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Opiniones

La vieja práctica del capú no te (a) bajes y los 34 partidos políticos

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Samuel Sánchez E

Por Samuel Sánchez E.

La reconocida socióloga Rosario Espinal se hace eco de una pregunta que voz en cuello repite mucha ¿para qué 34 partidos?

No debemos pasar una tabla rasa y sugerir que todos los enlistados ante la JCE van detrás solo de prebendas, me parce que algunas de esas organizaciones tienen genuinamente, visiones distintas de abordar los problemas nacionales y por lo tanto ven correcto desarrollar su propia propuesta política; pero por otro lado y en efecto, la gran mayoría se han constituido en partidos para gestionar su negocio, a decir de un amigo, mas que partidos políticos, podrían ser compañías por acciones.

Mi hipótesis es que los dirigentes medios de los grandes partidos han visto los recursos correr a cántaros y estar manejados por los jefes de sus organizaciones sin que se reparta el maní. Son conocidos los dirigentes que han mejorado obteniblemente su estilo de vida, dentro o fuera del tren estatal, sin dar explicaciones a su dirigencia media, mientras los otros (la base y quienes se echan los partidos al hombro) solo escuchan peticiones de sacrificio y la desalentadora frase “lo tuyo está caminando”.

Pienso que los permanentes desprendimiento y la consecuente formación de otra agrupación que corre raudo y veloz a buscar su reconocimiento electoral, tiene que ver con el hartazgo de la dirigencia media, respecto a la ausencia de “grasa” en el partido que “milita” y la necesidad de “influir directamente en el proceso, a partir de los comités bajo su orientación y de quienes los de arriba solo se acuerdan para hacer sus propios negocios partidarios.

No olvidemos aquella frase lapidaria de Guido Gómez Masara, que al definir los propósitos del PRD y Miguel Vargas Maldonado señaló “un partido pequeño para hacer grandes negocios”.

Recibir fondos legítimos del órgano rector de los procesos electorales, buscar donantes y lograr “acuerdos políticos” ventajosos con el partido de gobierno

Esos “partidos chiquitos” no aspiran a tener influencia política de largo aliento, tal vez, solo le interesa a su dirigencia, recibir en liquido lo que entienden es su cuota por el trabajo de atajar, con la diferencia que ahora no lo hacen para dirigentes desconsiderados, sino para su propio corral.

Quiero reiterar que ser una organización pequeña o mediana, no significa que el propósito esencial sea tener una franquicia bisagra para negociar puestos públicos y/o recursos de la JCE; sí tenemos organizaciones con buenos propósitos que desean trillar un camino político serio; pero también es verdad que cada vez son menos.

La práctica de formar organizaciones políticas con fines de negocios, más que reducirse va a aumentar por la naturaleza pequeñoburguesa de nuestra sociedad; además los grandes partidos han demostrado que la política es la vía más expedita para acumular dinero, prestigio y poder y siquiera cuidan las formas en esas corporaciones partidarias

La proliferación de organizaciones bisagra sea posiblemente el desquite de los dirigentes medios en una sociedad donde se ven extrañas las propuestas con propósitos políticos colectivos y donde prima el sálvese quien pueda y “dame lo mío” producto de la mala política.

Pienso que los dirigentes medios se han propuesto arrebatar a las cúpulas partidarias, lo que consideran su “cuota” de los ingresos financieros a la vieja usanza capú y no te (a)bajes.

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Samuel Sánchez E
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