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LA FIDELIDAD DE PENÉLOPE

Publicado

en

Por Sergio Cedeño.-

Hace más de cuatro décadas, el cantautor español Joan Manuel Serrat, rescató con una hermosa canción, a Penélope, la diosa de la Fidelidad, de la mitología griega.

Penélope, ve partir hacia la guerra de Troya a su esposo Odiseo, (en Griego) o Ulises (en latin), personaje principal de La Odisea, de Homero.

Durante 20 años, tiempo que duró la ausencia del esposo, Penélope elude con maestría a distintos y poderosos pretendientes.

A todo el que la corteja, le promete tomar una decisión cuando termine de tejer un sudario estaba tejiendo para utilizarlo en el posible funeral de su esposo. pero Penélope nunca terminaba el sudario, porque durante el día tejía y en la noche deshacía lo ya tejido.

A los 20 años de tejer y destejer cada día y cada noche, Penelope ve consumarse el regreso del esposo que la devuelve a la felicidad.

Rescribiendo esa fábula griega, Joan Manuel Serrat, nos dibuja con hermosas pinceladas y extraordinaria musicalización, a una Penélope con su bolso de piel marrón, sus zapatos de tacón y su vestido de domingo, sentada en un banco del andén, esperando la llegada del primer tren, en el que pensaba le traerían de nuevo al ser amado.

Transida por su dolor, ésta Penélope de Serrat, se queda atada al pasado, deteniendo su reloj, “una tarde plomiza de abril». Confunde la realidad, se llena de utopías, teje sueños en su mente y no distingue entre el pasado y el presente; ni entre la realidad y la fantasía.

Dominados por la ansiedad o el miedo, a veces vemos personas que actúan como la Penélope de Serrat, caminando errados y en una espera «vacía».

La diferencia es que estos, en su desandar, van generando una vorágine de locura tras de sí, consumidos por su errática misión de confundir, de engañar y de aspirar a dominar todo lo que se mueva en su entorno.

No son capaces de dar un paso al frente y actuar responsablemente, porque prefieren invisibilizarse o esconderse en el pasado y desde las tinieblas de su locura, diseminar veneno contra todo el que amenace sus utopías.

La Penélope de Ulises logró salvarse tejiendo y destejiendo. La Penélope de Serrat sucumbió a la espera y se encerró en su locura. Pero en ambas, hay un rasgo virtuoso y es la fidelidad.

Porque la fidelidad es un don. Un don que como todos los dones, no es «poseible» por todas las personas sino por los elegidos.

La fidelidad requiere visibilidad. No se puede ser leal a escondidas. Porque en temas de fidelidad, no hay términos medios: Se es, o no se es.

En el Partido Reformista, ha llegado la hora de ser o no ser. Y febrero, el mes del amor, marcará la raya de Pizarro para siempre, definiendo quién está con la institucionalidad legítimamente escogida en la Asamblea del 22 de febrero del 2014, o quien está, como los pretendientes de Penélope, intentando indecentemente penetrar por la puerta de atrás, para apoderarse con acciones golpistas, de lo que no les corresponde.

Al igual que con Ulises, en la Odisea, no tengo dudas de que en el reformismo se impondrá la fuerza de la razón, de la fidelidad y del corazón, ante la demencia, el narcisismo y la perversidad de un grupito que ha desafiado lo que no conoce: la dialéctica. ¡La suerte está echada!

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