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El penoso espectáculo de las entrevistas para seleccionar a los miembros Cámara de Cuentas

Por Ernesto Rodriguez.- 

La Cámara de Cuentas nos recuerda aquel personaje de nuestro querido y ya fallecido humorista Luisito Martí, bautizado con el nombre de Baldemiro, cuyas historias giraban alrededor de su mala suerte.

La institución, que se supone fiscalizadora ha demostrado no poder fiscalizarse a sí misma, cometiendo u omitiendo “errores” suyos y ajenos, al extremo de convertirse en participante de derroches y delitos, en lugar de controlarlos y perseguirlos. Situación que el país ha tenido que sufrir de un modo tristemente repetitivo.

La esperanza actual de que sean eliminadas de nuestras instituciones las malas costumbres del “dejar hacer” y del “quiero coger”  se ve frustrada cuando observamos con asombro que los procedimientos nos anuncian resultados funestos. Tal es el caso de las vistas actuales para la selección de los nuevos miembros de la Cámara de Cuentas.

Transmitir en directo estas vistas sin haber efectuado una detallada preselección de los aspirantes nos ha  hecho asistir a un circo trágico que asusta, si en verdad esto es lo que somos como país, o sea, si esa es nuestra famosa marca.

Personajes que toman a Cristo como “cuco” o guardaespaldas, incapaces de articular una sola línea coherente; “profesionales” de cualquier rama del saber totalmente ajenas a las que por su propia naturaleza deberían estar relacionadas con la misión de la Cámara; otros que por su respetable y muy avanzado calendario existencial se nota a leguas que buscan completar su edad de retiro con una jugosa pensión; amén de los que pretenden comprometer a los entrevistadores destacando una supuesta admiración o antiguas ocupaciones compartidas. O aquellos que se quedaron políticamente en el pasado y aprovechan esa tribuna gratuita para despotricar contra Trujillo, Balaguer y el imperialismo.

La pena se hace mayor, cuando vemos que por allí  han desfilado exponentes que hasta podría decirse que ese día se excusaron  con su siquiatra, pues no acudirían a sus terapias “porque tendrían un importante compromiso”.

En verdad se ha visto de todo y lo que resulta preocupante es que el método desdice de sus organizadores. Los legisladores no han estado a la altura, reiteran las mismas preguntas, callan ante los exponentes brillantes y ocasionalmente se pelean entre ellos porque el presidente de las vistas sólo les da la palabra a los mismos diputados, ignorando a los demás.

En resumen, que nadie se sorprenda si la selección final nos deja con las ansias de tener una Cámara de Cuentas respetable y que se respete a sí misma. Porque, honestamente, estas brisas anuncian que la tempestuosa existencia de tan importante Institución seguirá sin enterarse de que el país está  esperanzado en el prometido cambio, de modo que nuestra marca provoque sonrisas de satisfacción en vez de rictus de dolor.

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