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A RAJATABLA

ORION

 POR ORION MEJIA.-

No es fácil entender porqué se pide en editoriales, redes sociales y declaraciones de políticos y de gente de la mentada sociedad civil que el presidente Danilo Medina se refleje en los espejos de Brasil y Egipto, naciones que han sido convulsionadas por grandes manifestaciones sociales, que en el caso egipcio desembocó en un golpe de Estado militar contra el presidente, Mohamed Morsi.

Cuando se desataron las protestas en Sao Paulo y Rio de Janeiro, gente del traspatio advirtió que  aquí podría ocurrir lo mismo, en el entendido de que  en cualquier  parte la gente se cansa  del abandono oficial, como  se dice ha ocurrido en el país de la samba, donde la presidenta Dilma Rousseff, redujo su popularidad de  más de un 60 por ciento a menos de un 30%.

 Hay maldad en  esas comparaciones y la  subsiguiente advertencia al mandatario dominicano, de que aquí podría incendiarse la pradera,  como  ha ocurrido en Egipto y en menor medida, en Brasil, pues las razones o causas de  ese esos malestares no están presentes ni mínimamente en Republica Dominicana.

La presidenta Dilma es una jefa de Estado progresista, continuadora de la monumental obra política de su mentor, Inacio Lula da Silva, el pasado presidente que  rescato a más de 40 millones de brasileños que malvivían en la indigencia o pobreza moderada. El aumento en  los precios del transporte desato la oleada de manifestaciones contra su gobierno.

La causa primigenia de  esas pobladas ha sido el compromiso que asumió el gobierno de Dilma para montar en un periodo de menos de cuatro anos, los Juegos Panamericanos,  la Copa  de Futbol de Confederaciones, Copa Mundial de Fútbol y Juegos Olímpicos. Para cubrir el costo de esos eventos deportivos,  fue preciso a desatender aéreas básicas del ámbito social producir aumentos de precios o promover  nuevos tributos.

La crisis de Egipto tiene su  cimiente en una ancestral pugna  entre segmentos sociales, militares y políticos con  intereses y visiones  culturales, económicas y políticas  diferentes o antagónicas, que  afloraron o se conectaron  en el movimiento global de la Primavera Arabe, que en principio dio al traste con el gobierno de corte occidental de Hobie Mubarak, que fue sustituido por  Morsi, con el respaldo de la Hermandad Islamita.

Es verdad que  tanto en Brasil como en Egipto,  el desempleo,  inflación y  deficiencia de los servicios públicos fueron razones  enarboladas en las protestas, pero la gente en Brasil se movilizo básicamente  contra el gasto excesivo en  montajes deportivos y  en Egipto en reclamo de  libertad y democracia conculcada por el gobierno islamita.

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