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Reflexiones en campaña: Los dos peledé

Por: José Francisco Peña Guaba.-
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Las divisiones que se producen en los partidos crean viscerales diferencias entre dirigentes de uno y otro grupo político, entre quienes se quedaron y quienes salieron de la organización.

Aquí estamos acostumbrados a las escisiones partidarias, al hecho de que, de una organizaciónpolítica salgan otras. La mayoría de los proyectos que salen no logran un peso electoral importante, pero la historia reciente registra por lo menos tres casos dignos de ser tomados en cuenta, de divisiones que sí produjeron organizaciones políticas de relevancia electiva. La primera de ellas fue, sin duda, la división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1973, que generó la creación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Muchos ni nos imaginábamos que años después el crecimiento de los morados superaría al del “glorioso”, y que gobernaría al país por 20 años. Un segundo ejemplo corresponde a la división del PRD que dio lugar a la construcción del Partido Revolucionario Moderno (PRM), partido que sorprendentemente, en tiempo récord, logró la emigración más grande de dirigentes y militantes desde la organización madre a la de nueva creación, se convirtió en la primera mayoría y ganó el gobierno en el 2020. El tercer ejemplo es la división actual del PLD de 2019, que produjo la formación de la Fuerza del Pueblo (FP).

Si bien parecería, por los resultados electorales del 2020, que lo que sufrió el peledeismo fue una “pequeña” escisión –porque ellos obtuvieron un 38% y la Fuerza del Pueblo (FP) con sus aliados casi un 9 % con la candidatura de Leonel– eso no es tan así: eso fue obra de la coyuntura y no de realidades políticas de fondo. En efecto, el leonelismo no compitió contra la cúpula peledeísta sino contra el todopoderoso gobierno de los morados, en una lucha muy desigual, en la que el PLD tenía el control de la nómina pública, de los programas sociales y disponía a su servicio de todo el dinero que se necesitara para la campaña electoral.

Entre esas dos organizaciones, PLD-FP, la verdadera pelea, la que es “cuerpo a cuerpo”, apenas recién comienza. Ya no hay empleos, ni hay ayudas ni sobrecitos ahora lo que hay son dos realidades, dos visiones y dos gestiones que exhibir y, por qué no decirlo, dos liderazgos muy diferentes uno del otro.

Aquí trataré de explicar de la forma más objetiva que me sea posible, cuáles son las características del hoy PLD y la naciente Fuerza del Pueblo.

1- El PLD no va a heredar solo las buenas apreciaciones de sus gestiones de gobierno, porque de las 5 que produjo, 3 fueron del ex presidente Fernández, que trabajará para que la impronta de su obra favorezca a su organización. Él mostrara que todos sus aciertos son de su autoría y de su equipo, por lo cual le será muy difícil a la cúpula actual del PLD,hacer propias gestiones ajenas.

2- Leonel fue el líder y presidente de ese partido, el PLD, por casi 20 años. Su influencia en todos los niveles partidarios es indiscutible, de manera que lenta pero sostenidamente auspiciará una migración de la dirigencia y las bases de los morados hacia “los pueblistas”, por múltiples razones que huelga mencionar.

3- La derrota electoral será compartida, no lo vamos a negar, pero, ¿cuál será el discurso que se impondrá en el pensamiento peledeista? La versión que tendrá mayor peso y que finalmente se aceptará será la de Leonel, primero, porque bajo su gestión el PLD obtuvo 5 triunfos electorales consecutivos; segundo,porque él no hizo grupo en el PLD; tercero, porque en el PLD no existía ningún candidato mejor que él, con su potencialidad electoral, para hacerles ganar las elecciones en el 2020; cuarto, porque en ese partido nadie tiene las condiciones intelectuales ni el carisma del que es depositario el ex presidente Fernández y,por último, porque demostrado está, fue vulgar el fraude del que fue objeto Leonel en las primarias del 6 de Octubre del 2019.

4- Los escándalos de la administración de Danilo le harán muchísimo daño al PLD, porque es innegable que las acusaciones de híper-corrupción que la sociedad está viendo, conforman un panorama que va,razonablemente, a afectar de manera sensible la estima popular del peledeismo. Aunque se podrá decir que también la hubo en las gestiones de Leonel y en otras administraciones, hay marcadas diferencias, por lo menos tres: la primera de esas diferencias se relaciona con el tiempo que ha pasado entre otros hechos que pudieran catalogarse de ilícitos, frente a lo reciente, lo morbosamente novedoso que resulta para el público, la corrupción del gobierno anterior; la segunda es el contexto en que se producen los hechos, visto que no era frecuente que se encarcelaran, ni siquiera preventivamente, familiares de presidentes que estuvieren implicados en actos de corrupción, y la tercera razón es que a los que se sindican como “leonelistas con recursos” le tienen ya una desgastada campaña de descrédito desde hace 8 años, que parte de la ciudadanía ya ni le pone atención.

5- Leonel es quien tiene el monopolio de las relaciones con las otras fuerzas políticas. Él fue, junto a nosotros, el arquitecto del “Bloque Progresista”. Esmuy difícil, por no decir casi imposible, que en ese pleito el peledeismo actual encuentre apoyo externo,porque en la gestión de Medina sacaron del gobierno alos partidos PRSC, FNP, PUN, PQDC y BIS y a los que dejaron en el mismo, no les dieron importancia real alguna.

6- Los espacios de poder son compartidos entre ambos grupos, eso es cierto. El PLD tiene una considerable cantidad de ayuntamientos y juntas municipales, así como una notable matrícula de diputados, pero la Fuerza del Pueblo es decisiva en el Senado, lo que le permite incidir en los poderes del Estado.

En lo que si estamos claros es en que ambas organizaciones tienen los mismos métodos organizativos, habida cuenta de los que se utilizan tanto en el Congreso “Bidó Medina”, de los morados como en el “Juan Bosch” de los leonelistas, lo que nos hace entender que estamos frente a dos peledés: ambos sectores le dan prioridad a la vieja y ortodoxa militancia boschista; ninguno le ha abierto la puerta de par en par al nuevo liderazgo ciudadano y ambos prefieren reconstruirse con los miembros de la dirección de los comités intermedios, en su mayoría anquilosados en esos puestos, además de que ambos guardan sus rangos para quienes hubiesen pertenecido al Comité Central.

Está clara una realidad: mientras el PLD tiene gente con inmensos recursos, los pueblistas agotaron los que tenían. Los danilistas están nuevecitos y ahora es que gastarán para fortalecer a su partido, claro está, si el ministerio público independiente y los abogados contratados por el Gobierno los dejan, pero de lograr hacerlo, eso sería una ventaja real frente a la Fuerza del Pueblo.

Otra innegable ventaja del PLD es que ellos se reputan como la verdadera oposición al gobierno y al PRM, de manera que los errores del gobierno es posible que beneficien más a los peledeistas que al leonelismo, porque la gente nos entiende cercanos o aliados circunstanciales de Luis, sobre todo por las alianzas electorales Municipal y Senatorial articuladas por Juntos Podemos en las elecciones recién pasadas, lo que coloca a los pueblistas, en una condición de “Oposición Light”.

El liderazgo e imagen de Leonel no tienencontrincantes de peso en el PLD, al día de hoy. Danilo está constitucionalmente impedido para ser candidato presidencial nueva vez, y ninguno de los actuales aspirantes de la tolda morada puede competir con posibilidad de éxito contra Leonel, salvo que, en una jugada maestra, Danilo saque del sombrero a un candidato joven, sin compromiso alguno con su gestión, que pueda lograr encantar parte del electorado opositor y, con toda la estructura y el dinero del PLD detrás, pueda poner en apuros la candidatura del tres veces presidente.

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Reflexiones en el cambio: Lo claroscuro del PLD

Por José Francisco Peña Guaba.- 
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Inicio expresando que no me anima ninguna crítica malsana contra el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). No me sumaré a los que hacen “leña del árbol caído”, mucho menos después de que mantuvimos una alianza electoral de casi 20 años con ese partido, en representación del Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS).

Para entender al PLD hay que ir a sus orígenes,cómo y por qué se formó en el 1973; qué buscó su líder histórico y fundador el Profesor Juan Bosch, con la adopción de este modelo de partido.

Una de las razones de Don Juan para irse del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que muchos desconocen, fueron los frecuentes pedidos de ayuda que se solicitaban en favor de militantes de las bases perredeistas, ayudas que consumían casi todas las magras finanzas del Partido Blanco. El Profesor no entendía esa forma de hacer política, aunque mi padre sí, pues al haber vivido en la miseria, esa experiencia le permitía comprender esa realidad de las mayoríasdominicanas.

Claro, don Juan también había perdido la fe en que se pudiera llegar al poder por medio de las elecciones. Sus vinculaciones con la izquierda eran ampliamente reconocidas, por lo cual la situación producida con el desembarco del Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó, generó las condiciones para la separación del Profesor con el perredeismo.

Don Juan soñaba con tener un partido disciplinado, pero el PRD no lo era. El quería, en esos momentos, una organización guiada por profesionales y estudiantes, pero los blancos eran integrados por el pueblo llano. Bosch quería un proyecto de izquierda,pero el PRD contenía un su seno a personas de todos los litorales ideológicos. El Profesor creía en una estructura y militancia políticas basadas en el estudio yno en comités de base.

Así creó el PLD, algo totalmente diferente hasta en sus llamativos colores morado y amarillo, aunque su primera participación electoral fue ínfima, con algo más de 18 mil votos debido a que el pueblo se unificó alrededor de la consigna “el cambio sin violencia” que representaba el “glorioso”. Pero no hubo que esperar mucho y ya para el 1982, ese mismo PLD aumentó su votación en un mil por ciento hasta los 180 mil votos. Ese fue el despegue definitivo de esa organización.

En el influjo de una organización súper disciplinada y dirigida por la clase media universitaria, fue sumándose a los morados lo más granado de nuestra juventud. Tal fue el meteórico ascenso del partido que,ante los problemas internos del PRD, en apenas 7 años pasaron a ser la primera opción electoral en el año 1990. Ese año no fueron gobierno porque una parte de la cúpula peledeista se opuso a un acuerdo electoral entre Juan Bosch, por el PLD y mi padre, por el PRD, en el entendido de que, si el acuerdo se producía, el partido blanco hubiera podido sacar más votos que el de la liberación dominicana.

Después de las elecciones del 90, cuando el PRD se volvió a unificar alrededor del liderazgo de José Francisco Peña Gómez, el PLD redujo su participación electoral a un tercer lugar, el año 1994 así lo confirmo y en el 1996 hubiese sido lo mismo salvo que un imponderable de la política, un “golpe de suerte” como lo expresó Leonel Fernández, hizo que el Dr.Balaguer los apoyará desde la primera vuelta, traspasándole parte importante de sus votos y entregándoles todo el activo popular balaguerista para la segunda vuelta de ese año.

Las luces del PLD son muchas y sólo los fanáticos olos insensatos no lo reconocerían. Solamente formar una organización de mando centralizado, en la que se establecían métodos científicos de trabajo y en la que los miembros cumplían sus responsabilidades partidarias con devoción casi religiosa, en la que la mayoría de los integrantes de su alta dirección eran profesores universitarios, una dirigencia de calidad y con formación política, que hizo del PLD un partido admirado por la sociedad.

Estimo que hicieron un buen gobierno en el primer cuatrienio, pero el país vio por primera vez un equipo que decidía en consenso con sus organismos de dirección, no como se estaba acostumbrado, al manejo unipersonal del mandatario de turno. Su prudente manejo en política macroeconómica y cambiaría le dejó una impronta que no pudieron cobrar en el 2000 por la deuda del pueblo con el legado de Peña Gómez,que acaba de fallecer en el 1998, y también por la presencia del Dr. Balaguer en la boleta electoral.

Pero los resultados catastróficos que produjo la crisis bancaria en el gobierno del PRD provocó que las elecciones del 2004 las ganaran cómodamente el PLD y sus aliados. Urgidos a mantenerse como mayoría,decidió la dirección del PLD que no podían ser ya másun partido de cuadros y lo convirtieron en unaorganización de masas. Absorbieron al reformismo y cambiaron el liderazgo de clase media por el de los barrios y comunidades, crearon la casi totalidad de los programas asistenciales del Estado y se ganaron el apoyo electoral de los pobres, que claro está son mayoría. Ese cambio estratégico les permitió ganar las elecciones del 2006, 2008, 2010, 2012 y 2016 y,aunque algunos amigos perremeístas se molesten por lo que aquí expreso, no ganaron las del 2020 porque se dividieron.

En términos de infraestructura la impronta del PLD es inmensa, no lo podemos negar. Llenaron el país de obras tales como carreteras, elevados, túneles, metros,el teleférico, etcétera. La obra institucional también es impresionante: reformaron leyes e hicieron un armazón legislativo nuevo; crearon el Tribunal Superior Electoral, el Defensor del Pueblo y el prestigioso Tribunal Constitucional; votaron la nueva constitución del 2010, y en la parte social, como dijimos más arriba, crearon el 90% de los proyectos sociales, que innegablemente son de la autoría peledeista.

A todas esas buenas acciones se hicieron cosas que debilitaron la democracia, como lo fue el uso de todos los recursos para mantenerse en el poder, auspiciaron, o al menos el pueblo está convencido de eso, una mega corrupción que dejó en pequeño la de los reformistas. Se controlaron todos los poderes del Estado y se pusieron al servicio de la causa peledeista, bajo el criterio de que para mantener el poder todo era permitido.

Todos temimos al poder omnímodo del PLD. Los partidos, la prensa, la clase media, los ricos, hasta la Iglesia… no hubo ningún sector que se enfrentara al poderoso Comité Político peledeista. Solamente pudo hacerlo la división, porque estaban tan seguros y endiosados que creían poder imponerse ante todo y,como afuera no tenían con quien pelear que fuera de su peso, iniciaron una guerra interna que terminó por sacarlos del Palacio Nacional.

A fuerza de tener una combinación de otrora partido de cuadros y de masas a la vez, en el PLD siempre convivió gente muy correcta y seria, con otros muy diferentes.

Hoy hay dos peledés. En un próximo artículo lo explicaré con detalle, pero valga adelantar que el partido deja una herencia claroscura, que solo el tiempo sabrá cual pesará más, a partir de los catastróficos resultados electorales del 20 y los escándalos que a diario salen de sus funcionarios.

Cómo este es un país muy especial nadie debe cantar victoria, porque muchos creíamos que cuando Balaguer salió en el 1978, después de esa semi dictadura, con tanta deuda de sangre, no volvería. Pero en apena 8 años ¡volvió y se quedó 10 más!

No sé si las luces del PLD pesarán más que sus sombras, que al parecer son muchas, pero mis amigos del PRM están obligados a hacer un buen gobierno y construir sólidas alianzas políticas si quieren mantenerse más allá del 2024. En oportuna referencia histórica les recuerdo una frase del arzobispo Meriño,quien fue Presidente de la República, quien dijo en el acto de traspaso de mando a Buenaventura Báez en el 1865, rememorando a un orador americano: “Tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a lasbarras del senado” y también al exilio como en su caso.

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Reflexiones en el cambio: Las dos Repúblicas

Por José Francisco Peña Guaba.-
(13)

Solo los políticos y uno que otro acucioso turista que visita nuestro país se da cuenta qué hay dos Repúblicas Dominicana, dicho así por los contrastes de nuestra realidad. Basta mirar con atención para reconocer de inmediato las profundas desigualdades sociales y económicas que hacen la diferencia. Es suficiente con andar por las avenidas Lincoln o Churchill y después, visitar cualquier municipio de la lejana Región sur. Eso les hará entender que estamos en dos países totalmente diferentes.

No ha valido el crecimiento anual del país, sostenido por décadas por encima de un 4% del PIB, para que el progreso nos llegue a todos de igual manera. Las taras que ha producido tanta inequidad social han creado una franja amplísima entre el 15% de ricos, un 43% que se dice ser de clase media y un 42% que se mantiene en pobreza.

No hay forma de avanzar en un crecimiento sostenible e inclusivo mientras no se produzca una transformación productiva, que fortalezca la generación de empleos de calidad a través de la transformación tecnológica.

Tenemos un país con grandes desigualdades, con una falta real de protección social, con una elevadísima informalidad laboral donde permanece una estructura productiva baja y heterogénea.

No ha valido tener un PIB de 80 mil millones de dólares y un ingreso per cápita de 8 mil dólares al año. Esas estadísticas no se sienten en los bolsillos de una nación de 10 millones 700 mil habitantes. Lo que sí sentimos es la inmensa deuda que tenemos ypagamos todos, que alcanza hoy un 55% del PIB nuestro, y digo que lo sentimos por los altos impuestos que pagamos en los combustibles y en ITBIS, que es de donde se sacan los recursos para pagar los servicios de la deuda externa.

Para colmo de males nos llegó en el 2020 la pandemia del Covid-19, que contrajo las economías de la Región en -7.7%, en la peor crisis económica, social y productiva de los últimos 120 años,generada por las políticas de confinamiento, distanciamiento físico y cierre de actividades productivas, lo que aquí se está traduciendo en una pérdida masiva del empleo, de los magros ahorrosfamiliares, del aumento de la desnutrición `y del endeudamiento en la mayoría de los hogares dominicanos.

Los números hablan de la dura realidad nuestra. Según Latino Barómetro, solo a un 38% de los dominicanos le alcanzan sus ingresos, a un 60% no les da para vivir y, de estos, un 42% no tiene suficiente comida. Tenemos un déficit habitacional de más 900 mil casas y el 20% de nuestra población come gracias a las remesas, que básicamente envíanuestra diáspora a sus familiares.

Los gastos promedios de un hogar dominicano rondan los 30 mil pesos y el promedio salarial del Estado solo llega a 20 mil. Según la última Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares, los dominicanos gastábamos el 22% de nuestros ingresos en alimentos, el 15% en transporte, el 12% en alojamiento y servicios del hogar, un 11% en hoteles y restaurantes, un 10% en bienes y servicios personales, un 8% en salud, y un 5% en educación y el mismo porcentaje en prendas de vestir, bebidas y tabacos, en mobiliario y en comunicaciones.

Nuestras profundas inequidades tienen también un componente racial, que ha influido sustancialmente en la idiosincrasia de nuestro pueblo. Somos un país de mulatos (73%) y negros (11%), pero el 70% cuando menos de la riqueza nacional la detentan el 16% de blancos que tiene nuestra patria.

Es cierto que existe un gran emprendurismo nacional, que, sumado a la potencialidad turística de nuestra tierra, está convirtiendo a esta media isla en el Singapur del Caribe, pero de qué nos valen todas esas estadísticas de crecimiento si al mismo tiempo aumenta cada día más la brecha que separa a los ricos de la clase media, y no decir de los que subsisten en la más abyecta pobreza.

Es que tenemos una República donde la gente vive en marginalidad, sin el consumo de caloríassuficientes para gozar de una buena salud, sin agua potable, con pisos de tierra o de cemento, con letrinas, en hacinamiento y subsisten el día a día por “la gracia de Dios”.

No tienen ni una bicicleta, ante cualquier percance médico solo pueden asistir a los hospitales públicos y lo único que les aliviana la carga es recibir algún tipo de asistencia de los programas del gobierno.

Esa es la República de más de 2 millones de trabajadores informales o las más de 500 mil dominicanas que son o trabajadoras sexuales o chapiadoras, muchas de ellas hasta menores de edad según estudios realizados por el Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN).

Los que nacieron sin abolengo han tenido que buscar cómo tratar de no ser parte de esa “República del Hambre”, en la que todavía permanece la mayoría de nuestro sufrido pueblo.

Cómo es tan difícil salir del círculo de la miseria,muchos han tenido que ingeniárselas para salir de ella y ahí están más de 150 mil dominicanas que ejercen la prostitución  en el exterior, colocándonos cómo uno de los países con mayor exportación de trabajadoras sexuales del mundo, o los más de mil grupos musicales que al son de diferentes ritmos se abren camino para ganarse la vida, y ¿por qué no?,la suerte de haber tenido más de 800 peloteros dominicanos o descendientes en las grandes ligas,que han salido de la trampa de la pobreza, invirtiendo en su país y ayudando sus comunidades.

Mientras, hay otra República del lujo y el boato que hace confundir a miles de ciudadanos del país en que vivimos. Son los del 15 %, que en oropel y pompa les restriegan su abundancia a sus humildes compatriotas, esa afición a lo mejor, a las marcas, a lo más caro, a lo exótico es su tinte distintivo. En casa de potentados he visto baños que son un insulto al pueblo, porque cuestan más que una casa; carros súper lujosos, que cuestan más que todas las casas de una comunidad.

En esa república hay apartamentos de cientos y mansiones de miles de metros, villas que no tienen que envidiarle a las mejores del mundo. Es que en este paisito nuestro hay más de 3 mil vehículos con un precio que oscila entre 160 mil hasta 1,300,000dólares, estamos hablando de Rolls Royce, Porsche Carrera, Aston Martin, Lamborghini y hasta Enzo Ferrari, entre otras marcas de súper lujo.

Todas las tiendas y franquicias de lujo están aquí y es porque hay clientes. No hablemos de aviones y helicópteros privados, que se cuentan por cientos. Es por ello que el empresariado dominicano es el más poderoso de Centroamérica y el Caribe, por lo cual la “Revista Forbes”, edición mexicana, informa que,de los 25 individuos más ricos de la Región, 8 son dominicanos.

Nuestros excéntricos restaurantes, hoteles y casasque vemos muchos de ellos que poseen nuestra oligarquía en La Romana, Punta Cana y en Samaná nos hace parecer que estamos en New Jersey y no en una isla del Caribe.

Los que no salen del Centro de la Ciudad se llegan a creer de verdad que esa es la República Dominicana, y no se dan ni por enterados de que tenemos comunidades en el interior que nos ubican en cualquier país pobre de África, donde la miseria y el olvido es total, donde no hay de nada, donde ni las señales de celulares ni de la televisión entran, como es el caso del Distrito Municipal José Francisco Peña Gómez, en la Provincia de Pedernales.

Somos “dos repúblicas” enclavadas dentro de 2/3 parte de esta isla, ocupando ambas estos 48 mil Kilómetros: una en la que parece que estamos en Haití, donde campea la miseria extrema, y otra en la que creemos estar en un “New York chiquito.”

Esperamos que algún día, en el futuro, deseando que sea pronto, el Estado y los sectores dominantes se sienten a buscar solución a la problemática de la desigualdad, la pobreza y la exclusión persistente en nuestro país, poniendo énfasis en ir en ayuda de los grupos más vulnerables, reconociendo sus luchas, sus formas de vida y sus formas de resistencia. Esta “cohabitación de la inequidad” de estas dos repúblicas terminara el día en que una de las mismas, la de la mayoría se hastíen de hambre ymiseria y salgan obligados a la conquista de la otra,¡¡no importándoles, sacrificios, consecuencias ni sangre!!

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Reflexiones en el cambio: JCE y su primera prueba de fuego

Por José Francisco Peña Guaba.-
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La Junta Central Electoral tendrá su primera “prueba de fuego” con la decisión que deberá tomar para definir la participación de los partidos en la distribución económica del Estado, así como para establecer el orden de las organizaciones políticas en la boleta electoral de 2024. Ambos temas son de crucial importancia por varias razones.

El financiamiento público a los partidos goza hoy de la peor de las reputaciones. Luego de años de desprestigio, tras una labor de socavamiento y desprestigio basada en falsedades que, sin embargo, parecen ser verdad. En efecto, se ha repetido hasta la saciedad que “los partidos” se llevan inmensas tajadas del presupuesto nacional, y que sus directivos viven como príncipes a expensas del dinero público.

Debería recordarse con más frecuencia que el financiamiento público surgió tras los accidentados procesos electorales de 1994 y 1996, como propuesta formal del Dr. José Francisco Peña Gómez que debió formalizarse por ley, momentos en que un gobierno decidido a no perder el poder avasalló a todas las organizaciones políticas, pisoteando a diestra y siniestra toda regla y sin detenerse ante nada, hasta dejar en total indefensión y sin recursos a la organización política de la que nació, ¡oh ironías de la vida!, el actual partido de gobierno.

Debe retenerse que la justificación de la Junta Central Electoral para investigar a los partidos y establecer controles financieros a su cargo, es el hecho de que el Estado es quien les da dinero para financiar sus actividades.

Falsamente, con evidente mala leche, se arguye que los partidos no reportan ni se dejan controlar. Bien. ¿Alguien se preguntó cuáles partidos dejaron de reportar año por año a la JCE? No. Y para saber que eso es totalmente falso basta saber que la JCE exige a los partidos hasta comprobantes en papel de colmado (estraza) o, de lo contrario, no desembolsa el dinero. Pero, ¿es así con todos los partidos o solamente con las dos primeras mayorías?

De manera aviesa se dice que los partidos se llevan miles de millones del erario. ¿Alguien preguntó que cuáles partidos serán esos? No. Los supuestos “investigadores imparciales” hacen mutis a la realidad de que la contribución del Estado a los partidos terminó siendo controlada por el partido de gobierno y el principal partido de oposición: de 1,200 millones de pesos al año esos dos se sentarán a comerse más de 900 millones.  Con los restantes 300 millones tendrán que sobrevivir 24 partidos.

Asimismo, decenas de organizaciones minoritarias, que deben organizar recursos para participar en 158 municipios y 235 distritos municipales –esas son las elecciones verdaderamente competitivas– se encontrarán sin posibilidades reales de competir; no pueden abrir locales en el nivel local porque el financiamiento público no alcanza para eso.

Tampoco pueden cubrir los altísimos costos de la publicidad de campaña, ni tienen cómo competir contra partidos que colocan miles de millones de pesos sólo en propaganda gráfica. Con el poco presupuesto que reciben, no pueden dedicar recursos suficientes a educación de sus afiliados, ni para la modernización de sus sistemas computarizados. De manera que quitarles el presupuesto a los partidos, o rebajarlo indebidamente, significa llevarlo por adelantado a la derrota electoral y a la imposibilidad de contar con representantes.

Para la elección de 2020, por ejemplo, cada voto le costó a los partidos entre RD$1,000 y RD$2,000 pesos de inversión. Eso significa que para obtener 150 mil votos un partido tendría que invertir 300 millones de pesos… mientras cada candidato a una diputación o a una senaduría gasta entre 15 y 60 millones de pesos en campaña, porque a base de voto preferencial las han convertido en eventos extraordinariamente caros. O sea, a un partido el Estado le entrega menos dinero del que cuesta obtener una sola diputación.

Ahora mismo sólo el PRM, que está en el gobierno, y el PLD, que lo tuvo por 20 años, no debieran beneficiarse más que todos los otros del apoyo económico estatal porque ese financiamiento es precisamente para proteger a los partidos que no tienen acceso al poder ni a la colaboración de privada, que se concentra en muy pocas organizaciones políticas.

Las decisiones que debe asumir ahora la JCE marcarán a los miembros del Pleno, no solamente porque deba estar bien sustentada jurídicamente, pues se sabe que eso lo harán miembros tan competentes como lo que ahora engalanan a la JCE, sino porque deberán motivar lo razonable, justo y democrático que resultará, si se concreta el propósito, despojar a los partidos de lo que la Constitución y la ley les otorgan.

Porque este es precisamente el problema. La Constitución y la ley disponen que se haga algo y los poderes públicos, destinatarios de la norma, los que deben cumplirla, de buenas a primeras deciden no hacerlo. La validez de sus razones no debería ni siquiera discutirse, visto que nadie tiene razón si quiere contradecir la ley, y hasta ahora, la ley dispone que el Estado contribuya económicamente con los partidos.

Según se dice, hay demasiados partidos. Muy bonito pero muy falso e inútil: vaya Usted a inscribirse por un partido mayoritario como candidato, a vocal si quiere… para que vea como decenas de dirigentes de ese partido lo expulsen a pedradas de su comunidad, bajo el alegato de que tienen 20 años de militancia sin que su partido los haya respaldado ni hecho nada por ellos.

Y es verdad. 20, 30 y 40 años militando en un partido anquilosado, dominado por las mismas personas, más petrificado que las ansias de representación de centenares de miles de personas en centenares de demarcaciones de todo el país, que no pueden elegir técnicos, ni especialistas, ni trabajadores sociales, ni gente de mérito… solo pueden elegir gente que gasta dinero sin que se sepa de donde sale, porque se gasta como si fuera ajeno y producto de la suerte, no del trabajo.

Ser candidato a nada y con cero garantías para su inversión exige gastar millones de pesos para comprar dirigentes y activistas de los partidos mayoritarios, o ni siquiera podrá arrancar su proyecto.

A nadie parece importarle que la Carta Magna diga tal o cual cosa, mucho menos que exija representar a las minorías en toda clase de procesos electorales. En esta nueva revolución del pensamiento pareciese que la Constitución ya no se reputa, sino que es, un pedazo de papel.

En cuanto al orden de los partidos en la boleta, es claro que el número asignado al partido será el mismo para todos los niveles de elección, sean 4 como ahora o los 5 que podrían crearse para 2024 dada la división del nivel municipal. Por tanto, lo que resulta lógico es que se aplique el criterio sumatoria de esos 4 niveles para establecer dicho orden.

De todas formas, el Foro Permanente de Partidos Políticos asume su rol de institucionalización del sistema de partidos, trabaja y continuará trabajando por la diversidad y el consenso como regla de integración de mayorías. Y por ello, el Foro resumió a la JCE 6 escenarios definidos para y útiles para el cálculo del orden de los partidos en la boleta y la distribución de la contribución económica del Estado.

Estas 6 opciones, cada una presentando un efecto determinado sobre el sistema de partidos, incluyen: 1) el criterio de sumatoria de votos, utilizado por la JCE para la elección presidencial, de senadores y diputados de 2020, como resultado de la sentencia TSA-0030-30-2019-00090; 2) el criterio de sumatoria de votos en el último proceso electoral (5 de julio), niveles presidencial, senatorial y de diputados: partidos del 1% y 5% en la elección del 5 de julio y su variante, considerar sólo el nivel presidencial de julio 5.

Asimismo, 3) el criterio de votación presidencial, utilizado por la JCE para las elecciones municipales de 2020, como resultado de la anulación de la Resolución 34-JCE-2019; 4) el criterio de sumatoria de porcentajes por nivel con relación al padrón de electores, basado en que al fijar los topes de campaña el artículo 42 de la Ley de Partidos es precisamente ése el criterio que utiliza; 5) el criterio de sumatoria del porcentaje municipal al porcentaje resultante de la combinación de los resultados presidencial, congresual y 6) el criterio de que la posición se determine por el porcentaje más alto obtenido por cada partido, en cualquier nivel.

A pesar de ello, consta que tanto la Sentencia TC-0624/18, del Tribunal Constitucional, como la TSA-0030-2020-000090  terminaron por aceptar que al cambiar el criterio de votación presidencial la JCE obró justificadamente

Tanto el Foro como la mayoría de los partidos del sistema están conscientes de que la distribución de los recursos tiene que hacerse como ordena la ley, ni más ni menos. Y en su aplicación, dado que las normas no deben ser sólo legítimas sino también justas, la JCE tiene que privilegiar las fórmulas más inclusivas, las que permitan que la mayoría de los partidos, entre ellos la Fuerza del Pueblo, el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido Revolucionario Dominicano puedan integrar el nivel del 5% y junto a los demás, todos los partidos, tener posibilidades de presentar candidatos, ofertar programas, comunicarlos a la ciudadanía y motivarlos a participar en las elecciones. Esa es la democracia, real, verdadera y deseable.

Asimismo, la mayoría de los partidos entiende que el orden en la boleta es un asunto discrecional del Pleno de la JCE, puesto que la ley no establece mecanismo alguno al respecto. Se entiende que primará la sensatez y se asumirá que un partido sea colocado en la boleta por el orden de su mayor votación, en cualquier nivel de elección.

La JCE no está para acomodarle número de posicionamiento a nadie. La posición que toque, esa es. De hecho, nuestro partido, el Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS), ya notificó a la JCE nuestra postura sobre estos temas, defendiendo, grosso modo, lo que aquí se resume.

Lo que sí debe tener en cuenta tanto la JCE como el pueblo dominicano es que el buen o mal desempeño de un partido es producto de los recursos con los que cuenta. Si a un partido se le quitan recursos, sus resultados no serán los mejores, porque no tendrá cómo expandir el conocimiento público sobre su programa o ideas, ni hacer llegar el mensaje de sus candidatos, ni plantar pelea electoral a partidos que, de hecho, son mayoritarios porque pueden acceder a más recursos para desarrollar sus actividades.

En este sentido, la JCE no tiene razones legales para perpetuar los privilegios e intereses de partidos a los que ha sobrado muchísimo dinero para sus campañas, sólo porque al momento de las elecciones se encontraban en el poder. Excluir partidos de uno u otro nivel porque se oiga bonito es discriminatorio y pondría a estos partidos en franca desventaja para las elecciones venideras. Sobre los otros partidos, hay que fajarse de campana a campana para comprender lo que cuesta obtener el 1% de los votos en un sistema multipartidista y extraordinariamente competitivo como el nuestro, en términos de participación.

No creemos justo desconocer el esfuerzo de tantas personas y de tantas organizaciones, algunas de los cuales participaron en 4 procesos electorales sólo para respaldar al país y mantener la democracia, porque no tenían ni recursos ni posibilidades de enfrentar exitosamente dos suspensiones electorales mientras, de frente, tenían las muy bien aceitadas maquinarias electorales que se armaron en las elecciones de 2020.

La JCE es representante de todos los partidos. Todas las organizaciones políticas merecen su protección institucional y legal, no solamente las dos primeras mayorías. En países como el nuestro, monopolizar la participación política remite a la tiranía. Así las cosas, un sistema de partidos integrado por opciones diferentes es garantía de que el elector, que es quien designa a los representantes, tendrá la capacidad de decidir por quién votará. Y hasta ahora, los electores no eligieron a través de un solo partido, ni de dos, sino a través de todos los partidos del sistema.

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Reflexiones en el cambio: La palabra empeñada

Por José Francisco Peña Guaba.-
(10)

Esta reflexión pretende evaluar lo más objetivamente posible los niveles de compromiso con el cumplimiento de promesas de campaña de los candidatos Presidenciales, así como la participación real de quienes los han ayudado a llegar al Palacio Nacional. Para eso tenemos que hurgar en el pasado, valorar el presente y que esto sirva de experiencia para quienes logren conquistar el poder en el futuro.

Hay dos tipos de compromisos con los destinados a terciarse en su pecho la banda tricolor: el que hace el candidato a su pueblo, para que lo elija, el entusiasmo que despierta en sus potenciales colaboradores y en la  “oficialidad” de su ejército de fieles, quienes le acompañan hasta llegar a las escalinatas de la mansión de Gazcue.

Para quienes han abrazado con ahínco, con dedicación, con sacrificios y con lealtad las causas de los Presidentes, el balance resulta, en términos generales, muy desfavorable. Penosamente, una cosa es cuando son candidatos y otra, muy diferente, cuando se sientan en la “silla de alfileres”. El balance negativo es para quienes arman proyectos, para quienes le dan su vida a la causa de un partido. Caso casi todos lo gobernantes, con sus honrosas excepciones, incumplen sus promesas de campaña.

La mayoría de los Presidentes que hemos tenido han hecho todo lo contrario a lo que prometieron hacer. Con tal de ganar votos a su causa han sido irresponsables, lo han ofrecido todo pero han cumplido pocas cosas. Por eso no creo en esa táctica permanente del “criticismo” entre quienes aspiran a ser inquilinos de la casona de la Dr. Báez: suelen no cuidarse, no pensar en que no es necesario echarle lodo a todo lo que haga el gobierno anterior. Actúan como si no pensaran que al llegar, eso también los dañará, porque al no tener sentido de la prudencia y prometer de todo, después serán “prisioneros” de sus palabra, de lo que censuraron y de lo que ofertaron.

Claro está, hoy la magia del Internet y las redes sociales obligan a los candidatos a ser más cautos que nunca en sus promesas, porque una ciudadanía empoderada con seguridad se pasará todo su periodo gubernamental, incesantemente, recordándoles sus mentiras y, con ello, les hacen perder estima en el electorado.

Tengo que admitir que el Presidente Abinader en esa parte se cuida y está tratando de cumplir la mayoría de sus promesas, claro está que no podrá cumplir todas las promesas que en campaña le hizo a la ciudadanía, pero su esfuerzo en ese sentido es notorio y eso habla bien de su sentido del compromiso institucional ofertado.

Sin duda alguna ambas gestiones peledeístas, la de Leonel y la de Danilo, cumplieron una fundamental promesa de las que tanto hicieron y es que mantuvieron la estabilidad macroeconómica y cambiaria. Habría que ser muy insensato para no reconocerlo.

Las promesas de campaña a la población no se cumplen en su mayoría por 5 razones básicas. Primero, porque al hacerse respondieron, en su momento, a un interés meramente electorero de decir que todo lo que el otro hizo estaba mal; segundo, por falta de experiencia y de información adecuada, ya que en muchos casos analizan solamente los asuntos de Estado con una visión opositora. Como decía mi padre, “desde la oposición se hacen gobiernos perfectos”. Tercero, porque los presidentes terminan asumiendo la agenda o los dictados del gigante del Norte. Casi ningún presidente contradice la política de los americanos, que no siempre es favorable ni responde a los interés nacionales. En cuarto lugar, porque los presidentes suelen plegarse a los intereses de las clases dominantes, a la oligarquía, cuyos integrantes parecen una capacidad mágica para robarse a los presidentes. Y en quinto y último lugar, porque el poder mediatiza a los presidentes, que terminan desdiciéndose con tal de no chocar con este o cual sector, casi siempre por aspiraciones reeleccionistas.

En cuanto al pago por los servicios realizados, tengo para decirle a quienes más trabajan y se sacrifican, que ellos son los menos tomados en cuenta. Los  “oportunistas” tienen una habilidad especial de lograr ser integrados de inmediato a los gobiernos. Casi siempre los últimos que llegan a las campañas son los que cobran primero, pudiendo decirse que se aplica la frase ”los últimos serán los primeros”. He visto dirigentes dedicarse por años a los proyectos políticos y cuando triunfan, no ser tomados en cuenta para nada o,  si al final se recuerdan de ellos, les dan posiciones sin importancia como “premio de consolación”.

En este país no llegan ni los que más trabajan, ni los más leales, ni los que más aportan sino todo lo contrario, los que menos hacen siempre que sean los que más invierten, económicamente hablando; los que se hacen “amigos” de la cercanía presidencial o aquellos impulsados o recomendados por la oligarquía, los americanos y la iglesia (por lo menos anteriormente).

Tal ingratitud la viví hasta con mi propio padre, que hizo Presidentes y después de estos ganar, ¡hasta le prohibieron la entrada al Palacio Nacional!

He visto gente no hacer nada y ser “ministros”. Claro,  después que al presidente de turno las cosas le salen mal, estos “ponen la renuncia”, “{se apean del barco”. Conocí casos de enganchados en los gobiernos del PRD que después de haber ocupado altas posiciones, posteriormente se negaron a tener membresía y responsabilidades en el partido del que tanto se beneficiaron.

Para no cumplir compromisos los presidentes argumentan una y mil razones, como vi el caso de un hermano del alma que, después de haber dirigido una campaña presidencial, le cuestionaron su capacidad para tener una posición relevante en el mismo gobierno que él ayudó a construir, todo con la aviesa e ingrata intención de dejarlo fuera. Por supuesto, con mucha dignidad, mi amigo prefirió no participar en ese gobierno.

He visto gente que nunca ha buscado un voto, gente que incluso ha servido a la causa contraria y después, situarse entre quienes deciden la suerte de los que sí trabajaron, de los que sí buscaron los votos, de los que fueron leales. “Qué paradoja de la vida, estar la propia suerte en mano de los contrarios.”

Durante casi medio siglo de vida he tenido la capacidad de observar que los méritos no crean compromisos. Vi a gente darle todo al PRD, su vida y sus bienes y salir de ese partido, del Poder, y quedarse en la miseria total, en el olvido. Conozco algunos que hasta se desquiciaron, victimas de tanta traición e ingratitud. Lo vi sobre todo en los heroicos militares constitucionalistas, que después de dar su carrera y hasta ofrendar sus vidas en el 1965, luchando por ese partido, pasaron penurias y sobrevivieron el exilio sólo para volver al país y ver que cuando llegó su Gobierno al poder, sus contrarios en el bando militar eran también los nuevos jefes de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas. Ironía de la vida, esa deuda la vino a pagar Leonel muchos años después, cuando les reconoció sus años de servicio, los ascendió y los puso en retiro con todas las prerrogativas legales, cuando menos a los que todavía seguían vivos.

Siempre he dicho y lo mantengo, que en la mayoría de los casos “los que arman la mesa no comen en ella”. Trabajan para otros, quienes después se burlan porque ellos “fueron más inteligentes”, cobraron el trabajo ajeno.

Para los presidentes los políticos de oficio son “dinosaurios”, de manera que prefieren jóvenes, gente con “mejores” vinculaciones sociales. Sectores que todos conocemos, que huelga describir, han estigmatizado a las dirigencias partidarias, dedicándose, por todos los medios a su alcance e incluyendo los de la comunicación masiva, para convencer a la población y a los gobernantes de que los dirigentes políticos tradicionales “son incapaces y ladrones.”

No hay mentira más grande que ésa, pues los más comprometidos socialmente y los que menos se han beneficiado de este carrusel de la mega corrupción son precisamente los que han hecho de la política su oficio, claro está, con sus particulares excepciones.

En todos, óiganlo claro, en todos los gobiernos los más beneficiados, los más poderosos e influyentes han sido “los oportunistas”; por eso es que las desgracia presidenciales son “huérfanas”, porque les entregan las mejores posiciones y dejan ricos a quienes son los primeros que, al salir del palacio, los abandonan y toman distancia, quedándose los presidentes desprotegidos, pues solamente al salir del poder es que vienen a saber los “pingües beneficios otorgados a los amigos de ocasión.” Sus compañeros leales terminan por darse cuenta de que sólo recibieron “migajas”, de manera que también los abandonan.

Los que deseen hacer política deben mantener su trabajo y lealtad hacia los candidatos presidenciales, pero les sugiero que lo hagan por el país, por amor a su militancia y por lealtad a su dirigencia, pero que no hagan más de lo que les toque hacer. No deben olvidar sus proyectos personales y no deben poner en juego la estabilidad con que cuenten para ellos y para su familia; tampoco se deben hacer compromisos con terceros a nombre de candidato alguno, no ofertar aquello que saben que no le van a cumplir, para que después no les pase como a la mayoría y tengan que llevarse las manos a la cabeza, llenos de compromisos y deudas. Inclusive, puede ser peor aún, porque muchas veces terminan sus nombres olvidados en cualquier gaveta del palacio. Debemos colaborar para los que si serán “dueños de los gobiernos”, para que ellos se vean en la obligación de hacer algo y no esperar, como hasta ahora “debajo de la mata para que les caigan en la mano los mangos maduros.”

Las palabras de los candidatos, en su mayoría con honrosas excepciones, no vale nada o valen muy poco, sólo quieren el poder y nos usan como marionetas. Entienden que los políticos de oficio estamos en desuso o somos artículos desechables pero, en parte la clase política es la culpable de que sea así, porque le hemos permitido y aplaudido la discrecionalidad presidencial, que designen a cuantos amigos, compadres, canchanchanes y conocidos quieran; lo hemos aceptado sin chistar, por recoger “migajas”, después de haber realizado el trabajo y dar la cara con compromisos frente a los demás. Aceptemos la realidad de que la dirigencia de los partidos, de todos los que hemos trabajado, fue para beneficiar a otros y peor aún, para sacar la peor parte, la del escarnio público, pues  nos hacen responsables de todo lo malo que ocurre en los gobiernos.

Hace mucho que entendí eso, aunque sé que trabajaré lealmente por el candidato que decida mi partido. Mis principales esfuerzos serán institucionales y reconozco que en todos los litorales políticos hay cosas buenas, las resaltó sin mezquinos intereses electorales. Les invito a no hacerse enemigos por política, porque por las razones antes indicadas, no vale la pena. No se hagan grandes ilusiones para que no terminen depresivos ante los ya naturales incumplimientos.

A fin de cuentas ya los líderes desaparecieron. Ellos, con su carisma, conducta, coherencia, capacidad, sacrificios y entrega nos motivaron a mover “cielo y tierra” por ellos. Pero esos eran otros tiempos que, penosamente, no volverán.

Los candidatos de hoy, y tal vez los del mañana, nunca han pisado una prisión por sus ideas, no han tenido que ocultarse para no perder la vida frente a las huestes del poder, no han tenido que vivir de la solidaridad de amigos porque no tenían fortuna y no tendrán que echar raíces en otras tierras, en el exilio, como sí tuvieron que hacer los del ayer, que no fueron producto del marketing electoral sino que forjaron sus prístinas carreras –valoradas todavía en el corazón del pueblo– apurando mil sacrificios.

Recordar que en la política, como en la búsqueda del poder, no se agradece, se actúa por conveniencias más o menos pasajeras, por lo que debe tomarse en cuenta esta frase , para que la entiendan: en toda actividad humana, “a veces las personas se fijan en los errores que cometes y olvidan todo lo bueno que hiciste por ellos”.

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Reflexiones en el cambio: La adictiva búsqueda del poder

Por José Francisco Peña Guaba
(9)
La historia nuestra como en todo el mundo, la crónica de la búsqueda del poder, de quienes lo lograron y quiénes se resistieron. El poder se convierte en una de las pasiones humanas más intensas, sin duda la más visceral y extraordinaria, que desata deseos casi demenciales de mandar, de influir en los demás, de lograr que otros hagan en silencio y en obediencia, lo que quiere quien dirige.
No hay nada más deleitante y hasta afrodisíaco que el Poder. Es una suerte inverosímil lograr “dominancia social”, conseguir autoridad, reconocimiento, respeto, temor y, en su más abyecta definición, hasta miedo.
El poder es la esperanza de todos los políticos, a la vez la falsa ilusión de muchos ingenuos. Aunque se manifiesta principalmente en la clase partidaria, en realidad el poder lo quieren todos: los empresarios, los curas, los intelectuales, los tecnócratas, los activistas… todos lo buscan, de una forma u otra, unos con disimulo y otros encubiertos, para lo cual pretextan todo tipo de justificaciones. El poder es magia, es pasión, es fascinación… que las más de las veces termina en desenfreno.
No solo son las personas quienes ansían poder, también las naciones, que buscan construir imperios. Pudiéramos decir que el poder es el motor que impulsa el mundo. Por eso se ha dicho del poder, que es “la razón de ser de los grandes imperios y el mayor peligro para los seres comunes.”
En cualquier recóndito espacio de nuestra historia encontramos esa obsesión por el poder, desde Pedro Santana hasta nuestros días. En nombre del poder se ha cometido todo tipo de abusos y fechorías, se han conculcado derechos, se han destruido individuos, partidos, familias y sociedades; se han sacrificado vidas, ¡se ha cambiado el destino de los pueblos!
No es de extrañar que pocos hombres hayan ejercido el poder por tanto tiempo como Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer… solo ellos nos gobernaron un total de 82 años, casi la mitad de los años que tenemos como República independiente. Pareciese que “solo el poder construye poder”. Si le sumamos a la gestión de 12 años de Leonel los 8 de Danilo, nos damos cuenta de que ¡sólo 6 ciudadanos han gobernado 102 años, de los 176 de vida republicana!
¿Qué suerte de adicción produce el poder en los individuos, que su obsesiva búsqueda les domina totalmente, hasta sus propias vidas? El poder parece ser su leit motiv, su único interés, su mayor atracción, su mayor importancia, incluso más que la familia y hasta el amor, el poder parece ser el único sentido de sus vidas.
No existe droga alguna más adictiva que la incesante búsqueda del poder. Es esa negación a ser uno más, ese deseo irrefrenable de mandar, esa patológica necesidad de sentir que se le obedece, ese vahído que producen en todos las alturas pero, especialmente, en quienes quieren sentarse en la silla de alfileres a deleitarse oyendo el armonioso taconeo militar acompañado de la frase “a su orden Señor”.
En 1985 comprendí por qué hombres con mucho dinero, como el caso del senador Jacinto Peynado, querían llegar al poder. En la ocasión, mi Padre ocupaba la alcaldía de lo que en ese momento era el actual “Gran Santo Domingo”. Sufrió un grave percance de salud. Pero estábamos en el gobierno, bajo la presidencia de Salvador Jorge Blanco, siendo mi progenitor el jefe y líder del partido. Vi como todos los resortes del poder, civiles y militares, se movieron de inmediato; como los mejores médicos de la época se pusieron a nuestro servicio y cómo un avión de la desaparecida CDA nos llevó con casi medio gobierno dentro directo a Cleveland, donde las autoridades norteamericanas nos esperaban con todo un dispositivo sanitario y de seguridad al servicio de mi progenitor. Ese día entendí que hay cosas que el dinero no podía comprar.
En el caso de mi padre no ambicionaba poder pero, era celoso de su liderazgo. Al final, él era de la escuela Europea que entendía que los líderes “por mucho eran más importantes que los jefes de Estado y de Gobierno, porque los poseedores del carisma y la influencia popular no tienen término, los Primeros ministros sí.”
Los que buscan el poder parecen no arredrarse ante nada. Ahí están todos, en nuestra historia y aunque actuaron por diferentes razones, fueron hombres a quienes no les importó ni siquiera poner en riesgo su salud –como en el caso de la pandemia del Covid–. Siendo sincero, no sólo el impulso psicológico y adictivo los hace moverse, es también el ejército dirigencial que les acompaña, que en función de sus variados criterios e intereses los obligan a ir hacia delante no importando situaciones ni consecuencias.
Aquí en nombre del poder se ha hecho de todo. Se han armado revoluciones, se han dado golpes de Estado, se han cercenado generaciones enteras; se han aprisionado miles de personas y se ha exiliado a muchas, se ha llenado de temor a la ciudadanía, se ha censurado a líderes, a medios y a periodistas. Se ha comprado a medio mundo y quien se ha negado, o ha desaparecido o sufre mil calamidades, porque aquí se ha presionado a “los incómodos” y a los “irreductibles” se les ha asfixiado… de todas las maneras posibles.
Esa ha sido en nuestra historia, hasta nuestros días. Esos son los resultados de la búsqueda y conservación del poder político, porque, a fin de lograr los “supremos objetivos” no ha habido miramientos, ni medidas, ni control, ni han hecho efecto los últimos catastróficos resultados electorales. Hay casos en los que ni siquiera hubo atisbo alguno de razonabilidad.
Todos quieren subir al carrusel que con muchas paradas los conduce “a su destino”, el poder. En cada estación ese tren desbocado deja gente y coge gente. Muchos fracasan o pecan de ingenuos al no entender que, en la nomenclatura de los destinados a llegar al poder no caben todos, menos los desesperados que creen que el gobierno, como el maná, cae del cielo.
En República Dominicana se ha demostrado que el poder político se ha conquistado únicamente de tres maneras: el primero, reeligiéndose o, ante la imposibilidad de lograrlo, reciclándose, como ocurrió con el pase del refomismo al PLD; por golpe de Estado, cuando alguien con influencia entre los uniformados y por lo general en connivencia con la oligarquía, lo ha tomado para sí. Y, por último, quienes con paciencia y tenacidad han logrado una resistencia ciudadana de tal envergadura, que acompañada de la determinación de la clase media –y por qué no decirlo, con cierto guiño favorable del Norte– logran conquistar el poder. Son pocos los ejemplos, pero entre ellos está el de 1978, guiado por mi Padre y el del año pasado, por el hoy Presidente Luis Abinader, con la reconocida ayuda de la acción divisoria de Leonel Fernández.
No cabe la menor duda de que donde existen regímenes presidencialistas, se da con mayor ahínco este tipo de búsqueda frenética del poder, porque, mientras gobiernen, “los presidentes son reyes sin corona”, dueños de vidas y haciendas. Lo “natural” es que aquí se mantenga activo ese hábito, del cual no se puede prescindir por razones psicológicas y hasta fisiológicas, visto que el que no lo tiene o lo pierde, se deprime. Todo por la adictiva y desmesurada afición de mandar, que hará que todos los que están vuelvan a intentarlo. Danilo (con todo y su impedimento constitucional), Leonel, Luis, Hipólito, Gonzalo y hasta el amigo Guillermo, porque de esta actividad nadie se retira voluntariamente, sólo por razones biológicas.
Estoy segurísimo de que muchos otros lo intentarán, algunos porque se creen “predestinados”, otros están convencidos de que “esta será su oportunidad”. Algunos más porque entienden que “la providencia” les tiene guardado un alto sitial y otros, los más incautos, creerán que “la indignación ciudadana”, los “anti-partido” los llevará hasta el solio presidencial. Muchos, de una manera u otra, creerán que “es su momento” para ganar, pero la mayoría lo único que logrará es cavar su propia tumba, por no entender los tiempos. Viene a mi memoria una frase del gran político e historiador romano Tácito, muy válida para nuestros días, que los obnubilados por esa pasión adictiva, los que no miden consecuencias, ni reconocen infortunios ni errores deberían también recordar: “Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio.”
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Reflexiones en el cambio: El círculo vicioso de la corrupción 

Por José Francisco Peña Guaba.-
(8)
Son muchos los teóricos que exponen criterios y razones sobre por qué existe un círculo vicioso de la corrupción. Algunos arguyen que la causa principal es la concentración de poder en manos de una sola persona: el Presidente. Otros entienden que la causa es el “burocratismo”, la burocracia elevada a la enésima potencia, que crea un efecto de control de las estructuras de dirección, que a su vez, centralizándolo todo, se niegan a ceder siquiera parte de sus atribuciones exorbitantes a la ciudadanía o las comunidades. Otros analistas insisten en que se trata de un problema “sistémico”, esto es, que el sistema político es en realidad una “cleptocracia”, en la que sus representantes buscan beneficios únicamente para un grupo.
No importan las razones que se esgriman, lo cierto es que ese flagelo de la corrupción debilita las instituciones democráticas y, de más en más, crea una costumbre, se hace ley entre los ciudadanos de cualquier país.
En la República Dominicana se observan dos variantes de la corrupción. La primera de ellas es la que puede denominarse “personal”, o sea, la de un individuo que busca su beneficio particular, propósito que lo lleva a agenciarse para sí un patrimonio que le permita el disfrute suyo y el de su familia. Este es la variante más extendida, formando parte de las convicciones de individuos de todos los estamentos de nuestra sociedad y que se manifiesta de varias maneras, desde el pequeño soborno o coima para dar u obtener ilegalmente algún beneficio a la a comisión que se paga por una compra, contrato o concesión. Las causas que originan esta variante ya las expusimos en un artículo anterior, titulado “De la corrupción a la mega corrupción.”  De esa todo el mundo conoce realidades y consecuencias, y siendo honesto, afectó cuando menos al 95% de todos los que han llegado a espacios de participación de Gobierno.
Aunque sea casi genérica, no quiere decir que en esa misma proporción represente la mayor cantidad de recursos sustraídos. Al contrario, no menos de un 50% de los recursos se sustraen ilegalmente del Estado mediante ésta que llamaré “corrupción institucional o partidaria.”
Paso a explicar cuál es el entramado de esta “corrupción institucional”, en la que ha participado la casi totalidad de los funcionarios y servidores públicos, porque se inicia desde el mismo momento en que se comienza a nombrar botellas para cumplir compromisos de campaña o cuando los burócratas se ven obligados “a buscarle la vuelta” a un asunto, para ayudar a algún colaborador político, sobre todo cuando “ha colaborado” con la campaña. De esta variante de corrupción no se salva casi nadie: todos tienen que ayudar a la campaña, de manera que mientras más recursos maneje una institución, mayores serán los aportes que se dieron para obtenerla y mayor responsabilidad tendrá el incumbente de “resolver.”
El reformismo y el peledeismo instituyeron la “corrupción partidaria”, o sea, la práctica de buscar recursos para llevar y mantener al partido en el poder. Por eso se ven cuadros políticos importantes que la gente piensa que tienen mucho dinero porque manejaron inmensos recursos, pero todo lo que hicieron fue comportarse como “recolectores” y “repartidores” de los recursos para las campañas de sus respectivas organizaciones. Eso es tan así, que conocí importantes figuras que buscaron cientos o miles de millones para sus partidos… pero para sí mismos no se buscaron ni un peso.
Aunque no se quiera creer, ese tipo de personas tienen que ser personalmente muy honestas, lo que es, claro está, una evidente contradicción, pero en ese círculo vicioso del peculado algunos se involucran en cuantas cosas sean necesarias para un proyecto, pero al mismo tiempo, mantienen el honor de no sentirse ni siquiera tentados a beneficiarse personalmente de esa misma corrupción.
El problema, y grave, es que para llegar al poder se necesitan muchos, muchísimos recursos. Diría que, sumando todas las candidaturas de una alianza, se requieren miles de millones. ¿Cómo se compensa a los colaboradores o inversionistas de las campañas después que se llega al poder? Ciertamente, el entramado legal de las compras, contrataciones y concesiones gubernamentales imposibilita hoy el otorgamiento de contratos grado a grado, como se estilaba, de ahí que tratando de “buscarle la vuelta para cumplir los compromisos de campaña” es que los funcionarios terminen metidos en tremendo embrollo.
Peor aún, ahora resulta que los partidos de gobierno asignan a las instituciones públicas responsabilidades electorales por área geográfica, por circunscripción, provincia y región, lo que obliga a los incumbentes a tener que resolver “de todo” en esa área: empleos, que casi siempre son botellas; ayudas, combustible, vehículos y asignaciones en metálico… semanales, que tienen que estar disponibles para cumplir las tareas acordadas. En un entorno donde todo cuesta dinero, y mucho, ¿cómo se saca adelante una campaña política sin dinero? ¿De dónde sale el dinero? No hay que hacer esfuerzo alguno para entender que “del cuero sale la correa”, como dice la frase popular: sale de donde tenía que salir, de la institución que se dirigía o se dirige.
Por eso es que las instituciones se reparten bajo esa premisa: la mayoría de la nómina de igual manera, preferiblemente de compañeros de esa demarcación. Es natural que así sea porque de otra manera, se concentrarían casi todas las designaciones en el Gran Santo Domingo, que es donde están domiciliadas las mismas.
Los rojos y los morados dieron clase de lo que aquí digo. 42 años de gobierno, sumando sus respectivos períodos, así lo confirman. Ese “pragmatismo” para el uso de las estructuras del Poder, para mantenerse en él, esa doble moral –una suerte de cohabitación entre la corrupción pública y la honradez individual– caracterizo a líderes importantes, a personas que no dejaron patrimonio alguno, pero que siempre tuvieron la firme decisión de utilizar todos los resortes y recursos que les dio el poder para imponérsele a la oposición, para avasallar a los contrarios.
Hay funcionarios que permitieron a sus amigos, socios y familiares hacerse inmensamente ricos. En su gran mayoría se trata de personajes que se aprovecharon de la buena fe de los mandatarios. Por otro lado, los que buscan recursos a la causa del partido son protegidos, apoyados y mimados. Conozco gente que prefirió irse de un cargo a jugar ese papel, porque en verdad no es fácil buscarse problemas de cuestionamiento moral y hasta de persecución judicial por favorecer a otro, aunque sea por la misma organización que lo puso ahí.
La diferencia se ve en quienes al salir del poder, tienen o no fortunas, utilizaron o no sus gestiones económicas para favorecer a su partido o a sí mismos. En “la nomenclatura” política sabemos quienes lo han hecho por una u otra razón, conocemos la diferencia, de manera que no suele penalizarse moralmente a quienes jugaron su papel sin beneficio particular.
En los mentideros políticos nos hacíamos la siguiente pregunta: ¿Cómo se aprueban leyes que buscaban establecer mecanismos de absoluta transparencia y, a la vez, se le exigía más recursos para la campaña a los incumbentes? Es como meter presos por adelantado a los funcionarios financiadores de campaña.
El modo de ser del dominicano, esa característica como pueblo a la que se llama idiosincrasia, pesa muchísimo. En el pensamiento y la opinión de nuestros ciudadanos frente a ciertos hechos, se observa cierta tolerancia, que les lleva a no estigmatizar al qué pasa por un cargo y adquiere lo mínimo para vivir. Seamos sinceros, la gente lo ve como algo normal, como si así debiera ser. Nadie cree en la honradez absoluta. Lo que la gente nuestra de verdad critica son los extremos, los excesos que produce la mega corrupción, porque se ve cómo un abuso.
El principal conflicto o contradicción hoy es cómo puede sobrevivir la actual forma clientelar de la política, que va junto a la pérdida total de la discrecionalidad en los favores gubernamentales. ¿Cómo retribuirán el apoyo de los inversores de campaña, si se sigue haciendo como hasta la llegada de este Gobierno? ¿Qué pasará? Al parecer los que sean funcionarios podrían tener problemas o enfrentar diversos grados de descontento, ante el incumplimiento de promesas y compromisos de campaña.
Ahora mismo la gente, que no es tonta, no le deja pasar una a los dirigentes políticos. A la mínima muestra de no querer cumplir lo tachan de “incumplidor”, que hoy constituye una muerte política en términos prácticos, porque nadie ni sigue, ni auspicia, ni vota por políticos a quienes se tilda de esa manera.
La corrupción personal está íntimamente ligada al interés particular de garantizarse el futuro. Cada quien es dueño de sus actos y toma sus riesgos, claro que debe saberse qué hay consecuencias. Quienes participando en política activa llegan a una posición pública, para administrar recursos, que esperen, que no bien se sienten en el puesto, compañeros, colaboradores económicos y hasta su partido le requerirá “de todo.” El que lo haga, el que acceda a realizar acciones non sanctas, asumirá el riesgo de enfrentar el índice acusador del pueblo, y lo habrá hecho sin beneficio personal. El que se niegue tendrá a todo su partido en contra y no podrá aguantar la presión, de manera que pudiera terminar renunciando a la posición, porque no hay cristiano que aguante el retumbar de oídos que produce una legión de compañeros pidiendo su cancelación en todos lados y niveles, hasta en el Palacio, sindicándole de actuar de espaldas a los intereses del Partido y del gobierno.
Con toda la sinceridad que me es posible, les digo que yo decidí, hace años, no administrar un peso del Estado. Para los que quieran vivir tranquilos, en sosiego, les recomiendo que no busquen cargos para administrar dinero público, porque hay una sociedad hastiada, con sus razones, de la mega corrupción. También hay unas redes que no le dejan pasar una a nadie, y para remate un Ministerio Público independiente que no “coge corte” en su sagrada misión de sancionar las inconductas. De paso, se evitará el cuestionamiento al que será sometido por su partido, supuestamente por no ayudarle, y por qué no, se evitará el mal rato que pudiera pasar si durante alguna actividad pública, en donde pudiera estar el Presidente, sus disgustados compañeros se aprovechen y le voceen la popular frase ¡“ese si es malo”!
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Reflexiones en el cambio: La enfermedad del clientelismo

Por José Francisco Peña Guaba.-
(7)
El clientelismo político en nuestro País tiene los mismos orígenes y expresiones que en todas partes del mundo: un sistema que utiliza a los pobres como “mercancía”, que termina privilegiando a las clases dominantes y que tiene como motor auspiciador el presidencialismo.
Los cientistas sociales han estudiado los orígenes, las causas y las consecuencias del clientelismo sin conseguir respuesta real a cómo disminuir sus efectos y presencia en países donde operan estructuras  verticalizadas con poder autocrático, en las que el Poder Ejecutivo subyuga a los otros poderes del Estado: el legislativo y el judicial. Al respecto, puede verse rápidamente que en lo regímenes parlamentarios hay una real reducción de la practicas clientelares, porque existe un control fiscalizador del Legislativo sobre las acciones del Ejecutivo, lo que hace efectiva la división de poderes que, en la práctica, es un requisito básico que Montesquieu asigna para construir una verdadera república ciudadana.
La “republica clientelar” está basada en relaciones sociales profundamente asimétricas, dominada por una clase dirigente rentista, con una “intelectualidad” subordinada a los mecanismos del privilegio, a una mayoría hambreada y silenciosa, con un presidencialismo manipulador de los otros poderes –que en países como el nuestro le han sido históricamente sumisos, con una independencia restringida–.
En nuestros pueblos el Poder Legislativo ha estado más ocupado en la administración de “las clientelas” que en el ejercicio idóneo de la función legislativa, mucho menos en controlar o fiscalizar al Poder Ejecutivo, ni siquiera al Poder Judicial.
El proverbial mesianismo presidencial lo controla todo, lo dirige todo y lo determina todo. Ese cheque en blanco que le otorga el electorado a un solo ciudadano, es un pasaporte al control absoluto de todos los estamentos del Estado por 4 años, pero nuestra experiencia local nos indica que siempre ha sido por mucho años más, porque el fantasma de la reelecciones indefinidas siempre ha estado presente, merodeando entre las paredes de la mansión de Gazcue.
La República Dominicana debe ser hoy uno de los países más “clientelares del mundo”, ello así porque, independiente de sus causas, existen prácticas ancestrales, propias de nuestra idiosincrasia como pueblo, al punto de que se ha reconocido que en nuestra mentalidad, lo que verdaderamente quiere cada dominicano es llegar al gobierno en procura de tener “un carnet, un revólver y un cheque”. Ese simbolismo, que todos entendemos, nos hace acreedores de autoridad frente a los otros y frente a nuestra comunidad.
En nuestra media isla es galopante el crecimiento del clientelismo político. En vez de disminuir aquí aumenta exponencialmente, ante la mirada atónita de una sociedad que no encuentra qué hacer para resolver ese lastre que permea a todas las clases sociales, con mayor influencia en los sectores populares, subyugados por la vulnerabilidad y la indefensión económica en la que subsisten.
En esta especie de “Decálogo del Clientelismo” explicaré mi visión de lo que, según entiendo, se está viviendo aquí:
1- El clientelismo local inicia con el control de la nómina pública, que al servicio del gobernante de turno se convierten en un ejército de asalariados, en miles de promotores de su obra de gobierno y en guardianes de los votos del partido del gobierno en las mesas electorales, otorgando una ventaja considerable para el que está en el poder.
2- La compra de votos, práctica común y que la hacen todos (gobierno y oposición) es un asunto de capacidad económica, que puede tenerla cualquiera de los sectores en el momento de las elecciones pero que se decanta, con mayor frecuencia y por razones obvias, del lado del que está en el poder.
3- Las ayudas sociales, otorgadas a través de programas asistencialistas, han creado una base de apoyo envidiable, provocando que cualquier gobierno, no importando “lo malo que sea,” tenga un colchón importante de votos para las elecciones.
4- El control de las estructuras coercitivas y represivas del Estado hace que, por miedo o por temor, la mayoría de los ciudadanos se pliegue al que manda. Nadie quiere tener problemas “ni con un guardia raso”, por lo que hasta los caciques locales gozan de influencia popular.
5- El control de los medios de comunicación nacional y local permite influir en las masas, es vital, por eso todo el que busca, quiere o tiene poder necesita poseer o vincularse a los que tienen en sus manos esos medios, para llegar a los electores.
6- Los recursos económicos para invertir en las campañas electorales hacen la diferencia, no importa si es del Gobierno o de oposición. El que tiene dinero lleva casi siempre la delantera, salvo honrosas excepciones, porque hoy por hoy “la popularidad es una mercancía como cualquier otra, que se adquiere invirtiendo recursos”.
7- El voto preferencial ha sido el mayor causante del aumento del clientelismo político del país: ahora todavía más, porque se llevó del ámbito Congresual (en el caso de los diputados) al municipal (para el caso de los regidores y vocales). Este sistema de “puja al que más gasta” deja sin posibilidad real alguna de competir al que no tiene presupuesto, lo que ha degradado la política a niveles insospechados, dando espacio para que los dineros mal habidos construyan espacios de poder en una especie de carrusel de la impunidad o de compra de respetabilidad social.
8- El círculo vicioso de la corrupción auspicia el clientelismo, porque se invierte muchísimo dinero para llegar al poder, dejando una estela inmensa de compromisos por pagar si se logra llegar a él, pero una inversión 100 veces mayor para tratar de mantenerse en el poder. Por eso son tan costosísimas las campañas electorales: todo el que tiene votos cree tener y de hecho tiene un potosí en la mano, pudiendo llegar a obtener de miles a millones de pesos.
9- Las leyes hasta ahora favorecen este estado de cosas. Así lo podemos ver en la actual Ley Electoral y en la de Partidos, que entre muchas otras falencias obligan a los candidatos a la doble exposición, no solo en lo relativo a las inversiones multimillonarias que deben realizar durante las elecciones, sino que antes de poder participar, en nombre de “una supuesta legitimidad democrática”, son  obligados a participar en primarias, unas elecciones anticipadas en las que los aspirantes son “chapeados” por sus propios compañeros, en esta suerte de zafra electoral interna.
10- La falta de un régimen de consecuencias, porque aquí se cometen todo tipo de acciones delictivas para tratar de ganar las elecciones, en cualquiera de los niveles de elección sin que existan mecanismos reales y efectivos para impedirlo. No se ha institucionalizado un Ministerio Público Electoral que con el presupuesto y el personal necesario para realizar su labor, ni ha sido investido de la autoridad necesaria para hacer cumplir la ley, aplicándola sin distinciones a todos los que la violan.
Este sistema clientelar está impregnado en todo el cuerpo social dominicano. Si en verdad queremos seriamente aminorar sus efectos, lo que es urgente y necesario, tanto porque estamos a un nivel tal que terminará carcomiendo las débiles instituciones democráticas como porque abrirá espacio a que algún día, se haga del poder un populista que haga el compromiso público de arrasar con todo lo que existe hoy.
Estoy convencido que por idiosincrasia nuestra siempre habrá clientelismo en nuestro País pero ayudaría para disminuirlo tres cosas 1- extirpar el cáncer del voto preferencial para diputados, regidores y vocales  eliminándolo y buscar un mecanismo que nos dé garantía de una mejor representación  social sin las inversiones cuantiosas qué hoy hay que realizar 2- Si se establece en un nuevo código electoral el mecanismo de exclusión de candidaturas a todo aquel que viole las  leyes electorales y sobre todo la de los umbrales o topes de financiamiento de las mismas y 3ero crear una especie de vigilancia ciudadana que trabaje de la mano con el ministerio público electoral en cada recinto electoral  que evite la compra del voto en toda sus maneras y formas.
Busquémosle rápido una medicina eficaz a esta enfermedad del clientelismo, vayamos al corazón del problema, no busquemos culpables en nuestros humildes compatriotas, pues ellos son también son víctimas. En sociedades con tan frágiles mecanismos democráticos, al ciudadano sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencias buscando atajos para superar su profundas carencias y ahí, no lo duden, ¡ahí se impone la corrupción!
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Reflexiones en el cambio: La verdad de todas las mentiras

Por José Francisco Peña Guaba.-
(6)
En esta entrega voy a tratar un tema espinoso que, ante su delicadeza, nadie se ha atrevido a escribir sobre él con absoluta sinceridad. Lo hago sobre todo porque soy parte de la clase política, si bien entiendo que se cuestionará mi criterio y hasta mi objetividad.
El pueblo está convencido que la más corrupta del país es la clase política. Pudiera decirse que aquí se aplica muy bien una frase atribuida a Gobbels, aquella de que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.” En este caso, frase repetida millones de veces, hasta que para la mayoría, todos los problemas del país y todo el dinero robado es únicamente por culpa de los políticos de oficio. Por lo menos en cuanto concierne al imaginario popular, “los más ricos del país son los políticos”.
Este artículo no pretende excluirnos de nuestras responsabilidades, mucho menos exculparnos. Ahora, si bien tenemos faltas, son sólo en parte. De hecho, la mayor cuota de responsabilidad de los quienes integramos el sistema de partidos es que nunca nos hemos defendido, ni siquiera para conservar un mínimo de honor. Nunca hemos aclarado nada. Con esto, acepto que bien ganado nos tenemos los dirigentes políticos lo mal que se piensa o se piense de nosotros, por callados y permisivos.
Como referí en un artículo anterior, la corrupción es sistémica. ¿Cuál funcionario no ha cometido una “indelicadeza”? ¿Quién no ha pedido que se nombren a compañeros para “pagar deudas de campaña”? ¿Cuántos no han “autorizado” retribuciones a financiadores de procesos electorales?
Sería irrealista pensar que la búsqueda del poder es un acto de renunciamiento o de filantropía. En países como los nuestros quien se dedica a este ingrato oficio siempre espera ser tomado en cuenta. Quienes invierten dinero en la política lo hacen en el entendido de que sus aportes serán retribuidos y con intereses.
La mayor parte de los recursos de la corrupción se quedan en el círculo vicioso de la propia política, en la búsqueda o el mantenimiento del poder; en pagar las costosísimas campañas electorales que celebramos, que exigen multi-millonarias inversiones, al punto de que en muchos casos, como ocurre con las candidatura  congresuales, son un dolor de cabeza porque como no administran recursos no tienen forma alguna de ayudar a nadie y los ganadores afrontan mil dificultades hasta para sobrellevar el día a día. Por eso la casi totalidad de nuestros congresistas tienen que tomar prestada la totalidad de su salario de los 4 años desde que se expiden las certificaciones que los acreditan como tales, para poder pagar deudas o para devolver favores, de manera que se pasan 4 años, todo transcurso de su gestión, sin cobrar o cobrando el mínimo.
Conozco a la casi totalidad del liderazgo de la clase política, miembros de las organizaciones partidarias reconocidas y no reconocidas por la JCE. Les puedo decir, sin temor a equivocarme, que la amplísima mayoría no tiene patrimonios importantes y, por cierto, algunos no tienen absolutamente ninguno.
El país está convencido de que somos nosotros los beneficiarios de todas las compras, de todos los contratos, de la gran mayoría de obras y de las concesiones del Estado. ¡Nada más falso! Si de algo todos deben acusarnos es de que hemos sido tontos útiles, que hemos dado cabida a nuestro desprestigio para beneficiar a otros, quedando nuestros nombres en el fango de la inmoralidad. Hablo claro, de la mayoría, porque pueden existir excepciones, pero créanlo son muy pocas.
Es necesario definir qué es un dirigente político, especialmente para diferenciarlo de los miles de “enganchados” que nunca hicieron militancia partidaria en ninguna organización. Es importantísimo subrayar que ahora hasta las “amigos, novias o conocidos” resulta que son supuestos “cuadros políticos.”
Este país ha contado con gente honorable en este difícil oficio, que han estado en el pináculo del poder. Presidentes como Don Antonio Guzmán, de una honestidad acrisolada, Salvador Jorge Blanco –que permitió que lo asociaran con amigos que se aprovecharon de su buena fe a pesar de que siempre fue un hombre correcto e incluso austero, toda su vida–; como Hipólito Mejía, cuya humildad y límpida conducta personal es su mejor pasaporte y, por qué no decirlo, del propio Dr. Joaquín Balaguer –de quien sus contradictores nos quedamos esperando que aparecieran los cientos o miles de millones de la supuesta herencia que dejaría. Pasado el tiempo se demostró en los hechos que no existió fortuna alguna–. También es el caso de mi amigo Leonel Fernández, a quien muchos creen poseedor de grandiosos recursos y que, cuando desaparezca de esta tierra, que ojalá sea dentro de muchísimos años, lo único de valor real que encontrarán es lo que se ha invertido en FUNGLODE, una organización sin fines de lucro con marcado mérito educativo, internacionalmente reconocida, un verdadero faro de luz y centro del pensamiento político, jurídico y social latinoamericano que ha procreado algunos de los más brillantes profesionales de la actualidad.
De que algunos de estos fueron muy permisivos no cabe la menor duda, porque aceptaron que se hicieran inmensamente ricos algunos oportunistas, que lo primero que hicieron al salir del Palacio Nacional fue darles la espalda a ellos mismos. Mejor no citar en detalle los casos de varios de esos desagradecidos.
En nuestra media isla hay 27 Partidos reconocidos. Son apenas dos o tres los Presidentes de esas organizaciones que cuentan con un patrimonio importante… pero se trata de herencias o resultado de sus actividades comerciales privadas, como son el caso de los honestos y exitosos empresarios Ismael Reyes, Emilio Rivas y Maritza Ortiz.
El Miguel Vargas que conozco es el mismo que fue el tesorero de la campaña de mi padre, hijo de un hombre trabajador que con mucho esfuerzo logró su posición económica y sé que ha sido un desarrollador inmobiliario de éxito, que al contrario de lo que se piensa, ha invertido en la actividad política gran parte de su patrimonio privado.
¿Qué fortunas tienen Luis Acosta, Pedro Corporán, Elías Wessin Chávez, Nelson Didiez? Entre muchos otros que han dedicado toda su vida al ejercicio de esta ingrata actividad.
Es precisamente en los Partidos donde están los hombres más serios del país, profesionales honorables como lo son Guillermo Moreno, Pelegrín Castillo, Max Puig, Elexido de Paula y Eduardo Estrella.
Los grandes beneficiados del carnaval de la mega corrupción no son los políticos sino los empresarios, los inversionistas de campaña, los oportunistas que se dedican al lobismo gubernamental. Son los amigos de los funcionarios, que nunca hicieron vida partidaria pero que de repente son puestos al frente de departamentos con delicadas funciones, como financieros, administrativos o compras, puestos en los que no se ponen políticos sino familiares y amigos que las más de las veces se aprovechan de eso lazos de consanguineidad o amistad para agenciarse pingües beneficios.
La lista de beneficiarios que asaltan el erario nacional no termina, que va. Hay que agregar los compadres y las amantes, que en su inmensa mayoría tampoco hicieron vida política previa, sino que producto de su cercanía con individuos de poder y realizando prácticas non sanctas y punibles, terminan haciéndose ricos y desprestigiando a todos con sus gravísimas inconductas.
Conozco ciudadanos que obtuvieron miles de millones de pesos en obras. Y son individuos que de políticos tienen lo que yo tengo de astronauta.
Hay todo un entramado de la canchanchanería que se hace dueña de todo, que lo suple todo y que lo construye todo. Estoy segurísimo que el 90 % de la dirigencia partidaria nunca ha visto ni siquiera una contrata de obra.
Solo tienen que fijarse los nombres y los niveles de vinculación política de quienes representan las mega fortunas de que se habla en la calle y rápidamente se darán cuenta de que no son políticos, mucho menos de larga data, ni tuvieron ni tienen responsabilidad partidaria real, más bien son los “enganchados” que se dicen ser “promotores de campaña” solo para recibir y mientras reciben los grandes favores gubernamentales.
Este desprestigio galopante de la clase política terminará por hundir el sistema de partidos, pero serán otros, pseudo líderes de la sociedad civil, quienes se erigirán como “salvadores” de la nación. Lo que estoy diciendo es que algunos representantes de la misma, que han llegado a ser parte del Poder en sus más altos niveles, de esos la mayoría lo que van a los cargos es a defender intereses económicos particulares y de las clases dominantes, no de los partidos.
La mayoría de la dirigencia partidaria somos, como peyorativamente se refiere a nosotros la mayoría de la ciudadanía, “un grupo de chimichurris” frente a las fortunas de los “arribistas” que, a través de loas y elogios desmesurados, cómo buenos cabilderos logran penetrar el Poder para hacerse de influencias que siempre usan en el aprovechamiento personal, y todo bastante rápido, ante lo efímero del cuatrienio que dura una gestión.
Por lo general los “oportunistas” se hacen buenos lobbistas y excelentes socios, intermediarios o comisionistas del empresariado, sector que al final, siempre será el gran beneficiado de la corrupción. Ambos tienen una misma naturaleza, su único sentido de existir y de relacionarse es agenciarse recursos para disfrute propio. Por el contrario, cuando los políticos consiguen algo en la cadena de la solidaridad, del chapeo o del dao dejan hasta el 90% de lo conseguido.
De la más acendrada honestidad tenemos en el País dos ejemplos: Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, tan sectariamente honrados que para que ambos tuvieran casa propia, entre todos sus amigos tuvieron que regalárselas.
Cargar con el peso de todo lo robado en esta media isla es muy gravoso, particularmente mientras la amplísima mayoría de la dirigencia partidaria vive en tremenda escasez. No hay razón para tener que aceptar que se nos endilgue ser los mayores defraudadores de las finanzas públicas sin ser cierto.
Mientras, pasando por ciudadanos comunes, la mayoría en el anonimato, algunos disfrutan sus multimillonarias fortunas, se pasean por las grandes ciudades del mundo, se ocultan en sus lujosas villas y andan en costosísimos vehículos deportivos, ellos, sus hijas y queridas.
No quieren que se les mencionen. Quieren siempre pasar desapercibidos, solo a uno que otro le gusta la “vida de pasarela”, pero tienen asegurada la buena vida hasta sus más lejanas descendencias, con la ventaja de que, como tienen recursos a borbotones, siguen invirtiendo en política, sobre todo aquellos que ven posibilidad de llegar a la mansión de la Dr. Báez. Su conducta amorfa les permite ser “colchón” que flota en todas las aguas.
El título de este artículo infiere que es cierto, hay una mega corrupción que drena los impuestos pagados por los ciudadanos. Es verdad que los políticos tenemos la gran culpa de lo que ha sucedido y sucede, cómo es verdad que hemos apañado todo este carrusel de inconductas. Pero lo que sí es un millón de veces mentira es que nosotros, los políticos de oficio, seamos los dueños de todo lo que aquí se ha robado al Estado. ¡Ni por asomo! No obstante, lo que sí es real es que en la mente del pueblo esa gran mentira se ha convertido en una injusta verdad.
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Reflexiones en el Cambio: Luis Abinader, el liderazgo del cambio

Por José Francisco Peña Guaba.-
(5)
Conozco a Luis desde hace muchos años, mas siendo honesto mi relación afectiva principalmente era con su padre, mi buen amigo el Dr. José Rafael Abinader (EPD). Creo que en honor a ese vínculo, que perduró por más de 35 años, se construyó ese lazo de amistad con el hoy Presidente de la República.
De las varias veces que tuve el honor de recibir en mi casa a Luis, siempre fue muy sincero. Muchas veces, con elegancia pero con firmeza, me cuestionó mis vínculos con el PLD. Le hice conocer al amigo Luis las razones de amistad de larga data que me unían al Dr. Leonel Fernández y él, muy respetuoso, entendió mis razones.
La cercanía se hizo más notoria ante el hecho de que mi hermano Toni fue por varios años el armador principal de su equipo. En los diálogos que sostuvimos observé su agudeza, aunque en mi criterio se mostrara algo conservador en sus posiciones: de los temas que tocamos siempre lo hizo con precisión e inteligencia pero, sobre todo, advertí en él que estaba siempre muy bien informado y actualizado.
En los procesos del año pasado, durante varias reuniones que sostuvimos por diferentes motivos, me convencí de que con seguridad sabía lo que hacía y confirmé, además, que lo guiaba la experiencia porque había pasado por 2 procesos electorales, el del 2012 –como compañero de fórmula de Hipólito– y el de 2016, como candidato presidencial.
El Luis que vi en el 2019 tenía un conocimiento cabal del tablero político, sabiendo con certeza cómo y en qué momento mover sus fichas. Armó alianzas partidarias, sociales e internacionales importantes para su proyecto.
Luis no dejó nada suelto ni al azar. Se hizo acompañar de un excelente equipo de cuadros políticos y de consultores de una vastísima capacidad y experiencia, conocedores de la profundidad de la división morada y de la imposibilidad material de construir unidad a lo interno del peledeismo.
Unificó todo su partido, sin sectarismos. Como carpintero de su causa, colocó todas las piezas en el lugar adecuado.
Sabedor de que necesitaba solidificar las boletas municipal y senatorial, tomó la iniciativa y nos solicitó que, a través de la plataforma JUNTOS PODEMOS, se unificará toda la oposición frente al gobierno.
El hoy inquilino del Palacio vio en la unidad de las fuerzas opositoras lo que otros inclusive en su propio partido no avizoraron, algo a lo que incluso una parte de su partido se opuso activamente: la creación de un verdadero “tsunami electoral” en esos niveles de elección, por el acuerdo de la oposición.
Sin embargo, la mayor agudeza de Abinader se evidenció al apostar por una ingeniosa acción de fortalecimiento del liderazgo de su partido a través de sus candidatos, en la seguridad de que esto catapultaría finalmente su candidatura para hacerla ganadora en primera vuelta electoral.
Actuó con “instinto”, con garras de político avezado que ve, cómo expresaba mi padre, “más allá de la curva”.
No cabe duda que el reposicionamiento de los liderazgos locales que construyó esa alianza fortaleció a la opción presidencial mostrándola como verdadera opción ganadora, lo que después fueron mostrando las diversas encuestas celebradas durante el período de campaña, hasta que quedó comprobado lo que aquí les digo, por el hecho de que varios Senadores y Alcaldes alcanzaron votaciones que rozaron casi el 69% de preferencia.
Luis consiguió para sí el apoyo de sectores tradicionalmente opuestos al PLD pero, con una habilidad inusual, también se granjeó el apoyo de gente que estuvo con los morados y que al final se desencantaron por apoyarle, porque nunca cerró las puertas a apoyo alguno, entendiendo que para ganar se necesitaban todos los votos.
Con paciencia y tenacidad Luis fue el principal arquitecto de su victoria, inclusive más allá de los criterios menos entusiastas de muchos de nosotros, que no la creíamos tan contundente como fue.
Con la llegada de Luis se han visto cambios en el gobierno, y son cambios profundos. Utiliza la consulta y la inclusión como formas para hacer consenso, algo que no veíamos los dominicanos porque siempre estuvimos acostumbrados a que las decisiones presidenciales se tomaran sólo con “el equipo” de turno, unilateralmente. Este nuevo estilo crea un nuevo paradigma que, se espera, construirá una nueva relación entre gobernantes y gobernados.
El Presidente ha conferido una relevante participación en diferentes temas, a sectores de la sociedad civil. Se está cuidando de cumplir sus promesas de campaña, siendo la más notable de ellas la designación de independientes al frente del Ministerio Público.
Toma decisiones gubernamentales escuchando permanentemente las redes, en lo que se llama “Democracia de audiencia”, como magistralmente la describió en un reciente artículo el amigo Ángel Lockward.  Aunque tengo mis reservas, de todas formas el procedimiento no deja de ser interesante, sobre todo porque demuestra que se está escuchando a la gente. Bien podría decirse que este Presidente “tiene lo oídos puestos en el corazón del Pueblo”.
Un dolor de cabeza es para el Presidente la inclusión de la militancia perremeista en el tren gubernamental, ante los derechos adquiridos en 16 años ininterrumpidos por la empleomanía peledeista. En términos políticos éste puede ser, hoy mismo, su mayor desafío. En términos de gestión lo será mantener la estabilidad macroeconómica, si bien será imposible pedirle crecimiento con las graves secuelas económicas que a escala planetaria está dejando la pandemia del Covid 19.
Al gobierno se le ve interesado en mantener los programas sociales, en invertir todo lo que sea necesario para garantizar el funcionamiento de todo el aparato estatal, particularmente en materia sanitaria. Lo que nos sorprende es que en medio de esta crisis el gobierno haya dispuesto un aumento de sueldo oportuno y considerable a los policías, lo que responde, de hecho, a una promesa realizada en campaña.
No me cabe la menor duda que el Presidente es el mejor activo con que cuenta el PRM y creo que lo será para las elecciones del 2024. Solamente imponderables pudiesen cambiar la ecuación política, por lo que ante un panorama de mantenimiento de la división de la oposición él podría estar en el carril de adentro para triunfar en otro proceso electoral, sobre todo si mantiene números aceptables en las encuestas y logra articular una gran alianza para la primera vuelta de 2024.
El presidente Abinader está decidido a lograr 3 cosas importantes, como nos lo hizo saber a los partidos miembros de FOPPPREDOM en un almuerzo en el Palacio Nacional: una reforma fiscal acordada con todos los sectores, el tan necesario y esperado Pacto Eléctrico –que logre disminuir el gravoso subsidio que afecta los ingresos nacionales– y la creación de un código electoral que haga armonizar las leyes Electoral y la de Partidos.
Tengo que admitir que la clase política valora el nivel de respeto y trato que el mandatario da a todos los partidos, eso habla de su “don de gentes” y de una sabia política de puertas abiertas.
Estamos todos conscientes de que se pueden cometer errores, puesto que “a gobernar se aprende gobernando”. Pero el Presidente ha demostrado que no tiene temor alguno de echar para atrás cualquier medida que no resulte aceptada por la mayoría.
Equilibrar la representación de sectores en su gobierno es una necesidad, porque sin políticos de oficio al lado no es fácil gobernar en tiempo de escaseces, que a la vez exigen mantener vínculos con los estratos humildes, que son la mayoría de los electores.
Como se ha referido antes en este mismo artículo, el Presidente podría estar en el carril de adentro y muchísimas cosas le favorecerán para una eventual repostulación. Ahora bien, aunque ganar no les fue fácil, mantenerse es mucho más difícil, sobre todo si vemos retrospectivamente lo que fueron los gobiernos anteriores del PRD, que es el hoy PRM.
En nuestra opinión hay cuando menos 5 retos cruciales que deberá sortear el amigo Presidente para poder extender su contrato de inquilinato 4 años más en la mansión de Gazcue, a saber:
1ero. Buscar mecanismos para satisfacer a la dirigencia de su partido, que históricamente tiene una alta proclividad a la división;
2do. Cuidar los índices macroeconómicos y, a la vez, hacer conciencia en la población de que sólo eso es un éxito en medio de la corona crisis mundial en que vivimos;
3ero. Lograr un respaldo mayoritario de las fuerzas políticas organizadas, como logró en su momento el PLD, porque son estos 27 partidos los que tienen los recuadros donde la gente votará;
4to. Armonizar las acciones del gobierno para evitar los “autogoles” que hemos visto, que podrían afectar sensiblemente su posicionamiento electoral, y
5to. Comprender que la idiosincrasia de un pueblo no se cambia en 4 años: hay que hacer cambios pero, sin pensar que cambiará de inmediato la mentalidad de la población. Huelga decir aquí cuáles son los toques distintivos del dominicano que nos hacen únicos y que han fomentado el mega clientelismo de hoy.
Por tanto, es importante que Luis Abinader entienda que él es el abanderado de una base de apoyo de centro-izquierda, herencia sobre la que dejó su impronta José Francisco Peña Gómez. Igualmente, es importante anotar que a la gente le interesa más un gobierno eficaz que un gobierno moralista. Sólo tenemos que ver al único que tuvimos, en el año 63. Penosamente, no estamos en Suiza.
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REFLEXIONES EN EL CAMBIO: De la Covidianidad de fin de año

Por José Francisco Peña Guaba.- 
(4)
No importa cuánto lo neguemos ni lo queramos ocultar, las diferencias sociales son una realidad palmaria en nuestra sociedad y, si hay algo que marca esas diferencias, particularmente las económicas, es precisamente la pandemia del Covid 19. Eso sí, con tal de “pasarla bien” cada quien hizo lo suyo y se alegró con lo que disponía, en esta suerte de “mala racha” que nos dejó el 2020.
Las medidas restrictivas tomadas por el gobierno en el decreto 740-20 “sorprendieron a toda la población” poniéndola en “para” horas antes de la festividades del Nuevo año y cada clase, la alta, la media y la baja lo asumió de diferentes maneras. Lo explicaremos utilizando nuestra jerga local pa’ que nos entendamos…
Las tres clases “le subién lo vidrio” al gobierno porque estaban en “quille”, entendiendo que la “macó”: para todos el “presi” se había “pasao de contento”, y por estar “en coro” con los médicos, nos había “dañao el maroli” a todos.
Los de arriba, que tienen “cómo resolvé”, lo tomaron más “chilling”, cogiéndolo “easy”, pero poniéndose a millón “a lo callao” para armar cómo pasarla “happy”, porque como “popis” al fin, entendieron que “eso no’ta’” de pasarla mal y “abrieron ga pa’…” Romana y Punta Cana, porque allá “‘eh que prende”.
Mientras, la clase media, que no tenía recursos “pa’ coge pa’lla”, pero que “no cojien corte” y “ brisiao” sus integrantes “se pusieron” “para pasarla cool”, bien “nítido” hasta las 5:00 am, en “ cotorra full”, en fiesta “encendía”… dentro de las casas, porque eso de estar “manso” y “no pasarla  chevere”  “ta’ chicle”. Así que “en coro”, “pa’ no anda freakout” en la calle, cosa de que un “poli cundió” de problema “se pase de maquillaje”, en “quille” por el servicio asignado y mande a cualquiera “prendio” o “juquiao” o como sea “pa’la chirola”.
Los de abajo, estando “en olla y sin patrocinio”, al ver que “eso ta’ metrico”, se dispusieron también a hacer lo suyo diciéndole al gobierno que después de 9 meses de encierro , “tá fuelte” quedarse encerrado en plena navidad,  “te la comiste”, así que “no ‘toy en ti”,  “ta to, dame banda loco” que “vamo en bacanería”, en “chuquiteo”, con mi “bro”, con “lo mío”, “pa’ la calle en teteo”, con la “pampara prendia” y “trucho” como buen “wawawa”, “ emperrao” con el “grillo” o con “mi loca” al lado y su “frecosa en mano”, en “ yagalosky” con los de “arriba”, que se “guayaron” pensando que este país es de ellos.
Llegó el 31, los “jevitos ya en la región Este están” pero “pa’llá” también cogieron las “chapiadoras”  y los “gustanini”, “to’ racing”, para pasarla “suave que e’ bolero”, tal vez en el caso de estos con poca “ grasa en el bolsillo” pero suficiente para hacer el “bulto”, porque “ tumba eso” de quedarse en la capi “en sofoque”, “lleno de odio”, prefiriendo ser “segundero” de los que están “fríos” (los ricos) en esta sociedad y así “ llegale” a un “viejebo” que se convierta en “templo” o “sugar daddy”, sobre todo si se sabe “que es una máquina”, en el caso de alguna mujer operada y en “pinta”. Mientras el “popismo” se instaló en hoteles y villas, “se hicieron lo’ loco” con el decreto presidencial, pues “pa’ que sirve eso, yo no me comí lo libro pa’ se un  añemao”, de manera que “presi ponte cloro” con nosotros  y “no me la monte”, “ no me haga cocote con eso del covi, que no cojo muela con mi 31”.
El 31, la clase media armó “su fiestón pa’ amanece” en la casa “sacándole los pies” al toque de queda. “Eso ta’moca mi creizi, quedarse tranqui”, porque los dominicanos somos unos ”montro”, le buscamos “la vuelta a’to”, de manera que se “quedan pa´manece” en coro y “salién a la 5:00” de las covifiestas  de fin de año.
En los barrios, en parques, calles y callejones “no le compraron cuento a nadie”, porque “¿cuál es la versión?” y se fueron “en serrucho” a “bebé”, en abrazos y besos la mayoría sin mascarilla, saludándose de “klk mi hermano”, “qué lo que tu monta”, y “en ligue full” disfrutaron no sin la presencia de algún “popiwa “ que se quedó aquí porque “se siente mejor ahí” en los barrios, además porque  “cotiza”  mejor para fines de “llegale” en ese ambiente que a las “aceitosas” de su clase.
No importa si son de arriba, del medio o de abajo, “to’ el mundo” busca la forma de pasarla bien. Cuando al dominicano “se la ponen difícil”, “ahí e que prende”, poniéndose “creativo”. Todos de igual manera trataron de salir “jarto” y “ajumao”, una gran parte “alitraneao”. Para llegar a su destino uno que otro “afrentoso” estuvo dispuesto “a peliá con la autoridad” y siempre algún “agentao” decidido en su borrachera a bajarle “raya “a un guardia” en cualquier retén que se lo encuentre, buscandose por “bultero” un problema ya que  se sabe que “e’to policia no le cogen corte” ni a generale” y se lleven a cualquiera a terminar de pasar su “juma pal cuartel”.
El dominicano, resuelto “a que nadie le dañe su artitaje del 31”, hizo de todo. Así lo demostraron no importando, irresponsablemente, si ponen en riesgo su vida y la de los demás. En casas, en callejones, en cualquier instalación o en las calles, “en control de la avenida”, no importando las clases sociales ni la educación, ocupación u oficio, salieron “abombaos”, “bebío“ y “apechurrao”, sin protección, porque así estaban “agüevaos”. “Agalluses”, “arrancaos” o “atronaos”, “tigueres” o “chimichurris”, “bicuis” y “allantosas”, “toletes” o “saltapatras”, “chiviricas” y “bragueta alegre”, “come boca” o “despeluñao” , todos los “panas”, o sea, “titirimundachi”, sin importar que fueran “tutumpotes” o estuvieran en “prangana”, incluyendo hasta los  “pijoteros”, todos salieron a demostrar que un dominicano “que no eh´paja de coco” en eso de “difruta”, no hay quien lo pare, “ni gobierno ni coví”.
De las secuelas que saldrán de estas actividades, ante acciones tan irresponsables solo nos resta decir: ¡Qué Dios nos agarre confesados! Todos debemos entender que, aunque no lo queramos, hasta el 10 de enero –por lo menos según el decreto– ¡no deberá haber más “chuquiteo”, “molineo” ni “teteo”!
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Reflexiones en el cambio: De la corrupción la mega-corrupción

Por José Francisco Peña Guaba.- 
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No cabe duda de que el nuestro es un país corrupto, por lo menos de acuerdo a lo establecido en el informe de la organización sin fines de lucro Transparencia Internacional, titulado “Barómetro de la Corrupción en América Latina, 2019”, donde se nos coloca en 2do. lugar, como los países más corruptos del área, junto a Panamá, sólo por debajo de Venezuela.

Es como si el flagelo del enriquecimiento ilícito en la Administración Pública dominicana tuviera causas biológicas, históricas, sistémicas, religiosas, endémicas y familiares. Tan profundas son sus raíces que alcanzan la fundación misma de nuestra nación, es decir, desde la llegada de Cristóbal Colón a nuestras tierras. Basta revisar el comportamiento asumido por los rectores de los destinos nacionales desde que éramos colonia, época en la que los gobernadores de turno hacían reparticiones de tierras e indios buscando provechos personales, para citar solamente un caso. Como puede verse, la corrupción pública es, según los anales históricos, tan vieja como el inicio de nuestra identidad nacional.

Max Weber da explicaciones hasta religiosas acerca del por qué en países católicos había más incidencia de la corrupción que en países protestantes. En su obra “La ética Protestante y el espíritu capitalista”, con la que marcó el inicio de la sociología como disciplina científica, asumió que las absoluciones morales que se hacían con las confesiones creaban vías confortadoras frente a quienes inescrupulosamente incumplían sus funciones.

Hay razones de todo tipo por la que los dominicanos actuamos de tal manera, muchas de ellas referidas en la obra del Dr. José Rafael Abinader Wasaf titulada “La Corrupción administrativa en América Latina: el caso de la República Dominicana”, de 1986.

Muchos analistas ven en los bajos salarios, en la inseguridad e inestabilidad del empleo público, producto de las súbitas modificaciones administrativas que se producen como resultado de los cambios de gobierno, pero también se atribuyen como causas de corrupción la falta de garantía del porvenir de los servidores públicos, que después de largos años de servicio carecen de verdadera protección estatal. Esta nos parece circunstancia decisiva como causa generadora de la corrupción pero, de todas las que pueden considerarse, la peor es la inversión de los valores morales, producto de la aceptación de los hechos cumplidos.

Estamos, pues, ante un estado que promueve y auspicia la corrupción, que ahora, por varias razones que explicaré, va en aumento. En este sentido, hay corrupción en nuestro país:

Porque precisamente la corrupción es la que paga las carísimas campañas políticas, sobre todo las reelecciones presidenciales;

Porque los mayores corruptores son los empresarios, que hacen jugosas ofertas y ofrecen tentadoras comisiones a quienes ejercen cargos públicos;

Porque en este concepto de la vida light en el que estamos viviendo, todo es permitido y moralmente aceptado;

Porque la presión al servidor público inicia en su propia casa, por la familia que le hace exigencias incesantes, iniciando por su pareja (para que adquiera una casa para ella y para hijos, vehículos para sí y beneficios para los demás familiares, entre ellos la colocación en empleos que casi siempre se convierten en botellas);

Porque la impunidad histórica alienta el peculado: todo el que ha robado  en los últimos 100 años se ha quedado con su fortuna y se ha reciclado socialmente;

Porque la gente se burla públicamente de quien es honesto y, después de cancelado, pasa después grandes dificultades por apremios económicos, sin que nadie reconozca su correcto proceder;

Porque lo que más rápido y fácil produce movilidad social es un cargo público;

Porque el Estado no tiene o suele no tener dolientes y quienes tienen cargos públicos, prefieren hasta la cárcel antes que perder el patrimonio obtenido;

Porque en el actual sistema electoral, el que no tiene recursos no puede aspirar a una posición electiva, pero acceder a un cargo de elección popular exige la inversión de millones de pesos que deben reponerse o pagarse.

Porque, penosamente, en nuestra sociedad no se ejemplariza al funcionario modelo. Nada más hay que ver la situación de indefensión extrema en la que fallecieron hombres verticalmente honestos, como don Julio Sauri, ex administrador de la Corporación Dominicana de Electricidad. Pero el caso más relevante, que sepamos, fue el del Dr. Jorge Martínez Lavandier, quien después de haber ocupado importantísimas posiciones como la Dirección General de Aduanas y la de Rentas Internas, entre varias otras, terminó sus días a los 82 años en un hogar de ancianos con una pírrica pensión de hambre. No faltó quien dijera, de manera capciosa, que él fue un “mal ejemplo para la sociedad” porque la enseñanza que involuntariamente dejó, después de 35 años de servicios ininterrumpidos al Estado, fue que “la honradez no paga.”

La impunidad se institucionalizó con la frase “la corrupción se para en la puerta de mi despacho”, del Dr. Joaquín Balaguer, pues con ello admitió que la misma estaba en todas las instituciones oficiales. También, con el “borrón y cuenta nueva” al que se vieron obligados dos hombres honestos como el Profesor Bosch y Don Antonio Guzmán.

Como no hay corruptos sin corruptores, debe saber el ministerio público que los grandes beneficiados de ese entramado de perversión están en el sector privado, porque sin ellos es imposible construir esos grandes negocios.

La diferencia entre la vieja y la nueva corrupción son los montos y usos. Antes lo hacían solo para garantizarse un mínimo de estabilidad (una casa, un vehículo una finquita o un negocio para vivir de él). Ahora estamos ante un flagelo mayor, el de la mega corrupción, aquella que le roba el presente y el futuro a nuestros hijos, porque ya no se roban pesos sino millones de dólares, para adquirir lujosas mansiones y villas, carros deportivos costosísimos, helicópteros y aviones, importantes inversiones en empresas y cuentas multimillonarias en el extranjero. ¡Pero qué locura demencial es ésta, que en una pobre república isleña bananera y tercermundista de apenas 48 mil kilómetros existan fortunas ilícitas de decenas de millones de dólares!

Sin que nadie piense que estoy justificando acciones, la persecución administrativa debe enfocarse en los casos en los que el Estado puede recuperar sumas importantes, pero no en caerle atrás a la “corrupción de la subsistencia”, porque esa es una pérdida de tiempo y de recursos, además de que la misma está en todo el cuerpo social dominicano.

Lo más extraño es que los poseedores de esas mega-fortunas, salvo escasísimas excepciones, no son dirigentes políticos de oficio ni de larga data, ni están al frente de los partidos políticos del país. La mayoría de los corruptos son oportunistas y advenedizos que llegan al poder por amistad, por sociedad, por vinculaciones amorosas o relaciones de familiaridad con los detentadores del poder de turno, que reciben grandes y multimillonarios contratos de obras, de compras y hasta concesiones.

Ustedes no verán esa mega-corrupción en los auténticos dirigentes partidarios. Al contrario, como fácilmente se sabrá, la mega-corrupción se verá en aquellos que tuvieron acceso a la cercanía de quienes decidían, en calidad de compadres, familiares, socios, amigos y novias.

En definitiva, los grandes beneficiados de la corrupción, sobre todo de los últimos 60 años, son los que pululan alrededor de los gobiernos y de manera oportunista los asaltan; los que lo obtenido los disfrutan solo para sí, porque al no tener compromisos políticos reales, ni militancia ortodoxa, no comparten su patrimonio ilegalmente obtenido con sus compañeros de partido.

La realidad es, sin embargo, que la corrupción es sistémica y estructural. Ningún Estado que tenga la realidad pandémica del peculado, como el caso nuestro, puede creer en la buena fe, en la seriedad de sus funcionarios, que serán presionados por las realidades que se les imponen. A ello se une la discrecionalidad de poder comprar y contratar en más de 300 instituciones públicas. La situación no cambiará si no se le quita esa potestad de comprar a todo el mundo y solo se otorga a una o a dos instituciones, de manera que solamente esas tengan el derecho legal a comprar, a adquirir bienes, servicios u otorgar concesiones.

En procura de buscar soluciones a esa realidad en que vivimos, a través del Foro Permanente de Partidos Políticos de la República Dominicana (FOPPPREDOM) y de la Fundación Transparencia Institucional (Futrain), llevaremos una propuesta acabada para que el Presidente restituya la ya desaparecida Dirección General de Aprovisionamiento del Estado, para que se encargue de adquirir todo lo que compra el gobierno. Durante muchos años esa Dirección existió y en lo adelante, puede operar con grandes beneficios para el Estado. Aparte de esa institución, otra entidad deberá manejar los contratos y concesiones, poniendo al frente de ambas a hombres probos, que en política hay muchos, incluyendo claro está, en el PRM, pero hay que establecer que a los mismos hay que pagarles muy bien y garantizarles estabilidad futura, para que no se vean tentados a hacer lo mismo de siempre.

De corruptos han sido acusados todos los gobiernos, unos más, otros menos por lo que hay que quitarle el matiz político o persecutor por razones partidarias, todos hemos sido víctimas en nuestras organizaciones políticas, en su momento. Tengo fresco en la memoria todo lo que hubo de pasar mi buen amigo Salvador Jorge Blanco en el gobierno del Doctor Balaguer, que uso esa arma para desacreditar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y mantenerse en el poder 10 años más, después de los oprobiosos “12 años”, en los que la corrupción campeó por sus fueros.

Si hay algo que desestimuló profundamente al idealismo nacional fueron las grandes trabas que impidieron la llegada al poder de los honestísimos Prof. Juan Bosch y de mi padre, José Francisco Peña Gómez, ejemplos vivos de probidad absoluta.

Sin embargo hay que reconocer el interés del hoy Presidente Abinader en tomar correctivos y hacer un gobierno honesto. Él quiere predicar con el ejemplo y por ello, viene a mi memoria una respuesta del Dr. Peña Gómez a un amigo que le inquirió sobre por qué él había dejado como funcionario a alguien que sindicaban como corrupto, nada menos que al frente de un departamento en el Ayuntamiento del Distrito Nacional, cuando le tocó ser Sindico (Alcalde). Le expresó mi padre a ese amigo que “su comportamiento será honesto, porque el ejemplo que le daría su jefe lo obligaría a actuar de igual manera”, y así pasó, ese funcionario terminó siendo uno de los más correctos y eficientes. Pareciese que lo motivó el ejemplo del líder.

Esa experiencia de nuestro ejemplar líder negro y de alma blanca, como la del hoy mandatario, fue recogida en la obra del Dr. José Rafael Abinader Wasaf, educador, político y funcionario público honesto cuyo patrimonio lo logró en el sector privado, sin vincular jamás sus actividades empresariales con el sector estatal. En efecto, en su libro arriba citado el Dr. Abinader expresó lo siguiente, cito: “La corrupción, lo mismo que la honestidad, desciende de la más alta jerarquía administrativa a los estratos inferiores. Si el jefe es honesto y exige esa virtud a sus subalternos, estos no tienen otra alternativa que actuar según el ejemplo que les da su superior. Si es al revés, la podredumbre se adueña de la oficina.”

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Sinopsis de las Elecciones del 5 de Julio

Por José Francisco Peña Guaba.-
Varios analistas políticos se han ocupado de resaltar las causas que condujeron al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), a una de las más dramáticas derrotas electorales de la historia democrática nacional.
El tema no pierde interés con el paso de los días, todo lo contrario, en plena concordancia con la magnitud nacional e internacional de la debacle peledeísta.
Nuestro razonable aporte a esos análisis se limita a puntos muy específicos, sobre todo de naturaleza organizativa y electoral, partiendo de la división del tema en tres bloques, uno por cada nivel de elección.
En cuanto al nivel presidencial. Se observa rápidamente que, tras 16 años de dominio absoluto, el PLD se enfrentó y no supo o no pudo lidiar con suficiencia las limitaciones derivadas de su dilatado ejercicio del poder. La idea del cambio se convirtió en una ola, que generó efectos electorales innegables a partir del convencimiento popular de que ya era suficiente, de que el PLD tenía que marcharse del poder.
Esta ola de cambio fue hábilmente manejada en forma de voto castigo al PLD, no tanto como voto por favorabilidad al Partido Revolucionario Moderno (PRM) o por su candidato, el Lic. Luis Abinader, sino más bien en términos de sanción contra un partido que no solamente gobernaba el país cuando alrededor del 15% de los electores no había nacido… sino que gobernaba ¡con los mismos funcionarios de hace 20 años!
La petrificada estructura dirigencial del PLD, en cuanto atañe a los máximos representantes, no le permitió a ese partido reestructurarse, acomodarse a los cambios sociales, expandir eficientemente a sus propuestas en el componente electoral más joven. Eso es solo una parte del problema, que bien pudo solventarse con la estrategia de colocar candidatos jóvenes a posiciones importantes, como el caso de la senaduría del Distrito Nacional, por citar solo un ejemplo.
El problema es que los métodos de trabajo, las estrategias a futuro, todo se encontraba en manos de una dirigencia cuasi monárquica, que se apropió de todos los espacios de participación y que excluyó a elementos de renovación dentro de su estructura.
En esas circunstancias sorprende al PLD una división mucho más profunda, duradera y decisiva que lo que puede suponerse por los porcentajes de votación hasta ahora considerados.
Esa división fue de tan magnitud que aunque el candidato oficialista en realidad superó el 37% de los votos, pero, le hizo falta los que se fueron a la Fuerza del Pueblo o no votaron, mucho de los cuales decidieron abstenerse ante la división del partido de la estrella amarilla.
Sin embargo, no es que el candidato oficialista fuere o dejare de ser buen o mal candidato, ni nos parecen demasiado relevantes sus aciertos o limitaciones. El problema fue que las primarias internas del PLD dividieron ese partido y de esa división salieron dos candidatos con una misma base de apoyo, por lo cual se produjo un desgarro interno que supuso para el partido, elementos que se conjugaron para configurar situaciones insuperables, adversidades que no era posible superar en medio de procesos electorales de una intensidad nunca antes vista.
Ninguna de las 2 fuerzas enfrentadas estuvo dispuesta, ni por un minuto, a ceder sus cerradas posiciones, ni en lo más mínimo siquiera. Ambas estuvieron absoluta y terminantemente decididas en que era preferible el triunfo de la oposición al triunfo de su contraparte. Bueno, lo lograron.
Debatiéndose durante meses en reducidos porcentajes de intención de voto por el candidato y por el partido a los ya acostumbrado, entonces llega el golpe de percepción de las encuestas Gallup y Greenberg, en primer término, y Mark Penn, en segundo.
Sin considerar aquí su nivel de acierto, el momento en que esas encuestas fueron dadas a conocer, la expectativa que generaron en la población, el nivel de credibilidad de que gozan y la forma concatenada en que se presentaron a la población abatieron definitivamente las pretensiones oficialistas.
Fue un demoledor golpe perceptivo que derribó todas las aspiraciones oficialistas, que impidió hasta la articulación de estrategias apropiadas para rebatir su efecto negativo sobre las posibilidades de éxito del proyecto electoral gubernamental.
Del otro lado, el PRM se mostró con las garras, el deseo de triunfo, los recursos y las habilidades para lograr sus metas. El notorio entusiasmo de sus dirigentes y candidatos, la excelente operatividad del “Día D” que les llevó a salir temprano a votar, decididos a ganar y realizando todos los acuerdos y contactos necesarios para lograrlo. Salieron como fieras sedientas de votos y consiguieron su propósito. A todos los observadores les resulta obvio que Luis se fajó como artesano a armar su triunfo, con tenacidad y paciencia.
Fue notorio que los perremeístas salieron a las calles con dinero para lubricar apoyos de última hora, consiguiendo el apoyo hasta de miembros de otros partidos, que ostentan decretos y designaciones gubernamentales desde hace años y que dieron el salto, impúdica pero razonablemente hacia el candidato que consideraban ganador.
En ese proceso, figuras electorales clave en el nivel nacional y local fueron simplemente neutralizadas por el PRM. Senadores, alcaldes, diputados, dirigentes, empresarios… mucha gente se sentó ante lo que consideraban el triunfo inevitable de la oposición, de manera que la estrategia y la táctica perremeístas funcionaron, pese al criterio de personas como quien esto escribe crean lo contrario, logrando desestimular y neutralizar a contrarios y con ello logrando apoyos clave para su proyecto.
En cuanto a lo senatorial.
La imagen de oposición “unida” que proporcionó al PRM y a la FP la alianza senatorial alcanzada con Juntos Podemos surtió efecto muy positivo en la estrategia general, sobre todo en el PRM en la imagen y la percepción de triunfo de ese partido y su candidato.
Al convencimiento general sobre las posibilidades reales de triunfo opositor, a la idea de la unificación de los partidos se unió el hecho de que, de 25 recuadros en la boleta 15 estaban ocupados por partidos opositores que llevaban candidatos senatoriales comunes. Es como decir que el elector, al visualizar la boleta, lo que veía era un caleidoscopio de colores y partidos con el mismo candidato.
Por el contrario, el oficialismo presentaba candidatos que tenían 3, 4 y hasta 5 períodos repitiendo en sus aspiraciones. Candidatos desgastados, tanto por el prolongado ejercicio representativo como porque iban de reelección a reelección sin pasar por procesos verdaderamente democráticos, sin el apoyo de la mayoría de los dirigentes de base, cuyas aspiraciones eran simplemente bloqueadas.
Ese y otros cambios son ya imprescindibles e impostergables. Resulta innegable que el esquema actual es insostenible: un funcionario público, electo o no, no puede pretender convertirse en el dueño de una posición. Tanto a lo interno de los partidos como en el ejercicio de la función pública la periódica recomposición de los directivos principales induce a la aceptación de la continuidad del Estado como elemento imprescindible de los planes y programas administrativos. Los funcionarios eternos no garantizan continuidad alguna, excepto la de hacer prevalecer su omnímoda opinión.
Lo que se ha demostrado hasta ahora es que una posición electiva mantenida durante años y años da lugar al clientelismo, al paternalismo y a otros vicios administrativos pero no favorece la producción de nuevas ideas, nuevos trabajos o nuevas metas y eso no puede continuar.
Por si fuera poco, muchos candidatos oficialistas al senado se dedicaron a cazar leonelistas en sus provincias, lo que terminó pasándole factura a sus aspiraciones al perder apoyos populares cruciales.
Además de todo lo visto, esos candidatos a senadores concurrieron por primera vez sin el voto de arrastre de los diputados. Y sin ese voto de arrastre, en un proceso con reglas nuevas, se lanzaron al mar electoral y la ola del cambio se los llevó.
En cuanto a diputados. No puede decirse lo mismo de los diputados. Estos representantes son producto del dinero, de altísimas inversiones económicas, básicamente y salvo honrosas excepciones como ocurrió en la Circunscripción 1 del Distrito Nacional –donde salieron electos José Horario Rodríguez, por ALPAIS y Omar Fernández por la Fuerza del Pueblo, entre otros, candidatos cuyo carisma político, juventud y novedad los conecta con el electorado–.
En la generalidad de las circunscripciones electorales de diputados lo que se observa es lo ya denunciado por el Foro Permanente de Partidos Políticos (FOPPPREDOM): el sistema de método de asignación de escaños, el uso profuso y abusivo del dinero como forma de cooptación de electores hizo nuevamente de las suyas, como denuncian acertadamente los observadores de la Organización de Estados Americanos.
Tanto los candidatos a diputaciones por el partido de gobierno como los de la oposición volvieron a usar lo que al parecer son inagotables fuentes de financiamiento de última hora, para generar resultados electorales predeterminados.
Y esto a pesar de que se ha demostrado hasta la saciedad que el denominado Voto Preferencial, con todo lo bonito y bueno que pueda parecer, es el más caro del mundo. Constituye el encarecimiento del proceso electoral más allá del costo natural o razonable de la democracia.
Puesto que al depender, cada candidato, de sus propias finanzas para competir a lo interno de sus propios partidos, se produce una incontrolable confrontación económica. Peor aún, luego de las contiendas internas, se produce otro enfrentamiento interpartidario donde las posibilidades de ganar unas elecciones, al margen de los méritos, las virtudes y el talento de los candidatos o candidatas, lo determina el fardo de billetes, es decir, la capacidad de dádivas, lo que corrompe enormemente a los electores.
Esta situación genera que al presupuesto del partido se suman los recursos particulares de los candidatos en una lucha mercantil en conquista del favor personal del voto, lo cual resulta difícil de controlar, tanto por los propios partidos, como por el sistema de administración electoral.
En la elección preferencial de diputados debió utilizarse el método originalmente previsto por el artículo 223 del Proyecto de Ley Orgánica de Régimen Electoral, según el cual el método de asignación de escaños lo sería el de “cociente electoral y resto mayor”, según el cual se divide el total de votos válidos emitidos entre el número de escaños a distribuir por circunscripción, obteniendo la cantidad de votos más alta que le queda a cada partido y asignando a cada partido el número de escaños que su votación indique, contenida en el cociente electoral.
Ese método, que fue propuesto por la Junta Central Electoral en su Proyecto de ley electoral, fue desechado por el ya fatídico Método D’Hondt, que claramente favorece a la primera mayoría y que deja sin posibilidades de competición a técnicos, expertos en diversas áreas, gestores culturales y líderes comunitarios.
Nuevamente se quedan sin representación personas con largo historial de servicio a sus comunidades, por no tener dinero.  Y nuevamente se tendrá un congreso en el que no estarán los más preparados sino los que tuvieron más dinero para invertir, así de sencillo.
Definitivamente, no parece que a partir del 16 de agosto vaya a mejorar la representación de la Cámara de Diputados, en lo absoluto.
En las demarcaciones de diputados la oposición sorprendió al oficialismo con candidatos jóvenes, carismáticos, potables, admirados por sus comunidades… y con dinero para competir.
Al menos FOPPPREDOM promete seguir trabajando para evitar esa situación tan negativa para el sistema electoral y democrático, incluso proponiendo que el sistema electivo sea cambiado, como mínimo hacia uno de carácter mixto, preferencial y de lista, porque de lo contrario nunca mejorará la calidad de la representación y tampoco, triste es decirlo, tampoco mejorará la participación de la mujer en la composición de los órganos representativos.
No basta creer que la participación de la mujer y la juventud en la política se logrará con una cuota de 50%, ni de 75% ni de ningún porcentaje. Ninguna cuota establecida ha logrado ese objetivo, ni creemos que pueda lograrlo.
A fin de cuentas, la integración del Congreso Nacional no refleja por ninguna parte la existencia de cuotas de elección, simplemente porque no se trata de candidaturas reservadas sino de competencia política. De hecho, uno de los problemas básicos del mentado voto preferencia es que coloca a los candidatos más vulnerables en una situación aún más desventajosa.
Enseñanzas. Hay varias enseñanzas resultantes del pasado proceso electoral, algunas de las cuales presentamos aquí antes de terminar.
En primer lugar, existe una necesidad real de promover la “integridad electoral”, o sea, la aplicación y respeto de principios y normas electorales, que no solamente tienen carácter universal sino que resultan exigibles porque son respetados en prácticamente todas las naciones civilizadas y democráticas del mundo occidental.
La integridad electoral está ligada estrechamente a la responsabilidad y la rectitud moral de los diversos actores políticos, funcionarios electorales y personas influyentes en la opinión pública que colaboran para lograr unas elecciones libres y justas.
En segundo lugar, debe observarse atentamente que es al gobierno al que le toca tratar de hacer un esfuerzo por mejorar la gobernabilidad, pero que a todos nosotros nos compete contribuir con la estabilidad política. La pandemia obliga, al generar condiciones difíciles para el sostenimiento diario de los trabajadores informales y de las empresas.
Pese a lo que pueda creerse, el actual es un gobierno de minoría: la mayoría fue la abstención que alcanzó más de 45% en las elecciones nacionales y más del 75% en las del exterior, todas impactadas negativamente por las condiciones en las que se realizó el proceso.
Ciertamente, a quienes fueron electos les conviene interpretar los deseos de quienes no votaron, que indiscutiblemente son la mayoría.
Los partidos políticos, todos, debemos colaborar desinteresadamente para y con el próximo gobierno, para que tome las decisiones adecuadas con el consenso político requerido en las difíciles circunstancias actuales y así pueda resolver los problemas sanitarios y económicos que padecemos.
En ese tenor, tratemos de hacer conciencia en nuestras fuerzas políticas, de manera desprendida de que es necesario apoyar al gobierno entrante, al margen del partidarismo y de posiciones electoralistas, para que como nación podamos salir lo mejor librados de las secuelas que nos dejara la pandemia del Covid 19.
Así, esperamos que el Lic. Abinader, Presidente electo, a la vista de las delicadas situaciones en las que le toca gobernar, tome decisiones acertadas basadas en la selección de personas nuevas pero con formación y experiencia suficientes como para mantener la estabilidad macroeconómica y cambiaria, aspecto de crucial importancia porque es lo que hace a los gobiernos fuertes o débiles, tanto que pueden ganar o perder la estima popular, todo ello con mucha rapidez.
Por lo pronto, es correcto que nosotros, los partidos de oposición le demos un tiempo prudente al gobierno para que pueda desarrollar sus estrategias para sacar al país de la grave crisis en que se encuentra, al final esta acción patriótica nos debe encontrar a todos unidos por y para el beneficio de nuestra nación.
El pueblo espera de Danilo, Leonel, Gonzalo, Quique y Miguel un espíritu de colaboración y con la vasta experiencia que tienen hagan los aportes y asesorías necesarias para que salgamos lo mejor librado de las secuelas de esta terrible pandemia, esperamos de igual manera que el presidente Abinader se deje ayudar y así lo entienda, por la salud y la estabilidad económica del pueblo Dominicano.
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Las elecciones presidenciales de 2020 se definen el 7 de junio y nadie quiere comprenderlo

Por José Francisco Peña Guaba

Durante los últimos veintitrés (23) años el acceso al poder político se ha reservado a las organizaciones políticas que han podido superar el umbral fatídico de “la mitad más uno” de los votos válidos emitidos en la elección presidencial.

Traspasar el umbral de votación requerido por el artículo 209 constitucional exigió la realización de alianzas electorales. Las cuales son positivas e importantes para todos los partidos, en principio porque presenta al electorado una opción diferente a la tradicional.

Suelen presentar candidatos locales, que por su hoja de servicios comunitarios merecen llegar a cargos electivos, por contraposición a candidatos de partidos que cuentan con el llamado “voto de maquinaria”, o sea, que disponen de una gran militancia y sus candidatos no requieren necesariamente contar con una hoja de servicios locales trascendente, ni conocer los padecimientos de los sectores que supuestamente representan.

Sólo considerando las elecciones de 2016, las alianzas aportaron 19% de votos a favor del nivel presidencial; más de 30% en el nivel congresual y más de 35% a candidaturas del nivel municipal.

Sin embargo, la realidad normativa actual –pautada por los artículos 57 y 58 de la Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos número 33-18, de fecha trece (13) de agosto de 2018 (Ley de Partidos) – determina que el sistema de acceso al poder político sobre la base de alianzas electorales ha entrado en una fase crítica y en un proceso de implosión.

Las nuevas disposiciones legales sobre alianzas las dificultan de manera extraordinaria. Se encuentran restringidas al 20% de las candidaturas totales disponibles y además, como lo ordena el artículo 57 párrafo 1 de la Ley de Partidos, toda candidatura de elección popular acordada con otros partidos dentro de la cuota del veinte por ciento (20%) será aprobada por los respectivos organismos de máxima dirección colegiada de cada organización política involucrada en el acuerdo de que se trate.

Lamentablemente, como si un velo de incomprensión o un deseo de no ver la realidad se apoderara de los políticos, resulta que el próximo siete (7) de junio los partidos que van por la modalidad de primarias abiertas o cerradas, deberán completar los procesos internos conducentes a la realización de las llamadas reservas y alianzas.

La eliminación del arrastre en 26 provincias enrarece la situación política nacional, junto a la posibilidad de pérdida de la personería jurídica por no obtener el 1% de los votos válidos, junto a la necesidad de obtener representación.

El problema de las alianzas radica no solamente en la limitación porcentual que impone la ley, sino en el hecho de que para hacerlas se requiere un planteamiento estratégico cuyo éxito depende de los acuerdos que puedan hacerse con otras organizaciones.

Así, antes de que un partido mayoritario realice primarias internas de cualquier tipo, tiene que definir en cuales demarcaciones va a llevar aliados, sea para que le apoyen o sea para apoyarlos. Eso no puede hacerlo un candidato, tiene que hacerlo el partido, institucionalmente.

De manera que, para definir las reservas y alianzas al 7 de junio próximo, los partidos que harán tienen que hacer acuerdos internos y presentar frente común con los que no las hagan, porque se trata de una estrategia institucional para concurrir al proceso electoral con las mejores posibilidades de competición.

En la actualidad, las dos fuerzas políticas mayoritarias (Partido de la Liberación Dominicana y Partido Revolucionario Moderno) enfrentan procesos internos que, cuando menos a la vista del público, les impiden realizar las definiciones requeridas para concurrir aliados a otros partidos al torneo de 2020.

No sólo se arriesgan a disminuir los porcentajes de votación históricamente alcanzados, sino también a no poder ofrecer al electorado una plataforma combinada de intereses diferentes que permita consolidar apoyos de varios sectores sociales y políticos.

Además, que concurran dos alianzas de partidos mayoritarios con dos o tres partidos emergentes cada uno fortalecerá la percepción negativa sobre su capacidad de concertación y gestión de apoyos, lo que puede generar falta de convicción y apoyo político en 2020.

De manera que la definición de las alianzas y reservas por partidos que harán primarias, teniendo límite al 7 de junio es una prioridad inexcusable y urgente para los partidos emergentes que eventualmente harían pactos con ellos.

Si las alianzas y reservas se planean adecuadamente, si son producto de la concertación interna, primero, y de la gestión de apoyo social a lo externo, en segundo lugar, entonces se habrán realizado con efectividad y, por tanto, se habrá definido desde mayo el resultado electoral de 2020.

Parece que hay trabajo por hacer, compañeros dirigentes. Quedan alrededor de quince días para definir la reserva de alianzas para los que van a pactar con las dos principales fuerzas políticas, Partido de la Liberación Dominicana y Partido Revolucionario Moderno. No hay posibilidad de hacer cambios en las Leyes Electoral y de Partidos, porque se requieren mayorías especiales para ello. Tampoco existe lapso temporal que lo permita.

Lo que resulta indiscutible es que el escenario de las alianzas definirá todos los niveles de elección para 2020, el presidencial, el de senadores, de diputados y el nivel municipal. Por ello es importante mantener la posibilidad de construir un tercer polo electoral congresual y municipal que rompa la bipolaridad hasta mantenida por las dos primeras mayorías políticas del país.

Ante esas realidades entendemos que, a fines electorales, el 7 de junio podremos medir las posibilidades electorales reales de las alianzas y coaliciones políticas que se formen.

 

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