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Abordajes al reto educativo (1 de 2)

Ivelisse-prats-de-perezPOR IVELISSE PRATS RAMÍREZ.-

Soy, a pesar de mis años, una mujer de retos. Desafío esos años en el trajín diario, mi mochila cargada de inextinguibles pasiones. Mis retos se multiplican en este país abrumado por injusticias y carencias; mi compromiso con un modelo societario distinto me impulsa a asumirlos.

Sobre todo, batallo en el campo de la educación dominicana, sentada en el banquillo por las acusadoras evaluaciones internacionales y las Pruebas Nacionales. Su pobre calidad, su profunda inequidad, me mantienen en vilo, me retan diariamente.

Encaro esos retos porque la educación es una de esas pasiones que avasalla aun mi vida, y porque hay evidencias de que nuestras falencias educativas son causas, aunque no absolutas, si muy eficientes, de la pobreza y la marginación. Será imposible construir el modelo societario por el que apuesto, con cohesión social incluida, mientras nuestra educación sigue acentuando la exclusión.

El más reciente de los retos que he asumido en este terreno ha sido involucrarme en el Pacto por la Reforma de la calidad educativa, y su antesala, la Consulta Nacional.

Arrinconé  las reservas de la triste experiencia del otro Pacto, por la Patria y la Educación, de 1992, olvidado de tanto incumplirse, y he participado con mis opiniones y escritos y con mi presencia en la reunión a la que fui convocada en este nuevo intento de cambio educativo, tan difícil, tan necesario.

En una comunicación dirigida al presidente del Consejo Económico y Social, monseñor Agripino Núñez Collado, seleccioné del vasto universo de problemas, cuatro, para esbozar pareceres: el currículo, la formación y la dignificación docente, la gestión y la educación inicial.

De ellos pincelé sus aristas y una que otra sugerencia para limarlas. De una segunda ojeada agrego la educación media, atascada en el limbo que solo conduce a cursar estudios universitarios con contenidos perimidos e inútiles. Hay que incluir en su pensum, destrezas para el trabajo.

Un gran ausente percibo a posteriori de mis reacciones iniciales. Enmiendo mi falta, que agrede largas y firmes convicciones formadas en lecturas y convicciones compartidas con Freire, Macedo, con McLaren, con Habermas. Debí empezar, porque sin eso la Reforma tendrá un origen espurio, por el reclamo de revisar, clarificar y reformular las líneas maestras de nuestra filosofía educativa. Esa sí es verdaderamente, y no  las que podrían colegirse de unas precipitadas declaraciones mías, el alma  de la educación.

Solo definiendo, desde la preliminar, indispensable respuesta a la cuestión de quiénes somos, lo que creemos y por qué, y cómo sería el futuro al que querríamos arribar,  podremos reformar la educación, con una ontología, una ética, una axiología y una teleología que no aparecen claras en nuestra educación por la incoherencia  entre declamatorias declaraciones y la práctica.

Mientras la definimos, ¡qué buena y limpia jornada podríamos emprender juntos, sociedad y Estado para encontrar esa filosofía educativa! Podemos comenzar juntando piezas del rompecabezas.

Ha habido en el país un irrespeto tan grande a los planes, tan desvalida está la investigación, tantas muletas de organismos foráneos hemos usado en reformas sucesivas retaceadas que la búsqueda, simplemente la búsqueda en común, hace que valga la pena el reto aceptado.

Sin perder de vista que la definición filosófica a que aludo es indispensable, porque de ella fluirían con coherencia las políticas y las estrategias de una educación, como dicen en POVEDA, “situada”, seguiré participando en el debate sobre la reforma de la calidad de la educación dominicana.

Plantearé mis propuestas partiendo de mis posiciones doctrinarias. Quizás lo que plantee no sea monedita de oro que guste a todo el mundo, pero disentir creyendo lo que expreso es otro reto al que estoy acostumbrada.

Concluyo esta entrega planteando a mi vez tres retos en forma de preguntas:

¿Se toma en cuenta en el análisis que hacemos actualmente sobre la educación la relación biunívoca de esta con la realidad social que la circunda, condicionándola?

¿No obliga ese condicionamiento, que refleja y multiplica la segregación social en la inequidad educativa poner atención, no solo a la calidad sino a la equidad, ya que todavía tenemos déficits de permanencia, de promoción y grados de aprendizajes?

La última pregunta, el último -por ahora- reto a los/las  dominicanos/as que de buena fe están, como yo, queriendo mejorar nuestra educación: ¿Cómo lograr que el fin último de esta Reforma Educativa, coincida con la  cohesión social que nos piden la CEPAL y la ONU, y  nos reclama la gravedad de la crisis, no solo educativa, sino económica, espiritual, cultural y social que nos está arropando?

Seguiré el abordaje En Plural, el próximo sábado para ampliar las consultas.

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