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AVENIDA PRESIDENTE JUAN BOSCH EN VEZ DE JOHN F. KENNEDY

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alfredo cruz polanco

Por Alfredo Cruz Polanco.-

“Nadie se muere de verdad si queda en elmundo quien respete su memoria”. Juan Bosch.

En la edición del periódico El Día, del martes 14 de lo corriente, en la página 6, su Director y fundador, Dr. Rafael Molina Morilla, en su tan leída columna “Mis Buenos Días”, titulada “Guacanagarix al bate”, se refiere con mucha razón a los diferentes nombres con los que han sido bautizadas las principales calles y avenidas de la capital dominicana, correspondientes a “personajes prominentes de la Historia del mundo, pero que no hicieron nada notable en beneficio de esta república caribeña”.

Entre esos nombres conocidos aparece el de John Fitzgerald Kennedy, que siendo Presidente de los Estados Unidos de América, consintió el derrocamiento del primer gobierno constitucional, después de la dictadura de Trujillo, elegido legítima y democráticamente con el 60% de los votos emitidos en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962, presidido por el profesor Juan Bosch, con apenas siete meses en el poder.

Esta interrupción o quiebra al orden constitucional de nuestro país, fue perpetrada el 25 de septiembre de 1963 y dio al traste con los grandes avances institucionales, económicos, políticos, sociales y culturales logrados hasta entonces, produciéndose un retroceso de tal magnitud, que a casi 52 años de su ocurrencia, el país todavía no se ha podido recuperar de esa estocada mortal.

Este acontecimiento provocó que en abril de 1965, el pueblo dominicano se levantara en armas contra el gobierno encabezado por el triunvirato, para volver a la constitucionalidad, es decir, lograr que Juan Bosch completara el período de gobierno que le había sido usurpado.

La OEA, como siempre, al servicio de los intereses intervencionistas de los Estados Unidos de Norteamérica, legalizó y dio el visto bueno para que el presidente Lyndon B. Johnson, a través de la “Operación Power Pack”, ordenara una invasión a nuestro país de 42,000 marines, supuestamente para “salvar vidas norteamericanas y evitar otro gobierno comunista, como el de Cuba”.

Obviamente, su objetivo era sofocar y aplastar rápidamente el movimiento constitucionalista, pues no se concibe que en Vietnam, donde libraba una verdadera y cruenta guerra, enviara únicamente 23,000 soldados.

Actualmente este organismo servil, a través de su secretario general, Luis Almagro, olvidando su papel de árbitro, nuevamente se entromete de una manera imprudente e irrespetuosa, en los asuntos internos de nuestro país, ofendiendo la dignidad y el honor, nuestra soberanía y constitución, al insinuar la unión de la República Dominicana y Haití.

Por todas estas razones, consideramos que el nombre de John F. Kennedy, que de forma absurda lleva una de nuestras principales avenidas, que es la continuación de la autopista Juan Pablo Duarte, debe ser sustituido por el de “Presidente Juan Bosch”, como una forma de subsanar, en parte, el daño que se le ocasionó a la entonces insipiente democracia dominicana.

Hacemos esta humilde sugerencia, no para tratar de lucir gracioso como otros lo han querido ser, ni mucho menos para que con su nombre, sea bautizada una obra más, de las tantas que ya lo llevan, sino, para que seamos justos, agradecidos y solidarios con sus ideas, lucha y sacrificio, por lo que considero que este es el momento ideal para hacerlo, pues es inconcebible que esta importante vía, continúe llevando el nombre de quien consintió y posteriormente justificó la alteración del orden democrático de nuestro país..

A Don Juan no le agradaba el culto a la personalidad. El no deseaba, que con su nombre, fueran bautizadas las grandes obras públicas (estadios, hospitales, puentes, calles, avenidas, escuelas, politécnicos, aeropuertos, proyectos habitacionales, bibliotecas, parques, etc.), lo que lo enaltece aún más, como ejemplo para las presentes y futuras generaciones.

El deseaba que los dominicanos lo recordáramos imitando su ejemplo, actuando correctamente, con humildad, honestidad, vocación de servicios, aferrados a las leyes, con justicia, defendiendo nuestra soberanía y el patrimonio nacional.

El Partido de la Liberación Dominicana, del cual fue su fundador y guía, con una gran mayoría en el Congreso Nacional, debiera aprobar esta iniciativa, pues esto constituye una afrenta imperdonable, de la que Don Juan, desde su humilde morada en el cementerio de La Vega, nunca se sentirá tranquilo ni conforme con los que, con sólo palabras, loas y discursos, tratan de recordar su figura.

Con la misma no se logrará reponer la ofensa y el daño ocasionados a la soberanía, al honor y dignidad de nuestro país y a la figura del insigne e ilustre prócer y patriota dominicano, pero por lo menos, daríamos una señal al imperio norteamericano, aunque sea un poco tarde, del error que cometió al invadir a este heroico país, que aunque pequeño, es un gigante de américa, en cuanto a dignidad, valor y decoro; que somos un país libre e independiente, que no aceptamos injerencias extranjeras y que merecemos respeto y vivir con dignidad.

*El autor es Miembro del Pleno de la Cámara de Cuentas de la República.

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