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Opiniones

Todos somos culpables

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en

seminario 05623Por Arturo López.-

Los he visto en innumerables ocasiones, como todo el mundo, trabajando en casas de familia, en edificios de apartamentos, en obras de construcción públicas y privadas, hoteles, restaurantes, en nuestras calles y avenidas vendiendo cuantas mercancías puedan comprarse o venderles a algún explotador de los nuestros desde helados hasta tarjetas telefónicas, al inmigrante haitiano legal o ilegal.

Nos preocupa, por la historia, por los cuentos de finales macabros, por su supuesta malicia y mala intención, pero sobre todo porque son negros y sobre todo pobres. De su presencia todos somos culpables por comisión u omisión.

Y ahora que se nos viene el mundo encima por lo de las sentencias las que procuran poner orden en ese caos y las que irrespetan nuestra soberanía por hacer las cosas a medias o de no entenderlas como debemos, empezamos a dividirnos.

Ahora hay nacionalistas irracionales que quieren ver sangre y civilistas que creen que de verdad tanta necesidades de este lado de la isla puede cargar con la pobreza acumulada del otro lado, sin consecuencias para nuestra identidad, si es que algo nos queda en esta sociedad ridículamente consumista y productora de encargos.

Estamos entre los que se han cansado de oír, ver y leer sobre decena, tal vez cientos de planes de desarrollo fronterizo que nunca se concretan, de ayudas prometidas que tampoco se realizan, de inversionistas y políticos destacados-dígase el ex presidente Bill Clinton- que anuncian con bombos y platillos inversiones a granel para sacar del atraso a nuestros vecinos, pero que por lo visto solo se ve engrosar a los bolsillos de los pocos privilegiados de siempre y el flujo para acá o para otras tierras no se detiene, porque el pobre muerto de hambre, no importa de donde sea, no quiere morirse esperando el pan que nunca le llega.

Entonces mirémonos en el espejo los que nos fuimos algún día de nuestra tierra a otros lares, lo hicimos, porque también los distintos tipos de pobreza nos empujaron a ese destino.

A uno era la pobre intolerancia política, al libre pensamiento, la carestía, los apagones, el desempleo, la falta de oportunidades, el hambre, la inseguridad, la que nos impulsó a buscar otros derroteros.

Esas y peores razones observamos son las que afectan a nuestros vecinos haitianos, que nos lo parará ni una muralla china con bordes afilados o electrificada, o alambrada como el muro de Berlín o vigilada con 40 mil guardias nacionales como la de Estados Unidos y México, porque en Haití los pobres pasan hambre, o comen mal como muchos dominicanos, pero ellos no lo saben y nos ven como el vecino del cuento, con un pasto más verde y el verde es la esperanza para el que ha convertido sus tierras en un erial, porque no le han dejado alternativa y no estamos lejos, estamos unidos como dos siameses a los que ningún equipo de cirujanos podrá separar, más bien nos invitan a que sin resolver ni uno ni otro problema, como los nuestros, nos fundamos en un solo e insoluble gran problema.

Estamos en un gran dilema que solo la buena voluntad de todos los protagonistas de este drama: dominicanos, haitianos, estadounidenses, canadienses, franceses y la denominada comunidad internacional decidan resolverlos, sin sentencias, ni sentenciados, o de lo contrario este problema es un cáncer del que solo falta la metástasis para que el caos sea total.

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