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Leonel Fernández: el voto más consciente e inteligente

Por Pascual Ramírez

Al participar en el proceso electoral, usted ejerce un poder único que puede moldear el futuro de manera profunda. Si bien los aspectos legales de la votación son evidentes, existe un ámbito encubierto donde las actividades ilícitas prosperan sin ser notadas. 

Debajo de la superficie de una votación aparentemente ordinaria se encuentra una compleja red de manipulación, impulsada por intereses turbios y prácticas poco éticas. Su conciencia y su dignidad es la clave para resistir estas influencias corruptas y ejercer un voto verdaderamente libre y democrático.

Nunca un voto había tenido tanto peso e importancia como ahora, en que el país retrocede a épocas que ya creíamos superadas. Nos encontramos viviendo en un momento histórico de grandes decisiones, donde tendremos que elegir entre volver pa’lante o seguir retrocediendo, entre un gobierno para todos o uno para pocos, entre la planificación y la improvisación, entre la valentía que libera y la cobardía que esclaviza, entre el desarrollo y el atraso.

Por lo tanto, es imperativo reconocer la importancia de un voto justo y válido, manteniendo los más altos estándares de legalidad, integridad y comportamiento ético. Es crucial reconocer el voto como un reflejo genuino de la voluntad del pueblo y garantizar que se preserve su santidad.

Para ello, es necesario salvaguardar la integridad del proceso de votación, frustrar cualquier intento de subvertir las verdaderas intenciones del electorado y responsabilizar a quienes buscan obtener ilegítimamente el poder a través de medios engañosos.

Votar bien

Es verdad que votar es una responsabilidad ciudadana. Pero más verdad es que debemos votar bien para evitar las negativas consecuencias de votar mal. Y votar bien es hacerlo por el mejor, por el más preparado y capacitado, por el más comprometido con los desheredados, por el que mejor representa los intereses comunes, por el que más sabe cómo enfrentar y salir de las crisis que nos sobrevienen.

Medir y pensar bien el voto que vamos a depositar en las urnas significa considerar que no es por un par de meses que tendremos que sufrir las consecuencias de una mala decisión, sino por cuatro largos años de nuestra vida, que no podemos darnos el lujo de perder así por así. Y lo que se haga en ese cuatrienio hasta nos puede afectar por una década.

Leonel Fernández.

Para nadie es un secreto que el gobierno actual busca comprar las elecciones del 19 de mayo al precio que sea, aunque para ello tenga que quebrar al Estado y arruinar la economía nacional.  

 Ahora bien, ¿cuál es el plan que debemos oponerle para que se estrellen? La dignidad, valor, decisión, y la determinación de ir a votar, aunque sea en muletas o sillas de ruedas. Esa es nuestra mejor manera de decirles: ¡No pasarán! Aunque provoquen un eclipse y el día se vuelva noche.

Es evidente que, el actual gobierno viola flagrantemente los principios de la democracia participativa al manipular la intención genuina del pueblo, explotando a los segmentos desfavorecidos de la sociedad a los que humilla con migajas de sus propios recursos a cambio de sus votos. Esta práctica debe ser rechazada por todos los ciudadanos a fin de que podamos participar en un proceso electoral justo y equitativo.

Líder de verdad

De ahí la importancia de no votar a la ligera, por el que te digan la propaganda, sino por el más medido y valorado en nuestra conciencia. Si los amigos lectores me han acompañado hasta aquí, sabrán a quien me refiero. A un líder de verdad, a un hombre curtido en el conocimiento y en muchos saberes. A un político innovador y renovado que aprendió del pasado para no repetir los errores en el futuro.

Es hora de poner en la balanza de la conciencia nacional a los candidatos que tercian en el actual torneo electoral. Si lo hacemos así, veremos que hay un candidato que inclina la balanza a su favor por su mayor experiencia, política, social, liderazgo nacional e internacional. 

Hablamos del Doctor Leonel Fernández, el voto más consciente e inteligente, el voto de la esperanza nacional, el voto de los que aman a su país, el voto que nos rescatará del atolladero en que nos han metido.

Debemos armarnos de valor y fuerza de voluntad para vencer el miedo, para derrotar los planes que tendrían éxito si nos quedáramos sentados y no fuéramos a votar, si le hacemos el juego a quienes buscan fomentar la abstención masiva a través de la manipulación psicológica de la población con el argumento de que ya están ganados, para desestimular la participación popular, sufriremos años de dolor al permitir la reelección.

Los artículos de opinión publicados en este diario no reflejan necesariamente la posición editorial de ÚLTIMAS NOTICIAS. Cualquier persona interesada en publicar un artículo puede hacerlo solo enviándonos el texto con el nombre completo del autor y una fotografía al correo: ultimasnoticias2013@gmail.com.

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El Líder en tiempos de crisis

Por Pascual Ramírez.-

Cuando un torero experimentado sale al ruedo, sabe cómo lidiar con las furiosas embestidas del animal, para evitar una cornada fatal. Si el matador muestra falta de valentía, habilidades y destrezas, hará que se evapore rápido el entusiasmo inicial y en vez de loas y admiración, recibirá la rechifla de la plaza.

De igual, manera nuestro país necesita un líder ducho y diestro en el manejo de situaciones difíciles, como las que se presentan en estos tiempos donde se combinan pandemia, crisis, recesión, carácter en los actores públicos, y cierre a gran escala de fuentes productivas.

Esta crisis de desempleo, con balanza de pagos desmejorada, turismo y flujos de inversión extranjera disminuidos y remesas que pronto ya no serán las mismas, amerita un líder que sepa tomar por los cuernos el toro de las adversidades, para controlar los daños que pueda causar.

El actual contexto difícil por la que atraviesa la nación, solo un capitán avezado y un líder fuerte, puede evitar que la nave del país naufrague y encalle en los filamentosos acantilados de una crisis de convulsiones sociales que puede sacudir los cimientos de la paz y estabilidad dominicana.

El gobierno del cambio está lleno de buenas intenciones, pero luce débil y pobre, en términos de conocimientos y experiencia. A cualquiera se le puede aceptar novatadas en el desempeño de una función pública, pero no a un presidente de una nación, pues se estima que su ascenso al poder es producto de la incapacidad del anterior, y que él se comprometió resolver una vez acceda al poder.

En tiempos tumultuosos, de grandes adversidades, son las ocasiones en que un líder se crece y demuestra todo su potencial y capacidad para sacar su país hacia adelante.  Así lo hizo Churchill durante los aciagos días de la Segunda Guerra Mundial. También es digno de citar a Abraham Lincoln, quien se convirtió en el presidente más grande en medio del juicio. Usó la adversidad para crear una federación, que duró 300 años y aún se mantiene.

Pero todo apunta desde ya a que estamos padeciendo de la carencia de un liderazgo unificador y de un déficit de administración nacional. Las medidas improvisadas que al rato son derogadas, demuestran eso.

Demuestran que no hay un norte fijo o una hoja de ruta en las acciones de un gobierno que luce desorientado, sobrepasado y sobrecargado por las circunstancias. Vemos que el actual gobierno luce con buenas intenciones, pero hasta el camino del infierno está empedrado de ellas.

Este es el momento para que el presidente de la República aproveche la buena brisa que sopla a su favor para enrumbar su gestión hacia la edificación de un gran consenso nacional, basado en propuestas enmarcadas dentro de un gran pacto social y político que encare los desafíos de la Republica con carácter y determinación. Un líder se prueba en la adversidad. Cualquiera maneja un avión en piloto automático.

Es momento de grandes decisiones y de hablar solo para dar informaciones útiles e importantes y que tengan impacto en la vida del ciudadano. Hablar como para decir que va a donar su salario a una causa justa, no resuelve problemas, ni es algo tan trascendente como para decirlo en una alocución al país. Con intenciones y desprendimientos aislados, no se resolverán los problemas estructurales de la nación dominicana, y mucho menos la crisis por la que atravesamos.

Decisiones como esa deberían ir acompañadas de un recorte al salario de todos los funcionarios del tren público, incluyendo los legisladores. Todo para hacer más austero y eficiente el gasto público. El presidente debe convocar al liderazgo nacional y hablarle al país con un plan integral para enfrentar la crisis en donde todo nos sacrifiquemos, aunque sea de manera temporal.

El cierre de muchos negocios y la consecuente pérdida de empleos en Estados Unidos y Europa parece que va a continuar durante cierto tiempo, con las subsecuentes repercusiones en nuestro país, lo cual impone que seamos más certeros en las prioridades elegidas, y en el norte a seguir.

Solo así estaremos con mayor capacidad para enfrentar con éxito los desafíos de las crisis generados por la pandemia y todo el desastre heredado del gobierno pasado y que, hoy crea una mayor dificultad al presente gobierno. También alertamos contra el politizar la crisis, para sacar provecho particular de la situación.

Lo que se impone es tratar de salir de la crisis y avanzar con firmeza hacia un proceso de recuperación y reconstrucción del aparato productivo de la nación. Y para ello es vital que el gobierno del cambio logre integrar a todos los sectores de la vida nacional, haciendo al gobierno más incluyente y mejor conectado con la sociedad y con las necesidades nacionales. Utilizar la crisis como excusa para justificar incapacidades, no es una opción. Los humanos rara vez han creado algo de valor duradero a menos que hayan sido probados o lastimados.

De esta manera, podremos preservar la gobernabilidad, la estabilidad socioeconómica y política del país. Y como dijo recientemente el presidente Fernández, posibles estallidos sociales.

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