Cennect with us

Opiniones

Entre Mareas, un poético destino

Publicado

en

Por Rafael J. Rodríguez Pérez.-

De la pasión por la Palabra surgen mundos. Aquellos que llegan a domarlas, en especial los poetas, se tornan en demiurgos, hacedores perennes de universos, y el reino de la vida y de los símbolos nacerá de sus plumas como nace la luz del horizonte. Para suerte y honor, he conocido a algunos, incluso a un par de dioses palabreros cuya alquimia divina va barajando signos y saberes hasta que todo se puebla de color, de sentido, de criaturas que uno puede tocar, mirarlas a los ojos y amarlas. ¡Así de poderosos son! Ese poder, viene de la Palabra, la misma que hace cantar al poeta, agradecido: ¡Yo te amo, palabra, eres mi carga de asombro frente al mundo! Así, con ese mismo asombro, que se trasmuta muy pronto en alegría, sigo encontrando gente que tiene este poder, que lo ejercita, perfecciona y amplia, y que, especialmente, lo pone al servicio de los otros, para el Bien, que viene a ser el sumun de lo que deber ser un amo de palabras legítimo.

La autora de libro que glosamos hoy, es de esos… Conocerla, fue fiesta, pues, a más de ser dueña de una fortísima personalidad, su inquieta inteligencia parece vibrar ante los ojos, en un proceso de afilado continuo que corta lo que roza, sin dejar de alumbrarlo. Poseedora de una sólida formación académica, esta, por demás, hermosa venezolana, es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela y Máster en Lexicografía Hispánica, por la Universidad de León y la Real Academia Española, profesora, investigadora, editora y… poeta. Lo demuestra este libro que nos convoca hoy, estas Mareas, que tengo el honor de presentar y que he leído, en medio de un tráfago de trabajo apenas soportable, con el placer que da un remanso de introspección y de belleza.

Desde su propio título, el poemario tiene una vigorosa carga semántica y simbólica, pues quien dice marea, dice movimiento perpetuo, pero no uno cualquiera, sino acaso el más grande del planeta, aquel que mueve, cuatro veces al día y para siempre, a esa gran masa líquida e insomne que forma las tres cuartas partes del planeta; sístole y diástole de maravilla cósmica que, para colmo de perfección y de poesía, son provocados por la luna y el sol.

Mareas, el libro, es también eso: un vaivén azulino y profundo que remece sin pausas la mente y el espíritu de esta mujer enamorada. ¿Su Luna? Los recuerdos. ¿Su sol? El fiero amor. Y su latir perpetuo, elevado a instrumento vital, es la Palabra. Esta fe no es casual, sino que constituye el hilo conductor de este poemario. Ella, oficiando sus íntimos conjuros, sabe corporizar al ser amado mediante las palabras:

tu cuerpo, lo urdo cada día/ está hecho de palabras/ las bordo en la frontera que nos divide, / tienes voz entre mis letras/ y gritas hondo/ te conviertes en verso/ y yo en canción/entre lápiz y papel/ yo existo en ti, / y tú en mí//[1]

María Carla Picón, autora del libro Mareas.

Más adelante, nos confiesa:

respiro por el verso, / en silencio/ por la música/de tus cuerdas con alas se desprende/ (…) búscame en nuestras pretéritas letras/ basta que articule/ o resuenes/ para enamorarnos, otra vez//[2]

Estructurado en dos partes, tituladas Recurrencias y Agua encontradas, de 48 y 47 en poemas cada una, y publicado bajo el sello Luna Insomne Editores, Mareas posee 95 textos cuyo intensa voz lírica se tensa y se debate, por un lado, entre la evocación del cuerpo amado, el lúbrico deseo y la salvaje posesión, dulcificada a ratos por lo que, a pesar de todas las violencias, “ambos llaman amor”; y por el otro, en la reivindicación del intocado yo, de la libertad personal, coartada muchas veces por esa misma cegadora pasión, que tiende a confundir las lindes de dos almas en pugna permanente para prevalecer, pues, casi siempre, ni siquiera el más potente amor borra el instinto primigenio de la supervivencia. Este sujeto lírico se enfrenta a un amor que alancea y desgarra, que quiere ser perdido y encontrado; pero que también se regocija en la certeza de su resistencia, de la solidez de su templo, que aun mordido y deshecho, permanece; por eso, ante la voz que pide: …devórame, atraviésame, desgárrame, desquíciame/,[3] un guiño cómplice se levanta del poema, acaso confesando: haced lo que te plazca. Yo soy fuerte. Se necesita más para vencerme. Lo permito, porque también lo quiero. Y enseguida, en el verso siguiente, da la clave: voluntariamente/ me subyugo a tu apetito a tu vorágine/ (…) [4]

[Tú,] espada que pendes/ y danzas/ con tu filo has cortado mis palabras/ tu sabor acre se disemina por mis labios y su amargo fierro se enclava en mi corazón// [5]

Más, a pesar de todo, de la aparente sumisión y del dolor, ella es libre. Escogió su camino; y su ofrenda, más que a sacrificio, sabe a gloria, pues trae aparejada su propia redención, purificada no solo por el mucho sufrir, sino también porque puede evocarlo, alejarlo o vencerlo volviéndolo palabras, versificándolo, por eso, las siguientes preguntas son en verdad certezas:

¿serán suficientes más de mil versos /para arrancarme esta tristeza/ amargura de tu ausencia? / ¿serán cientos de páginas las que/ logren borrarte? / (…)

¿acaso con la tinta y el desvelo/ con miles de versos, / con cientos de páginas/

algún día yo de ti me podré vaciar? //[6]

Sí, ella puede. Y se nota. Pero, una vez más, escoge. Y su elección es clara, elevando además un canto agradecido al ser amado, el mismo que ya

[la ha besado] toda / impregnado de tinta y grafito/ de desvelos/ hogueras y duendes/[7]

Ese, que no necesita tocarla para hacerle el amor, pues ya le hace el amor …desde hace mucho/ cada noche, en el sueño solitario/ en cada palabra que me dices y todas las que callas, / en el acantilado de tus dulces lágrimas, / al abrigo del mar de tu mirada, /al refugio de tu luminosa sonrisa/ cuando te paseas por mi alma// y con tu presencia amorosa me abrazas/y me llueves/ y me cantas/[8]

Enhorabuena, pues, para estas bienvenidas Mareas, y su brillante autora, nueva voz que se alza, en nuestro pletórico Caribe, para también cantarnos y abrazarnos.

Breve reseña de autor

Rafael J. Rodríguez Pérez (San Pablo de Jiguaní, 1983, Cuba) Narrador, periodista, editor-corrector de textos literarios y académicos y profesor de Técnicas Narrativas y Periodísticas. Graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y Licenciado en Periodismo por la Universidad de Oriente, Cuba. Trabajos suyos aparecen en publicaciones periódicas cubanas y dominicanas, y en varias antologías. Numerosos libros y revistas dominicanos llevan su rúbrica editorial. Ha impartido varios cursos de Escritura Creativa en la Fundación Global Democracia y Desarrollo, y en 2018 integró el jurado del premio Juan Bosch, convocado anualmente por Funglode. En Cuba ha obtenido, entre otros, el Premio de Cuento Tristán de Jesús Medina, la Beca de Creación Caballo de Coral, el Premio Dador 2008 y el Premio de Periodismo Sed de Belleza 2019, todos de carácter nacional. Actualmente reside en Santo Domingo, República Dominicana.

[1] I, p. 11.

[2] XXXIX, p. 49.

[3] XVII, p. 27.

[4] Ibid.

[5] XCI, p. 102.

[6] XLIII, p. 53.

[7] LXXXIX, p. 100.

[8] XCIV, p. 105

Publicidad