquellos que contribuyeron en mi camino para convertirme en el hombre que soy hoy.

Pido el permiso de las distinguidas autoridades de la universidad para dejar de lado los asuntos académicos, corporativos y profesionales; aunque esto parezca una contradicción y un atentado a la naturaleza de este acto; pero así debe ser. Así lo he elegido.

Hoy no deseo dirigirme al profesional, al ingeniero, doctor, mercadólogo o economistas. Hoy prefiero enfocar el mensaje en algo más humano y más profundo. Deseo dirigir mis palabras “a la persona”, al ser interior que los anima y los impulsa. A esa chispa divina que los hace más sensibles, que cada día los despierta, los inspira a perseguir una meta y alcanzar un sueño.

Quiero que este mensaje sea recibido en ese lugar sagrado desde donde brota la voluntad, la perseverancia, el sentido del honor, la integridad, la gratitud, la esperanza, la lealtad, la fe, el amor y el deseo de libertad. Dejo de lado los formalismos y el protocolo y me dirijo entonces a ese pequeño espacio de la conciencia donde habita Dios en cada uno de nosotros.

Lo que serán mañana como emprendedores, empresarios, industriales, altos ejecutivos o simples colaboradores, será resultado de lo que hoy son como personas. Sus actos en el futuro estarán condicionados por las virtudes y cualidades que rigen sus conductas hoy y por el respeto a los principios y valores que forjan el carácter de un hombre o de una mujer. Nada trascendente sucede de inmediato; las cosas importantes demandan devoción, dedicación y tiempo.

Hace más de tres siglos, el astrónomo italiano Galileo Galilei escribió su polémico ensayo “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo” donde cuestionaba los paradigmas sobre el desplazamiento de la tierra y la interacción con los demás astros del firmamento. Sus confrontaciones con el status quo derivaron en una acusación formal por sospechas graves de herejía. Galileo enfrentaba el riesgo de ser juzgado, condenado y quemado vivo en el terrible fuego de una hoguera pública.

Milagrosamente logra evadir la ejecución al no existir pruebas contundentes y considerarse el asunto una hipótesis y no un hecho comprobado. Bajo la presión de la comisión encargada de la investigación fue conminado a confesar, con amenazas de torturas si no lo hace y promesas de un trato benevolente en caso contrario. Galileo acepta confesar, acto que se llevó a cabo ante el Tribunal de la Inquisición.

Después de pronunciarse ante ese tribunal, se dice que Galileo murmuró la legendaria frase: “Eppur si muove”…. «…y sin embargo se mueve…»

En una circunstancia tan amenazante, esta expresión representaba un desafío al poder y una ofensa al orden establecido; pero la pasión de este hombre por sostener su verdad superaba el miedo y al temor de poner en riesgo su vida.

El tiempo, como siempre, hizo justicia. Galileo es uno de los hombres más notables de la historia de la humanidad. La luz que brotaba de sus talentos contribuyó a iluminar el conocimiento; hoy es un símbolo de sabiduría, perseverancia y determinación. Sus descubrimientos transformaron la manera de percibir al mundo y al universo.

Hago referencia a este episodio histórico porque encierra una lección significativa y contundente: Cuando un hombre encuentra su verdad, un motivo por el cual luchar, un propósito al que aspirar y una misión que cumplir; encuentra con ello también el camino hacia su destino; y que por encima de las circunstancias, de los obstáculos y las resistencias que pudieren oponerse; jamás debe renunciar a sus principios.

Hoy queridos graduados, ustedes culminan una etapa y encontrado una razón para seguir adelante. Han recibido una herramienta que les permite aspirar a un sueño, alcanzar un porvenir mejor e impactar positivamente en la vida de otras personas. Cada uno; de manera individual, es merecedor de nuestro más alto sentido del respeto por haber elegido el camino largo, dedicar una parte importante de sus vidas al aprendizaje y a formarse para contribuir dignamente a la sociedad.

Salgan al mundo convencidos de que el porvenir y las oportunidades están en todas partes y que los sueños se logran con perseverancia, responsabilidad, disciplina, fe y amor por lo que uno es y por lo que uno hace.

Además de la preparación y el conocimiento, han recibido también el mejor regalo que la vida proporciona a toda persona; tres facultades de un valor inestimable, algo que nadie les podrá quitar nunca y que en ningún escenario se puede objetar, debatir o condenar. Tres cosas a las que nadie puede renunciar jamás. Recursos que siempre irán con ustedes dondequiera que vayan, porque es un derecho inherente, legítimo y natural en cada ser humano: Tienen ustedes la fe, la voluntad y la posibilidad de elegir.

Tus padres te han dado la vida, sus esfuerzos te han facilitado los medios, Dios te ha dotado de dones, talentos y carisma, esta universidad te ha cedido un espacio para aprender, su consejo académico ha construido los instrumentos de enseñanza, tus profesores han dedicado con devoción su tiempo para instruirte, descubrir tus talentos y dotarte de los conocimientos necesarios para discernir con sentido crítico. Todos ellos han fortalecido tu capacidad para poder diferenciar las cosas y saber elegir correctamente en una diversidad abrumadora y ruidosa que en ocasiones confunde y nubla la visión.

A partir de hoy comienzan a formar parte de un grupo selecto de personas que han tenido la oportunidad de instruirse en una de las mejores universidades de la región. Tienen el compromiso de honrar ese regalo y hacer algo digno con lo que han recibido. Espero que esas facultades sean puestas al servicio de nuestra nación y a esta tierra que los vio nacer y les ha dado todo; aquí están sus raíces, aquí no son extraños ni extranjeros. Nuestra patria necesita hoy más que nunca personas como ustedes.

No renuncien a sus principios, no abandonen sus sueños, sean humildes, justos y agradecidos, y jamás olviden sus raíces.

Al reflexionar mientras intentaba definir el mensaje que hoy les comparto comprendí que los momentos más importantes de mi trayectoria fueron aquellos cuando tuve que tomar decisiones trascedentes. Ocasiones en que la vida me colocó en una encrucijada y tuve la obligación de elegir. Al observar mi vida en perspectiva puedo discernir que mi posición en el presente es resultado de las decisiones que tomé en el pasado. Las circunstancias me obligaron a adaptarme, reconocer los errores y cambiar. La madurez de los años me ha enseñado, que la justicia y la verdad son inquebrantables; que el tiempo revela lo verdadero en lo falso y saca a la luz lo falso en lo que parece verdadero.

Por eso queridos graduados, quiero finalizar mis palabras dejando en sus conciencias un reto y diez encrucijadas. Un breve resumen de las posibles opciones que la vida les presentará. Inevitablemente tendrán que elegir entre uno de estos caminos:

1.- La luz o la oscuridad

La paz o el conflicto

2.- El perdón o el rencor

3.- La dignidad o la vergüenza

4.- El esfuerzo o la comodidad

5.- Lo difícil o lo fácil

6.- Accionar o sentarse a esperar

7.- Perseverar o renunciar

8.- Cambiar o desaparecer; y, finalmente; la decisión más importante,

9.- La gratitud o la deslealtad.

Concluyo con una sabia expresión bíblica en Mateo 5, una metáfora que me ha acompañado toda la vida:

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.

Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se esconde en un cajón, sino que se coloca sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”

Fin de la cita.

Buena suerte y buen camino queridos graduados. Actúen con justicia, tengan fe, usen su voluntad y elijan correctamente. Dios los ampare y su Providencia Divina los inspire.

Muchas gracias.

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